El contrapeso
La bailarina de Degas
coloca en la punta
de la zapatilla derecha
toda su existencia.
En el ápice del equilibrio
de inmodestas volteretas
y flash,
desde el silencio irrumpe
un rostro
que la devuelve a su infancia.
Pierde el contrapeso del olvido
y precipita,
y se quiebra.
La bailarina de Degas
tuvo una vez un padre.
Zingonia Zingone
El cultivo del asceta
Será la falta de música
en la sala
o el vino
que he dejado de tomar
será mi hijo
en casa de la abuela
o mi perro lejos
en la campiña
lo que esta noche
ha abierto en mi pecho
una hendedura
llena de afonía.
Apago el teléfono
para no entorpecer
la labor del hado
para no confundir
a los aduladores
con la suerte.
De la calle sube
el vocerío de los turistas
trepa a mi ventana
por las telarañas
de mi soliloquio.
En un texto sagrado leo
que un ángel
custodia este sopor
vestido de insomnio
hago a un lado la tristeza
que Sísifo me ha enseñado
ser eterna
hago a un lado los sueños
que la Vida me ha enseñado
ser bombas
que revientan en su ápice
no me queda más
que el tacto de lo certero
el sofá tres almohadas
mientras el alma
como el humo de un puro
asciende lenta.
El oráculo de la rosa
II
El príncipe ama la rosa y conoce su aroma.
Transita con minucia su sinuoso contorno.
Juega con la corola, surca el monte,
muerde el fruto, higo de corales carmesí.
Baña el rostro en las olas, hunde
su carne en la carne, ¡demonio!,
con la urgencia de un mendigo.
Su maléfica huella es el recuerdo.
El príncipe desconoce la esencia,
el misterio; es sólo un vampiro
un adicto al amor
que no sabe hacer otra cosa.
De día pierde su corona,
regresa a la soledad,
coquetea con el recuerdo.
Se vanagloria de los pétalos de su nostalgia.
“La poesía me llamó a mí, fue un instrumento que se me propuso. Siempre me ha acompañado la poesía y en un momento se puso más exigente conmigo y me pidió que sacara las cosas de la gaveta, que las pusiera en orden y empezara a publicarlas.”
Las campanas de la memoria
I
En una esquina de la noche
una niña abraza sus piernas,
se balancea en trance y llora.
Las lágrimas bajan
por los costados del cuerpo,
caen sobre la calle empolvada
de un invierno sin lluvia.
Monstruos afloran
con rostro de hombre,
roban el grito de un horror,
tapan su boquita
de clavel prendido y gozan
del mismo gozo maldito
que ilumina el rostro de Shaytan.
Cierra los ojos, se ampara
en la oscuridad del dolor,
rasguña sus muslos como gato engañado,
hunde su rostro en los abismos.
los ojos del becerro
evocan tiempos lejanos
cuando el hombre era rama
del mismo árbol
y el árbol vivía sin acoso
en el espacio sideral
me miran transitar el potrero
observan cada movimiento
en la abusiva corriente
que del hombre mana
acelero el paso
y el becerro retrocede
sabe
que somos hermanos
sabe
No me importa lo que digan
los perversos son los puritanos
amor
los que no entienden
los designios del cielo
y se amarran el corazón
con el lazo de todos los prejuicios
Osvaldo Sauma
Ámame, te digo ámame
en el nocturno abrazo del silencio,
ámame
y calla como hace el amor,
tú que eres eso,
aun cuando callas.
Rózame, te digo rózame
que dulce murmullo eres
en el abrir de pétalos y no
rózame de alas,
de miel rózame;
el palmo rózame,
nacer como la semilla
que rozando posas.
Mírame, te digo mírame
espantado mírame
que suave,
desnuda
descubro
hasta el alma.
Cúbreme, te digo cúbreme
lentamente cúbreme
y súdame,
de sal y vientre súdame
de fiebre y paz súdame
de torso, bronce, penumbra
súdame
cúbreme, extiéndete
cúbreme.
Piénsame, te digo piénsame
en la claridad piénsame
línea que huye y no,
que ayer aún,
piénsame, mañana piénsame.
Nostalgia
Enfermedad mortal
que vacila
entre el tiempo y la distancia
Estado irreversible
generador del deseo
dulce y doloroso
por lo perdido
De aquella parte de mi
que vivió en ti
y sin ti muere
para siempre
el “yo” expatriado
de mi “tú” originario
Sabor a nacatamal
en la búsqueda de mi tiempo perdido
Desterrada,
el bolero se ha convertido en mi canto nativo
y solo quiero lodo que huela a boñiga y humedad
Consciente de que
el retorno no promete
reencuentro
Impotente frente a la esperanza
ilusoria
de una estación vivida
que no regresará.
“Padezco de esquizofrenia lingüística.”
“Yo siempre digo que nosotros somos como una gran licuadora. Adentro de nosotros están todas nuestras vivencias, nuestras lecturas y los instantes que nos devuelven hacia lo que hemos vivido. Entonces, los idiomas también son parte de esta gran licuadora.”