"América latina constituye una etapa importante de mi nomadismo. Y mis años en Cuba me ayudaron mucho a conocer y amar a ese continente. Sabía de las grandes voces de la poesía, de Darío, Vallejo, Neruda, Huidobro, Paz, etc. Pero descubrí en aquellos años (de 1987 a 1990), un continente en efervescencia cultural en todos los ámbitos y La Habana, entonces, era uno de los grandes centros culturales de América latina, donde todo llegaba.
No sabría decir si, en la tradición de la poesía, hay grandes diferencias entre la poesía latinoamericana y la europea. El modernismo entró en América latina en gran parte a través de Francia. No sabría tampoco decir si el modo latinoamericano de acercarse a la poesía, o de ejecutarla, es distinto del europeo. Lo que sí sé, es que me encontré con muchas voces poéticas muy originales.
Del Perú me asombraron sobre todo poetas como Cisneros, Blanca Varela, Westphalen, entre otros."

Jean Portante


“De dónde viene entonces el perdón si no es,
de las historias que me cuento,
botellas echadas al mari inventando
que vienen de la tierra
mientras que todos saben que
primero estaba el agua.”

Jean Portante



"Lo que despertó en mí el viaje de mis padres hacia la nueva tierra, es un cierto nomadismo. El sentimiento de no pertenecer a ningún lugar. Ni el del origen ni el del país alcanzado. Se trata, entonces, de una doble no pertenencia. De un ni aquí ni allá. De un aún no aquí y ya no en otra parte.
Inventé, para dar una dimensión literaria a esta no pertenencia, la metáfora de la ballena. Como se sabe, antes de ser un animal acuático, la ballena fue terrestre. Una especie de perro. En un cierto momento de su existencia, ese perro decidió tirarse al agua, emigrar. La vida acuática requirió una adaptación. El perro borró sus patas, tomó forma acuadinámica, imitó a los peces. En su transformación sin embargo, la ballena olvidó de deshacerse de su pulmón. Y se despojó de la posibilidad de vivir en el agua. Se quedó con el pulmón como con un recuerdo de su condición terrestre. Esto hizo que no sea un pez, pero tampoco un perro. No pertenece completamente al agua y, sin embargo, ya ha dejado de pertenecer a la tierra. En ella me puedo reconocer. No sólo como migrante. Sino también como ser cultural. Y es allí que interviene la lengua de mi escritura.
El origen me ha dado el italiano, Luxemburgo me impuso tres idiomas, el luxemburgués (la lengua de los Francos), el alemán y el francés. Para un escritor, tal pluralidad lingüística es una tragedia, porque debe escoger. Mis libros, a todo esto, están escritos, por lo menos aparentemente, en francés. Digo aparentemente pues, en realidad, las cosas son diferentes. Claro, lo que se ve es el francés (como lo que se ve de la ballena es su condición de pez). Pero así como la ballena esconde en ella el pulmón, «pulmonea» dentro de mi francés la lengua de mi origen, el italiano.
Todo mi trabajo de escritura está forjado por mi condición de migrante. Mi idioma de escritura no es el italiano sin ser el francés. Es una lengua ballena."

Jean Portante



"Lo sopesó notablemente. Sabía que el momento más arduo de toda su odisea le aguardaba en San Remo, localidad a la que llegarían después de su estancia en Pisa, hacinados en un camión, como si fueran ganado. En Pisa ni siquiera habían podido ver la famosa torre inclinada. La suerte también les había sido adversa en Roma, donde no pudieron contemplar ni el Coliseo ni el Vaticano. De hecho, el interminable trayecto entre la capital italiana y Pisa había sido realizado en las más tétricas circunstancias. No hallaron otros automóviles y por tanto los recluyeron en camionetas destinadas a la carga de aves de corral, aves gallináceas. Las paredes y estantes de ese peculiar «gallinero» habían sido derribadas y en ese circunspecto ambiente se encontraban apilados. Sin lugar alguno donde poder sentarse. En un suelo colmado de paja seca y putrefacta, que hedía a estiércol. A través de los minúsculos orificios que hacían de ventanales penetraba un aire gélido y hostil que derretía sus cuerpos de los pies a la cabeza. Y lo que, en principio, sintió como una debilidad pasajera en Roma, se cernía ahora como una mano que tratara de obstaculizar su viaje irremisiblemente, metamorfoseándose de súbito en una terrible enfermedad, que se había enseñoreado de su cuerpo, miembro a miembro. Primero comenzó por expectorar presa de una estruendosa tos. Luego aquel fatal sino acometió, despiadado, su garganta, sus ojos, sus oídos y su cabeza. Sintió que le golpeaba cruelmente en el cráneo, mientras el sudor perlaba su frente. Tina, a su lado, no sabía a qué santo encomendarse, mientras que Nando había dejado de maldecir a causa del terrible frío que penetraba sus entrañas, una extrema vaharada que, paradójicamente, calentaba aquellos cuerpos frágiles. No pudo evitar el pensamiento repetitivo de que sería horrible, incluso estúpido, morir de aquella manera después de haber sobrevivido a la guerra. Afortunadamente, atisbaron el lazareto de San Remo e incluso había una enfermera esperándoles, antes de su repatriación a Longwy. Él mismo, sin temor a equivocarse, se había autodiagnosticado una pneumonía y pudo cerciorarse de que el rostro de Tina había empalidecido más incluso que el de Nando. Una neumonía en esas condiciones tan adversas devendría en un fatal desenlace. No llegó a ser consciente de lo que Tina hizo a continuación. Todo su ser se hallaba en ebullición, sudaba copiosamente, envuelto como si fuera un recién nacido en cuatro mantas que Tina había conseguido suplicando a otros refugiados."

Jean Portante
La memoria de la ballena



“No tenía más que mis párpados para retenerte
porque tú atravesabas
de cabeza como si fueses a nacer.”

Jean Portante


Por qué corregir
los errores de la luz
cuando escribe la última página
del relato de la sombra.

Una mitad de la muerte
pasa así inadvertida
mientras que la otra
ya atravesó el río.

Ahí está en la otra página
la otra mitad teniendo
en la mano su lápiz apagado.

Qué escribe desde tan lejos.
Acaso el error es posible
en la orilla sombría del relato.

Jean Portante



Por qué el pueblo
se mira en el espejo
antes de que se rompa
el día.

Acaso va
a dormir así en
el hemisferio sur
el alma.

Sueña allí por destellos
bajo mantas
abandonadas.

Bajo ellas se fabrica la inmensidad
de lo que se ausenta
cuando cae la noche.

Jean Portante



Por qué la luna cuando
nos une
se vuelve tan pequeña
en la noche.

La noche que es grande
y toca el cielo
con su cabellera
revuelta.

Hay guerra allá arriba
y aquí abajo una sombra
en tu rostro.

Es el tiempo que
pasa y al pasar cuenta
los golpes que da.

Jean Portante




Por qué la luna
da la espalda
al sol y juega a ser
la mitad de la tristeza.

La espalda que es
la mitad del sol
no se vuelve
nunca.

Quien se ahoga en el sol
tiene sombra
en los ojos.

Quien pierde su abismo
da un martillazo
en la espalda de la noche.

Jean Portante



Por qué los fantasmas
de los cipreses ciertos días
de lluvia infringen
la ley del silencio.

El fantasma del jardinero que
los ha plantado allí
acaso no les ha dicho que quien
habla muere más rápido.

Se ríen los fantasmas
a quienes ninguna ley
constriñe al silencio.

A qué ellos cuchichean se parece
el fantasma del silencio una vez
que el jardinero le da la espalda.

Jean Portante



Soplas en vez de respirar
Es como si le dieras
Besitos a la ausencia.

Jean Portante




Todos los fuegos...

TODOS LOS FUEGOS SE EXTINGUIERON y el viento cierto viento
como cuando habla el ahogo o la sed
o el cielo obliga a tantear
a lo largo de las casas
al puerta a puerta madera fatigada de arder
qué sabrá de la ceguera

la noche cae no lejos de allí
y nosotros la velamos como se vela
a una sombra que desciende
o a un abrigo que uno se pone
o tira o regala

o a un telón que cae cuando la historia ha terminado
y que aplaudan en la sala
y partan las últimas mil manos
pero qué haces tú en esta noche tan perfecta

qué hacemos salvo acercarnos
al árbol de cerezas negras
a la colina de árboles negros
al paisaje de colinas negras

Jean Portante










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