Abandono
 
Nos abandonamos. Sin devolvernos, faltaría más.
Queda algo de leche de perra en la nevera, no
no olvides, somos tanta lástima y nos colgamos del
día verde oscuro.

Si no sobra nada, luego no lo lamentamos.
Ah, y mira también en el arcón, una vez había dentro
un ciervo. Vivo, la leche de perra no le agrada, sólo
nosotros sabemos lo sana que es, un ciervo cómo va a saber.
Dile que ignoramos qué le gusta comer para
vivir, así no será culpa nuestra.

Algunos pensarán que habitamos en las columnas de los
árboles, quien así piense ha leído muchas novelas.
Es absolutamente anacrónico.
Y sí, volveremos sin nosotros.
Adiós cielo enlutado de cipreses. Adiós ciprés celestial.

Sasja Janssen


Conjunto vacío
 
Sólo consigo mantener mi conjunto vacío
acopiando, claro que intento forjar el conjunto
de todos los conjuntos, es lo que me dicen
como si no supiera lo que es el vacío, me encanta la absolución
pero ya basta

Nadie quiere cambiarme por cero, pero me atengo a
las reglas, ¿podrían dejar que me ahogue cuando se me antoje?
Quiero estar entre los que se cambian
por una tarifa vacía, el sastre que se mide sus propios
trajes, un dentista que se extrae las muelas

Despoja cada día tu mente de los conjuntos
que penetran con sigilo en ella cual hormigas
no les falta razón, las hormigas
son así, sobre todo las empedernidas
pero con nada poco tiene que ver

Sasja Janssen


Cuando el perro del vecino...

Cuando el perro del vecino enferma y quiere morir
en un país donde sus ladridos parecen meridionales
parto hacia comarcas de canícula permanente
y llevo conmigo un pastillero de plata
con la dosis de la muerte.
¿Están bien ligeros mis pies, mis mejillas sueltas?
Il faut cultiver dice el perro.

Porto mi ilimitación como arma
mi sangre contra fiebres y fobia al dengue
incontables mapas para saber adonde no adentrarme
mi niño Jesús en la cruz para poder enseñar
cómo pende en el país donde los ladridos no mueren
hasta la madrugada. Portamos el mismo nombre, adoramos
la misma tierra, el perro y yo.

Sasja Janssen



El taciturno

Quiero intentarlo una vez en agua entre piedras musgosas resbaladizas
envolturas acuáticas rodeándome la cintura
De una silla negra de Thonet, la cuerda
por el tragaluz de cocina, mi arrepentimiento culinario
Clásico en la bañera, el filo en la muñeca, vestido para
matar, mi muerte no huele mal
Un tren mejor no, tan masculino, no lo suficientemente modesto

Me gustaría matar tres veces
A un niño, un adulto, una bestia
Con cuchillo, pistola, dedos delgados inocentes
Mas recomiendan no rebasar los límites
de una bañera, una silla, un vestido abombado
mi cuello proscrito

Sasja Janssen






Especies

1

Nací de un punto una mañana a las nueve
la primera mañana imaginable porque no emanaba
de la noche, cambió del fucsia fuerte al amarillo azufre
todavía me acuerdo.
El punto justo, con la nitidez y el volumen justos
puesto por alguna empuñando un 9H, una breve uñada
le decían Dios menos yo.
Un horrendo primero, pero por fin dejé
de ser nadie.

2

Llevaba una camisa de bebé que sería también mortaja
no puede ser, igual así es.
No lejos de aquí volví alguna vez a ser un punto, el único
aunque más débil, puesto quizá con un 6B por la misma
alguna, me encorchó otra vez en mí, las prendas de algodón
por ahora encerradas en mi armario.

3

Creí que las cosas ocurrían a la par.
Puede la especie que debía ponerme, puede el movimiento
puede la alegría o la locura o ambas, feria en el infierno.
Creí que debía nevar, el pensar debajo, y yo
me convertía en mi propia señal de ajuste
traicioneramente igual a la de cualquier otra, todo hacía ruido todo.

4

Ya enseguida pude vivir muy bien y predije lo que vendría.
Cuando llegó el amor ni siquiera en la apariencia
de un ángel joven olvidé mi punto y me incendié, amarillo
un corazón fucsia.
Ahí olvidé olvidar, desnuda como una rosa simple.

5

Luego me quité la especie, para ver si estaba vacía
para ver si me atrevía, la anemia me atreví.
Los otros miraron cómo estaba, que ya no quedaba
nada de mí, ¿acaso debía quedar algo de mí o algo?

6

Igual enseguida pude vivir menos bien, no hay
que quitarse lo que casi no prende
volver al molde estaba fuera de forma.

Sasja Janssen


Hombruna 

Ayer casi se habían acabado los parientes, estábamos nosotros, pero hoy ya no.
Primero hubo tormenta de nísperos, luego vino la lluvia que nos cubrió cansina.
Todavía pensamos días de estío, también se vaciaron.

Con una maleta caminé por prados torcidos, los negros caballos te reflejaban
en su piel. Un porquero me cuidó hasta la penumbra matinal y me fugué
adonde tú nos habías empolvado. Allí comí de saltamontes su carne verde.

Cuando ya no recordaba cómo nos llamaban, me enterré junto a padres ajenos
de todos fui quien más supo esconder la respiración. Igual me despertó una hora
temprana, y acarreé mi maleta llena de pequeñas pertenencias una y otra vez.

Sasja Janssen


fabúlame

Recuerdo la vida que no acaba
Recuerdo las vueltas por la extensa nieve azul celeste
Recuerdo los cerditos muertos a la vera del camino
durmiendo dulcemente, aún hablaban
Recuerdo mi primer amor que me dejó
Recuerdo a mi madre, a veces le toca felicidad
Recuerdo mi caída de la bici como una figurita
sobre un viaducto en la helada
Recuerdo a mi marido con omóplatos como alas
Recuerdo una procesión en el pueblo primaveral con cintas
en los árboles, los vestiditos blancos falsos el sol cortante
recuérdame
Recuerdo a mi hijo nonato
Recuerdo la ciudad, sus suburbios, el edificio de la saltadora invitada
donde yo estudiaba
Recuerdo mi violación en un apartamento calefaccionado en Roma
Recuerdo al estudiante de arquitectura, sobrevivió sin mí
pero me quedé con él
Recuerdo a mis amores, que me envolvían como un planetoide
Recuerdo el bar azur donde no debía servirle más de diez
espressos a un autor, aunque él no contara conmigo
Recuerdo el canto elevado con una niña entre los prados
tenía el pelo adusto como yo, conocíamos nuestro inicio
anda
Recuerdo la noche crepitante en la que hicimos un hijo
Recuerdo que mañanas oscuras se atascaban con estrellas tercas
Recuerdo mis anhelos como una vid
Recuerdo a mi padre, debía morir pero tenía últimas palabras
Recuerdo que mi marido y yo amábamos al mar
Recuerdo las islas, que escarbábamos como perros
Recuerdo a mi hermana gemela, juntábamos nuestras lenguas
Recuerdo mi cabello largo desgastándose por los asientos en habitaciones
sillas tranvías trenes camas manos
vamos recuérdame
Recuerdo las caras botellas de vino que me compró mi marido, para él
el jamón con pata, hizo de mí un soldadito sin arrepentimiento
Recuerdo la llegada de mis libros, no fueron partos
siempre habían estado
Recuerdo a mi hijo, sus manos sus uñas romas, por qué lloro
Recuerdo mi temor nocturno, noches seguidas, no azul noche
sino naranja vivo
Recuerdo a mi madre, se casó en secreto
Recuerdo al poeta porque me hizo oír las dunas, a veces
imposible el cielo, nos enamoramos y enloquecimos uno a otro
Recuerdo la luz, plata pez plomo fina gris etérea verde
anda hazlo
Recuerdo la división de cuerpo, no de cuerpo y alma
Recuerdo al profesor de lengua, fui una muñeca en su cama
no su primavera en Fialta
Recuerdo al director de cine que me abraza en el papel y en la realidad
como nadie, porque en el papel me abraza como solo
un director de cine sabe hacerlo
Recuerdo el perfume Stendhal que no podía pagar y me caí al suelo
en el cuarto de baño tras lo cual me acosté desnuda en él
Recuerdo las casas donde viví, me arrebataron algo
y no me quieren de vuelta
Recuerdo el consuelo de Paustovski, que me habla cuando se acuesta
a mi lado pero a él no puedo consolarlo porque es polvo
Recuerdo mis poemas, nadie los entiende
Recuerdo fabulosamente fabúlame

Sasja Janssen


Suburbana desatada 

Voy a elegir mi propia muerte, soy suburbana,
no provinciana.
Ando por la terraza en mis shorts de lencería, asoman ojos
por todas partes, en mis piernas, mi vientre y mis shorts son tan escuetos
suaves y tan color champán, en este barrio con muelles de madera
sin agua, donde crecen piernas de chicas en las fachadas.

Conozco una golondrina que empeña plumas a cambio de mis notas,
las deposita en mis pies, yo las guardo para cuando llega el sueño.
Veo a un hombre colgado un recuerdo empinado
sobre su mujer, su retoño el dobladillo que ella le sonsaca.
Desde la esquina señala mis pezones.
Giro mi andar.
Soy un organismo terrible selectivo.
Soy azul real.
Me yergo en belleza salvaje.

Sasja Janssen


Suficientes poemas sobre yo

Querías verlo, en qué me convertí.
Acaso por motivo de los chicos, gritaban
tus sueños montados en palitos.
Fueron ellos, pero yo los dejo jugar.
Eres muy sensible.
En adelante tan solo el universo, estepas y mares, sin yo.
¿Te olvidaré?
Deja que te agarre una vez más por todas partes.
Agárrame si puedes.
Pero yo ya no soy, ya estoy debajo del barro.
Soy de los ríos metálicos, la tierra roja.
¿Es por los otros?
Soy yo los otros.
Es por la calentura.
Es por el deseo.
No te olvido.
Chss, hablar es alimento de la ilusión.
Lo amaba tanto.
Ya no podía sin.
¿Ves cómo el mundo en torno nuestro se mueve más rápido?
No, siento un escarabajo dorado y verde
paseando por mi pecho, revolviéndome.
¿Te vuelve loco, amor?
¿Quieres sobreactuar una vez más?
No, ya tengo suficiente.
Me la saco, mi especie.
Es tuya, haz con ella lo que quieras.
Di adiós. Digo adiós.

Sasja Janssen









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