Tim O'Brien

"Aquello no les parecía tan terrible. Eran unos críos; sencillamente, no lo sabían. Era un paseo por la naturaleza, pensaban, no una guerra, así que buscaron la sombra de unos árboles gigantescos, los cuales formaban una especie de cuádruple dosel que no dejaba pasar la luz del sol, y soltaban risitas y se llamaban mutuamente gallina mientras se dedicaban a un juego tonto que habían inventado. En aquel juego intervenían los botes de humo, que eran inofensivos a menos que hicieras tonterías, y lo que hacían era quitarle el seguro a un bote, apartarse unos pasos y jugar a pelota con él bajo la sombra de aquellos árboles enormes. El primero que se acobardaba era un gallina. Y si ninguno de los dos se acobardaba, lo habitual era que el bote emitiera un leve sonido seco y quedaran envueltos en humo, y se reían y bailaban dando vueltas y volvían a hacerlo.
Todo esto es absolutamente cierto.
Me ocurrió a mí, hace casi veinte años, y aún recuerdo el cruce de senderos y aquellos árboles gigantescos y el suave sonido del agua que goteaba en algún sitio más allá de los árboles. Recuerdo el olor del musgo. En lo alto del dosel había pequeños capullos blancos, pero no entraba ni una partícula de luz solar, y recuerdo las sombras que se desplegaban bajo los árboles donde Curt Lemon y el Rata Kiley jugaban con los botes de humo. Mitchell Sanders estaba sentado lanzando hábilmente su yoyó. Norman Bowker y Kiowa y Dave Jensen estaban adormilados, o medio adormilados, y rodeándonos por entero aquellas montañas verdes.
Salvo las risas, todo estaba inmóvil.
En cierto momento, recuerdo que Mitchell Sanders se volvió y me miró a punto de decir algo, como para advertirme, como si ya lo supiera y después de un momento enrolló el yoyó y se apartó.
Es difícil contar lo que pasó a continuación.
Sólo estaban jugueteando. Se oyó un ruido, supongo, que debió de haber sido la espoleta, así que volví la cabeza para mirar y contemplé cómo Lemon daba un paso desde la sombra hasta la brillante luz del sol. Su cara apareció de pronto, bronceada y brillante. Un chico apuesto, realmente. Ojos grises cortantes, delgado y de cintura estrecha, y su muerte fue algo casi hermoso, por el modo en que la luz del sol lo rodeó."

Tim O'Brien
Cómo contar una auténtica historia de guerra



"La mañana era fría y húmeda. No habían dormido durante la noche, ni siquiera unos momentos, y los tres sentían la tensión mientras se movían a través del campo hacia el río. No había nada que pudieran hacer por Kiowa. Sólo encontrarle y deslizarle a bordo de un helicóptero. Cada vez que un hombre moría pasaba lo mismo, un deseo de terminar con el asunto lo antes posible, sin alharacas ni ceremonia, y lo que deseaban ahora era enfilar hacia una aldea y estar bajo un techo y olvidar lo que había pasado durante la noche.
A medio camino del campo, Mitchell Sanders se detuvo. Se quedó parado un momento con los ojos cerrados, tanteando a lo largo del fondo con un pie, después le pasó el arma a Norman Bowker y estiró las manos bajo el estiércol barroso. Un segundo después alzó una mochila verde mugrienta.
Los tres hombres no hablaron durante un rato. La mochila estaba pesada de barro y agua, como muerta. Dentro había un par de mocasines y un Nuevo Testamento ilustrado.
—Bueno —dijo al fin Mitchell Sanders—, tiene que estar por aquí.
—Mejor que se lo digas al teniente.
—Me cago en él.
—Sí, pero...
—¡Vaya teniente! —dijo Sanders—. Acampar en un estercolero. Ese tío no sabe una mierda.
—Nadie lo sabía —dijo Bowker.
—Tal vez sí, tal vez no. De los diez billones de lugares donde podríamos haber pasado la noche, el hombre elige una letrina.
Norman Bowker bajó los ojos hacia la mochila. Estaba hecha de nailon verde oscuro con estructura de aluminio, pero ahora tenía un curioso aspecto de carne.
—No fue culpa del teniente —dijo Bowker con serenidad.
—¿De quién, entonces?
—De nadie. Nadie lo supo hasta después.
Mitchell Sanders hizo un sonido con la garganta. Alzó la mochila y tensó las correas.
—De acuerdo, pero hay algo que sé con seguridad. El hombre sabía que estaba lloviendo. Sabía que había un río. Uno más uno. Suma, y te da exactamente lo que pasó.
Sanders miró el río con furia.
—Moveos —dijo—. Kiowa nos espera.
Lentamente, entonces, inclinados contra la lluvia, Azar y Norman Bowker y Mitchell Sanders empezaron a vadear otra vez en las aguas profundas, con los ojos bajos, moviéndose en círculos desde donde habían encontrado la mochila.
El teniente Jimmy Cross estaba de pie a unos cincuenta metros. Había terminado de escribir la carta mentalmente, explicando las cosas al padre de Kiowa, y ahora se cruzó de brazos y miró cómo su pelotón trazaba una red sobre el ancho campo. De un modo extraño, le recordó el campo de golf municipal de su pueblo natal en New Jersey. Una pelota perdida, pensó. Jugadores cansados que buscan a través del terreno áspero, yendo y viniendo en largos esquemas sistemáticos. Deseaba estar allí en ese momento. En el sexto hoyo. Mirando a través del obstáculo de agua frente a la pequeña meseta verde, con un palo del siete en la mano, calculando el viento y la distancia, preguntándose si debía cambiarlo por un ocho. Una decisión difícil, pero todo lo que podías perder era una pelota. No perdías un jugador. Y nunca tenías que vadear el obstáculo y pasarte el día buscando a través del fango.
Jimmy Cross no quería la responsabilidad de mandar a aquellos hombres. Nunca la había querido. En su segundo año de estudiante en la Universidad de Mount Sebastian se había alistado en el Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de Reserva sin pensarlo mucho."

Tim O'Brien
Las cosas que llevaban los hombres que lucharon



"La risa no niega el dolor. La risa - como un gemido- reconoce y responde al dolor."

Tim O'Brien



"¿Puede un soldado de a pie enseñar algo importante sobre la guerra solo por haber estado ahí? No lo creo, solo puede contar historias sobre la guerra."

Tim O'Brien



"Sé lo que es sentir desamor, querer venganza, cometer errores, sufrir decepciones, pero también encontrar el coraje para seguir adelante en la vida."

Tim O'Brien



“Vietnam para mí es solo un contexto en el que tratar los dilemas morales.”

Tim O'Brien





















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