Esther Peñas

"A lo sagrado se llega a través de lo humano. No hay otro camino posible. San Agustín hablaba del «ordo amoris», es decir, el mundo en pleno viene del amor y está orientado al amor. Acaso la experiencia más cercana a la mística sea la experiencia del éxtasis amoroso; amor y erotismo en fragua única de la que deviene el abandono de sí, la entrega al otro, la comunión de dos cuerpos que no pierden, a pesar de ello, su individualidad. Me viene a la cabeza, perdón por lo pedante, la palabra «solenoide», que refiere un campo magnético casi homogéneo de enorme intensidad en su interior y débil en el exterior. Dos cuerpos que se aman crean ese campo. Están a punto de estallar de goce, de alegría, de plenitud, y el mundo (lo externo) desaparece. El deliquio de amor, el éxtasis carnal, un placer tan último que lo ocupa todo. Si lo de arriba es lo de abajo, y viceversa, como empezamos la conversación, el extremo de lo humano no deja de ser el extremo de lo divino. En última instancia, una oblación. Fieramente humana, claro."

Esther Peñas




"Atrapo con redes palabras, las que comprenden y las que nombran, cada una de ellas nos devuelve el enigma. Atrapo palabras al vuelo de iguanas y a golpe de anzuelo; a veces se escapan, sinuosas, se deslizan sin que conozca siquiera su tacto. Por momentos, invocan fantasmas, huelen a herida, traspasan curvas, estallan en el origen antes de que se haga comprensible; a veces son hondas que derriban reinos de misterio y transcriben secretos. Suturan pérdidas, se atavían sortilegios, ungen como talismanes de melodías que apuntalan. Viajan dentro del proceso y por encima de la secuencia. Cosen. Avivan. Reviven otras calladas por contagio. Nos devuelven el enigma."

Esther Peñas




EL PASO QUE SE HABITA

Si viene este reino pequeño de la fiebre
habrá que estar alerta,
ofrecer vigilia al letargo,
sacudir la siesta, aventar las ganas
para volver al diámetro del intento,
para que el paso reconozca el símbolo de la torre,
para que el paso llegue al dios reo,
para que las manos labren nuevos diccionarios
de los que crezcan inesperados árboles, y ramas verdes
de las que, a su vez, brote la lengua que nos hizo seres
………………………………………………………………….[de nieve,
manos o trazos de tinta, terco golpe de cincel,
manos como escoplo
que abra formas con murmullo de universo;
habrá que estar alerta a las décimas,
al mercurio que indique víspera, que alcance la línea
de frontera entre lo crónico y la melancolía,
entre lo triste a secas
………..y la espiga,
porque lo triste, así, desnudo,
lleva genes de constancia,
purga el verso heredado que escapa
al antídoto,
calza números siniestro
que van por las aceras y se convierten en invierno,
y llega el invierno e invierte plumas,
crece el invierno y revienta rostros,
se extiende el invierno y nos deja otoño de raíz
y remiendos, sin equívoco posible;
hay que permanecer a cubierto
hasta que llegue el reino pequeño de la fiebre
envuelto en los te quiero que pontificaron
…………y aún resuenan,
tendiendo puentes
de la orilla del miedo
a la orilla del misterio,
puentes de latón y consistencia,
puentes que comprometan y justifiquen,
puentes abiertos al paso cerrando naufragios,
porque hay puentes que dirigen destinos
y puentes que administran el viaje del vértigo,
la travesía del desconcierto,
puentes que engarzan
el éxodo al estado de ánimo
…………………..(el no nómada),
que unen inmensidades que se rozan entre piedra
primera y última piedra de un puente que busca el
punto de abrigo,
puentes que abren puertas,
que despliegan la lluvia que sana,
la lluvia siempre nos queda
y no es peor que llueva,
es piel hecha promesa
y corazón capaz de lluvia.
……….Corazón capaz de lluvia.
Puentes de algas,
de melancólica sospecha,
de paisaje con savia de bruma
y afilados dientes.
Puentes
para este pequeño reino de la fiebre,
puentes.
También primavera.

Esther Peñas



"Hasta que la mujer, en cualquier lugar del mundo, pueda darse a sí autogobierno, el mito de las amazonas seguirá encendido, iluminándonos."

Esther Peñas



“La consecuencia más terrible del monocultivo es cómo se camufla en un falso paisaje.”

Esther Peñas




La raíz explica el porqué
de lo visible
pero permanece oculta…

Esther Peñas



Lo hermoso tiene que ser pequeño
por constitución.
Estoy segura y no mudo.
El poeta se piensa desde su finitud
y se expande en el tacto áspero de los conceptos.
Se agacha y se inclina ante ellos,
como para verlos de cerca;
después toma conciencia,
la conciencia aquella primera
de que existe un vértigo de distancia
entre lo que entrega
y lo que escribe,
entre lo que ofrece
y el sentido que enlaza trazos.
La misma distancia que separa
al aire del vencejo.
Entonces, sucede.
Lo pequeño.
Y el poeta comprende
lo bello de un verso, un nombre,
una voz que saluda. Su gesto.
Lo toma,
convirtiéndose, el poeta, en Hombre.

Esther Peñas



"Que nada impida el curso de la alegría, que su silabario escarbe la tierra y descorra el delicado visillo de la ventana del ángulo pleno, que construya un mural de letanías y llegue tan lejos como el canto sin llaves. Que el murmullo se extienda, se engorde, se aclare, que su rumor haga surcos a cada paso y lo levante cuando caiga a plomo, que haya un dios que parezca hombre y un hombre mecido en la estatura de su esperanza. Que ronque a pleno atardecer el musgo de los pies, que la talla de la primavera estalle y sea oronda como la placidez, que venga la niñez y sus puntos de fuga, su loco ungüento y su mirada de baile quebrado. Que el error sea poema, que el insomnio sepa de la dormidera, que uno sea el oeste y su contrario, su elemento cuaternario y su mandala de domingo. Que nada, que ni tú preñada de tozudez, detenga este descurrir de lo alegre y su territorio de luciérnagas, de vencejos rescatados de lo alto del vuelo al cielo horizontal de quien sueña. Que no se apague nunca el sueño. Que nada lo detenga."

Esther Peñas



Quien ofrece su corazón
impregna de ternura a la virtud.
Quien impregna de ternura a la virtud
colma de fe al hombre.
Quien colma de fe al hombre
prende la esperanza.
Tú eres mi oración en instinto.
Ante el miedo,
rezo tu recuerdo desgranando salmos
pequeños,
como minúsculas sacudidas de convicciones.
Tú me llenarás de círculos…
Jurar, que es un creer embrutecido,
se angosta para comprometerte
y, sin embargo, todo en ti es límpido.
Tu desprendes el incienso para el culto.

Esther Peñas




"Siento una querencia mayúscula por los símbolos. Son síntesis infinitas que nos permiten interpretar la realidad, dejando que el misterio prevalezca, que ensanchan la experiencia vital, le dan sentido, que nos ayudan a asomarnos allí donde todo está oscuro, y filtran un rayo de luz (acaso el que cantara Cohen) que intuye. Lo ungido, es decir, lo que se inviste de sagrado; la penumbra, como zona limítrofe; las talarias, en tanto que entrega y oráculo y, por último, la lluvia. Esos serían los símbolos generadores, como los denominas. Pero una vez más, me escogen y yo, que tengo vocación intrínseca, obedezco."

Esther Peñas



"Sucede cuando caminas: un solo de violín varea lágrimas, se hace estrecho anzuelo y pesca, a golpe seco de cayado, los cardúmenes que nos sostienen. Cuando caminas, sucede: el arrebato, la exaltación en coro de proclamas. Eliges la parte en sombra del proscenio, pero sé que acontece el mundo cuando lo caminas, sé que te viertes en el paso, que crece el motín hermosísimo de la lluvia. Llueve también en el tránsito. No sé de qué modo miras cuando caminas, te presiento, como el vislumbre que distingue el verso en escarcha, ese que se rescata de la muerte en el caldero de bronce. Inauguras el noble trazo de un movimiento que despide a quien te ama y no lo dice; tú lo escuchas, tú lo proteges del vértigo, del boscoso equívoco, tú le aplicas el nombre, lo nombras, mientras caminas y emborrachas luciérnagas. Dejas huellas, hundes el peso de los inconscientes compartidos, sellas vínculos binarios, los sanas. Ser espalda tantas veces no basta, ser espalda es entregarse a la fe de cuanto acontece sin ser visto y nos conmueve. Ser espalda y no desnuda. Ser. Basta."

Esther Peñas
























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