EL DESCENDENTE Y LA SEPTIMA CASA
El amor productivo implica siempre un síndrome de actitudes:
solicitud, responsabilidad, respeto y conocimiento. Si amo, soy solícito, es
decir, me intereso activamente por el desarrollo y la felicidad de la otra
persona, no soy un espectador pasivo. Soy responsable, es decir, respondo a sus
necesidades, a las que puede manifestar. La respeto, es decir (de acuerdo con
el significado originario de re-spicere), la veo tal como es,
objetivamente, y no deformada por mis deseos y temores. La conozco, penetré a través
de su superficie hasta el núcleo de mi ser, desde el centro -por oposición a la
periferia- de mi ser.
Erich Fromm, pág. 35
Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea
Es
en el matrimonio donde resucitamos no sólo la intensidad de nuestros primeros
sentimientos de adhesión, sino también las miserias de viejas frustraciones y
odios reprimidos. Y lo que frecuentemente se busca en el otro, y contra lo que
luego se lucha, es algún dilema no resuelto (y por lo tanto inconsciente)
acerca de un progenitor.
Maggie Scarff,
tomado del libro, El lado Oscuro del Amor,
de Jane G. Golberg, pág. 250
El conocimiento de la astrología puede ser muy útil en las etapas
criticas de las relaciones, porque nos permite echar una ojeada a las energías
planetarias que están actuando. Trabajar con ellas mientras duran en lugar de
oponerse a su influjo nos puede ayudar a considerar nuestras relaciones de una
forma más creativa.
Anna Kruger
El
amor inmaduro dice: “Te amo porque te necesito”. El amor maduro dice: “Te
necesito porque te amo.
Erich Fromm
La Sexta casa es la última de las conocidas
como "casas personales", y representa el refinamiento de la
personalidad individual mediante el trabajo, el servicio, la humildad y la
atención a la vida cotidiana y el cuerpo físico. La casa Sexta, enfocando la
vida con un microscopio, la analiza y clasifica en diferentes partes, y da a
cada una de ellas su lugar y propósito adecuados. Ahora sabemos con precisión
de qué manera diferimos de todos y de todo. Pero al llegar al término de la
Sexta casa hemos llegado a separarnos unos de otros tanto como puede
permitírnoslo la vida, y tenemos que aprender una lección nueva: que nada
existe en el aislamiento. Cuando llegarnos al Descendente, el punto más
occidental de la carta, doblamos bruscamente una esquina y nos encontramos
encaminándonos de nuevo hacia el punto donde todo empezó. Volver una vez más a
conectarnos con el sentimiento perdido de nuestra unidad con toda vida será la
labor de las casas Siete a la Doce.
El
Descendente es la cúspide de la séptima casa, y el punto opuesto al Ascendente.
Tradicionalmente se considera al Ascendente como el "punto de la
conciencia de sí", y al Descendente se lo considera "el punto de la
conciencia de los otros". Describe nuestra manera de encarar las
relaciones y las cualidades (junto con los planetas en la Séptima) que buscamos
en la pareja. En su libro A Handbook for the Humanistic Astrologer (Manual para
el astrólogo humanista), Michael Meyer escribe también que el Descendente (y la
casa Siete) denota las clases de actividades que dan al individuo las
experiencias "que necesita con el fin de comprender la significación de
los otros".
De
modo similar, la Primera casa es la que tradicionalmente se conoce como
"la casa del yo". La Séptima, la que está más alejada de la Primera
recibe el nombre de “la casa de los otros”. Se la conoce también como "la
casa del matrimonio" y, cosa curiosa, como "la casa de los enemigos
manifiestos". Aquí se toma el matrimonio en el sentido de cualquier
relación importante basada en un compromiso mutuo, ya sea contraído legalmente
o no. En la casa Séptima dos personas se unen con un propósito: realzar la
calidad de sus vidas al unirse, crear una familia, obtener mayor seguridad y estabilidad
y aliviar la soledad y el aislamiento.
La mayor
parte de los textos de astrología enseñan que los planetas y signos de la casa
Séptima describen a la pareja matrimonial, o el "otro significativo",
y en cierto modo es verdad. A menudo, los emplazamientos en esta casa indican
el tipo de pareja(s) hacia quien(es) nos sentimos atraídos. Por ejemplo, es
posible que un hombre que tenga la Luna en la casa Siete busque una pareja que refleje las cualidades de la Luna: alguien que sea
receptivo, compasivo y afectuoso. Una mujer con Marte en la Séptima quizá se
sienta atraída por un compañero que refleje las cualidades de Marte: alguien
que se haga valer, que sea directo y se imponga. Quizás este, buscando alguien
que torne decisiones por ella y que le diga qué es lo que tiene que hacer.
Si
en la casa Siete hay varios planetas o signos diferentes (como en el caso de
una casa interceptada) el problema puede resultar muy confuso porque estaremos
buscando en la pareja muchas clases de atributos diferentes. Por ejemplo, en el
caso de que una mujer tenga tanto a Saturno como a Urano en la Séptima, andará
en busca de alguien que le ofrezca estabilidad y seguridad (Saturno), y sin
embargo, al mismo tiempo necesitará de alguien impredecible, atrayente y
sumamente individualista (Urano), dos conjuntos de cualidades que difícilmente
conviven sin roces en la misma persona. Es probable que comience por casarse
con Saturno, se muera de inquietud y de aburrimiento y, al conocer a alguno de
Urano, pida el divorcio. O puede seguir casada con Saturno y tener una aventura
con Urano. O quizá se case primero con Urano, se divorcie de él por su carácter
errático e inestable y luego, con un suspiro de alivio, se refugie en la
seguridad de Saturno. O si es un poco más madura psicológicamente, puede ser
que se case con Saturno y encuentre maneras, inofensivas para la relación, de
satisfacer su necesidad de Urano, e incluso que desarrolle más, dentro de sí,
la naturaleza uraniana. También puede casarse con un uraniano y ser ella misma quien
aporte a la pareja la seguridad saturnina.
Más que
limitarse a describir la naturaleza del compañero o compañera, los signos y los
planetas en la casa Siete sugieren las condiciones de la relación: los arquetipos constelados por la unión misma. En ella,
Saturno podría indicar una unión basada en el deber y la obligación. Marte en
la Séptima es propenso al "amor" a primera vista, a precipitarse en
el matrimonio y alternar tempestuosas batallas con reencuentros apasionados.
Arthur Rimbaud, el poeta francés contra quien disparó su amante Verlaine, tenía
juntos en la casa Siete a Urano y el explosivo Plutón. Rex Harrison, con seis
matrimonios en su haber, nació con la abundancia de Júpiter en ella.
Como
ya dijimos, un planeta o un signo en una casa sugiere la predisposición a hacer
frente a ese principio arquetípico por mediación del sector de la vida en
cuestión. Los emplazamientos en la casa Séptima son lo que esperamos encontrar
en las asociaciones estrechas y, por consiguiente, indican aquellos atributos
que más advertimos en la otra persona. Invariablemente, en la carta de nuestro
compañero o compañera habrá algo que se confabule con los planetas y los signos
de nuestra Séptima casa, y lo más frecuente será que la carta de la pareja
refleje casi sobrenaturalmente nuestra casa Siete. Por ejemplo, es muy probable
que si una mujer tiene a Marte, Saturno y Plutón en esta casa se encuentre un
marido que tenga a Marte, Saturno y Plutón en la Primera, o bien alguna
combinación como el Sol en Aries (reflejo del Marte en la Séptima de ella), la
Luna en Escorpio (reflejo del Plutón de ella en la Siete) y tres planetas en
Capricornio (reflejo del Saturno en la casa Siete de ella).
Con
respecto al Descendente y la Séptima casa debemos volver a mencionar el mecanismo
psicológico de la proyección. En su libro Relaciones, Liz Greene sugiere que
los planetas que hay en el Descendente y en la casa Siete representan
cualidades que "aunque pertenecen al individuo, son inconscientes", y
que procuramos vivirlas "por mediación de una pareja, o de las clases de
experiencias que nos aportan la relación". Intentemos ver qué es lo que
quiere decir esto.
El
Descendente -el punto más hacia el Oeste de la carta- deja de ser visible en el
momento en que nacemos. En este sentido, describe lo que en nosotros está
oculto, aquello que sentimos que no nos pertenece, porque no podemos -o no queremos- verlo en nosotros mismos. Ahora bien,
diametralmente opuestos al Ascendente y a la casa Uno, el Descendente y la casa
Siete revelan aquellas cualidades que están en nosotros mismos y que se nos
hace más difícil "reconocer y apropiarnos", es decir, aceptarlas y
responsabilizarnos por ellas. Sin embargo, y tal como lo señala Jung,
"cuándo una situación interior no se hace consciente, acontece afuera,
como hado o destino". Si permanecemos inconscientes de algo que hay en
nosotros mismos, entonces "por fuerza el mundo debe actuar el conflicto y
verse desgarrado en mitades opuestas". Dicho con otras palabras, aquello
de lo cual no tenemos conciencia en nosotros mismos, nos lo atraemos
invariablemente por mediación de otros. Tradicionalmente, se describe al
Descendente y a la casa Siete como aquellas cualidades que buscamos en nuestra
pareja, pero en un nivel más profundo representan aquellas cualidades que hay
ocultas en nosotros mismos y que necesitamos integrar conscientemente,
percatándonos de ellas para llegar a ser completos; son lo que Liz Greene llama
"la pareja interior". Si hemos suprimido esos atributos en nosotros
porque se nos aparecen como desagradables o inaceptables, entonces no es
sorprendente que no nos gusten cuando nos vuelven por mediación y reflejo de
otra persona. De aquí la connotación de la casa Siete como la esfera de los
enemigos manifiestos.
Sin
embargo, tendemos también a inhibir o "desconocer" rasgos
potencialmente positivos, que pueden ser precisamente los atributos que nos
fascinan o nos entusiasman cuando los encontramos en otros. Nos enamoramos de
las personas que exhiben abiertamente esos rasgos porque nos hacen sentir más
completos y, al casarnos con ellas, "importamos" esas cualidades a
nuestra vida. Idealmente, el compañero o compañera puede servir, para esas
energías, como una especie de modelo que en última instancia nos permite volver
a integrarlas conscientemente en nuestra propia naturaleza. Con demasiada
frecuencia, empero, seguimos confiando en que sea la otra persona quien las
provea y canalice. Entramos en un juego de polarización con nuestra pareja y
seguimos siendo solamente media persona cada uno.
Es menester
dejar en claro que la proyección no es un mecanismo puramente patológico. Una
imagen proyectada es un potencial encerrado bajo llave en el sí mismo. Cuando
existe la necesidad de que esta imagen se dé a conocer, el primer paso es
percibirla en otra persona. Después cabe la esperanza de que nos demos cuenta
de que eso tiene algo que ver con nosotros y la recuperemos conscientemente.
Por ejemplo, es posible que una mujer con Marte en la casa Siete no esté en
contacto con su propio poder y capacidad de autoafirmación. Por consiguiente
busca esas cualidades en un hombre. Encuentra una pareja con un Marte
prominente, un hombre dominante y centrado en sí mismo que le da órdenes a
gritos. Por mediación de él, la nativa ha incorporado a Marte a su vida. Sin embargo,
cuando ya no pueda seguir tolerándolo a él en esa tesitura, es probable que se
dé cuenta de que también ella tiene derecha a plantear exigencias. Comienza
entonces a defenderse y hacerse valer, y descubre así a Marte en su propia
naturaleza.
Una vez que
en mayor o menor medida, hemos reintegrado en nuestra propia identidad las
cualidades de la casa Séptima, nos ponemos al servicio de estos principios para
exponérselos a la sociedad en su conjunto. Así, una persona con Marte en la
Séptima casa podría ser alguien que estimulara a los demás a actuar. Una
persona que tenga allí a Saturno podría funcionar como maestro o mentor para
otras. Mucha gente que participa en profesiones orientadas a la atención y el
cuidado de personas tiene intensamente acentuada la casa Siete, y necesita del
fluir casi continuo de un intercambio intimo con los otros. Es más prudente “canalizar” de esta manera las aglomeraciones en la Séptima
casa, para así aliviar a la relación bi-personal de la pesada carga de tener
muchos planetas en ella.
También
los “tribunales inferiores” parecen entrar en el rubro de la casa Siete. Las
normas sociales se generan para contrarrestar los excesos de la individualidad
descontrolada, y para asegurar cierto grado de equidad y justicia en el comportamiento
de los miembros de la sociedad. En caso de que sean transgredidas estas leyes,
debe intervenir una fuerza exterior para reequilibrar la balanza. La forma en
que nos vaya en este tipo de tribunales también se ve en los emplazamientos en
la casa Siete.
Esta
casa asociada naturalmente con Libra y con Venus, es la esfera en que
aprendemos una mayor colaboración con los otros. Plantea un dilema con la
Primera casa: ¿hasta qué punto coopero (Séptima) y hasta qué punto me hago
valer tal como soy (Primera)? Por una parte, el peligro está en ceder o matizar
demasiado y sacrificar así nuestra propia identidad. Por otra, podríamos exigir
a los demás que se adaptasen demasiado a nosotros, y privarlos así de su
individualidad. El problema fue claramente expresado por cierto rabí Hillel:
- Si no soy para mí, ¿quién seré? Y si
solamente soy para mi, ¿qué soy? La Séptima casa nos impone la tarea de
enfrentarnos con otra persona y equilibrar ambos extremos de la escala.
Hablando de
la 5, hemos dicho que el adolescente que se “enamora” no sale realmente de la
imagen que tiene de él mismo. No hace más que proyectar sobre la chica
o el chico a quien ama la imagen de sus propias necesidades. La chica o el
chico representa el complemento, el reverso de su personalidad. El dolor que
puede provocar esta clase de amor si no ha satisfecho, viene de un vacío
interior que no ha sido colmado es un sufrimiento interior orgánico que no es
muy diferente del hambre. El hombre hambriento no
experimenta la experiencia del alimento, sino de é1 mismo hambriento, de él
mismo dispuesto a comer, de él mismo habiendo comido a su hambre; durante todo
ese tiempo é1 no sale de la circunferencia de su yo (...) En la tradición, se
hace una distinción entre el matrimonio, como una relación idealmente
permanente en 7, y los amorfos y romances episódicos de la 5. No obstante, en 5
como en 7, las relaciones pueden ser bien permanentes, bien inpermanentes. Lo
que diferencia esencialmente la 5 de la 7 es que en 5 el amante no se une
verdaderamente a una persona exterior a él, sino a una imagen que él proyecta
sobre esta persona. En 7, debe unirse a otra persona objetivamente, los ojos
abiertos, sobre una base de igualdad. Que la relación dure cinco meses o toda
la vida no tiene ninguna importancia desde el punto de vista del simbolismo de
la 7. Lo que importa en 7 es, para los dos compañeros, realizar la necesidad de
desarrollarse por transformaciones constantes.
Alexander Ruperti, pág. 138-139
La Rueda de la Experiencia Individual
El
Signo en el Descendente muestra las cualidades que es necesario poner en
práctica en las relaciones de todas clases y esto con el propósito de hacer
valer con éxito las cualidades personales reveladas por el Ascendente.
Alexander Ruperti
Alexander Ruperti
Los
planetas que se encuentran en 7, colorean o condicionan las experiencias de
relaciones interpersonales. Pueden también plantear problemas en este dominio o
indicar actividades específicas a las cuales es
necesario tener en cuenta en sus relaciones y en su vida objetiva.
Alexander
Ruperti, pág. 141
La
Rueda de la Experiencia Individual
Según
Rudhyar en su libro Triptych, la prueba principal de la 7 es la fraternidad.
Hay que aprender a compartir, a abordar a los otros con un espíritu de dador-
dador recíproco. Es necesario también encontrar a los otros sobre una base de
igualdad para que a través de las experiencias de la relación o del amor se
pueda desarrollar todo, dejando a los otros (o al otro) des arrollarse
plenamente. Es necesario cambios mutuos (la palabra “mutua” procede del latín
mutuo, que significa cambiar): un amor que está constituido del cambio continuo
del uno en el otro por el reparto de sus dones y de sus cargas. Hay que cambiar
una interdependencia inconsciente en fraternidad consciente, una reciprocidad a
regañadientes en reparto deseado, en participación gozosa. Hay que darse cuenta
que cada parte de un todo está unida a todas las demás partes por aquello que
la hace distinta de estas otras partes - distinta pero no diferente.
Alexander Ruperti, pág. 141-142
La de la Experiencia Individual
Las
experiencias relacionadas con la séptima casa (o sea, el matrimonio y todas las
formas de asociaciones más o menos estables) pueden significar meramente la
cooperación de individuos, o pueden significar participación en una totalidad
mayor a la que las personas que están relacionadas son profundamente
conscientes que pertenecen en función de un destino común o de un claro propósito
socio-cultural... el problema principal de estas relaciones no consiste en si
hay un gran amor o si existe un interés común que los socios en un negocio
sientan profundamente, sino en cuál es la calidad de este amor o de este
interés común. El matrimonio puede significar lo que los franceses llaman
l´égoïsme á deux, frase ésta que es difícil de traducir, pero que significa la
unión de dos personas únicamente para su satisfacción personal; la
asociación comercial puede entablarse únicamente pera beneficio de los dos
socios sin interesarles las consecuencias sociales. Por otra parte, la relación
puede consagrarse a un propósito más que personal, en cualquier nivel que éste
sea.
Ningún astrólogo podrá decir positivamente
cuál de los dos enfoques seguirá una persona en sus relaciones intimas y
estables, pero el signo zodiacal en la cúspide de la casa, el lugar y los
aspectos con el regente de ese signo, y la naturaleza de los planetas que
puedan estar ubicados en la séptima casa podrán decir muchísimo que sea de
ayuda para una persona sincera que anhele participar en un campo mayor de la
existencia para determinar cuáles son las mejores condiciones para esa
participación, y tal vez para alertaría sobre algunos de los peligros o pruebas
implícitos en aquélla. Quizá esto no haga que la relación sea más fácil, pero
podría tornarla más significativa y fructífera.
Dane Rudhyar,
pág. 113
Las Casas Astrológicas
Con
frecuencia, las características representadas por los planetas emplazados en la
casa Siete, las encontramos por primera vez “afuera”, proyectados sobre otros
hacia quienes experimentamos fuertes emociones.
Melanie Reinhart, pág. 152
Melanie Reinhart, pág. 152
Significado y Simbolismo de Quirón
La
Séptima casa es opuesta a la Primera; así atraemos lo opuesto de lo que
exhibimos.
Donna Cunningham
El
Descendente aparece bajo el disfraz de los demás. Refleja no sólo lo que
intentamos obtener de los otros para completarnos, sino aquello a lo cual nos oponemos
en los demás porque es el enemigo que amenaza nuestro viaje individual.
Liz Greene, pág. 341
La Dinámica del Inconsciente
La
naturaleza del planeta (o planetas) y su signo que se encuentran en el
descendente indican cualidades existentes en nosotros mismos que no reconocemos
ni expresamos con facilidad pero que buscamos en las otras personas con las que
creamos vínculos estrechos. Necesitamos trabar relaciones con personas que
expresen esta energía planetaria, porque a través de estas clases de interacciones
aprendemos a apropiarnos de la parte de nosotros mismos de la que renegamos o a
la que proyectamos, y a expresarla en su manera más positiva.
Tracy Marks, pág. 74
El Arte de la Interpretación del horóscopo
Lo
que dimos a otros, volverá a nosotros a través de otros. La Séptima casa
muestra lo que retorna.
Isabel M. Hickey
Isabel M. Hickey
Astrología Espiritual
Psicológicamente,
la séptima casa nos describe la actitud general del Yo ante los Otros y ante la
colectividad; es decir, si el individuo está dispuesto a colaborar con el
prójimo, o si lo considera un adversario o, incluso, un enemigo; si tiende a
aprovecharse de él o a ser explotado por él; si acepta una socialización del
propio Yo sólo sobre bases jurídicas y legales, o si tiene una visión más
desenvuelta y desprejuiciada respecto a las relaciones contractuales.
Lisa Morpurgo, pág. 170
Introducción a la astrología
La Casa VII y X son angulares, y los
planetas en los ángulos tienden a expresarse como acontecimientos
"exteriores".
Liz Greene
Urano en la
carta natal, pág. 63
Cuando se considera el Descendente, hay que relacionarlo siempre con el Medio Cielo; porque, en el Medio Cielo, lo que empezó en una relación alcanza madurez en la capacidad del individuo para participar de forma eficaz en la comunidad que se escogió o que impuso l nacimiento. Puede comenzar con dulzura, con pasión, con éxtasis, con grandes esperanzas; pero los frutos serán amargos si la circunferencia del amor resulta ser una concha.
Cuando se considera el Descendente, hay que relacionarlo siempre con el Medio Cielo; porque, en el Medio Cielo, lo que empezó en una relación alcanza madurez en la capacidad del individuo para participar de forma eficaz en la comunidad que se escogió o que impuso l nacimiento. Puede comenzar con dulzura, con pasión, con éxtasis, con grandes esperanzas; pero los frutos serán amargos si la circunferencia del amor resulta ser una concha.
Dane Rudhyar
Astrología y vida espiritual, página 146
LA OCTAVA CASA
"El problema más común en la actualidad no es el tabú social
con respecto a la actividad sexual o el sentimiento de culpa que produce el
sexo en sí mismo, sino el hecho de que éste es para muchas personas una
experiencia vacía, mecánica y sin sentido."
Rollo May
El Hombre en busca de Sí Mismo
"El sexo y la muerte... la puerta delantera y la puerta
trasera del mundo."
William Faulkner
La octava casa tiene muchas etiquetas. Como
es la opuesta a la segunda, que es la casa de "mis valores", a ésta
se la llama generalmente "la casa de los valores de los otros". Esto
se puede tomar en un sentido bastante literal. Los signos y los planetas que
haya en la casa Ocho sugieren cómo nos va, desde el punto de vista financiero,
en el matrimonio, las herencias o las sociedades de negocios. Por ejemplo,
Júpiter en esta casa puede hacer un casamiento muy conveniente, recibir de
regalo una herencia inesperada, esquivar alegremente al inspector de hacienda y
encontrar buenos socios comerciales. Por otra parte' un Saturno mal aspectado
en la Octava puede casarse con alguien que al día siguiente se declare en
quiebra, heredar las deudas de algún pariente' soportar una minuciosa
investigación del inspector de rentas y elegir unos socios comerciales
desastrosos. Tampoco es excepcional encontrar gente con muchos planetas en la
casa Ocho en carreras donde están en juego dineros ajenos banqueros, corredores
de bolsa, analistas de inversiones y contables.
Sin
embargo, la casa Octava es mucho más que el mero dinero ajeno. Describe
"aquello que se comparte" y la forma en que nos fundimos o unimos con
los otros. En cuanto elabora y expande lo que se ha comenzado en la Séptima, la
casa Ocho es la esencia de las relaciones: lo que sucede cuando dos personas
cada una de ellas con su propio temperamento, sus recursos, su sistema de
valores, sus necesidades y su reloj biológico- intentan unirse. Lo más fácil es
que se planteen multitud de conflictos:
Yo tengo algún dinero y tú tienes el tuyo.
¿Cómo lo gastaremos? ¿Cuánto intentaremos ahorrar cada mes?
o bien
A mí me gusta hacer el amor tres veces por
semana, pero parece que tú lo necesitas todas las noches. ¿Quién gana?
o bien
Tú crees que la letra con sangre entre,
pero yo insisto en que a ningún hijo mío se lo ha de castigar. ¿Quién tiene
razón?
o bien
No sé cómo puedes ser amigo de esa pareja
tan irritante. Prefiero que esta noche visitemos a mis amigos. (¿A los amigos
de quién terminan visitando?)
El
corredor destinado a encaminarlos por la senda de la bienaventuranza conyugal
parece haberse convertido en un cruento campo de batalla, y lo que se ve hacia
adelante parece un cortejo fúnebre.
A la casa
Octava, asociada naturalmente con Plutón y con Escorpio, se la llama también
"la casa del sexo, la muerte y la regeneración". En el mito, Plutón
-el dios de la muerte- secuestra a la virgen Perséfone y se la lleva a los infiernos. Allí se casa con ella, y cuando regresa al mundo,
Perséfone ha cambiado: ya no es más una niña, sino una mujer. Relacionarse
profundamente con otra persona lleva consigo una especie de muerte, el
aflojamiento y la destrucción de las fronteras del ego y de la intrincada identidad.
La muerte en cuanto "yo" separado nos lleva a renacer como
"nosotros".
Como
Perséfone, mediante la relación nos hundimos en un mundo ajeno. En el sexo y en
la intimidad, descubrimos y compartirnos partes de nosotros mismos que
normalmente se mantienen ocultas. El sexo puede ser considerado como una mera
liberación que temporalmente hace que nos sintamos mejor, o bien, mediante el
acto sexual, podemos tener la experiencia de una forma de autotrescendernos, de
una unión con otro ser. En las cumbres del éxtasis, nos olvidamos y abandonamos
a nosotros mismos para fundirnos con otro. Los isabelinos se referían al
orgasmo como "la pequeña muerte". Buena parte de nuestra naturaleza
sexual se revela en los emplazamientos de la casa Octava.
Las
relaciones son los catalizadores del cambio. La casa Ocho limpia y regenera,
atrayendo a la superficie (generalmente por la vía de una relación actual)
problemas que quedaron sin resolver en relaciones anteriores, especialmente
aquellos primeros problemas de vinculación con la madre y con el padre. La
primera relación de nuestra vida, la que tuvimos con la madre o madre
sustituta, es la más cargada, cosa nada sorprendente, puesto que nuestra
supervivencia depende de ella. Todos nacemos en este mundo como víctimas potenciales:
a menos que contemos con el amor y la protección de alguien más grande y más
hábil que nosotros, nuestras probabilidades de supervivencia son muy tenues. La
pérdida del amor de una madre no significa solamente la pérdida de una persona
cercana a nosotros: podría significar el abandono y la muerte. Somos muchos los
que seguimos proyectando esas mismas preocupaciones infantiles en nuestras
relaciones posteriores. El miedo a que nuestra pareja no nos siga amando, o que
pueda estar traicionándonos, desencadenará o volverá a despertar los miedos
primarios a la pérdida del objeto amoroso originario. Uno tiene entonces la
sensación de que su misma supervivencia depende de la preservación de la
relación presente. Suplicas y clamores en el estilo de "Si me dejas, me
moriré" y “No puedo vivir sin ti” revelan la fuerza de las corrientes
subterráneas, provenientes de las tempranas dificultades de relación, que se
infiltran en la realidad de la situación actual. Es verdad que de niños
podríamos habernos muerto si mamá nos dejaba, pero lo más probable es que, en
cuanto adultos, seamos perfectamente capaces de atender a nuestras propias
necesidades de supervivencia. Al poner al descubierto estos miedos ocultos y no
resueltos, las pruebas y tribulaciones en la casa Ocho nos ayudan a dejar atrás
actitudes que, por obsoletas, nos estorban. No toda pareja que tengamos es
nuestra madre.
Además de
nuestros miedos irracionales, es posible que una buena proporción de la
indignación y la cólera que en ocasiones sentimos, y que descargamos sobre
nuestro compañero o compañera, se puede "rastrear" retrospectivamente
en la infancia y la niñez. Los niños no son pura dulzura, sentimentalismo y
claridad. La obra de la psicóloga Melanie Klein ha revelado otro aspecto de la
naturaleza del bebé. Debido a su extremo desvalimiento, el niño pequeño
experimenta una frustración enorme cuando la madre no entiende ni satisface sus
necesidades. Ni siquiera la más hábil de las madres puede interpretar siempre
con precisión qué es lo que reclaman los chillidos de un bebé, y la frustración
del niño estalla invariablemente en violenta hostilidad. Como las primeras
vivencias dejan una impronta tan profunda, todos llevamos dentro un
"infante rabioso". Cuando nuestra pareja actual nos frustra de alguna
manera, es probable que el pequeño chillón vuelva a despertarse.
Como
Perséfone, secuestrada en el mundo subterráneo, en las relaciones muy intensas
todos descendemos a las profundidades de nuestro ser para allí descubrir
nuestra herencia instintiva primordial: la envidia, la codicia, los celos, la
rabia, las pasiones que bullen, la necesidad de poder y de dominio, y también
las fantasías destructivas que pueden estar al acecho, ocultas tras la más
gentil de las fachadas. Solamente si reconocemos y aceptamos "la
bestia" que hay en nosotros tenemos la posibilidad de transformarla. No
podemos cambiar nada sin saber antes que está ahí. No podemos transformar algo
que condenarnos. El aspecto más oscuro de nuestra naturaleza debe ser traído a
la luz antes de que podamos limpiarnos, regenerarnos o volver a nacer.
Es
probable que antes, en el empeño de negar ese aspecto más oscuro, hayamos
sofocado un vasto caudal de energía psíquica. Sin embargo, reconocer nuestro
ánimo vengativo, nuestra crueldad o nuestra rabia no significa necesariamente
una catarsis o una “actuación” indiscriminada de estas emociones. Un
comportamiento así comporta un gasto de energía que posiblemente destruye mucho
más de lo que quisiéramos. La clave reside más bien en “reconocer y asumir”
esos sentimientos explosivos, al mismo tiempo que se los contiene. Al volver a
conectar con la fuente de energía que se expresa como instintos ultrajados, y
encontrar apoyo interno en ella, terminaremos por liberar esa energía de la
forma en que se ha visto atrapada. Así desviada, es posible volver a integrarla
conscientemente y de manera más productiva en la psique, o bien canalizaría
hacia salidas constructivas. Cocerse a fuego lento en un caldo de emociones primarias
hasta que éstas se hallen a punto para cambiar no es muy agradable, pero nadie
dijo que el trabajo que nos propone la casa Ocho fuese fácil.
Esta casa
nos ofrece la oportunidad de volver a examinar la conexión existente entre los
problemas de la relación actual y los que al comienzo de la vida se plantearon
con el padre y la madre. Sobre la base de nuestra percepción del medio,
mientras somos niños, nos formamos opiniones sobre la clase de persona que somos, y sobre cómo es para nosotros la vida "de ahí
fuera". Estas creencias o "guiones" siguen operando, a menudo
inconscientemente, hasta bien entrada la madurez. La niña que creía que
"Papa era un canalla" se convierte en una mujer que lleva
profundamente arraigado el sentimiento de que "todos los hombres son unos
canallas". Debido a las leyes del determinismo psíquico, tenemos una
capacidad misteriosa y casi espeluznante para atraer hacia nuestra vida
precisamente a las personas y las situaciones que sirven de base a esos
primeros supuestos. De no hacerlo así, probablemente las percibiríamos en todo
caso de esa manera. El objetivo de un complejo es demostrar su propia verdad.
En la
casa Ocho se excavan las ruinas y los escombros de la infancia. Nuestros
enunciados vitales más problemáticos y más profundamente existenciales se descubren, "vivitos y coleando", en las crisis de
nuestras relaciones actuales. Con la madurez y la prudencia adicionales que nos
conceden los años vividos podemos "limpiar" en parte los residuos del
pasado, que han coloreado y oscurecido nuestra visión de la vida, de nosotros
mismos y de los otros. El don de la Octava casa es una aumento de
autoconocimiento y del dominio de sí, que nos deja en libertad de continuar
nuestro viaje renovados, sin estorbo de un equipaje innecesario.
En
el caso de que fracasen nuestros intentos de combinar y "elaborar"
las volátiles cuestiones que suscita la casa Ocho, podemos tomar los
emplazamientos que hay en ella como puntos de referencia para tener una idea de
cómo podrían ser los trámites del divorcio. Los aspectos planetarios difíciles
en la Octava anuncian separaciones trauma' ticas y acuerdos de divorcio
"complicados". Los dos "infantes rabiosos" -y sus
respectivos abogados- se encargan de librar la batalla en el tribunal.
En
la casa Ocho se describen todos los niveles de la experiencia compartida.
Además del dominio de las finanzas conjuntas, y de la fusión de dos individuos
en uno, esta casa tiene una orientación ecológica más amplia. Todos tenemos que
compartir nuestro planeta y sus recursos. El capitalista superdinámico que
arrasa indiscriminadamente con bosques sin pensar más que en su beneficio no
tiene consideración alguna por los habitantes del bosque, además de estar
privando a sus semejantes de un ámbito natural, fuente de belleza e inspiración.
La sensibilidad de una persona a estos problemas queda reflejada por los
emplazamientos en la casa Ocho.
La casa
denota también nuestra relación con lo que los filósofos esotéricos llaman
"el plano astral". Una emoción fuerte, aunque no necesariamente
visible, traspasará de todas maneras la atmósfera que nos rodea. El plano
astral es aquel nivel de la existencia donde se reúnen y circulan emociones y
sentimientos aparentemente intangibles, pero poderosos. Los lectores de
mentalidad más racionalista dudarán quizá de la credibilidad de algo que no se
puede ver ni medir. Y sin embargo, caso todos hemos tenido la experiencia de
entrar en la casa de una persona y sentir inmediatamente que nos
"golpea" algo desagradable, en tanto que en la casa de otra persona
nos sentimos como elevados y llenos de bríos. Los planetas y signos en la
Octava casa muestran el tipo particular de energías que
"aletean" en el ámbito astral y a las cuales somos más sensibles.
Alguien que tenga a Marte en la casa Ocho "captará" el enfado que
flota en el aire con más facilidad que quien tenga en la misma casa a Venus
este último percibe más rápidamente cuándo es el amor lo que "está en el
aire". En este aspecto, la casa Ocho es afín a las otras casas de agua, la
Cuatro y la Doce. En la Octava se muestran las experiencias de la esfera
psíquica u oculta, lo mismo que el grado de interés o de fascinación que
sentimos por lo que está oculto, por lo que es misterioso o se encuentra por
debajo del nivel superficial de la existencia.
La
muerte, tal como lo demuestran los emplazamientos en la casa Octava, se puede
tomar en sentido literal, como la manera o las circunstancias atenuantes de
nuestra muerte física. Saturno en esta casa puede mostrarse renuente a morir,
temeroso de que lo que haya más allá de la existencia corpórea. Neptuno puede
morir de resultas de drogas, por envenenamiento alcohólico o ahogándose o
axfisiándose, o ir desprendiéndose de la vida gradualmente, en estado de coma.
Urano puede poner término a todo de forma súbita y repentina.
Sin
embargo, en el lapso de un solo término vital podemos experimentar muchas
muertes psicológicas diferentes. Si hemos estado derivando nuestro sentimiento
de identidad de una determinada relación, el que ésta se acabe equivale a una
especie de muerte del -o la- que hemos sido. De la misma manera, si nuestro
sentimiento de vitalidad o de significado en la vida proviene de cierta
actividad y debemos renunciar a ella, también eso es una muerte de la forma en
que nos conocíamos. Al morir la infancia, nace la adolescencia. La adolescencia
se extingue y esa muerte nos ingresa en la edad adulta. Un nacimiento exige una
muerte, y una muerte exige un nacimiento. Los signos y planetas en la casa Ocho
indican de qué manera nos enfrentamos con esas fases de transición. Es
frecuente que los individuos con fuerte preponderancia de la casa Octava
sientan que su vida es un libro con muchos capítulos diferentes, o una obra de
teatro larga, con nítidos cambios de escenario. Es posible que esa serie de
terminaciones y nuevos comienzos nos caiga encima, pero también que nosotros
mismos asumamos un papel más activo en lo que nos sucede destruyendo las viejas
estructuras para dar cabida al advenimiento de otra cosa.
En
mitología, los dioses crean el mundo, deciden que no les gusta, destruyen lo
que han construido y crean otro. La muerte es un proceso en marcha en la
naturaleza. Está también la imagen del dios que muere y que revive, que
destruido en una forma, reaparece luego transformado. A Cristo lo crucifican,
pero después resucita. Dionisios es descuartizado, pero Atenea, diosa de la
Sabiduría, rescata su corazón y el dios vuelve a nacer. Es probable que, como
el Fénix, nos veamos temporalmente reducidos a cenizas, pero podamos volver a
levantarnos de ellas, renovados. La forma puede ser destruida, pero la esencia
permanece, lista para volver a florecer en alguna otra forma. Goethe, el poeta
alemán, escribió: "En tanto que no mueras y vuelvas a levantarte/Eres un
extraño en la oscura tierra". Bien lo sabe, en algún nivel profundo,
cualquiera que haya sobrevivido a los traumas y tensiones de la Octava casa.
Cuando
se aborda la 8, hay que tomar en consideración dos factores: el más importante
es el propósito de la relación o de la asociación. Viene enseguida la forma en
la cual se desea trabajar unido para realizar este propósito. Esta forma puede
ser convencional, según los precedentes, o bien puede ser nueva desafiar los
precedentes o intentar la transformación de los hábitos o demostrar una nueva
forma de hacer.
En un tema, el Descendente y la 7 indican el
género y la cualidad de nuestra manera de abordar todas las relaciones, ya sea
matrimonio, relaciones íntimas o las asociaciones culturales, espirituales, de
negocios o comerciales. No hay pues que olvidar a analizando la 8, mirar
primero lo que ocurre en 7, si hay un planeta en 7, este planeta no activa sólo
en el nivel de la 7, sino, ya que la 7 es el punto de partida de las
experiencias de relación en el cuadrante sur-oeste del tema, condiciona también
lo que ocurre en 8 y 9. Por otra parte es evidente que es nuestra forma de
abordar las relaciones y la vida social lo que condiciona los propósitos y
resultados de estas relaciones y de la actitud social.
Alexander Ruperti, pág. 153
La Rueda de la Experiencia Individual
En
la Ocho se encuentran los problemas prácticos y concretos de la rutina de la
vida. Se ve también de qué manera hay que realizar concretamente su ideal de
amor y de felicidad, así como los proyectos destinados a obtener un beneficio
en los negocios. La Ocho no es una Casa de sueños y de bellas palabras; hay que
crear cosas reales, por esfuerzos constantes, repetidos, prolongados, bien sea
según precedente o en vías profundamente nuevas.
Alexander Ruperti, pág. 153-154
La Rueda de la Experiencia Individual
La
segunda casa se refiere a lo que un individuo particularmente posee y lo que
puedo usar para concretar su potencial natal: ya se trate de bienes que sean
inversiones tangibles o reservas psicológicas y espirituales. La octava casa,
se ocupa del comercio propiamente dicho porque cualquier
tipo de comercio implica algún género de contrato o acuerdo que abarque por
lo menos a dos personas y que esté garantizado más o menos legalmente por la
sociedad en total.
Dane Rudhyar,
pág 122
Las Casas Astrológicas
Nuestras
más precoces fantasías de sexualidad, destrucci6n, amor y muerte son todas
ellas, temas típicos de Escorpio y de la casa Ocho.
Melanie Reinhart
Melanie Reinhart
Los
planetas en la casa ocho parecen salir bruscamente de la nada, como golpes del
destino, aunque "la nada" es por lo general el inconsciente, tanto el
personal como el familiar.
Howard Sasportas
Los Planetas Interiores
La
octava casa pertenece a Escorpio, y tiene que ver con esa dimensión de la vida
y de la personalidad que se oculta bajo la superficie.
La ocho tiene que ver con lo que realmente dirige el espectáculo desde el
sótano. Por eso es tan frecuente que nos conmocionemos o entremos en una crisis
cuando tropezamos con planetas en la casa ocho; no sabíamos que hubiera todo un
dominio de actividad que tuviera lugar por debajo del nivel de la personalidad
consciente. Más bien que definirla como la casa de la muerte o de la
sexualidad, yo me inclino a verla como la zona donde la personalidad consciente
e integrada, tras haberse vuelto más sólida y adaptable a lo largo de las siete
primeras casas, se enfrenta con ese dominio invisible que no puede controlar, y
donde el individuo está sometido a experiencias que cambian su actitud
fundamental frente a la vida debido a la pérdida del poder del yo. En la
muerte, como en el orgasmo, ya no somos nosotros quienes tenemos el control; y
lo mismo se puede decir tanto de los complejos familiares (que se forman antes
de que lleguemos a la existencia) como de los "recursos compartidos",
en donde debemos unificar nuestra energía y nuestra sustancia con la de
los demás.
Por lo tanto, a un planeta en la casa ocho lo
vivimos como si no nos perteneciera, al igual que un planeta en la siete. A
veces, en la primera mitad de la vida, se lo proyecta sobre uno de los padres o
sobre la pareja, especialmente en la esfera emocional de una relación, pero lo
más común, es que se lo sienta como una compulsión o como algo explosivo que
uno lleva dentro y sobre lo cual no tiene control alguno. El comportamiento de
un planeta emplazado en la casa ocho, al principio nunca se muestra de un modo
abierto, aunque eso tiende a modificarse con la experiencia y el deseo de mirar
hacia dentro. Parece como si el planeta se adueñara de nosotros por una
temporada, dejando frecuentemente como secuela cambios profundos, y para
entender lo que nos ha pasado debemos empezar a explorar el Mundo Subterráneo
de la personalidad.
Liz Greene, pág. 205-206
Los Planetas Interiores
La Casa
VIII representa un universo de crisis, de metamorfosis, de transformación y de
puertas.
André Barbault
Los
planetas emplazados en la casa ocho, como surgen de niveles desconocidos de la
psique, es frecuente que destruyan las condiciones existentes y provoquen una
gran angustia y mucha ansiedad.
Liz Greene
Neptuno
Liz Greene
Neptuno
La
casa ocho describe aquellas coyunturas vitales en las que debernos, como la
serpiente, desprendernos de la piel vieja para renovarnos. Generalmente, una
persona que tenga acentuada esta casa pasará por varias
"encarnaciones" en el transcurso de una, porque es frecuente que su
vida esté marcada por importantes momentos de crisis en los que son necesarias
renovaciones drásticas. Una tranquila continuidad es algo que suele eludir a
quienes tienen muy poblada la casa ocho, y además, por medio de esas crisis
tomamos conciencia de algo más profundo que la realidad mundana
de causas y efectos. Nos encontramos entonces con una invisible realidad
subyacente que nos hace recordar que el yo no es el dueño de todo lo que se
puede contemplar. Los planetas emplazados en la octava nos dicen cómo
reaccionamos en estos momentos de crisis y cuáles son los estados emocionales
que tendemos a experimentar, aunque los atribuyamos al agente externo
aparentemente responsable de nuestra conmoción.
Liz Greene, pág. 438
Neptuno
Para
mí, la Ocho significa no menos que una casa de fantasmas familiares. Pero los
fantasmas no poseen planetas en la Ocho quieta y subrepticiamente; su
persecución es más difícil y a menudo actuada a través de compulsiones feroces
y hechos dramáticos.
Liz Greene
Del artículo El oráculo u la maldición
familiar
Yo
no interpreto los planetas en la Octava como indicadores de una "muerte
violenta". He tenido demasiados consultantes que han llegado a edades
avanzadas con Casas Ocho cargadas como para interpretar las sutilezas del mundo
de Plutón tan literalmente. Pero los planetas en la Octava sugieren poderosas
fuerzas inconscientes de tipo indeterminado despersonalizado, generalmente
unidas a secretos en el pasado familiar que irrumpen en el mundo de la luz en
forma de compulsiones y crisis, exigiendo una renuncia al control y una
aceptación de las dimensiones invisibles de la vida. La Ocho puede expresar
gran poder, fuerza y conocimiento si la actitud consciente es humilde. Pero si
hay demasiada arrogancia y un rechazo a mirar hacia adentro, entonces los
planetas en esta posición pueden comportarse a veces como
las Furias vengadoras -o como la "acción enemiga".
Liz Greene
Del artículo El oráculo u la maldición
familiar
La casa 8ª no son otros sobre un nivel
físico. Es la realidad de la psique. Esto es el submundo, el mundo interior, el
mundo invisible. Esté es el reino de Plutón. Revela complejos de familia,
compulsiones, patrones ocultos, misterios - todo lo que surge de las
profundidades y que desconocemos que es completamente nuestro. Cuando
confrontamos este reino, estamos supeditados a un proceso de ruptura. El ego
tiene que reconocer que esto está más al á de su poder. La 8ª concierne al
poder, pero no es nuestro propio poder. Uno no controla el espectáculo. La casa
8ª a menudo se revela por la crisis - las experiencias, entre la vida y la
muerte, la muerte de otros, bruscas separaciones, la irrupción de enfermedades,
pérdidas y giros repentinos de la Rueda de la Fortuna, la locura, la noche
inquietante, compulsiones sexuales. Estas son cosas que no podemos controlar, y
revelan profundamente las dimensiones más misteriosas de la vida.
Liz
Greene
Significado
astrológico del Sol
Los signos de tierra, cuando caen en la depresión, encuentran su
confianza otra vez sintiendo que contribuyen a algo útil en la vida. La ruta
del agua se debe relacionar al entrar en contacto emocionalmente. La ruta del
aire debe aprender, entender el porqué, y la ruta para el fuego debe dar un
toque a la imaginación y darle expresión. Estos son cuatro modos básicos de
tratar con el tipo de depresión vinculada en la casa 8ª.
Liz Greene
Significado astrológico del Sol
"Ser solidarios" tendría que llevar a "sentir solidariamente"; y aquí entra en escena la casa octava. Actualmente, este sentir solitario se suele dejar a la suerte y a las circunstancias externas; por esto, hay tantas cosas que van mal en nuestra sociedad. En las sociedades antiguas se cuidaba mucho de grabar con intensidad, en la conciencia de los que participaban en una relación nueva, la importancia y el significado del paso que daban. Esto se hacía en lo que se denomina generalmente "ritos de paso".
(...)
... la carta octava de una carta natal simboliza la transformación en profundidad o la transmutación que una relación medianamente estable entre individuos puede o debe producir en la vida sentimental de ese individuos. Las claves de esta casa son: compartir y vivir de forma recíproca en una experiencia de relación que afecta a toda la persona, casi en su totalidad.
"Ser solidarios" tendría que llevar a "sentir solidariamente"; y aquí entra en escena la casa octava. Actualmente, este sentir solitario se suele dejar a la suerte y a las circunstancias externas; por esto, hay tantas cosas que van mal en nuestra sociedad. En las sociedades antiguas se cuidaba mucho de grabar con intensidad, en la conciencia de los que participaban en una relación nueva, la importancia y el significado del paso que daban. Esto se hacía en lo que se denomina generalmente "ritos de paso".
(...)
... la carta octava de una carta natal simboliza la transformación en profundidad o la transmutación que una relación medianamente estable entre individuos puede o debe producir en la vida sentimental de ese individuos. Las claves de esta casa son: compartir y vivir de forma recíproca en una experiencia de relación que afecta a toda la persona, casi en su totalidad.
Dane Rudhyar
Astrología y vida espiritual, página 151-153
LA NOVENA CASA
Quien
puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino.
Stephen Crane
La casa Octava implica invariablemente
cierto grado de dolor; crisis y sufrimiento. Cabe esperar que, al sobrevivir a
estas épocas difíciles, salgamos de ellas renovados, purificados y conociéndonos
mejor a nosotros mismos y la vida en general. Tras haber descendido a las
profundidades y, de una manera u otra, haber vuelto a salir, hemos llegado a un
punto de vista superior que nos permite concebir la vida como un viaje y como
un proceso de despliegue. La casa Novena, de fuego, asociada naturalmente con
Júpiter y con Sagitario, sigue a las aguas turbulentas de la Octava y nos
ofrece una perspectiva más amplia de todo lo que nos ha acontecido hasta ahora.
Ya se ha recogido la experiencia suficiente para intentar la formulación de
algunas conclusiones referentes al significado y el propósito de nuestro viaje.
La
casa Novena es el área de la carta referida más directamente a la filosofía y
la religión, los ámbitos donde se plantean los "porqués" de la
existencia. Es aquí donde buscamos la Verdad y nos empeñamos en evaluar los
modelos subyacentes y las leyes básicas que rigen la vida. En cierto sentido,
el sufrimiento padecido en la casa Octava nos impulsa en esta dirección, porque
el dolor se soporta más fácilmente si podemos vislumbrar algún propósito en el
hecho de tener que soportarlo. Además, si el sufrimiento está vinculado de
algún modo con la circunstancia de no haber llegado a vivir de acuerdo con las
leyes o verdades de la existencia, entonces es probable que el descubrimiento
de esas líneas orientativas, y el adherirse a ellas, disminuyan la cuota de
dolor que debamos soportar.
Los
seres humanos nos comportamos como si necesitáramos un significado. Tenemos una
manifiesta necesidad de absolutos, de ideales firmes a los cuales podamos
aspirar, y de preceptos que nos sirvan para orientar nuestra vida. Si falta el
significado, se tiene con frecuencia la sensación de que no tenemos nada por
qué vivir, nada que esperar, ninguna razón para esforzarnos por nada y ninguna
orientación en la vida. Muchos psicólogos creen que gran parte de las neurosis
actuales se relacionan con la carencia de significado o propósito en la vida.
No importa que esto sea cierto o no; el hecho es que nos consuela la creencia
en que “allí fuera” hay algo más vasto, la convicción de que existe una pauta
coherente y de que a cada uno de nosotros le cabe desempeñar un rol determinado
en ese modelo. Independientemente de que en última instancia nos toque e
nosotros ir creándonos nuestro propio sentido en la vida, o de que nuestra
misión consista en ir descubriendo el plan y la intención de Dios, el hecho es
que la búsqueda de orientaciones y objetivos, así como el sentimiento de una
finalidad, constituye el núcleo esencial de la casa Nueve.
Esta
casa representa lo que se conoce como "la mente superior", es decir,
aquella parte de la mente que se vincula con la facultad de abstracción y el
proceso intuitivo, por comparación con la mente concreta, tal como aparece en
la Tercera casa. Mercurio, el regente natural de las casas Tercera y Sexta, es
un recopilador de hechos, en tanto que Júpiter -regente natural de la Novena-
denota la capacidad de simbolización de la psique, la tendencia a imbuir de
importancia o significado un hecho o acontecimiento determinado. En la casa
Tercera se recogen los hechos, pero las conclusiones que de ellos se desprenden
se extraen en la Novena: allí los hechos aislados son organizados dentro del
marco de referencia de una visión más amplia de las cosas, o se los ve como el
resultado inevitable de principios de organización superiores.
En
tanto que las casas Tercera y Sexta son análogas al cerebro izquierdo, que
analiza, divide y clasifica, los procesos asociados con la casa Nueve (y con la
Doce) se correlacionan con la actividad del cerebro derecho. El cerebro derecho
puede identificar una forma que apenas si está sugerida por unas pocas líneas.
Mentalmente, entreteje los puntos para formar un diseño. Sintético y
"totalista", el cerebro derecho piensa en imágenes, ve totalidades y
detecta modelos y pautas. Como dice Marilyn Ferguson, "el (cerebro)
izquierdo toma instantáneas, el derecho mira películas".
La
casa Novena cree con frecuencia que los hechos ocultan en sí un mensaje.
Júpiter o Venus en esta casa, por ejemplo, pueden dar la sensación de que todo
lo que sucede es en última instancia positivo y ventajoso para nosotros, corno
si estuviera operando una Inteligencia Superior benigna que guiase nuestra
evolución. Saturno o Capricornio en la casa Nueve podrían tener más dificultad
en percibir el significado en un acontecimiento, o bien interpretarían dicho
significado bajo una luz negativa. Albert Camus, el escritor y filósofo
existencialista francés, tenía a Saturno en Géminis en esta casa; creía que los
acontecimientos no tienen ningún otro significado superior o absoluto que aquel
que nosotros mismos les atribuyamos.
Los
emplazamientos en la Novena casa describen algo referente al estilo en que
abordamos las cuestiones filosóficas y religiosas, además de sugerir la clase
de Dios que adoramos, o la naturaleza de la filosofía de la vida que
formulamos. Por ejemplo, tener a Mercurio o Géminis en la casa Nueve puede
predisponer al nativo a un acercamiento intelectual a Dios, en tanto que
Neptuno o Piscis lo predisponen a una búsqueda de la deidad por la vía de la
devoción emocional y de la entrega afectiva. Marte hace pensar en un enfoque de
la actividad religiosa a partir del dogmatismo y de un espíritu fanático, en
comparación con la mayor flexibilidad y tolerancia que en asuntos como éste
exhibe Venus. Los planetas y signos que aparezcan en esta casa revelan también
la imagen de Dios que tendrá el nativo: es probable que Saturno y Capricornio
se formen la idea de un Dios critico, punitivo, duro
y paternalista, a quien hay que obedecer a toda costa. Por otra parte, Neptuno
o Piscis en la casa Nueve tienden a ver un Dios de amor y compasión, que se
inclina a la benevolencia y al perdón.
La
casa Tres rige el medio inmediato, y aquello que se descubre explorando lo que
está a mano. La Novena describe la perspectiva que obtenemos al dar un paso
atrás para considerar la vida desde cierta distancia. De esta manera, la casa
Nueve se vincula con los viajes largos. "Viajar" puede referirse
literalmente a desplazamientos a otras tierras y a otras culturas, o se puede
entender, más simbólicamente, en el sentido de viajes de la mente o el
espíritu, que tanto pueden ser la mayor amplitud de horizontes ganada por
amplias y variadas lecturas, como la penetración que se obtiene gracias a la
meditación y a la reflexión cósmica. Entendiendo el concepto de manera más
literal, mediante los viajes, y mezclándolos con gentes formadas en tradiciones
diferentes de la nuestra, ensanchamos nuestra perspectiva de la vida. Es
probable que el gusto y el estilo de algunas culturas nos atraigan más que los
de otras, pero de todas maneras, así tenemos atisbos de otras facetas de las
múltiples posibilidades de la vida, y podemos compararlas con las nuestras.
Viajar nos permite ver el mundo desde una perspectiva diferente. Es posible que
yo mantenga, en Londres, una relación complicada que me genera sentimientos de
confusión e incertidumbre; sin embargo, cuando viajo a San Francisco y
reflexiono sobre ella, la distancia adicional de 9.600 kilómetros me ayuda en
cierto modo a entenderla con más claridad que cuando la relación está ante mis
narices. El epitome de una experiencia en la casa Nueve podría ser la visión
del mundo que le es concedida al astronauta que reingresa en la atmósfera
terrestre. Allí, ante la vista, tiene el cuadro entero: nuestro planeta visto
como una entidad en relación con el espacio sin límites. Las preocupaciones
ordinarias, mundanas y cotidianas asumen una proporción diferente después de
una experiencia así. John Glenn, el primer estadounidense que estuvo en órbita
alrededor de la Tierra, tenía a Neptuno y a Júpiter en la casa Novena.
Los
emplazamientos en esta casa designan los principios arquetípicos con que
tropezamos en nuestros viajes, e incluso es posible que nos revelen algo sobre
la naturaleza de la cultura o culturas hacia las cuales nos sentimos atraídos.
Por ejemplo, Saturno en la Nueve puede experimentar dificultades o demoras en
los viajes, o viajar más específicamente para un fin práctico, como pueden
serlo el trabajo o el estudio. Henry Kissinger, que fue embajador
norteamericano en el extranjero durante el gobierno de Nixon, tiene a
Capricornio en la cúspide de la casa Nueve, y a su regente -Saturno- en Libra,
el signo de la diplomacia. Si Plutón o Escorpio están en la Novena, es posible
que en otro país nos sucedan experiencias que nos transformen profundamente, o
que nos sintamos atraídos por un país que tenga a Plutón o Escorpio como
elementos dominantes en su carta nacional. El almirante Richard Byrd, el primer
hombre que voló sobre el Polo Norte, tenía en esta casa al innovador Urano.
Si
volvemos a acercarnos a la Tierra, los emplazamientos en la Novena indican las
relaciones con los parientes políticos. Así como la casa Tercera a partir del
Ascendente describe a nuestros propios familiares, la tercera a partir del
Descendente (la Novena) describe los de nuestra pareja. Aquí se vera, si las
relaciones con ellos son tormentosas o cordiales. Es posible que un pariente
político refleje un planeta que tenemos en la casa Nueve, o que perciba la
proyección de ese principio. Algunas personas que tienen a Júpiter en la Novena
ven el universo en un grano de arena, en tanto que podría ser que otras lo
percibieran en su suegra.
Los
viajes de la mente describen en la Novena, conocida también como la casa de la
educación superior. Generalmente, los emplazamientos que hay en ella expresan
el campo de estudio escogido o la naturaleza de la experiencia universitaria en
general. Por ejemplo, es posible que Neptuno en la casa Nueve centre sus
esfuerzos en graduarse en arte o en música. Pero también ese mismo Neptuno podría indicar vacilaciones y confusión en la elección de
materias de estudio, o desilusión y decepción durante la estancia en la universidad.
Urano podría rebelarse contra los sistemas tradicionales de educación superior,
o estar empeñado en graduarse en algún campo de actividad nuevo o excepcional,
o ser la primera persona que consiga ingresar en Oxford a los siete años.
La
Primera casa es "soy", en tanto que la opuesta, la Séptima, es
"somos". La Segunda es "tengo" y su opuesta, la Octava, es
"tenemos". De la misma manera, la Tercera
es "pienso" y la Novena es "pensamos". La casa Nueve
describe las estructuras del pensamiento que se codifican en un nivel colectivo
y que no solamente incluyen como ya mencionamos, los sistemas religiosos,
filosóficos y educativos, sino también los sistemas jurídicos y el cuerpo del
derecho. La casa Séptima corresponde a los tribunales inferiores, pero la Novena
representa los superiores: la ley suprema del país, que rige las acciones del
individuo dentro del contexto social más amplio. En la casa Tercera aprendemos
cosas sobre nosotros mismos en relación con quienes forman parte de nuestro
medio inmediato, pero en la Novena se enciende el sentimiento de nuestra
relación con lo colectivo en cuanto totalidad. La casa Nueve va asociada
también con la profesión editorial, en que se diseminan ideas en gran escala.
Tradicionalmente,
los planetas que hay en la casa Diez se asocian con la carrera y la profesión.
Sin embargo, las investigaciones de M. y F. Gauquelin han establecido una
correlación entre ciertas posiciones planetarias en la casa Nueve y las
personas que han logrado éxitos en campos relacionados con la naturaleza de
esos planetas.
En la
Tercera casa examinamos lo que está inmediata y directamente frente a nosotros;
en la Novena, vislumbramos aquello que no sólo está más alejado, sino también
por "suceder". Los emplazamientos fuertes en esta casa confieren un
grado poco común de intuición y previsión: la capacidad de percibir en qué
dirección se mueve algo o alguien. La casa Nueve "sintoniza" con el
pulso de una situación, registrando rápidamente las
tendencias y corrientes en la atmósfera.
Julio
Verne, el autor de ciencia-ficción tan notablemente dotado para anticiparse a
descubrimientos futuros, había nacido con Urano en la casa Nueve. En un nivel,
la Novena casa da el profeta y el visionario, en tanto que en otro denota el
hombre más capaz para las relaciones públicas o el promotor empeñado en abrir a
otros perspectivas nuevas. Las energías de la casa Nueve pueden expresarse en
el agente de viajes que le escoge a uno "justamente las vacaciones que
necesita"; en el empresario que nos informa confidencialmente sobre la
última inversión de absoluta seguridad; en el promotor de la más reciente de
las psicotecnologias llegadas a la ciudad, que nos promete la iluminación
instantánea en un solo fin de semana, y en el entrenador que con su hábil
discurso levanta el ánimo del equipo antes del gran partido; también es el
aficionado a las carreras que nos pasa el dato del caballo ganador, o el agente
artístico, literario o teatral que descubre el próximo gran talento.
En
la casa Ocho excavamos en el pasado para desenterrar los restos de nuestra
naturaleza primordial e instintiva. En la Nueve miramos hacia el futuro y hacia
lo que todavía está por desplegarse. Según cuáles sean los planetas y signos
que haya en ella, y sus aspectos, podemos ver un futuro lleno de esperanzas y
de promesas nuevas, o uno en que la pesadilla aceche a la vuelta de la esquina1
a la espera de que seamos lo suficientemente tontos como para pasar por
ahí. En cualquiera de los dos casos, podría sernos útil reflexionar sobre algo
que observó una vez santa Catalina: que "todo el camino al cielo es
cielo".
La
novena casa se opone y complementa a la tercera casa. Mientras la tercera casa
se refiere a la necesidad que un individuo tiene de ponerse de acuerdo con su
medio ambiente intimo y personal (por tanto, de conocerlo y comprenderlo), la
novena casa es un ámbito en el cual el individuo procura descubrir el
significado de campos más vastos de la existencia social que él tal vez ni
experimente directamente pero que su mente puede explorar mediante el uso de la
analogía, la generalización y la abstracción. Estas dos casas simbolizan los
dos polos de la mente humana: el concreto y el abstracto. Toda mente plenamente
desarrollada funciona en términos de una combinación de ambos tipos de pensamiento,
y casi todas las personas tenderán a favorecer a uno sobre el otro.
Dane Rudhyar,
pág. 125-126
Las Casas Astrológicas
Los
planetas ubicados en la casa nueve describen qué clase de Dios experimentamos y
qué poderes y atributos otorgamos a la divinidad.
Todos los planetas que se
hallen en la novena Casa poseen una vibración más alta que cuando están
situados en cualquier otro sector.
Isabel M. Hickey
Astrología Espiritual
Isabel M. Hickey
Astrología Espiritual
Medita sobre aquello que te indique tu casa novena. No te dejes impresionar por la presencia de planetas "benéficos" en esta casa; te pueden aprisionar en una red de expansionismo. Todas las cosas, las que llamamos afortunadas como las que llamamos desafortunadas, tienen su objetivo. Lo importante es conservar la conciencia y la objetividad, mientras nos expansionamos. Comprueba y vuelve a comprobar tus intuiciones, tus "grandes sueños". Busca confirmaciones. Los límites están en ti, no en el cielo.
Dane Rudhyar
Astrología y vida espiritual, página 156
EL MEDIO CIELO Y LA DECIMA CASA
El romance amoroso que el niño tiene con su madre se convierte en
el prototipo de lo que más adelante esperará de la intimidad; es la imagen de
lo que uno espera encontrar cuando intenta satisfacer sus necesidades emocionales
básicas.
Howard Sasportas, pág. 210
Los Luminares
El sendero que conduce al éxito (casa X) comienza en el Ascendente.
Dane Rudhyar
Astrología y vida espiritual
Lo que la casa Novena vislumbra, la Décima
lo trae a la Tierra. En los sistemas de división de casas por cuadrantes el
Medio Cielo -el grado de la eclíptica que alcanza su punto más alto en el
meridiano de un lugar cualquiera- señala la cúspide de la Décima casa. El Medio
Cielo es el punto más elevado de la carta y, simbólicamente hablando, los
emplazamientos que aquí haya se "destacan" por encima de todos los
otros en el horóscopo. Las cualidades de cualquier signo o planeta que se
encuentre en esta posición corresponden a aquello que en nosotros es más
visible y accesible a los demás, a lo que "se destaca" en nosotros.
En tanto que el IC y la Cuarta Casa (la casa opuesta) representan cómo somos en
la intimidad, y cómo nos conducimos en casa, a puertas cerradas, el MC y la
casa Diez (naturalmente asociada con Saturno y con Capricornio) indican nuestra
manera de comportarnos públicamente, la imagen que queremos presentar al mundo,
el tipo de ropa que nos ponemos "para salir". Liz Greene dice que el
MC y la Décima casa son nuestra "taquigrafía social", la forma en que
más nos gustaría que nos viesen los otros, y la descripción que les damos de
nosotros mismos.
De
acuerdo con la elevada posición del Medio Cielo, los emplazamientos en este
sector de la carta sugieren aquellas cualidades por las cuales queremos que nos
admiren, nos alaben, nos tomen como modelo y nos respeten. Por mediación de los
signos y los planetas que aquí se encuentran esperamos alcanzar logros,
honores, reputación y reconocimiento. Los emplazamientos en la casa Décima
denotan aquello por lo que más nos gustaría que nos recordasen como nuestra
contribución al mundo. Es la casa de la ambición, tras la cual se ocultan, apremiantes,
la urgencia y la compulsión de ser apreciado y reconocido. Los antiguos griegos
creían que si uno realizaba un acto verdaderamente noble o heroico, su
recompensa era ser convertido en una constelación en el cielo, para que todos
lo vieran por toda la eternidad. Además del reconocimiento que nos aporta, el
hecho de ser famosos significa que viviremos eternamente en el recuerdo de la
gente. Para el ego, aislado en su propia finitud y tan temeroso de ella, esta
idea es muy tranquilizadora.
La
naturaleza de nuestra contribución a la sociedad, lo mismo que nuestro status y
lugar en el mundo, se manifiestan en el signo que ocupa el Medio Cielo, en los
planetas que hay en la casa Diez y, como lo sugieren los estudiosos de
Gauquelin, en cualquier planeta del lado de la casa Novena del Medio Cielo.
Además, el planeta que rige el signo en el Medio Cielo y su posición por signo,
casa y aspecto arrojan luz sobre la carrera y la vocación. Sin embargo, también
otros sectores de la carta tales como la casa Sexta, la Segunda, los aspectos
del Sol, etc. tienen considerable influencia sobre el problema de la profesión,
y el mapa natal debe ser cuidadosamente evaluado en su totalidad para poder
aconsejar con sensatez en este aspecto.
En algunos casos, es posible que los
signos y planetas en la casa Décima y en el Medio Cielo del lado de la casa
Nueve describan literalmente la naturaleza de la carrera del individuo. Por
ejemplo, Saturno en esta posición podría indicar un maestro, un juez o un
científico; Júpiter a un actor, filósofo o agente de viajes, y la Luna a una
persona dedicada profesionalmente al cuidado de los niños. El famoso escritor
alemán Thomas Mann tenía el comunicativo signo de Géminis en el MC, y Mercurio
en la casa Diez. Franz Schubert, el compositor austríaco, tenía en el Medio
Cielo a Piscis, signo musical, y su regente, Neptuno, en la casa Quinta, la de
la expresión creadora.
Sin
embargo, es más seguro suponer que las posiciones próximas al MC y en la casa
Diez no sugieren tanto la profesión real como la forma en que una persona
enfrenta su carrera, de qué manera maneja u organiza el trabajo. Será más
probable que se atenga a la letra estricta de la ley el juez que tenga a
Saturno en la Décima casa, en tanto que quien tenga allí a Urano tenderá a una
lectura más individualista, menos convencional y quizá, para otros,
escandalosa.
La
clase de energía que exhibimos, o con que tropezamos, al ir en pos de una
vocación se relaciona también con los emplazamientos en la Décima casa. Quien
tenga allí a Saturno o a Capricornio se esforzará larga y pacientemente por
llegar a la cima, -en tanto que Neptuno o Piscis- pueden estar desorientados o
confundidos en cuanto a su papel en la sociedad.
La
casa Décima podría describir también lo que representamos o simbolizamos para
los otros. A Marte se lo podría ver como un fanfarrón pero también como el
pináculo del coraje y de la fuerza; Neptuno puede ser un santo o un mártir,
campeón de los atropellados, o una víctima a su vez, y Venus podría simbolizar
la quintaesencia del estilo, el refinamiento, el gusto o la belleza.
Así
como la Cuarta casa va asociada con el padre, la Décima se le asigna a la
madre. Al comienzo de la vida, ella es para nosotros el mundo entero. Los
primeros modelos de vinculo, los establecidos con ella, se reflejarán más
adelante en la vida en la forma en que nos relacionemos con el mundo exterior
en general. En otras palabras: la naturaleza de lo que sucede entre madre e
hijo (tal como lo muestran el MC y los emplazamientos en la casa Diez) vuelve a
emerger en una etapa posterior del desarrollo, como nuestra peculiar manera de
conectarnos con la sociedad y el mundo "de afuera" en su totalidad. A
quien encontró en la madre rasgos amenazadores y potencialmente destructivos
(como podría sugerirlo un Plutón con aspectos difíciles en la Décima casa), el
mundo la parecerá más adelante un lugar poco seguro, del cual, intentará
defenderse. Si la vivencia de la madre fue la de un ser afectuoso y capaz de
brindar apoyo (como pueden darlo los emplazamientos bien aspectados en esta
casa), el sujeto llevará consigo lo que Erik Erikson llama la confianza básica,
la expectativa de que el mundo lo tratará en forma similar.
Si
asociamos la casa Décima tanto con la madre (o con aquel de los padres que
influya más sobre el niño) como con la carrera, entonces la elección vocacional
puede estar de alguna manera influida por la experiencia que tengamos de esa figura parental. Por ejemplo, si Marte está en la
casa Diez, es probable que la madre haya impresionado al niño como dominante y
autoafirmativa. El niño, por ende, guarda contra ella resentimiento y cólera, y
crece con el deseo de lograr en el mundo una posición de poder y de autonomía
capaz de impedir que "se lo lleven por delante" como le sucedió al comienzo de su vida. La situación de combate con la madre
configura un modelo de situación de combate con el mundo. Pero a veces, el
factor subyacente en la elección de profesión es el deseo de ganarse el amor de
la madre (con lo cual nos aseguramos la supervivencia). Por ejemplo, si
Mercurio está en la casa Décima, es probable que el niño haya
"vivido" a la madre como expresiva e inteligente. Como siente
entonces que ésos son los rasgos que su madre valora y aprecia, se esfuerza por
ganarse el amor y el apoyo de ella, cultivándolos en sí mismo. Se establece la
expectativa de que al destacarse de esta manera se alcanza el reconocimiento, y
de acuerdo con ello, en etapas posteriores de la vida el nativo buscará una
carrera que ponga en primer plano las cualidades mercurianas.
En
algunos casos, puede ser la competencia con la madre lo que nos acicatee en
dirección a cierta carrera. Si Venus está en la casa Diez, existe la
probabilidad de que la madre haya sido percibida como bella y fascinante; en
cierto sentido, Venus ha sido proyectada sobre la madre. Con el fin de
recuperar sus propias cualidades venusianas, es probable que el niño -o la
niña- busque más adelante una profesión en que pueda sentir que lo admiran por
su belleza, su elegancia o su buen gusto.
En su expresión
más simple, la casa Décima describe aquellas cualidades de la madre (o del que
sea de los padres) que existen también en nosotros, nos guste o no. El problema
se complica, sin embargo, por la posibilidad de que los emplazamientos en la casa Diez denoten con frecuencia aspectos de la
personalidad de la madre que "no fueron vividos", es decir, atributos
o rasgos que ella no expresó ni representó conscientemente durante los años de
crecimiento del niño. Es probable que los planetas y signos en esta casa
describan cómo le habría gustado ser a la madre, si se hubiera permitido la
oportunidad. Un niño que sea agudamente sensible a la psique materna y a las
tendencias ocultas en la atmósfera hogareña no sólo será receptivo a lo que la
madre manifieste exteriormente, sino también a lo que ella esté negando o
suprimiendo. De este modo, el niño puede verse llevado a "vivir por
ella" el aspecto de la sombra de la madre, como si al hacerlo así pudiera
integrarla más y redimirla. Por ejemplo, la madre de un niño que tenga a Urano
en la casa Décima puede haber parecido exteriormente muy convencional, rígida y
reprimida, en tanto que bajo la superficie acechaban sentimientos explosivos, y
un deseo de espacio, de libertad y de "romper con todo". De alguna
manera, estos aspectos uranianos no expresados se comunican al niño, que crece
con la compulsión de "representar" precisamente aquellas cualidades
que la madre no se ha permitido manifestar.
El
emplazamiento de muchos planetas en la casa Diez hace pensar por lo común en
alguien ambicioso y con deseos de reconocimiento status y prestigio.
Normalmente, a los hombres se les permite más que a las mujeres ir en pos de la
satisfacción de tales necesidades. Para una mujer con la Décima casa fuerte
puede ser más fácil buscarse como pareja un hombre que sea poderoso o famoso, y
por mediación de él "importar", para ella, una posición en el mundo.
Incluso puede ser ella quien lo impulse a la fama y a la búsqueda de prestigio.
Sin embargo, en última instancia puede resentirse de que sea el marido y no
ella quien coseche los aplausos, y es probable que, conscientemente o no,
encuentre formas de castigarlo por ello. De la misma manera, puede ser que uno
de los padres, o ambos, si tienen una casa Díez fuerte cuyas necesidades de logros
y de reconocimiento no han llegado a concretarse, desplacen esas necesidades
sobre un hijo. Es probable que algunos niños colaboren con la proyección, en
tanto que otros quizá se rebelen contra ella y, con frecuencia, terminen siendo
exactamente lo contrario de lo que el o los padres esperaban.
La
Décima casa se extiende más allá de la madre (o del padre, según el caso),
hasta designar nuestra relación con las figuras de autoridad en general. Es
frecuente que, en una época más tardía, los primeros sentimientos de enojo o de
rechazo al verse ignorado o maltratado por el adulto en función de padre
terminen por deformar la realidad de las interacciones con otros símbolos de
poder. Es posible que la causa del revolucionario sea verdadera y justa, pero
el estilo, la forma o la intensidad con que abraza sus convicciones pueden
poner en evidencia, desde un punto de vista reduccionista, la contaminación de
situaciones anteriores, generadas a partir del régimen de los padres. Con esto
no se pretende disminuir ni juzgar a quienes objetan lo que es injusto en la
sociedad, sino advertirles que es sensato prestar atención a la casa Diez y a
sus implicaciones psicológicas. Asestarle un puñetazo al jefe o bombardear con
huevos al primer ministro es una forma de dar cauce al "niño
colérico" que todos llevamos dentro, pero quizá no sea ésta la manera más
efectiva de promover ni siquiera los cambios más necesarios.
Desde
su posición en lo más alto de la carta, la casa Décima significa la realización
y el cumplimiento de la personalidad individual mediante la satisfacción
personal obtenida al valernos de nuestras capacidades y talentos para servir a
la sociedad e influir sobre ella. Hay, incluso, quienes así podrán ganarse el
aplauso y el reconocimiento públicos de su valor y su dignidad.
Desde
la Primera casa a la Décima se ha recorrido un largo camino. En la Primera ni
siquiera teníamos conciencia de nosotros mismos en cuanto entidades separadas;
incluso no nos dábamos cuenta de nuestra propia existencia individual. Sin embargo,
cuando alcanzamos la casa Diez ya hemos evolucionado y nos hemos
"encarnado" en la medida suficiente no sólo para tener un sentimiento
más sólido y concreto de quiénes somos, sino también para conseguir que nos
estimen por ello.
Las
Casas VII y X son angulares, y los planetas en los ángulos tienden a expresarse
como acontecimientos "externos".
Liz Greene
Urano en la carta natal, pág. 73
Para
numerosos astrólogos el o los planetas que puedan encontrarse en la casa Diez
son más importantes para indicar la profesión que el planeta regente del Signo
sobre el MC. El astrólogo humanista no puede ser de este parecer. Las Casas
representan campos de experiencias: así la Diez indica el género de
experiencias que se tendrán en la profesión cualesquiera que sea su naturaleza.
Los planetas en la Diez van a dar sobre todo un color
particular a estas experiencias.
Alexander Ruperti, pág. 180
La Rueda de la Experiencia individual
La Rueda de la Experiencia individual
La Décima casa es la casa de la realización. La
evolución es en serie y gradual, y llega a una culminación. Esta evolución en
serie consistió en potencialidades dentro del impulso original, o logos
("la palabra") que el Ascendente simboliza. El potencial de la
Primera casa se concreta teóricamente, y en su plenitud, en la Décima casa, si
todo marchó bien durante el proceso de concreción que está lleno de trampas,
obstáculos y posibilidades de extraviarse.
Dane Rudhyar, pág. 133
Dane Rudhyar, pág. 133
Las Casas Astrológicas
Las
experiencias de la Casa X no hacen más que "consagrar" el valor de
los esfuerzos que uno ha hecho dentro de la mutualidad, el compartir y la
comprensión. Dicho de otro modo, el reconocimiento público no es más que el
reflejo exterior de un suceso interior que tiene sus raíces en la Casa IV.
A. Ruperti/M.
Cavaignac, pág. 230
Las Múltiples Caras de la Luna
Es probable que la casa X describe las ambiciones inconscientes de la
madre, su avidez de alcanzar éxito, independencia y poder en el mundo, y si es
así, la vida que ella no llegó a vivir y las ambiciones que le quedaron por realizar han de
afectarnos profundamente.
Melanie Reinhart, pág. 170
Significado y Simbolismo de Quirón
Dane
Rudhyar describe el significado abstracto del Medio cielo como la revelación
final del propósito de nuestro destino, donde tras haber pasado por la muerte
del egoísmo del yo y habernos realizado en entendimiento (casa IX), nos es
conferida la "maestría" con el fin de que la obra de nuestro destino
pueda hacerse manifiesta para que todos la vean. Rudhyar describe un
"nacimiento de luz", en virtud del cual la personalidad transfigurada
se convierte en un agente de la totalidad mayor que es lo que le corresponde
por herencia, en un avatar.
Melanie Reinhart, pág. 286
Significado y Simbolismo de Quirón
El astrólogo no puede nunca
decir: "Usted tendrá tal situación o tal profesión"; sino: "En
su profesión usted desempeñará tal papel, y para lograrlo se sentirá más
inclinado a elegir tal actividad que tal otra." Y recordemos que, cuanto
menos evolucionado es el candidato, tanto más posible es fijar su oficio, pues
entonces el continente implica el contenido; los dos son sólo uno. Cuanto más
evolucionado es el candidato, más difícil es orientarle, pues hay para él cada
vez más actividades donde poder expresarse y es cada vez más libre de elegir la
forma de su actividad.
André
Barbault, pág. 174-175
Defensa e Ilustración de la Astrología
Cualquier
planeta en el Medio Cielo indica algo compartido entre madre e hijo, y ese algo
puede ser expresado por ambos de forma creativa (...) A partir de la carta
únicamente, no podemos decir si la madre ha podido expresar esas cualidades, ni
si tiene conciencia de ellas siquiera. Si permanecen inconscientes, es posible
que se produzcan problemas entre madre e hijo, porque
sobre este último se ejerce una poderosa presión tácita para que
"viva" el planeta en nombre de ambos.
Liz Greene, pág. 237
Los Luminares
El Mediocielo no sólo representa a la madre
sino también al cuerpo como madre y las características físicas del individuo
suelen estar más relacionadas con el signo y los planetas existentes en el
Mediocielo que con el Ascendente.
Liz Greene, pág. 261
Liz Greene, pág. 261
Astrología y Destino
Los
temas indicados por los planetas que tenemos en la casa diez configuran lo que
suponemos en cuanto a nuestro lugar en la sociedad, cómo podemos contribuir,
las cuestiones sociales que defendemos o contra las que luchamos, y la persona
o "máscara" que adoptamos en sociedad. No es el comportamiento de la
madre personal, sino más bien la imagen mítica que ella encarna para su hijo,
lo que domina nuestras percepciones.
Liz Greene, pág. 445
Neptuno
El
amor materno es como un acto de gracia: si existe, es una bendición, si no
existe, no puede ser creado. Ahí reside la razón por la cual los individuos que
no han vencido la fijación en la madre intentan con frecuencia procurarse un
amor materno de una manera neurótica y mágica fingiéndose desvalidos, enfermos,
o regresando emocionalmente a la fase de la infancia. La idea mágica es ésta:
si me convierto en un niño desvalido, tiene que presentarse una madre y
dedicarse a cuidarme. De la otra parte, la relación con el padre puede ser
controlada. El padre quiere el hijo crezca, que adquiera obligaciones, que
piense, que haga; y (o) que sea obediente, que le sirva, que se le parezca. Que
las expectativas se basen en el desarrollo personal del hijo o en su
obediencia, el hijo tiene probabilidades de ganar el amor del padre, de
producir cariño en el padre, haciendo las cosas que él desea. En suma: los
aspectos positivos del complejo patriarcal son: disciplina, conciencia e
individualismo; los aspectos negativos son: jerarquía, opresión, desigualdad,
sumisión.
Erich Fromm
Erich Fromm
Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea, pág. 46
Los
padres tienen dudas interiores y muchas veces inconscientes acerca de su
propia fortaleza, muestran tendencias a exigir que sus hijos sean especialmente
valientes, independientes y agresivos; puede que le compren al hijo guantes de
boxeo, que lo impulsen a integrar desde pequeño grupos competitivos y, por
otros medios insistir para que el niño sea el “hombre” que interiormente, ellos
sienten que no son. En general, los padres que impulsan
a su hijo, tanto como los que lo sobreprotegen muestran en sus actos, que dicen
más que sus palabras, su propia falta de confianza en é. Pero del mismo modo
que ningún niño sobreprotegido puede desarrollar su coraje, ninguno lo logrará
por el hecho de verse empujado. Puede que desarrolle su obstinación o sus
tendencias a la fanfarronería. Pero su coraje sólo proviene de la confianza,
generalmente no verbalizada, en sus propias fuerzas y en sus cualidades innatas
como ser humano. Esta confianza se basa en el amor que sus padres sienten por
él y en el convencimiento de ellos acerca de sus posibilidades. Lo que necesita
no es sobreprotección ni impulso, sino
ayuda para utilizar y desarrollar sus propias fuerzas y, sobre todo, sentir que
sus padres lo consideran una persona en el ejercicio de sus derechos y que lo
aman por su propia capacidad personal y por sus valores.
Rollo May, pág. 186
El Hombre eh busca de Sí mismo
La persona que más dispuesta
está a protegernos en exceso, que nos proporciona todo lo que podamos necesitar
y es capaz de hacerlo todo por nosotros es la que representa la mayor amenaza
para nuestra evolución como individuos por derecho propio.
Anthony Storr
La Agresividad Humana
El
Mediocielo no sólo representa a la madre sino también al cuerpo como madre y
las características físicas del individuo suelen estar más relacionadas con el
signo y los planetas existentes en el Mediocielo que con el Ascendente.
Liz Greene, pág. 361
Astrología y Destino
El signo en el Medio Cielo significa la forma en que
a un individuo le gustaría que lo viese su madre, o la forma en que él la ve.
Liz Greene
Relaciones
Humanas
En
un cierto sentido, esta casa da la medida de las posibilidades de realización
de sí mismo de manera evidente, de afirmación a los ojos propios y ajenos; por
lo tanto, puede indicar el peso que, subjetivamente, cada uno de nosotros
otorga al éxito, independientemente del valor intrínseco del mismo.
Lisa Morpurgo, pág. 187
Introducción a la astrología
La
Casa X es tanto la cumbre de los logros del individuo como su lugar de
entierro, puesto que simboliza su inmersión más profunda en el mundo material y
exige el sacrificio de sus deseos personales para alcanzar la meta. Si se
considera que el círculo de las doce Casas es un ciclo de pasos,
progresivamente más complicados, en el desarrollo de la vida externa del
individuo, puede decirse que la Casa X, correspondiente a Saturno, constituye
el final del ascenso de la personalidad. En las dos Casas que quedan, ambas
relacionadas con planetas de "octavas más altas" y por lo tanto con
estados de conciencia colectivos o transpersonales, el individuo se pierde en
la comunidad y asume la responsabilidad de célula en el cuerpo, de la
humanidad. Ha pasado sus pruebas, ha conseguido una integración personal hasta
el punto en que su mente, cuerpo y sentimientos trabajan disciplinada y
equilibradamente para satisfacer sus necesidades internas y ya está libre para
participar de la tarea común de integración y desarrollo. El cambio de Saturno
a Urano marca la transición de la supremacía de la voluntad personal al
desarrollo de la conciencia de grupo, la cual no es una conciencia de masa ya
que su contribución es voluntaria y no se pierde el mérito individual.
Liz Greene, pág. 83
Saturno
“La
Astrología tradicional considera a la décima casa como significante de la
carrera, del logro y del status en la sociedad. Está además conectada con la
persona, la máscara de adaptación social que cada individuo desarrolla para
poder mezclarse sin tropiezos con el medio del cual es parte. Con frecuencia,
apunta al tipo de actividad o de empresa en que el individuo se siente más
feliz, o a un conjunto de actitudes a las que él se adhiere en su vida laboral.
Generalmente, ello se debe a que es la Casa que define sus valores, es decir
los valores a los cuales él intentará dar forma por mediación de su trabajo”.
Liz Greene
LA UNDECIMA CASA
De la total inconsciencia de ser alguien al
logro del reconocimiento de serlo efectivamente: tal ha sido la ruta que lleva
de la Primera casa a la Décima. Preguntémonos ahora qué sucede cuando ya el ego
se encuentra firmemente establecido y ha recibido el debido reconocimiento.
En
su nivel más- profundo, la casa once (que, asociada con el signo de Acuario,
tiene como corregentes a Saturno y Urano) representa el intento de trascender
nuestra identidad en cuanto ego, para llegar a ser algo mayor de lo que somos.
La principal manera de lograrlo es identificándonos con algo más vasto que el
sí mismo, - ya sea con un circulo de amigos con un grupo, un sistema o una
ideología.
De
acuerdo con la Teoría General de los Sistemas, no hay nada que se pueda
comprender aisladamente, sino sólo como parte de un sistema. A los componentes
del sistema y sus atributos se los considera como funciones de la totalidad del
sistema. El comportamiento y la expresión de cada variable influyen sobre cada
una de las otras y están influidos por ellas. En lo que se conoce como una
sociedad de "alta sinergia", los objetivos de los individuos
armonizan con las necesidades del sistema en cuanto tal. En un sistema de
"baja sinergia", al satisfacer sus propias necesidades los individuos
no actúan necesariamente en cuanto partes de un sistema.
Como
corresponde a su doble regencia, el concepto de conciencia de grupo que lleva
implícito la casa once se puede entender de dos maneras distintas. Saturno
busca mayor seguridad y un sentimiento de identidad más sólido por mediación de
la pertenencia a un grupo (lo que los psicólogos denominan "identificación
por pertenencia"). Ser miembro de un grupo determinado, ya sea social,
nacional, político o religioso, realza el sentimiento de quiénes somos, y el
número nos da una sensación de seguridad. En alguna medida es una actitud de
explotación, puesto que se pone al resto del mundo al servicio del
reforzamiento o la intensificación de la identidad. La prueba de ello se ve con
toda claridad en las personas que se preocupan manifiestamente por tener los
amigos "que hay que tener"' hacerse ver en los lugares "donde
hay que estar" y no creer en otra cosa que "lo que hay que
creer". El rostro más negativo de esta influencia oculta de Saturno en la
casa once se manifiesta cuando un grupo es amenazado por otro, como cuando los
gitanos se mudan a un barrio donde los rechazan.
El
lado uraniano de la casa Undécima representa aquel tipo de conciencia grupal
que en repetidas ocasiones han respaldado los maestros espirituales, místicos y
visionarios de las más diversas épocas y culturas. En vez de insistir en el
típico paradigma (o modelo de sí mismo) del "yo aquí dentro", frente
al "tú allá fuera", esos hombres hablan de la unidad del individuo
con la totalidad de la vida, afirman que formamos parte de un todo más vasto,
que nos hallamos interconectados con el resto de la creación. Y, como un espejo
de la percepción mística de la unidad de toda vida, los adelantos científicos
más recientes nos demuestran la existencia de esa red de relaciones subyacente
en la totalidad del universo. Por ejemplo, el físico británico David Bohm
propone la teoría de que el universo debe ser entendido como "un todo
único e indiviso, en el cual las partes separadas e independientes no tienen ningún
status fundamental". En la obra El Tao de la física, del eminente
investigador de la física de alta energía Fritjof Capra, se encontrará un
minucioso análisis de los paralelos entre la física moderna y el misticismo
oriental. Algunos de los paralelos que enumera el autor son tan impresionantes
que es casi imposible determinar si ciertos enunciados referentes a la
naturaleza de la vida han sido formulados por científicos modernos o por
místicos orientales.
Una
teoría reciente, propuesta por Rupert Sheldrake, especialista británico en
fisiología vegetal, viene especialmente al caso ahora que hablamos de la casa Once. Sheldrake sugiere la posibilidad de campos de
organización invisibles que regulan la vida de un sistema. En 1920, William
McDougall, de la Universidad de Harvard, estaba estudiando la rapidez con que
las ratas aprendían a escapar de un laberinto lleno de agua; al mismo tiempo,
en Escocia y en Australia, otros investigadores que estaban repitiendo los
experimentos descubrieron que su primera generación de ratas, provenientes de
un linaje diferente de las de McDougall, realizaban la tarea con el mismo grado
de capacidad que las de la última generación de aquél. De alguna manera, la
habilidad adquirida era "captada" por las otras ratas, pese a que
éstas se encontrasen en otra parte del mundo. De este tipo son las ocurrencias
que llevaron a Sheldrake a formular la teoría de que si un miembro de una
especie biológica aprende un comportamiento nuevo el campo de organización
invisible (el campo morfogenético) de esa especie cambia. Las ratas que
dominaban la tarea hicieron posible que, a muchas millas de distancia, otras
ratas hicieran lo mismo. En algún nivel profundo, estamos todos interligados.
La teoría de Sheldrake está bellamente resumida en una observación que formuló
una vez el sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin, nacido con Mercurio,
Júpiter y Saturno en la casa Once: "Una vez que ha sido captada, aunque
sea por una sola mente, una verdad termina siempre por imponerse a la totalidad
de la conciencia humana".
En la
conspiración de Acuario, Marilyn Ferguson escribe: "No es posible entender
una célula, una rata, una estructura cerebral, una familia o una cultura, si la
aislamos de su contexto". También Carl Rogers, uno de los fundadores de la
psicología humanística, observó en una ocasión que cuanto más profundamente
ahonda el individuo en su propia identidad, tanto más descubre a la totalidad
de la raza humana. Nuestra identidad tiene una dimensión de pertenencia mucho más amplia de lo que es capaz de admitir el ego,
"encapsulado en su piel". Vista bajo esta luz, la evolución de la
conciencia de grupo tal como se nos da en la casa Once no se dirige
exclusivamente a agrandar o reforzar la identidad yoica. Más bien, la
conciencia de ser parte de algo más amplio nos permite trascender los limites y
limitaciones de la individualidad, y tener la vivencia de nosotros mismos como
células pertenecientes al cuerpo de la Humanidad. En la comprensión de ello se genera
un sentimiento de fraternidad con el resto de los habitantes del planeta, que
va mucho más allá de los vínculos obligatorios de la familia, la nación o la
iglesia.
La
sintropia -la tendencia de la energía vital a encaminarse hacia un grado mayor
de asociación, comunicación, cooperación y conciencia- es el más importante de
los principios sobre los cuales opera la casa Once. Tras habernos reconocido
como individuos separados y distintos podemos escuchar la llamada a
reconectarnos con todo aquello de lo cual antes nos hemos diferenciado. Así,
como la materia se organizó en células vivientes, y éstas se reunieron para
formar organismos pluricelulares, es posible que en algún estadio de su
evolución los seres humanos se integren en alguna forma de superorganismo
global. Ya en un nivel saturnino, la interdependencia y la interconexión de la
vida en el planeta se están haciendo cada vez más obvias. La tecnología de las
comunicaciones ha incrementado de manera espectacular la rapidez de la
interacción global, y el concepto de McLuhan del mundo como una "aldea
global" no está lejos de convertirse en realidad. Las empresas y
conglomerados multinacionales entretejen inextricablemente las economías del
mundo entero. El colapso del sistema monetario de un único país se propagaría
como una onda de efectos desastrosos a muchos otros. El aislacionismo y el
nacionalismo ya no son prácticamente viables. En otro nivel, los pequeños
grupos, las redes de comunicación, los movimientos y sistemas de apoyo
proliferan por todo el mundo, procurando reunir a la gente para la promoción de
causas comunes. Dicho brevemente, de manera muy semejante a como crece y se
desarrolla nuestro cuerpo, también el cuerpo de la humanidad está creciendo y
evolucionando. La forma en que podemos participar en la evolución y el progreso
de este sí mismo colectivo, y ponernos a su servicio, se expresa en los
emplazamientos de la Undécima casa.
En
la casa Cinco usamos nuestra energía para distinguirnos de los otros y para
aumentar el sentimiento de nuestro valor individual y de nuestro carácter
"especial"; en la Once, podemos invertir nuestra energía en la
promoción y realización de la identidad, los propósitos y la causa de cualquier
grupo al cual pertenezcamos, independientemente de que se lo entienda como la
totalidad de la raza humana o como un sector de ella. En la casa Quinta,
hacemos lo que queremos hacer por nuestros propios fines. En la Undécima,
podemos optar por renunciar total o parcialmente a nuestros preciosos deseos
personales, a nuestras inclinaciones e idiosincrasias, con el fin de adherirnos
a aquello que el grupo considera mejor.
La
conciencia social es una nota clave en la casa Once. Una sociedad (casa Diez)
se estructura según ciertas leyes y principios (casa Nueve). Es fácil que tanto
la sociedad como las leyes se cristalicen y se endurezcan, invariablemente ciertos elementos de la sociedad se vean
favorecidos por el sistema, en tanto que otros resulten oprimidos. Los grupos
que se sienten descuidados o traicionados por las leyes existentes pueden
hallar expresión mediante el tipo de reformas que van asociadas con la casa
Undécima. Es frecuente que quienes tienen en ella emplazamientos fuertes actúen
por mediación de organismos humanitarios o grupos políticos para llevar a la
práctica los cambios sociales necesarios. Sin embargo, no es menos común
encontrar a otros que también tienen acentuada la casa Once y que van pasando
de un compromiso social festivo a otro: el hipódromo esta semana, un torneo de
tenis la siguiente y después un día de compra por las mejores boutiques para
poder lucir bien en la función de ópera de la noche.
En
algunos casos, los emplazamientos en la casa Once pueden apuntar a la clase de
grupos hacia los cuales gravitamos. Por ejemplo, Neptuno podría interesarse por
las sociedades musicales y los grupos espiritualistas; Urano por los de
astrología, y Marte por el equipo de rugby local. Sin embargo, también aquí,
más que limitarse a describir el tipo de grupos, es más probable que los
planetas y signos que se hallan en la casa Once simbolicen el estilo con que
nos conducimos e interactuamos en las situaciones de grupo. Es probable que el
Sol o Leo en esta casa tengan necesidad de liderazgo y deriven buena parte de
su dignidad y de su identidad a partir de su compromiso con el grupo. Mercurio
o Géminis podrían aparecer como el secretario o secretaria del grupo, o como
uno de sus más hábiles portavoces. Como alguien tiene que preparar el té, la
Luna o cáncer pueden estar encantados no solamente de hacerse cargo de este servicio,
sino de ofrecer también su casa para las reuniones. Además, la casa Undécima
nos da la pista de lo cómodo que nos sentimos -o no- en situaciones de grupo. A
Venus o Libra no les cuesta nada incorporarse a un grupo y hacer en él muchos
amigos nuevos. En el caso de Saturno ó Capricornio, lo más probable es que se
retraigan y se sientan incómodos o torpes en el contacto con los otros. Oscar
Wilde, que alcanzó las cumbres del éxito en los círculos artísticos y sociales
de Londres, tenía la Luna en Leo en la casa Once. Paul Joseph Goebbels, el
propagandista oficial del partido nazi que controlaba las informaciones
públicas y los medios de comunicación, tenía en esta casa a Plutón en Géminis,
en conjunción con Neptuno.
La
amistad se adapta claramente al ideal de la casa Once, de llegar a ser más
grandes de lo que somos. Mediante la amistad la gente se vincula, los límites
personales se expanden y tanto las necesidades como los recursos de otras
personas se entretejen con los nuestros. Así como nosotros presentamos a
nuestros amigos ideas e intereses nuevos, también ellos amplían nuestro punto
de vista con lo que tienen para compartir con nosotros.
Es
frecuente que los planetas y los signos que se encuentran en esta casa
describan la clase de amigos a quienes tendemos a acercarnos Por ejemplo, un hombre que tenga a Marte en la casa Once puede sentirse
atraído por personas que exhiban cualidades evidentemente marcianas, tales como
el dinamismo, el impulso y la sinceridad. Sin embargo, los emplazamientos en la
Undécima casa también pueden señalar aquellas cualidades que
"desconocemos" en nosotros mismos, y que entonces proyectamos al
exterior y volvemos a encontrar externamente en nuestros amigos. Si el hombre
que tiene a Marte en la casa Once no ha cultivado su propio lado
"marciano", y carece de ese cierto "impulso", entonces
serán sus amigos quienes le proporcionen esa energía, estimulándolo e
instándolo a la acción. Incluso es posible que posea una habilidad inquietante
para movilizar esas cualidades en las personas que tiene más próximas, y que en
la mayor parte de las situaciones, en compañía de otras personas, pueden ser
normalmente más plácidas y retraídas.
La
casa Once sugiere también la forma en que hacemos amistades. Es probable que
Marte se precipite impulsivamente a trabarlas, en tanto que en este aspecto
Saturno es más torpe, tímido o cauteloso. También la manera en que nos
conducimos y las energías que aportamos a la amistad se pueden inferir de los
emplazamientos en esta casa. Venus es capaz de hacer amigos fácilmente, pero
prefiere mantener la levedad de las cosas (por más que quizás espere que sus
amigos "estén a la altura" de ideales bastante elevados). Plutón
sugiere asociaciones intensas y complicadas, que nos transforman de manera
significativa o en las cuales se ponen en juego elementos tales como
ocultamientos, intrigas y traiciones.
En la
Undécima casa se encuentra el deseo de trascender o llegar más allá de las
imágenes y modelos ya existentes de nosotros mismos. Nos mueve el anhelo de un
ser más ideal o de una sociedad más utópica. Por eso a este sector de la carta se lo ha denominado la
casa de las esperanzas, las metas, los deseos y los objetivos. El deseo de
llegar a ser algo más de lo que somos debe ir acompañado de la capacidad de representarnos
posibilidades nuevas y diferentes. Más que a cualquier otra especie, a los
seres humanos el tamaño de su cerebro y la complejidad evolutiva de la corteza
cerebral los capacita para imaginar una amplísima gama de alternativas,
opciones y resultados. La forma en que nos representamos las posibilidades y en
que encaramos la realización de estas esperanzas y deseos se advierte en los
emplazamientos en la casa Once. Por ejemplo, Saturno puede tener dificultad
para formarse imágenes positivas del futuro, o puede encontrar- bloqueos,
obstrucciones o demoras en el camino, para finalmente consolidar sus metas y
objetivos. En tanto que Marte se propone un objetivo y se lanza tras él, es
posible que Neptuno esté confundido respecto de lo que realmente quiere o
simplemente fantasea en una ensoñación sin objetivos realistas. En este
contexto es útil recordar que cuanto más claramente podamos imaginar una
posibilidad, más la aproximamos a su concreción. Estimular visiones positivas
del futuro colabora con el proceso de encaminarnos en una dirección más
positiva.
La
evolución nos impulsa hacia niveles de complejidad, relación y organización
cada vez mayores. En la primera casa de aire (la Tercera) adquirimos, mediante
el lenguaje, la capacidad de distinguir entre el sujeto y el objeto. Nuestra
propia mente se desarrolla a medida que nos relacionamos con otros que son
parte de nuestro medio inmediato. En la segunda casa de aire (la Séptima)
crecemos por mediación del enfrentamiento de nuestra conciencia con las de las
demás personas. Sujeto y objeto, diferenciados en la casa Tercera, se
encuentran frente a frente en la Séptima. En la última casa de aire, la
Undécima, nuestra mente individual se conecta no sólo con la mente de los seres
que tenemos más próximos, sino con todas las otras mentes. Los planetas de la
casa Once sensibilizan a una persona para las ideas que circulan en el nivel de
la mentalidad grupal. No es un fenómeno tan excepcional que a alguien que está
en San Francisco, a otra persona que está en Londres y a una tercera que está
en el Japón se les ocurra, dentro de un lapso relativamente corto, como en un
"relámpago", la misma idea, nueva y brillante. En la casa Once
descubrimos que estamos relacionados no solamente con la familia y los amigos,
con nuestro país o nuestros seres queridos, sino también con la totalidad de la
raza humana.
Cuanto
más acierto se tiene en la 10 en hacer cualquier cosa que el
grupo encuentre valioso más recompensa y poder se tendrán en la 11. La
actitud que se tiene frente a su participación social condiciona los frutos
posibles en la Once. Si se vive en el nivel socio-cultural buscando dinero y
prestigio, entonces en la 11, se buscarán los placeres mundanos, los ocios como
fugas sociales o bien perderá su tiempo en vagas esperanzas de vida mejor, sin
tener la voluntad necesaria para llevarlas a cabo. Pero si se vive en el nivel
individual o si se aspira a una vida transpersonal, entonces la 11 se vuelve un
dominio en el que se desarrolla una visión nueva de sus posibilidades como
agente creador obrando con otros agentes creadores para el bien del todo mayor.
Se intentan elaborar planes concretos para el mejoramiento de las condiciones
sociales existentes, se desea elaborar objetivos socio-profesionales nuevos. Se
une conscientemente a otros verdaderos individuos, movidos por el mismo deseo
de cambio social, cultural o espiritual. Se vuelve uno intermediario para la
realización concreta de los fines de la colectividad superior.
Alexander Ruperti, pág. 189
La Rueda de la Experiencia Individual
En mis
cursos ya he hecho observar que lo que pasa en las últimas Casas del tema está
cada vez más condicionado por las experiencias vividas en las otras Casas. En
un caso dado, su interpretación se hace más difícil y más compleja. No basta
con observar simplemente el Signo en la cúspide, el planeta regente del Signo y
los planetas que contiene la 11. Así como en la 10 hay que observar las otras
tres Casas sucedentes y también la 10 que es el punto de partida de lo que
ocurre en el cuadrante Sur-Este. Hay que consultar también las experiencias y
actitudes relacionadas con las Casas 7, 8 y 9, ya que las experiencias que se
tendrán en la Once dependen en gran medida de nuestra actitud hacia las relaciones
humanas y la sociedad en general, en 7. Si se está movido por la avaricia, la
avidez o el odio, se tendrá la experiencia del aislamiento social: no se
tendrán amigos, se volverá huraño, agrio, introvertido.
Por el contrario si se es en la Once, capaz de ser un reformador,
de actuar en función de una visión futurista, de su fe en el hombre es
ciertamente porque se habrá rehusado en la Siete de tomar parte en las relaciones
superficiales, fáciles e insignificantes de su medio.
Se habrá también en la Ocho, rechazado el
conformismo, allí donde conformarse significa hipocresía y sumisión a los
comportamientos decadentes de la costumbre y de la tradición y se busca una
sabiduría más noble y una visión más larga, más inclusiva más universal de las
cosas. En la Diez, se habrá intentado solo y sin el apoyo de la familia o de la
comunidad, encarnar el poder inherente a la colectividad superior que permitirá
arrojar una luz nueva sobre el significado y el objetivo de la vida
comunitaria.
Alexander Ruperti, pág. 190-191
La Rueda de la Experiencia individual
La
manera más efectiva de que una persona con una Casa XI fuerte consiga la
seguridad que busca consiste en establecer un firme objetivo individual que no
sólo cubre sus necesidades personales sino también armonice con las necesidades
de la sociedad en general.
Stephen Arroyo, pág. 140
Manual de Interpretación de la Carta Natal
La
Casa XI no es tanto el ámbito de los amigos como el de lo que yo llamo las
empresas compartidas, el lugar donde la gente se reúne para lograr, todos
juntos, lo que no puede hacer una sola persona.
Richard Idemon, pág. 91
El Hilo Mágico
En
la astrología clásica esta casa se definía como la casa "de las
amistades" porque la amistad es precisamente la manifestación más evidente
de una afectividad serena y alejada de todo exceso. Pero limitar la definición
de la undécima casa a la amistad significa confundir el efecto con la causa. La undécima casa es en
cierto sentido la sección áurea del tema zodiacal, indica la posibilidad de realizar
un examen objetivo de uno mismo y de las circunstancias, de adaptarse a estas
circunstancias y al temperamento de los otros, juzgando con la misma
objetividad, pero también con comprensión humana, las necesidades, las
debilidades y las virtudes del prójimo. De todos estos elementos nace el arte
de la amistad, pero también la habilidad diplomática en el trato con la gente,
la capacidad de remontarse por encima de los prejuicios, de evitar la
obcecación, las tomas de posición demasiado definitivas o drásticas. La
undécima casa es la casa de la tolerancia, de las grandes ideas, de la voluntad
contemporizadora y comprensiva. Una casa undécima fuerte opuesta a una quinta
casa débil, tenderá naturalmente a reducir la carga vital agresiva a favor de
una actitud calma aunque a veces inclinada a la renuncia.
Lisa Morpurgo, pág. 193
Introducción a la astrología
LA DUODECIMA CASA
¿Es mi dolor el resultado de la ignorancia o de vivir
equivocadamente o es porque estoy en realidad abrazando más de la vida que lo
que puedo integrar y controlar en mis términos?
Desde su comienzo en la Primera casa, el crecimiento
significó ir distinguiéndonos de la matriz ilimitada y universal de la vida, de
la cual emergimos inicialmente. Sin embargo, tal como hemos visto en la casa
Once, la distinción entre nosotros y los demás debe enfrentarse con el
conocimiento de que cada parte de un sistema se relaciona y se interconecta con
las otras partes. Tanto los místicos como los científicos nos dicen que,
después de todo, no estamos tan separados. Los demás influyen sobre quiénes
somos, y en ellos hay una influencia de quiénes somos. Entre nuestras mentes
hay una vinculación recíproca que las afecta en forma directa. La idea de que
existimos como entidades aisladas va perdiendo terreno rápidamente a medida que
lo gana una concepción del sí mismo de mayor amplitud y de un sentido más
colectivo. En la casa Doce, los procesos gemelos de disolución del ego
individual y de fusión con algo más vasto que el sí mismo no se vivencian y
sienten por la vía de la mente o del intelecto, como en la casa Once, sino con
el corazón y el alma. O, como lo expresa Christopher
Fry: "El corazón humano es capaz de llegar a los extremos de Dios".
El poeta
Walter de la Mare escribe que “nuestros sueños son cuentos narrados en un
oscuro Edén”. En su nivel más profundo, la casa Doce, asociada naturalmente con
Piscis, signo de agua, y con el planeta Neptuno, representa el anhelo de
disolución que vive en todos nosotros, las ansias de regresar a las aguas
indiferenciadas de la matriz, al estado de unidad originario. Freud, Jung,
Piaget, Klein y muchos otros psicólogos modernos coinciden en que la estructura
inicial de la conciencia del niño es previa a la división sujeto/objeto, y que
ignora las limitaciones, el espacio y el tiempo. Los primeros recuerdos son los
que calan más hondo. En algún nivel profundo, cada individuo intuye
que su naturaleza más íntima e ilimitada, infinita y eterna. El
redescubrimiento de esta integridad es nuestro mayor
deseo y nuestra mayor necesidad. Desde el punto de vista de la psicología
reduccionista, el deseo de reconectarse con el sentimiento perdido de la
totalidad originaria puede ser entendido como una regresión que lleva de vuelta
al estado prenatal; pero, en términos espirituales, esta misa urgencia se
traduce en una avidez mística de unión con nuestra fuente, y en la experiencia
directa de ser parte de algo mayor que nosotros, como una especie de nostalgia
divina.
En
cierto aspecto, la perspectiva de un retorno a aquel estado suena a extática
bienaventuranza, serena y pacífica. Y sin embargo, en nosotros hay algo más -el
deseo de autopreservación del yo, y su miedo a morir- que se traba en lucha con
esta nostalgia. El ego ha librado una dura lucha para ganarse una vida
independiente; ¿por qué habría de renunciar a ella? En el símbolo de Piscis, el
signo asociado con la casa Doce, dos peces nadan en direcciones opuestas.
Los seres
humanos nos vemos enfrentados con un dilema fundamental, con dos tendencias
opuestas. Cada persona quiere perder su sensación de aislamiento y trascender
su apartamiento individual; y sin embargo, a cada una le aterra la desintegración, y contempla con temor la pérdida del sí
mismo. Esta doble ligadura existencial -anhelar la totalidad y, sin embargo,
temerla y resistirsele- es el principal dilema de la casa Doce.
Por ser
tan aterradora la disolución de la identidad yoica, la gente busca
gratificaciones en un intento de satisfacer la avidez de autotrascendencia. Una
de las estrategias para reconectarse con la unidad se vale, como medios, del
sexo y del amor: "Si me aman, me aceptan o me incluyen, puedo trascender
mi aislamiento". Otro recurso para recuperar el perdido sentimiento de
omnipotencia y omnipresencia recurre a la posición de poder y el prestigio:
"Si puedo extender mi esfera de influencia cada vez a más cosas, entonces
el resto de la vida estará conectado conmigo". La inmersión en el alcohol
o las drogas es una manera más de derribar fronteras y de flexibilizar
rigideces. También es frecuente que los deseos de
suicidio, y otras formas diversas de comportamiento autodestructivo, enmascaren
el ansia de regresar al estado de mayor bienaventuranza propio de un ser no
diferenciado. Hay quienes buscan la trascendencia en forma más directa por
medio de la meditación, la plegaria y la devoción a Dios. La Duodécima casa
puede plantear cualquiera de estas cuestiones.
De
cualquier manera que se la aborde, la casa Doce absorbe, devora,
"desestructura" o engrandece desmesuradamente la identidad
individual. Abandonar el paradigma de "yo, aquí dentro" y "tú,
ahí fuera" significa que las fronteras entre nosotros mismos y los otros
se vuelven inciertas. Por esta razón, una fuerte acentuación en esta casa puede
ser indicio de personas que tienen grandes dificultades para formarse una
identidad claramente definida; se sienten arrastradas por todo lo que tienen a
su alrededor, influidas por cualquier persona con quien establezcan contacto.
Otras con la misma característica desfiguran su identidad personal en forma totalmente desproporcionada. Antes que
sacrificar el yo para fundirse con algo numinoso y divino, es posible que una persona
intente imbuir al propio ego con estas cualidades. En vez de intentar una
conexión con Dios, la persona procura representar el papel de Dios, es decir,
cae en una forma de engrandecimiento que se relaciona con lo que Abraham Maslow
llamaba una "desorientación superior".
Es
frecuente que la confusión de la Duodécima casa respecto de quiénes somos vaya
acompañada de una carencia de toda dirección concreta en la vida. Es posible
que en algún nivel exista el sentimiento de que, si de todas maneras todo da
igual, ¿qué importancia tiene nada? Tan pronto como se distingue claramente una
identidad, o se impone una estructura a la vida, sucede algo que nos mueve el
suelo bajo los pies y la nebulosidad suprema vuelve a reinar. Tan pronto como el individuo siente que ha capturado algo sobre lo
cual puede apoyar su sentimiento de un "yo", ese algo se le escapa o
desaparece misteriosamente. La capacidad de mantener una coherencia entre las
cosas o de sacar adelante sus propios objetivos personales se disuelve, sin
saber cómo, bajo la influencia de un poder mucho mayor sobre el cual se tiene
un control muy escaso.
El
oscurecimiento de las fronteras entre el sí mismo y los otros puede crear
confusión en lo referente a dónde comenzamos y dónde terminan los demás, pero
también confiere un grado mayor de empatía y de compasión hacia aquellos con
quienes compartimos la Tierra. Así abrumadas por el sufrimiento que las rodea,
algunas personas que tienen una configuración fuerte en la casa Doce buscarán
cualquier medio de escaparse del mundo o de apartarse totalmente de él. Otras,
que sienten como propio el dolor "de afuera", se esforzarán,
naturalmente, por aliviarlo de alguna manera. En grados diversos, la casa Doce
describe a la personalidad que ayuda, "repara" o rescata; al mártir o
salvador que "toma sobre sí" las necesidades y las causas de otros.
El
significado original de la palabra sacrificio es "hacer sagrado".
Algo se hacia sagrado ofreciéndoselo a los dioses o a las fuerzas superiores.
En todos los niveles de significado de la Duodécima casa reverbera la
suposición de que el individuo se redime mediante es sacrificio de si, mediante
el ofrecimiento del sí mismo a algo más elevado. Esto es verdad en la medida en
que, hasta cierto punto, debernos renunciar al sentimiento de un si mismo
separado y autónomo con el fin de fundirnos con el todo omnímodo. Por mas que
con frecuencia el sacrificio y el sufrimiento sirvan para ablandar el ego y para
dar origen a un grado mayor de empatía y de conciencia espiritual, es muy fácil
que el valor del dolor y la naturaleza del sacrificio se deformen,
convirtiéndose en "Tengo que sufrir para encontrar a Dios", o en
"Se ha de renunciar a cualquier cosa que pueda constituir una satisfacción
personal". Sin embargo, tal vez no sean las cosas mismas lo que se ha de
sacrificar, sino más bien el apego que sentimos por ellas. En la medida en que
derivamos nuestra identidad o nuestro sentimiento de realización de cosas tales
como relaciones, posesiones, ideologías o sistemas de creencias perdemos el
contacto con nuestra naturaleza ilimitada, más profunda y más básica.
Incluso
es posible que algunas personas consigan adquirir o realizar los sueños y
deseos de su casa Once para luego descubrir, en la Doce, que todavía siguen
sintiéndose estafados por la falta de una felicidad más completa. Lo que
creyeron que les daría satisfacción definitiva no fue suficiente, o después se
dieron cuenta de que no era todo. Los romanos solían decir: "Quod hoc ad
aeternitatem?", o sea “¿Qué es esto comparado con la eternidad?”. De
manera similar, la Duodécima casa es un recordatorio constante de que todos los
gozos sueñan con el infinito.
Tradicionalmente,
la casa Doce (junto con las otras casas de agua, la Cuarta y la Octava) revelan
pautas, impulsos, urgencias y compulsiones que actúan desde debajo del nivel de
la percepción consciente y, sin embargo, influyen significativamente sobre
nuestras opciones, actitudes y orientación en la vida. Almacenadas en nuestra
memoria inconsciente, las experiencias pasadas condicionan la forma en que
vemos el mundo y nos enfrentamos con él. Pero cabe preguntarse a qué distancia
en el pasado se remonta el origen de tales influencias.
En
algunos casos, los planetas y signos de la casa Doce pueden estar relacionados
con lo que los psicólogos llaman "efecto umbilical". De acuerdo con
este concepto, durante su desarrollo el embrión no solamente es receptivo a las
sustancias físicas que ingiere la madre, sino que también resulta afectado por
el estado psicológico general de ella durante la gestación. Las actitudes y
vivencias de la madre se transmiten al feto a través del cordón umbilical. La
naturaleza de lo que en esta forma "se le pasa" al niño se ve en los
emplazamientos en la casa Duodécima. Si en ella aparece Plutón, es probable que
la madre haya soportado una época traumática durante el embarazo. El niño nace
entonces con la sensación de que la vida es peligrosa, y con una aprensión
obsesiva de que hay algo ominoso al acecho. No hay recuerdo consciente del
origen de esta actitud, sino sólo un vago sentimiento de que la vida es así.
Por ejemplo, tropecé recientemente con el caso de una embarazada a quien le
diagnosticaron un tumor cerebral. Su hijita nació con Plutón en la casa Doce, y
la madre murió poco después.
¿Qué
hay de épocas anteriores a la vida intrauterina? Muchos astrólogos consideran
que la Doce es la "casa del karma". Los reencarnacionistas creen que
el alma inmortal del hombre está en un viaje de perfeccionamiento y retorno a
sus fuentes que no se puede cumplir en el breve término de una vida. Más que el
azar, existen leyes definidas cuya operación determina las circunstancias de
cada lapso vital o de cada etapa del viaje. A cada nueva encarnación, traemos
con nosotros la cosecha de experiencia proveniente de vidas anteriores, y
también capacidades latentes en espera de ser cultivadas. Causas que se han
puesto en movimiento en existencias previas influyen sobre lo que encontramos
en la actual. El alma escoge un determinado momento para nacer porque el diseño
astrológico se adecua a las experiencias que necesita tener en su estadio
actual de crecimiento. En este sentido, toda la carta es una imagen de nuestro
karma, tanto de aquello que hemos acumulado como resultado de acciones pasadas
como de lo que necesitamos despertar para seguir avanzando. Más
específicamente, la Duodécima casa nos muestra "lo que traemos" del
pasado, y que actuará en esta vida ya sea en la columna de débito o en la de
crédito de nuestra cuenta.
Los
emplazamientos difíciles en la casa Doce pueden indicar viejos "puntos de
fricción" y energías que no hemos sabido usar en vidas anteriores, y que
en ésta todavía necesitamos aprender a manejar con prudencia. Los
emplazamientos positivos en esta casa sugieren que hay cualidades profundamente
situadas que, en esta vida, nos servirán con ventaja como resultado del
"trabajo" realizado sobre ellas en el pasado. En relación con esta
teoría, algunos astrólogos dicen que la Doce es la casa de la "propia
salvación o de la propia perdición". Por ejemplo, si en esta casa se
encuentra Marte o Aries, podría ser que el egoísmo, la impulsividad o la
temeridad hayan sido un problema en el pasado, y una continuación de semejante
comportamiento podría ser causa de una "caída" en la vida presente.
Por otra parte, una casa Doce con Marte bien aspectado sugiere que las
cualidades positivas de Marte, tales como el coraje, la fuerza y la sinceridad,
ya han sido aprendidas y que apoyarán al nativo en momentos difíciles, pasando
a primer plano precisamente cuando sean más necesarias. Cuando los aspectos de
los emplazamientos en la casa Doce son mixtos, el efecto de ese planeta o esa
energía está de alguna manera en la balanza, como si nos viéramos sometidos a
una prueba de cómo manejamos ese principio. Si lo usamos con prudencia seremos
recompensados; si nos descontrol amos con el planeta o con el signo en
cuestión, es probable que las consecuencias sean graves.
Ya sea
que nos refiramos al "efecto umbilical" o a la teoría del karma y de
la reencarnación, los emplazamientos en la casa Doce describen influencias que han descendido hasta nosotros por obra de causas y
fuentes que evidentemente no podemos recordar ni 'ver. Por mediación de la casa
Cuatro, de agua, heredamos o conservamos vestigios de nuestro pasado ancestral.
En la Doce es posible que estemos receptivos a la influencia de una reserva de
memoria aún más vasta, que Jung llamaba el inconsciente colectivo: la memoria
entera de la raza humana en su totalidad. Jung definió el inconsciente
colectivo como "la condición previa de cada psique individual, así como el
mar es el portador de cada ola". En cierto modo, tal como lo demuestra la
casa Doce, cada uno de nosotros esta, ligado al pasado y es portador del
recuerdo de experiencias que van mucho más allá de lo que personalmente hemos
conocido.
Sin
embargo, además del residuo del pasado, el inconsciente colectivo alberga
también los potenciales latentes que esperan que echemos mano de ellos. Colin
Wilson escribe que "es probable que la mente inconsciente incluya todo el
pasado del hombre, pero incluye también su futuro". La mente inconsciente
es algo más que un mero receptáculo de pensamientos, impulsos y deseos
reprimidos o sepultados; es también la fuente de "potencialidades de
conocimiento y experiencia" con las cuales el individuo aun' no ha entrado
en contacto. Dicho de otra manera: en la casa Doce se encuentra tanto nuestro
futuro como nuestro pasado.
Algunas
personas con emplazamientos en la Duodécima casa sirven como mediadores y transmisores de imágenes universales,
míticas y arquetípicas que pertenecen al nivel del inconsciente colectivo. En
diverso grado, ciertos artistas, escritores, compositores, actores, líderes
religiosos, sanadores, místicos y profetas actuales conectan con este ámbito y
se convierten en vehículos que transmiten a otros la inspiración de lo que
ellos han "sintonizado". Pulsan el acorde adecuado, que resuena
entonces con algo que hay dentro de nosotros y nos permite compartir su experiencia.
Hay numerosos ejemplos de cartas con emplazamientos en la casa Doce que
ejemplifican este fenómeno: el compositor Claude Debussy, que tenía en esta
casa la sensualidad de Venus; William Blake, con la imaginativa y sensible Luna
en Cáncer el poeta Byron, que con su manejo lúdico y expansivo de la palabra,
la rima y la forma fortaleció todo el movimiento romántico, tenía a Júpiter en
Géminis en la casa Doce, y el visionario Pierre Teilhard de Chardin, con el
sol, Neptuno, Venus, Plutón y la Luna reunidos en la misma casa Doce, son otros
tantos casos que lo demuestran.
Es como
si las energías de la Duodécima casa no estuvieran destinadas a ser usadas con
fines exclusivamente personales. Quizá lo que se nos pide sea que expresemos
ese principio en interés de otros y no solamente en el nuestro. Por ejemplo, es
probable que quien tenga a Marte en esta casa asuman el papel de ser quien
libra una batalla o defiende una causa en nombre de otras personas. En este
sentido, es como si cediéramos nuestro Marte, o se lo "ofrendásemos",
a otros. En esta misma casa, es posible que Mercurio
enuncie lo que otra gente piensa o se convierta en portavoz de sus ideas.
Hay
personas que, por mediación de los emplazamientos en la casa Doce, llevan lo
que podríamos llamar una "vida simbólica", es decir, que los
problemas de su vida individual reflejan las tendencias o los dilemas
existentes en la atmósfera colectiva. Por ejemplo, el Mahatma Gandhi, con el
Sol en Libra en la Doce, se convirtió, para millones de personas, en la
encarnación viviente del principio libriano de la coexistencia pacífica. Hitler
tenía en esta casa a Urano, que lo condicionó especialmente para abrirse a
ideologías que en aquel momento pueden haber estado en el aire. Bob Dylan tiene
a Sagitario en la cúspide de la casa Doce, y a Júpiter -su regente- en la
Quinta, que es el sector de la carta que se relaciona con la expresión
creativa. Gracias a su música, Dylan fue a la vez el portador y el inspirador
de muchas de las tendencias contraculturales de la década de los años sesenta.
En una región de Inglaterra donde apenas si hay gentes de color, nació y se
crió una mujer negra con Urano en Cáncer en la casa Doce. Al tener que
integrarse en la vida de la ciudad estaba no sólo resolviendo su propio dilema,
sino también luchando por la causa de muchos otros negros.
A la
Duodécima casa se la ha llamado la casa de los "enemigos secretos" y
"de las actividades entre bastidores". Esto se podría tomar
literalmente, en el sentido de personas que conspiran o traman algo en contra
de nosotros. Sin embargo, es más probable que tenga que ver con las debilidades
o fuerzas que se ocultan en nosotros mismos y que sabotean la realización de
nuestras metas y objetivos conscientes. En pocas palabras, que los impulsos y
compulsiones inconscientes que aparecen en los emplazamientos en la casa Doce
pueden desviarnos del logro de nuestros objetivos conscientes. Por ejemplo, si
un hombre tiene a la Luna y Venus en la casa Séptima, eso crea una fuerte
urgencia de relación íntima con otra persona. Pero si el mismo nativo tiene
también a Urano en la casa Doce, el hecho nos lleva a pensar que,
inconscientemente, puede haber un deseo tan intenso
de libertad e independencia que lo lleve a sabotear, sin darse cuenta,
cualquier intento de establecer vínculos que lo limiten. Generalmente, cuando
se produce algún conflicto entre objetivos conscientes e inconscientes, el que
gana es el inconsciente. En este caso, es probable que el sujeto sólo se sienta
atraído habitualmente por mujeres que, por no ser libres, no pueden casarse, o
que por alguna razón no están dispuestas a responder favorablemente a sus
propuestas. De esta manera, la compulsión inconsciente a mantener la
independencia (Urano en la casa Doce) puede triunfar sobre las necesidades más
conscientes. Si tenemos conciencia de las urgencias que llevamos dentro,
podemos hacer algo por alterarías y regularlas, si ése es nuestro deseo. Si hay
ciertas tendencias o impulsos de los que no tenemos conciencia, ellos tendrán
su propia manera de dominarnos y controlarnos. Aquello de lo que no tenemos
conciencia en nosotros mismos tiene especial habilidad para cogernos por la
espalda y acertarnos con un golpe en la cabeza. Por eso, si pese a todo nuestro
empeño hay algún objetivo consciente que sigue estando continuamente bloqueado,
haríamos bien en buscar en la Duodécima casa algún indicio del porqué son así
las cosas.
La
vinculación de la casa Doce con las instituciones tiene sentido a la luz de las
diversas connotaciones de esta casa que hemos visto hasta ahora. La Doce
muestra lo que está oculto o entre telones, tal como lo están, en parte, los
hospitales y las prisiones, lugares donde se "aparta" a ciertas
personas de la sociedad. Es posible que quienes tengan emplazamientos difíciles
en esta casa se "desmoronen" bajo la presión de la vida, o que caigan
presas del poder de complejos inconscientes que, al emerger a la superficie,
los pongan ante la necesidad de ser atendidos y contenidos. A otros se los
"confina" porque se los considera peligrosos para el bienestar de la
sociedad. En cualquiera de estos casos a estas personas se les impone la
voluntad de una autoridad superior, en congruencia con el principio de la casa
Doce de que el individuo se somete a algo mayor que el sí mismo. Es probable que
la hospitalización, o un período de reclusión y apartamiento de la vida, sea
necesaria para restablecer el equilibrio físico y psicológico, con lo que la
persona vuelve a estar entera: otro de los principios de la Duodécima casa. Las
experiencias en orfanatos, hospicios y hogares para disminuidos también
aparecen por mediaci6n de la casa Doce.
No
es excepcional encontrar gente que tiene emplazamientos en esta casa trabajando
en ese tipo de instituciones. Servir a otros menos afortunados que uno es la expresión
práctica de la compasión y la empatía que confiere la casa Doce. La Iglesia,
las diversas organizaciones de caridad o la vida monástica serán otras esferas
capaces de absorber a las personas que sientan que su vocación es sacrificar o
dedicar su vida a Dios o al bienestar de sus semejantes. Los reencarnacionistas
creen que mediante la buena voluntad y esta clase de servicio es posible borrar
el "mal karma" del pasado.
Como ya se dijo, la casa Doce da acceso
al archivo de la experiencia colectiva que va pasando de generación en
generación. Por eso no es sorprendente la frecuencia con que los encargados de
ese tipo de archivos, es decir, las gentes que trabajan en bibliotecas y
museos, tienen emplazamientos en la casa Doce.
Sería
impropio que nos refiriésemos a esta casa sin volver a mencionar las
investigaciones realizadas por Michel y François Gauquelin, quienes al analizar
las carreras de deportistas de éxito encontraron una correlación con Marte en
el sector de la Duodécima casa de la carta. De modo similar, los médicos y los
científicos tienden a tener en ella a Saturno, los escritores a la Luna y los
actores a Júpiter. De acuerdo con estos estudios, parece que los planetas que
se encuentran en la casa Doce (y en cierta medida, en la Novena, la Sexta y la
Tercera) determinan significativamente el carácter y la profesión del nativo.
Esto sorprendió a muchos astrólogos, que suponían que los emplazamientos en la
Primera o en la Décima casa debían ser más fuertes en este aspecto.
Sin
embargo, cabe preguntarse si estos hallazgos son a tal punto sorprendentes a la
luz de lo que sabemos de la Duodécima casa. Si hay una urgencia por
"entregar" a otros cualquier cosa que acierte a estar en la casa
Doce, lo que se infiere es que podríamos hacer nuestra carrera a partir de los
principios que en ella se encuentran. Además, si esta casa indica las energías
de la atmósfera colectiva a las cuales somos más sensibles, es probable que las
reflejemos en nuestro carácter y en nuestra expresión. Los deportistas captan
la necesidad colectiva de competir y de ser los primeros (Marte); los
escritores sintonizan con la imaginación colectiva (la Luna), y los científicos
sirven a la necesidad colectiva de clasificar y estructurar (Saturno).
Puesto
que la casa Doce se relaciona con la reconexión a algo numinoso y divino, es
dable que un individuo tenga la vivencia de un planeta emplazado en esta casa
como la clave de -o la senda hacia- la grandeza y la trascendencia de sí mismo.
Naturalmente, en ese caso querrá cultivar esa influencia. En algún nivel, cada
uno puede creer que las puertas del cielo se le abrirán si se destaca en el
principio, sea el que fuere, que tenga en la Duodécima casa. La profunda ansia
de totalidad e inmortalidad que existe en todos nosotros es el acicate que nos
motiva para los logros alcanzados por mediación de los planetas en la casa
Doce.
En
algunos casos, la acentuación de la casa Doce contribuye a la falta de una
identidad clara y condiciona una vivencia de nebulosidad, una vida de
desorientación en que la persona se siente una víctima abrumada por las
tendencias y los movimientos inconscientes que hay en la atmósfera, y por un
sentimiento desvirtuado del valor del sufrimiento y del sacrificio de sí. Por
otra parte, el concepto -característico de esta casa- de renunciar al
sentimiento de ser una entidad separada da origen a una empatía y una compasión
auténticas, a un espíritu de servicio desinteresado, a la inspiración artística
y, en última instancia, a la capacidad de fusión con el gran todo.
Un
viejo relato nos muestra el lado positivo de la casa Doce. A un hombre lo
autorizan para visitar el Cielo y el Infierno. En el Infierno ve una gran
reunión de personas sentadas alrededor de una mesa larga, puesta con toda clase
de manjares deliciosos. Y sin embargo, todos aquellos desdichados se mueren de
hambre. El visitante no tarda en descubrir que la razón de tan lamentable
estado es que les han puesto cucharas y tenedores que son más largos que sus
brazos y, como resultado, no puede llevarse la comida a la boca. Después, el
hombre es admitido al Cielo. Se encuentra con la misma mesa tendida, con los
mismos cubiertos excesivamente largos. Pero en el Cielo, en vez de tratar de
alimentarse, cada persona usa su cuchara o su tenedor para dar de comer a otra,
de manera que están todas bien alimentadas y felices.
Aun
sin perder completamente nuestra propia identidad personal ni el sentimiento de
nuestra peculiar individualidad, todos necesitamos experimentar y reconocer esa
parte o aspecto de nosotros que es universal e ilimitado, y debemos reconocerlo
y establecer contacto con él. En última instancia de lo que se trata es de
nadar en las aguas de la casa Doce, sin ahogarnos en ellas.
Empezamos
por emerger de la matriz original de la vida, nos establecemos como entidades
individuales y finalmente nos encontramos con que, después de todo, en realidad
somos uno con el resto de la creación. Ya sea que por mediación de la Duodécima
casa tengamos o no la vivencia consciente de nuestra conexión con el gran todo,
es inevitable que nuestro cuerpo físico muera y se desintegre. Cuando el cuerpo
muere, con él se extingue nuestro sentimiento de tener una existencia física
separada. De una manera o de otra, regresamos al trasfondo colectivo del cual
habíamos salido. Lo que allí había al comienzo, lo hay al final. Estamos de
vuelta en el Ascendente, para volver a empezar en un nuevo nivel de la espiral.
La duodécima fase de un ciclo es la de la preparación
de un ciclo nuevo. Durante esta fase no es necesario estar hipnotizado por el
pasado, por las cosas que están a punto de terminar, sino actuar con vistas al
nuevo principio que estará bien pronto allí. Esta duodécima fase contiene todas
las condiciones que se heredan de su propio pasado y del de su raza, de sus
padres y de la humanidad todas las condiciones y no solamente los elementos
negativos o limitantes. Es el suelo, producto del pasado, en el cual la
simiente debe ser plantada. El suelo y la simiente son ambos producto del
pasado. Pero, al nacer, tenemos el poder divino potencial de utilizar estas
condiciones heredadas del pasado con fines nuevos. El Ascendente del tema
simboliza este poder que es la Identidad verdadera de un individuo o en las progresiones
y tránsitos, el símbolo de la capacidad de utilizar el planeta que acaba de
pasar por una duodécima fase, en un nivel de actividad más significativo.
Es pues
en la Doce donde se decide consciente o inconscientemente si se desea o puede
utilizar creativamente el pasado con un propósito nuevo, incluso si no se tiene
aun' más que una idea muy vaga de la naturaleza de este propósito. Como dijo
Rudhyar "La verdadera vida creativa es una síntesis constante del pasado y
de futuro en un presente radiante la síntesis de recuerdos y de un objetivo por
la intervención de un acto creador".
No es
necesario que el poder colectivo de los recuerdos ahogue el tono del nuevo
ciclo, lo que ocurrirá si tan sólo se piensa en los significados negativos de
la 12, presentados en los manuales corrientes. La actitud pasiva negativa
frente a las experiencias de la 12, hace que el futuro nuevo ciclo no será más
que una repetición del antiguo, en el mismo nivel de conciencia y de actividad,
a pesar de algunos cambios superficiales.
Alexander Ruperti, pág. 199-200
La Rueda de la Experiencia individual
La Rueda de la Experiencia individual
Si hay un fuerte acento en la 12, lo que hay que
comprender sobre todo es la necesidad de conducir todo lo que se ha emprendido
a una conclusión significativa, conclusión que trae consigo la fuerza de un
nuevo comienzo. Por ejemplo hay que observar que cada día constituye un pequeño
ciclo de vida, que cada experiencia deberá producir su cosecha de semillas, que
cada reí ación humana puede terminarse en belleza o encubrir una significación
profunda, SI se extrae y SI se comprende conscientemente el valor.
Con un acento en la 12, hay que plantearse,
constantemente, preguntas sobre el valor no solo social sino también personal y
espiritual de lo que se hace, se siente y se piensa. A la larga hay que querer
proyectar sobre el mundo un valor nuevo, pero también preocuparse de los
resultados de esta proyección en la vida de los demás.
No hay ninguna conclusión que no sea capaz de
desvelar un significado y un valor (incluso las conclusiones que parecen más
trágicas). El único fin trágico que se ve colmado de fatigas y de molestias, es
un estado total de incomprensión.
Al
final de la experiencia de esta duodécima fase sólo el significado y el valor
de lo que se ha vivido deben persistir. Que el ciclo se termine con una nota
desgraciada o feliz, en la realización de un éxito o un fracaso, hay que
aceptar lo que se es y estar dispuesto a actuar mejor en el futuro.
La 12
no es pues una Casa donde se encuentra el karma y el apremio. Es también un
dominio de realizaciones, símbolo del fin perfecto, preludio de mañanas más
gloriosos. No dice si se va o no a conseguir ni si se van a dejar muchas cosas
no realizadas al final de los pequeños y grandes ciclos de la vida. No dice si
se es capaz o no de hacer frente a lo que se ha hecho o no se ha hecho, de
aceptar su imperfección y volver a partir para un nuevo intento. Pero nos dice
cómo cumplir perfectamente si se es capaz. Nos dice algo sobre la naturaleza de
los recuerdos del pasado que nos atormentan, los dominios en que persisten
estos recuerdos así como las experiencias no vividas y los problemas que
parecen sin solución. Dice también cómo ingeniarse mejor con todos estos
factores.
Alexander Ruperti, pág. 200-201
La Rueda da la Experiencia Individual
En la duodécima casa, el individuo consolida sus triunfos en la semilla
de un nuevo ciclo de crecimiento, o afronta los resultados acumulados de sus
fracasos.
Dane Rudhyar, pág. 148
Las Casas Astrológicas
En
la Doce aprendemos que el individuo no vive en un vacío, que forma parte de un
todo más grande. Lo que hacemos en la vida como individuos no es la única cosa
que cuenta, Hay que tener en cuenta también la actitud de los otros y de la
sociedad, con sus instituciones de cara a lo que se hace.
Alexander Ruperti, pág. 202
La Rueda de la Experiencia Individual
Alexander Ruperti, pág. 202
La Rueda de la Experiencia Individual
Transcender
en la duodécima quiere decir que no se desea ya limitarse a los niveles
biológicos y socioculturales de la existencia, sino que se desea, por un acto
de voluntad y de valor espiritual, identificarse meditando constantemente, a
una imagen o a un símbolo universal o al Ego.
Alexander Ruperti, pág. 202
La Rueda de la Experiencia Individual
Lo
que la Duodécima casa natal indica es cómo uno podrá alcanzar la realización
perfecta, si es que uno puede alcanzarla. No dice si uno la alcanzará o no. No
dice si uno dejará o no muchos desechos y muchas cosas sin terminar al final
del propio ciclo de vida o de cualquier ciclo más pequeño. No dice si uno podrá
desechar o no sus propios fantasmas: desecharlos con una bendición y renovar
valientemente la propia mente y la propia vida. Pero, ciertamente, dice algo
sobre la naturaleza y la insistencia de los fantasmas con los que uno tiene que
tratar; y da un cuadro general del subconsciente: el reino de los fantasmas y
el de los restos de problemas que no se resolvieron o de experiencias que no se
vivieron. Sugiere el mejor modo de que nos ocupemos de nuestros fantasmas y de
los desintegradores productos del subconsciente.
Dane Rudhyar
pág. 157 Las Casas Astrológicas
pág. 157 Las Casas Astrológicas
El signo de la duodécima cesa y todos los planetas
que hay en ella podrá mostrarnos qué clases de emociones, necesidades y
acontecimientos pasados Estamos reprimiendo.
Donna Cunningham
Guía Astrológica de Asesoramiento Personal
Las fuerzas que emanan de la Duodécima casa
amenazan con inundar, socavar, disolver y desestructurar las fronteras del ego
individual.
Howard Sasportas
Las Doce Casas
Sea lo que fuere lo que tengamos en la casa
Doce, no esta allí para nuestro propio consumo: es frecuente que debamos y
podamos usar esas energías para ayudar o servir a otras personas.
Howard Sasportas
Lo mismo que en la Cuarta y
Octava casa, en la Duodécima se da también la capacidad de actuar de manera
encubierta o por razones que para los demás no son demasiado claras.
Howard Sasportas
Cualquier principio que se encuentre en la
Duodécima casa puede ser tanto nuestro sostén como nuestra ruina.
Howard Sasportas
La casa Doce contiene tanto
las semillas del futuro como los remanentes del pasado
Howard Sasportas
La casa Doce representa el
mar colectivo del cual todos emergemos.
Howard Sasportas
Cualquier energía que se dé en la casa Doce
está como en suspenso; la forma en que usemos ase principio puede ser el
determinante del grado de sufrimiento o de gozo que encontremos en la vida.
Howard
Sasportas
La Duodécima casa es el receptáculo del pasado
y de todo lo que yace debajo de la superficie de la conciencia: sentimientos,
pensamientos, imágenes de vidas pasadas. Es lo que nos ocultamos y ocultamos a
los demás, y lo que surge dentro de nosotros, amenazándonos y enriqueciéndonos,
cuando estamos solos... La Duodécima casa es un depósito dentro de nosotros, en
el que residen nuestros demonios y nuestros ángeles interiores. Primero
deberemos descender, a fin de ascender luego y tomar contacto con los ángeles,
fuentes de nuestra inspiración creadora, de nuestra espiritualidad y de las
expresiones más elevadas de amor y servicio a la humanidad.
Tracy Marks, pág. 15
Su Yo Secreto
La
Duodécima casa es tanto la del confinamiento como de la soledad, y puede
indicar tanto confinamiento voluntario como involuntario, en algún punto del
ciclo vital.
Tracy Marks
Su Yo Secreto
Tracy Marks
Su Yo Secreto
Los planetas que están en la Duodécima casa, al
igual que los planetas retrógrados, señalan energías que se vuelven más bien
hacia adentro que hacia fuera.
Tracy Marks
Si usted se interroga acerca de cuáles fueron
las prohibiciones que prevalecieron durante su niñez -las cuales eran puestas
en vigor de manera patente o latente- es probable que descubra que muchas de
ellas se relacionan con las energías de su Duodécima casa.
Tracy Marks, pág.
28-29
Su Yo Secreto
Se puede decir de cualquier
planeta emplazado en la casa doce que es un poderoso componente de la psique de
la familia, algo que no ha sido adecuadamente tratado. Para la persona que
tiene planetas en la casa doce, éstos pueden pasar de ser "enemigos
ocultos" a transformarse en "recursos ocultos", si es capaz de
llevarlos a la conciencia y aprender a trabajar con ellos. Pero esto implica
ponerse a trabajar con problemas psicológicos anteriores al propio nacimiento.
Liz Greene, pág. 107
Los Planetas Exteriores
El lado autodestructivo de la casa doce se
origina en la incapacidad, la renuncia, la falta de valor o lo que sea, que nos
impide integrar el material que esta casa guarda. Un planeta en la case doce es
como una espada de doble filo: nos permite matar dragones, paro con ella
también podernos suicidarnos.
Richard Idemon, pág. 243
Astrología de las Relaciones
La
casa doce es un gran armario psíquico, y si nos fijamos en ella veremos lo que
está oculto detrás de nuestra máscara. Como normalmente nos resistimos a
integrar o aceptar lo que hay en nuestra casa doce, tendemos a proyectar esas
características sobre otras personas, o bien, en nombre de la totalidad y la
integridad, las atraemos hacia nosotros por mediación del tipo de personas con
quienes establecemos relaciones (...) cualquier signo o planeta que esté en la
casa doce indica qué tipo de cosas tomamos o sacamos
del inconsciente colectivo. Como cualquier cosa que provenga de él tiende a
expresarse de manera arquetípica, mítica y exagerada, podríamos tener
dificultades para integrarla en la identidad de nuestro yo de todos los días.
Esta es otra razón por la cual los planetas emplazados en la doce (o el planeta
que rige el signo que está en esta cesa) representan a menudo energías o
características que proyectamos sobre los demás o que atraemos por medio de
alguien cercano a nosotros.
Richard Idemon, pág. 232
Astrología de las Relaciones
Los
planetas y signos de nuestra duodécima casa pueden señalar aquellas
experiencias que dan pábulo a nuestras ansiedades y temores más profundos,
vulnerables e inseguros en función de esas energías tememos que las viejas
heridas se estimulen, que nuestros egos dañados queden al descubierto, que el
sentido del ser que de fuera de control y sea dominado por partes nuestras que
nosotros y los demás condenamos y que podríamos condenar otra vez. Nuestro
represor interior -el guardián de la puerta de nuestra duodécima casa- nos
defiende ardientemente del dolor y de la ansiedad de volver a experimentar las
heridas de nuestra duodécima casa.
El Sol en nuestra duodécima casa teme
especialmente a la humillación, el quedar al descubierto y a la pérdida de la
autoestima. La Luna en nuestra duodécima casa siente terror a la ansiedad, la
vulnerabilidad y la dependencia. Mercurio es aquí sensible acerca de nuestras
aptitudes mentales y verbales; y Venus, acerca de nuestro apego al dinero y a
los bienes materiales, y a nuestra capacidad para dar
y recibir amor. Marte en nuestra duodécima casa se defiende contra experiencias
dolorosas que impliquen hacerse valer, ira, control de los impulsos, sexualidad
y capacidad física. Nuestro Júpiter teme la confrontación con nuestros modos de
ser en los que hay excesos, desenfreno sexual, esperanzas y expectativas,
creencias filosóficas y religiosas.
Saturno en nuestra duodécima casa teme la
incompetencia y la competencia en el trabajo, el aislamiento, el rechazo, el
abandono y la depresión. Urano está aquí inquieto en función de excentricidad,
inconformismo, inconfiabilidad y señales de locura o genialidad. Neptuno en la
duodécima casa teme dejar al descubierto sus muy arraigadas vulnerabilidades,
sus inspiraciones espirituales o creadoras, sus ideales y fantasías. Finalmente,
Plutón en nuestra duodécima casa se aterroriza ante sus oscuras energías
prístinas: sus deseos, pasiones, destructividad, afán de poder y preocupación
por la muerte.
Sólo podremos trascender estos temores reconociéndolos,
experimentándolos y haciéndoles frente. Unicamente si abrimos las heridas del
pasado podremos curarnos y descubrir nuestros recursos ocultos. Sólo podremos
desarrollar nuestros egos verdaderos experimentando la ansiedad de separarnos
de nuestros padres "internalizados" y negándonos a representar los
"libretos" del pasado. Entonces si, probablemente, haremos las paces
con nosotros mismos, pues sólo entonces tendremos los egos con los que podremos
hacer las paces.
Tracy Marks, págs 209-210-211
Su Yo Secreto
La duodécima casa significa
negativamente la desaparición de nuestros ideales sociales y de nuestras
esperanzas: un cuestionamiento personal sobre el significado de la vida.
Nuestros sueños e ilusiones, encarcelados, nos mantienen confinados hasta que
surgimos con una nueva visión, o somos obligados a retroceder, a oscuras,
entrando en un nuevo ciclo de esclavitud. O significa el capitulo final de un
periodo bien vivido y la transición hacia un nuevo nacimiento en un nivel
superior de la personalidad, cuyos cimientos habrán sido nuestra labor
altruista en favor de la sociedad y de nuestros amigos, inspirada como estaba
por ideales nobles y magnánimos.
Dane Rudhyar, pág.
196
Astrología de la Personalidad
Quien tiene planetas en la duodécima casa, se
siente enjaulado, encerrado y encarcelado por la vida terrena. Le es difícil
someterse a las normas del camino, y vivir de acuerdo con ellas. El enemigo
está dentro de esa persona. La opción, tan íntimamente vinculada con la
duodécima casa, es nuevamente: “Sirve o sufre”. Ahí hay que optar. Sólo
mediante servicio. y disolución de la voluntad personal, el individuo se verá
libre de usar negativamente cualquier energía en la duodécima casa.
Isabel M. Hickey, pág. 335
Astrología Espiritual
Un
posible efecto del hecho de tener uno o varios planetas en contacto con la casa
Doce es una especie de intrusión con ofrecimiento de ayuda. Es como si estas
personas usaran su capacidad de ayudar para ponerse a prueba a sí mismas, o
para proveerse de una cierta identidad. Para ser más precisos: al imponer su
ayuda a alguien tienen una buena ocasión de influir en los demás, de hacer que
les deban favores o de ponerlos en una situación de dependencia, todo lo cual
halaga su ego. A quienes reciben tales atenciones no les resulta fácil decir
qué es lo que está pasando, pero lo que verdaderamente se insinúa es suficiente
para que adivinen qué es lo que se oculta bajo la superficie. A este proceder
se lo tacha a veces de solapado, pero erróneamente, porque para la gente de la
casa Doce es difícil ver a través de su propio comportamiento si desde su niñez
han tenido que luchar con ambigüedades (como es el caso cuando las palabras de
quienes cuidaban de ellos eran desmentidas por sus actos), o si les falta confianza
en sí mismos debido a su situación o a la poca fiabilidad de los padres. Es
probable que necesiten años para recuperarse de ese mal comienzo, pero son
capaces de cambiar de verdad.
Karen Hamaker-Zondag, pág. 86-87
La Casa Doce
Karen Hamaker-Zondag, pág. 86-87
La Casa Doce
Un sentimiento de unidad con los demás es una
de las cualidades de la casa Doce que podemos emplear activamente con diversos
planetas cuando están allí emplazados.
Karen Hamaker-Zondag
La Casa Doce
La casa Doce se refiere al
aislamiento y la entrega, a la disolución de la personalidad.
Ultima en el círculo y
escondida detrás del Ascendente o comportamiento externo, la Casa XII simboliza
tanto los finales como los inicios. Es el final porque representa el sacrificio
que, eventualmente, se debe hacer de la personalidad consciente como una unidad
aislada. Desde un punto de vista más recóndito, representa el principio porque
se refiere a aquellas causas del pasado que, operando a partir del nacimiento y
por debajo del nivel consciente, nos arrastran a unas situaciones en las que
nos vemos obligados a perdernos y morir para renacer en la conciencia del
grupo.
Liz Greene, pág. 36
Saturno
Liz Greene, pág. 36
Saturno
“Cualquier
planeta situado en la Duodécima casa es difícil de llevar a la conciencia. Por
este motivo, las energías que emanan de la Casa XII pueden originar problemas
debido a nuestra ignorancia con respecto a la naturaleza de los planetas allí
situados y, es muy probable, que éstos problemas no podamos ni tan siquiera
“nombrarlos” por lo que difícilmente podremos nosotros solos resolverlos.”
F. S.
LA CASA DOCE
POR
KAREN HAMAKER ZONDAG
Se
puede decir que, con los planetas emplazados en la casa doce o en aspecto con
su regente, tenemos que tener en cuenta lo siguiente:
Podemos estar llenos (aunque no siempre) de
miedo o de culpa.
Puede resultarnos difícil expresar lo que
nosotros mismos representamos.
Podemos sentir que tenemos poco o nada que
ver con lo que estos planetas representan.
Tendemos a crear mecanismos de defensa contra
lo que estos planetas representan, o a tomar una actitud evasiva con respecto a
ellos.
Los factores implicados son puntos sensibles
o vulnerables.
Con
el fin de preparar el terreno de manera adecuada para el desarrollo de la casa
doce, podemos proceder de una de estas dos maneras:
A) Emplear (como técnica para descubrir la casa
Doce y llegar a conocerla) uno de los métodos mediante los cuales se comunica
el inconsciente. Entre otras cosas, la casa doce se vuelve activa en los
sueños, la meditación, la fantasía, la libre asociación de ideas y la
imaginación activa. Si queremos evaluar la importancia que tiene para nuestra
psique un planeta enlazado en la casa doce o en aspecto con su regente, podemos
emplear una o varias de estas técnicas. Como la fantasía y la imaginación
activa pertenecen a la casa doce, en teoría disponemos de un sinfín de métodos:
cuando la casa doce está abierta, podemos encontrar con facilidad nuestras
propias vías de acceso al inconsciente, y con gran frecuencia se nos ocurren
espontáneamente.
B) Aplicar a otros factores del horóscopo los
métodos empleados para acceder a la casa doce, a fin de encontrar los puntos
débiles de nuestro carácter mediante el lenguaje de los símbolos y de las
imágenes. Una vez conseguido esto, veremos cómo, sin que tengamos que recurrir
a la voluntad consciente o a la guía de nuestro yo, empiezan a brotar del
inconsciente soluciones creativas para los problemas que implican a estos otros
factores del horóscopo. Posiblemente serán soluciones que a la mente consciente
jamás se le habrían ocurrido o por las que no habría optado, incluso pueden ser
para ella una fuente de dudas. Pero si el contacto con el inconsciente es
sincero cuando consideremos el pasado veremos que la solución era perfectamente
sensata. Hemos de darnos cuenta de que al inconsciente no le preocupan las
cosas que para la mente consciente son importantes. Así pues, para la psique en
su totalidad, puede ser vital retroceder un paso en la vida si queremos
continuar funcionando de manera satisfactoria, aunque la mente consciente esté
pensando en avanzar. Quienes dejan hablar a la casa doce son más sensibles a
las necesidades de la totalidad de la psique, y están en mejor situación para
restablecer su equilibrio vital.
CITAS
Al
armonizar con la casa doce, añadimos otra dimensión a nuestra vida. Los que
aprenden a escuchar la voz interior llegarán a darse cuenta de que el papel de
la conciencia es relativo y el de los procesos inconscientes de importancia
vital para el desarrollo de la persona así como para un intercambio fructífero
entre la conciencia y el inconsciente. Este es el "Gran Hombre" que
hay en nosotros, el auténtico sí mismo, inagotablemente rico en riqueza
interior.
Llegar a entender la casa doce exige de
nosotros la capacidad de cambiar nuestra perspectiva y nuestra manera de
pensar. Quizá la mejor descripción que se pueda dar de ella sea decir que es
una casa de paradojas, en la cual lo imposible y los opuestos pueden ser
reconciliados en un nivel más profundo... o al menos eso parece.
Pág. 14
Incluso una
casa doce que no esté ocupada tiene un regente que puede decirnos mucho
sobre esta primera fase de la vida.
La
duodécima casa y su regente representan aquella parte de nuestra evolución que
no hemos llevado a cabo de forma consciente, pero que' sin embargo, mediante
una interacción inconsciente ha marcado poderosamente el desarrollo de la
personalidad y, por lo tanto, el crecimiento de la psique.
Pág. 21
Los
miedos relacionados con la casa doce tienen que ver con nuestras experiencias
más precoces, que generalmente provienen de una identificación inconsciente,
durante a primera infancia, con nuestros padres y, por mediación de ellos, con
el pasado colectivo de la humanidad. Pero también otras experiencias de esta
misma época, esquivas e inconscientes, pueden convertirse en factores
generadores de miedo y tener una influencia, a primera vista inexplicable, en
la personalidad y evolución del nativo y en su esfera de intereses.
Pág. 26
Los
daños males, privaciones, dificultades, tensiones y problemas semejantes,
debidos o no a fallos de los padres, se pueden ver (si se produjeron a
comienzos de la niñez) en la casa doce y en los aspectos que forma su regente.
Pág. 43
La
tranquilidad de la casa doce es principalmente una paz y un descanso
interiores.
Las
soluciones aportadas por el inconsciente y que afloran a la mente por obra de
la casa doce, muy frecuentemente destacan por su simplicidad y por algo que se
percibe como belleza.
De
todas las casas, la doce es la que menos afinidad tiene con la planificación y
la regulación. Posee su propio programa secreto, y nos sorprende con
sentimientos, emociones, deseos y circunstancias cuyo origen es inexplicable.
Los planetas natales conectados con la casa doce (ya sea que estén en ella o en
aspecto con su regente) nos dan siempre la sensación de que no podemos
controlar los, no los percibimos con claridad y no sabemos qué hacer con ellos.
Es decir que la casa doce es un problema y continuamente destruye nuestros
esfuerzos por tenerlo todo preparado de antemano.
Pág. 110
Debido
a su sensibilidad, los planetas emplazados en la casa doce y los que están en
aspecto con su regente tienden a hacer que nos volvamos hacia nuestro interior.
Pueden proporcionar una profunda comprensión intuitiva de todos aquellos
asuntos o procesos que nos abruman, y de todo lo que es colectivo y universal.
Pero allí donde es necesario dar a las cosas que estos planetas representan una
determinada forma en el mundo de lo concreto, es frecuente que, por lo menos al
principio, nos encontremos con problemas. Los planetas conectados con la casa
doce tienen mucho que aportar a nuestra vida externa, pero sólo después de que
hayamos superado ciertas dificultades y hayamos aprendido a adoptar una actitud
diferente.
Pág. 47
El
niño es siempre una ramita del árbol familiar, y la historia de la familia se
instala en algo que hay en él. En muchos casos, ese "algo" parece ser
la casa doce. Así pues, los planetas que la ocupan o que forman aspecto con su
regente pueden representar las luchas de los padres que fueron la consecuencia
de las luchas de sus propios padres (los abuelos del niño) y así sucesivamente.
Pág. 49
Un
resultado de los planetas emplazados en la casa doce o en aspecto con su
regente puede ser que, debido a la inseguridad y la falta de algo a qué
agarrarse con respecto a los factores que están en juego, el nativo corre el
riesgo de que fácilmente estos factores lo dañen o lo pongan nervioso, y opte
por refugiarse en su caparazón. Intentará, en la medida de lo posible, que
tales factores pasen inadvertidos, pero no se dará cuenta de que estará tan
callado y tan preocupado por ellos que a los demás la situación les resultará
muy frustrante.
Pág. 52
La
casa doce incluye todas aquellas adicciones que socavan la personalidad.
La casa
doce conoce todas las maneras de ayudarnos a escapar de nosotros mismos sin que
nos demos cuenta de ello. Esto explica por qué la inestabilidad y la inclinación
a aferrarse a ideas utópicas e impracticables o a otras formas de irrealidad
también pertenecen a la casa doce. Por su propia naturaleza, esta casa no
admite restricciones. Así pues, no importa que el individuo sea adicto al
autosacrificio, a la devoción ciega a cualquier tipo de "ismo" o a la
bebida; en el fondo de todo ello está el mismo proceso, es decir, la negación
de uno mismo debido a una falsa sensación de unidad.
Pág. 56
Las
emociones religiosas, la conciencia cósmica, la percepción extrasensorial, el
trabajo con energías y poderes psíquicos (todavía) inexplicables, con los
sueños, el hipnotismo, la meditación, el simbolismo, el mundo de los mitos, las
leyendas y los cuentos de hadas, la imaginación creativa y muchos otros temas.
Todo esto pertenece a la casa doce, y los planetas emplazados en ella y en
aspecto con su regente parecen ser importantes instrumentos para ello, lo cual
nos lleva a una faceta muy creativa de la casa doce: nos proporciona (al
principio, sólo como una posibilidad latente) los medios para añadir otra
dimensión a nuestra vida. O sea que incluso en épocas de adversidad podemos
encontrar, ya sea dentro o fuera de nosotros, la ayuda y el apoyo necesarios
para sobrevivir.
Pág. 57
En
la casa doce podemos encontrar no sólo la fase mítica del niño, sino también la
fase final de la vida intrauterina y posiblemente toda la fase embrionaria.
Si
en la casa doce, junto con los factores inconscientes de los padres, el entorno
inconsciente, etc., es posible encontrar las experiencias ocurridas durante los
últimos meses de vida intrauterina, entonces, y con cautela, podemos suponer
que de alguna manera el horóscopo funciona ya antes del nacimiento.
Pág. 60
Hay
una gran cantidad de energía escondida en los planetas emplazados en la casa
doce o que están en aspecto con su regente, esperando a que estos nativos
descubran lo que pueden y quieren hacer.
Pág. 85
Un
posible efecto de tener uno o varios planetas en contacto con la casa doce es
una especie de intrusión con ofrecimiento de ayuda. Es como si estas personas
usaran su capacidad de ayudar para ponerse a prueba a sí mismas, o para
proveerse de una cierta identidad. Para ser más precisos: al imponer su ayuda a
alguien tienen una buena ocasión de influir en los demás, de hacer que les
deban favores o de ponerlos en una situación de dependencia, todo lo cual
halaga a su ego. A quienes reciben tales atenciones no les resulta fácil decir
qué es lo que está pasando, pero lo que veladamente se insinúa es suficiente
para que adivinen qué es lo que se oculta bajo la superficie. A este proceder
se lo tacha a veces de solapado, pero erróneamente, porque para la gente de la
casa doce es difícil ver a través de su propio comportamiento si desde su niñez
han tenido que luchar con ambigüedades (como es el caso cuando las palabras de
quienes cuidaban de ellos eran desmentidas por sus actos), o si les falta
confianza en sí mismos debido a la poca fiabilidad de los padres. Es probable
que necesiten años para recuperarse de ese mal comienzo, pero son capaces de
cambiar la verdad.
Pág. 87
En
lo que se refiere a la casa doce, no importa tanto lo que uno hace como la
actitud que adopta cuando lo hace. Dejarse ir, estar preparado para sentir y
experimentar, entregarse a la atmósfera de la ocasión y estar dispuesto a
disfrutar de lo que ocurra, sin ir en pos del éxito ni de ningún resultado
determinado, son componentes importantes de esta, actitud, que paradójicamente
puede contribuir al éxito, pero éste viene por si solo; no es algo que se
logre.
Pág. 134
La
probabilidad de que nos aparezcan angustias y fobias (que son otros lados de la
casa doce) es mayor cuando el inconsciente está bloqueado que cuando mantiene
un intercambio fluido con la conciencia. Esto, sin embargo, no quiere decir que
por el hecho de trabajar con la casa doce estemos protegidos contra
depresiones, angustias y fobias. Incluso aquellos nativos que están más
abiertos a ella tienen problemas temporales. Además, desde el punto de vista teórico
es un error pensar que por hacer las cosas bien nos ganaremos la recompensa de
vernos, de forma más o menos inmediata liberados de la angustia. Esta puede ser
la idea que tenga la mente consciente de lo que debería suceder, pero no es lo
que piensa el inconsciente. Depresiones, angustias e incluso fobias crónicas
pueden ser señales con que el inconsciente nos advierte que dentro de nosotros
hay algo que quiere expresarse y que mantenemos fuera de nuestra conciencia. Es
probable que para la mente consciente esto no tenga sentido, pero para la
totalidad de la psique lo tiene, y es excelente.
No debemos cometer el error de juzgar a
quienes tienen una depresión o una fobia como si fuéramos Dios. Incluso las
depresiones o una serie de miedos y fobias son símbolos por cuya mediación la
casa doce intenta expresar algo, esta vez más bien en su calidad de
desmanteladora. Pero por mediación de la misma casa podemos tener acceso a
estos símbolos y aprender a entender por qué hemos tenido una experiencia
determinada.
Pág. 135-136
Un
resultado de los planetas emplazados en la casa doce o en aspecto con su
regente puede ser que, debido a la inseguridad y la falta de algo a qué
agarrarse con respecto a los factores que están en juego, el nativo corra el
riesgo de que fácilmente estos factores lo dañen o lo pongan nervioso, y opte
por refugiarse en su caparazón. Intentará, en la medida de lo posible, que
tales factores pasen inadvertidos, pero no se dará cuenta de que estará tan
callado y tan preocupado por ellos que a los demás la situación les resultará
muy frustrante (...) Cuando nuestra vulnerabilidad hace que nos resulte difícil
expresar abiertamente a los planetas que tenemos en la casa doce o en aspecto
con su regente, será más fácil que los expresemos indirectamente o de tal
manera que no implique ninguna relación persona (...) El interés por los demás
y la comprensión de sus penurias y sufrimientos producen trabajadores sociales
natos, siempre dispuestos a colaborar. Son personas
que generalmente sienten una gran necesidad de defender a los pobres, los
oprimidos y los marginados. Los trabajos benéficos, los servicios sociales, los
programas de desarrollo de conservación de la naturaleza y de protección de los
animales, la rehabilitación de drogadictos, la organización de hogares para los
desamparados, la ayuda a los refugiados y otras actividades de este tipo son
dominios en donde las personas que tienen la casa doce destacada pueden
sentirse en su elemento. En ellos podrán liberar las emociones que tan fácilmente
reprimen cuando las relaciones son personales. El hecho de saber que utilizan
su compasión en bien de los demás, y que la atención que brindan tendrá su
recompensa, puede ser un paso que lleve a estos nativos a fortalecer su
confianza en sí mismos. Con este estímulo, podrán expresar de un modo mejor y
más directo los factores representados por los planetas conectados con la casa
doce.
Pág. 53-54
La
casa doce es el armario cósmico, porque contiene el material que todavía no
está a punto para entrar en la conciencia, o bien que constituye una amenaza
para la máscara, para el Ascendente. De hecho, podemos comprobar que cuando
caemos en nuestra casa doce, cuando tenemos una vivencia de ese material
inconsciente que está suprimido en ella, la máscara se nos hace trizas, igual
como nos pasa cuando logramos entrar en la casa siete y entendemos
verdaderamente nuestras proyecciones.
Richard Idemon, pág. 242
El Hilo Mágico
Cualquier
energía que se dé en la casa Doce está como en suspenso; la forma en que usemos
ese principio puede ser el determinante del grado de sufrimiento o de gozo que
encontremos en la vida.
Howard Sasportas
Las Doce Casas
En
la Casa XII, la experiencia de estar mezclados con la vastedad de la psique
colectiva requiere una respuesta de agua. Se nos pide que soltemos esas cosas
por las que nos hemos identificado como individuos separados, para poder sentir
lo que siente la humanidad en su conjunto. La cocina de la Casa XII disuelve
los límites que nos costó tanto trabajo conseguir en la VI. Nos perdemos en la
experiencia de la unidad de la psique colectiva (...) La XII es la vida de la
psique colectiva, incluida su herencia del pasado. (...) la herencia ancestral,
que se extiende más allá de los padres, hasta las raíces nacionales, raciales y
religiosas de donde proviene la familias.
Liz Greene
Urano en la
carta natal, pág. 130-131
La
Casa XII se relaciona con la herencia, aunque en un plano muy sutil. pensamos
en la herencia como algo genético o material; no solemos hacerlo en términos de
herencia de dioses, de patrones arquetípicos o de conflictos psíquicos.
Liz Greene
Urano en la
carta natal, pág. 134
El poder que ser basa en la capacidad de utilizar las energías que se desprenden de los procesos sociales como a uno le dicta su voluntad y su imaginación, se generan en la décima casa; pero en la casa doce, hablando simbólicamente, nos encontramos definitivamente con lo que nos ha traído ese poder, directa e indirectamente, mediante la reacción de la sociedad a la forma en que hemos hecho uso de ese poder. Por ello, se llama a la casa doce, la casa del Karma.
Dane Rudhyar
Astrología y vida espiritual, página 163