“¿Mi credo? Yo diría que consiste en “vivir plenamente”.
Esto es algo que la mayoría de nosotros no hacemos hasta que hemos estado a las
puertas de la muerte. Yo lo he estado. Me parece como si lo que me queda de
vida ya no fuera realmente mío, sino prestado; y a veces esa sensación me lleva
a hacer cosas tontas. Veo un ramo de flores, por ejemplo, y se me forma un nudo
de emoción en la garganta. El corazón se me llena de gratitud a Dios, por el
privilegio de seguir viviendo para disfrutar de ello. Si se ve un pájaro, un
árbol, el milagro del nacimiento, ¿cómo puede negarse la existencia de Dios?
Por dondequiera que se mira se encuentra lo eterno de la vida.
Todos los inviernos veo los campos
desnudos y luego, en la primavera, contemplo cómo florecen en la más seductora
explosión de verde lozanía. ¿Lo eterno de la vida? ¿Qué duda cabe?”
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