“A medida que se va
acercando a la gran ciudad industrial, el arroyo se llena de impurezas.”
Élisée Reclus
"A todos los arroyuelos visibles e invisibles que descienden de barrancos y vallecillos hacia el arroyo principal, se unen aún a centenares infinidad de pequeñas fuentes y venas de agua, todas diferentes por el aspecto y el paisaje de las piedras, los zarzales, arbustos o árboles que las rodean, diferenciándose también por la cantidad de sus aguas y por la oscilación de su nivel, según los meteoros y las estaciones del año."
Élisée Reclus
"Actualmente me alegro de volver a encontrar el «gran agujero» y hasta me atrevo a descender por él aunque para ello tenga que asustar a los animales que se refugian en su maleza. Pero en otro tiempo, ¡con qué horror mirábamos, cuando niños todavía, se cruzaba en nuestro camino este siniestro pozo en cuyo borde se detenía el arado! Una noche tranquila, de hermosa luna, tuve que pasar solo cerca del sitio terrible. Aun tiemblo al recordarlo. El abismo me miraba, me atraía; mis rodillas se doblaban desobedeciendo mi esfuerzo y los tallos de los arbustos avanzaban para arrastrarme hacia la negra boca. Pasé, sin embargo, golpeando con mis pies el suelo cavernoso y ocultando el pavor que me invadía; pero detrás de mí un gigante inmenso, formado de vapor, surgió inmediatamente: se inclinó para cogerme y el murmullo del abismo resonó en mi oído durante largo rato como risa de odio ó de triunfo.
Ahora ya lo sé; ese abismo es una sima que sirve de respiradero al arroyo, y el sordo ruido que de ella sale es el que produce el agua chocando con las piedras. En una época no conocida, mucho antes que fueran redactados por el notario del país los primeros documentos de propiedad, uno de los asientos de las rocas que forman el valle subterráneo se hundía en el lecho del arroyo; luego, las tierras, faltas de base, fueron gradualmente arrastradas hacia el llano; poco a poco el gran agujero se fue abriendo, y las aguas, corriendo por sus declives, le dieron la forma de un embudo casi regular. Los campesinos de la comarca que pasan con frecuencia cerca de él, le llaman el Bebe-todo, porque bebe en efecto, todas las lluvias que podrían fertilizar los campos. El agua caída en la llanura que la tierra se niega a embeber, corre hacia el agujero en pequeñas corrientes, coloreadas por la arcilla, para reaparecer luego en la fuente, cuya cristalina pureza enturbia durante algunas horas.
La sima que me asustaba en mi infancia, no es la única que se ha abierto sobre las galerías profundas. Siguiendo la parte más baja, determinada por una especie de repliegue del suelo en la llanura, se pasa por cerca de otras cavidades que indican a los transeúntes el curso interior de las aguas. Estas cavidades son diferentes en forma y dimensiones. Algunas son enormes pozos donde desaparecerían enormes ríos; otras son simples depresiones del suelo, especies de nidos bien tapizados por el césped, donde en los hermosos días de otoño se puede gozar de las tibias caricias del sol, sin temor al aire que pasa silbando sobre las hierbas secas del llano. Algunos de esos agujeros se obstruyen y se llenan gradualmente; pero hay otros que se ensanchan y se ahondan de año en año visiblemente. Algunas aberturas que nos parecían refugio de serpientes, en las que no hubiéramos metido la mano por temor a ser mordidos, eran un principio del abismo; las lluvias y los derrumbamientos interiores las han ensanchado tanto, que muchas de ellas son hoy principios con declives de roja arcilla, surcados por la corriente de las aguas. De estos pozos naturales, los más pintorescos son los más alejados del nacimiento de la fuente. Donde se encuentran éstos, el llano, cuyo plano es ya más desigual, termina bruscamente al pie de una muralla rocosa, al lado de la cual se abre un valle que lleva sus aguas a un río lejano. Las rocas levantan hasta el cielo sus bellos frontis dorados por la luz; pero sus bases están ocultas por un bosquecillo de encinas y castaños; gracias a la verdura y variedad del follaje, el contraste demasiado duro que formaría la abrupta pared de las rocas con la superficie horizontal del llano, aparece suave. En el paraje más espeso del bosque, es donde se encuentra el abismo. Sobre sus bordes, algunos arbustos inclinan sus tallos hacia la superficie azul, que se ve por entre las ramas de la encina; sólo un abedul deja caer por encima de la sima sus ramas delicadas. Al llegar a estos parajes es preciso tomar algunas precauciones, porque el suelo está demasiado accidentado y los pozos no tienen ningún brocal como los que construyen los ingenieros. Avanzamos lentamente arrastrándonos bajo las ramas; luego, tendidos sobre el vientre, apoyando la cabeza en nuestras manos, dirigimos nuestra mirada hacia el vacío."
Élisée Reclus
El arroyo
"Así, para resumir, nuestra finalidad política en cada nación particular es la abolición de los privilegios aristocráticos y en la tierra entera es la fusión de todos los pueblos. Nuestro destino es llegar a ese estado de perfección ideal en que las naciones no tendrán ya necesidad de hallarse bajo la tutela de un gobierno o de otra nación; es la ausencia de gobierno, es la anarquía, la más alta expresión del orden. Los que no piensan que la tierra pueda un día prescindir de la autoridad, esos no creen en el progreso, esos son reaccionarios."
Élisée Reclus
Élisée Reclus
“Como el cazador que
habla de los interesantes hechos del chacal y el jabalí, el pescador se exalta
contando las finezas de la carpa y las astucias de la trucha, respetándolos
casi como adversario, los combate con hábil juego y se irrita contra los
indignos sujetos que destruyen la raza.”
Élisée Reclus
“Con sus largos remos,
parecidos a poderosas aletas, se producen remolinos en cada lado de la barca y
se hace caer como lluvia de perlas las gotas sobre la superficie del agua; a
voluntad se abre el líquido en surcos espumosos, y detrás se deja una larga
estela donde vibra la luz serpenteando.”
Élisée Reclus
"Cuanto a los desmoronamientos de menor importancia, a esas caídas de rocas que, sin transformar aparentemente el aspecto de la comarca, no dejan de destruir los pastos, ni de aplastar a los pueblos con sus habitantes, no necesitan los montañeses que se los describan; desgraciadamente, hartas veces han presenciado tan terribles sucesos. Generalmente lo suelen conocer por anticipado. El impulso interior de la montaña que trabaja, hace vibrar incesantemente a las piedras en toda la pared; guijarros medio arrancados se separan primeramente y ruedan saltando a lo largo de las pendientes; masas de mayor peso, arrastradas a su vez, siguen a las piedras, dibujando como ellas poderosas curvas en los espacios; después les toca a lienzos enteros de roca; todo lo que debe derrumbarse rompe los lazos que lo unían al sistema interior de la montaña, y de pronto espantoso granizo de peñascos cae sobre la llanura estremecida. El estrépito es inenarrable; parece la lucha de cien huracanes. Hasta en mitad del día, los trozos de roca, mezclados con polvo, tierra vegetal y fragmentos de plantas, obscurecen completamente el cielo. Y a veces, siniestros relámpagos producidos por peñascos que dan unos contra otros, brotan de las tinieblas. Después de la tempestad, cuando la montaña no desprende ya sobre la llanura rocas quebradas, cuando la atmósfera ha aclarado otra vez, los habitantes de los campos respetados se acercan a contemplar el desastre. Casas y jardines, cercados y pastos han desaparecido bajo el horroroso caos de piedras: allí duermen también el sueño eterno amigos y parientes. Unos montañeses me contaron que, en su valle, una aldea destruida dos veces por esos aludes de piedras, ha sido edificada por tercera vez en el mismo sitio.
Los habitantes habrían querido huir de allí y elegir ancho valle para su morada; pero ningún pueblo vecino quiso acogerlos ni cederlos tierras; han tenido que permanecer bajo la amenaza de las rocas suspendidas. Todas las noches algunas campanadas les recuerdan los pasados terrores y les advierten la suerte que quizá les cabrá durante la noche.
Muchas rocas desplomadas que se ven en medio de los campos tienen leyendas terribles; otras hay cuya presa se les escapó. Uno de esos enormes peñascos, inclinado, y con la base arraigada por todas partes en el suelo, se yergue junto al camino. Al admirar sus soberbias proporciones, su potente masa, la finura de su grano, experimentaba yo cierto espanto. Una veredilla que se apartaba del camino, iba derecha hasta el pie de una piedra formidable. Allí cerca estaban amontonados restos de vajilla y de carbón; la valla de un jardín se paraba bruscamente en la roca, y acirates de legumbres, medio invadidos por la hierba, rodeaban un lado de la enorme masa.
¿Quién había escogido tan caprichoso lugar para establecer allí un jardín y para abandonarlo luego? Poco a poco fui comprendiéndolo. El sendero, la pila de carbón, el jardín habían pertenecido a una casuca aplastada entonces bajo la roca. Supe más tarde que durante la noche del derrumbamiento dormía un hombre solo en aquella casa; le despertó sobresaltado el estrépito del peñasco, bajando de punta en punta por la montaña, y salió escapado por la ventana para buscar abrigo detrás del ribazo del torrente; apenas había dejado su habitación, cuando el enorme proyectil se desplomaba sobre la cabaña y la hundía algunos metros en el terreno, bajo su peso. Desde su afortunada fuga, reconstruyó el hombre su choza, cobijándola confiadamente en la base de otra roca desprendida del muro formidable."
Élisée Reclus
La montaña
"Demasiado político para preguntarme el objeto de mi paseo, se apresuró a prevenir mi curiosidad refiriéndome cómo había venido a establecerse en un rancho perdido en medio de las selvas. Habiendo heredado, hacía algunos meses apenas, un territorio de muchas leguas cuadradas, el señor Collantes, inspirado repentinamente, había tomado la resolución, bien extraña a los ojos de sus amigos, de ir a cultivar una parte de su vasto dominio. Eligiendo cerca del camino de Minca, una cañada abundantemente regada y desprovista de grandes árboles, hizo poner fuego por muchos puntos a la vez, y el incendio propagándose con rapidez en los altos matorrales, formó bien pronto un extenso claro en el cual se veían esparcidos algunos troncos ennegrecidos. Dos o tres días bastaron para que el rancho se levantara en medio de las cenizas; la hamaca fue suspendida en él; y Collantes se instaló allí como en un trono.
Sin variar su posición horizontal, vigilaba con un solo golpe de vista los trabajos agrícolas e indicaba con un gesto en qué parte de la cañada o de las colinas inmediatas debía sembrarse el tabaco, plantar las plataneras o las cañas de azúcar. Comía con sus peones, bebía con ellos el jengibre o el café y jamás dejaba, aun antes de lo fuerte del calor, de llamarlos para la gran siesta. Cada tres o cuatro días, un peón iba a la ciudad a buscar los periódicos, las cartas y las provisiones; una vez por semana, recibía la visita de algún amigo o extranjero que iba a Minca. Verdadero filósofo el anciano, no pedía más para ser dichoso."
Élisée Reclus
Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta
“Desgraciado del que
se desorientara en el laberinto infinito de las grutas paralelas y ramificadas
que suben y bajan; tendría que tomar la resolución de sentarse sobre un banco
de estalagmitas, y contemplar cómo su antorcha se apagaba lentamente, lo mismo
que su vida, si tenía bastante resignación para no morir desesperado.”
Élisée Reclus
“El aire está tan
cargado de humedad, que basta cerrar los ojos para hacerse la ilusión de que se
está a la orilla de un arroyo, cuyas tranquilas aguas corren silenciosas.”
Élisée Reclus
“El arroyo que yo he
visto salir a la luz, tan limpio y alegre en el manantial, no es ahora más que
una alcantarilla, en la que toda una ciudad arroja sus desechos.”
Élisée Reclus
“El caminante que sube
a una montaña se vuelve dueño de sí mismo y responsable de su propia vida: no
está sometido a los caprichos de los elementos como el navegante aventurero
sobre los mares; menos aún como el viajero transportado en ferrocarril, simple
carga humana facturada, etiquetada, controlada y expedida a hora fija bajo la
vigilancia de un empleado uniformado.”
Élisée Reclus
“El caudal entero del
río no es otra cosa que el conjunto de todos los arroyos, visibles o
invisibles, sucesivamente absorbidos.”
Élisée Reclus
“El efecto de la nieve
es admirable, sobre todo durante los días sin sol, cuando el azul del cielo
está enteramente velado por las nubes y hasta adquiere un tono obscuro por su
contraste con la superficie de la tierra, cubierta de resplandeciente
blancura.”
Élisée Reclus
“El hombre es la
naturaleza que toma conciencia de sí misma.”
Élisée Reclus
“El misterio que para
nosotros rodeaba al viejo molino, no envolvía a la gigantesca fábrica, situada
bastante más abajo, en la llanura, donde el arroyo ha recibido ya a todos sus
afluentes.”
Élisée Reclus
“El peligro les
amenaza a cada instante, y si muchas veces salvan su vida, no es más que por la
fuerza, la agilidad y un continuo heroísmo.”
Élisée Reclus
“El trabajo es
indispensable para quien desea gozar del reposo, lo mismo que el recreo
cotidiano es necesario al obrero para renovar sus fuerzas.”
Élisée Reclus
“El tronco gime por la
mordedura del acero, y su lamento se repite de árbol en árbol por todo el
bosque, como si participaran de su dolor y comprendieran que el hacha se
volverá contra ellos también.”
Élisée Reclus
“En sus viajes de
conquista a través del mundo, los árabes, deseosos de crearse una patria en
todas las comarcas a donde les llevaba el amor de conquista y el fanatismo de
la fe, intentaron crear por doquier pasaban pequeños oasis.”
Élisée Reclus
“Entre los
innumerables arroyos que corren por la superficie de la tierra y se precipitan
en el mar o se reúnen para formar grandes ríos, éste, cuyo curso vamos a
seguir, no tiene nada que particularmente atraiga la atención de los hombres.”
Élisée Reclus
“¿Es acaso el mar con
sus aguas pobladas de vidas, con sus playas, que fueron los primeros caminos
empleados por el hombre, y su superficie infinita excitando en el bárbaro el
deseo de recorrerla de una a otra orilla?”
Élisée Reclus
“Estudiado en
conjunto, el arroyo se desvía a un lado y a otro como las gotas que lo
componen. Su masa, contenida por una piedra o un tronco de árbol que obstruye
su lecho, se desvía un poco y va a chocar contra una orilla.”
Élisée Reclus
“¡Extraño contraste el
de las cosas! Para los que habitan el oasis es este un presidio; para los que
lo divisan de lejos o lo ven sólo con la imaginación, es un paraíso.”
Élisée Reclus
“Guiado por el
ingeniero, el movimiento torpe del agua sigue la dirección que se le traza, y
se la ha distribuido por las más finas pinzas y delicadas brochas, igual que
por los más fuertes engranajes de la poderosa máquina.”
Élisée Reclus
“Hasta en la temporada
en que la naturaleza se muestra más avara de sus riquezas, el arroyo nos encanta
por su nuevo aspecto.”
Élisée Reclus
"(...) Hay pescadores que parecen fascinar el pescado, atraerlo irresistiblemente. El público desocupado que los contempla, cree que ejercen una especie de magnetismo sobre su presa como la culebra sobre las ranas; hasta cuentan que truchas y carpas, arrastrados a su pesar, van a morder el fatal anzuelo. No es así, sin embargo, sino a fuerza de ciencia como esos pescadores han llegado a ser para nosotros especies de magos ordenando a sus víctimas la marcha en procesión hacia su anzuelo."
Élisée Reclus
Élisée Reclus
“La anarquía es la más
alta expresión del orden. Para que el socialismo llegue a su perfecta
expresión, es preciso que salvaguarde al mismo tiempo los derechos del
individuo y los derechos colectivos. El hombre no es un accidente sino un ser
libre, necesario y activo, que, ciertamente, se une con sus semejantes pero no
se confunde con ellos.”
Élisée Reclus
“La evolución es el
movimiento infinito de cuanto existe, la transformación incesante del universo
y de todas sus partes desde los orígenes eternos y durante el infinito del
tiempo.”
Élisée Reclus
“La fábrica, desde
luego, es una enorme construcción que, lejos de estar rodeada de árboles, se
levanta en medio de un espacio desnudo casi a la altura de las colinas
cercanas. Al lado del edificio, una chimenea parecida a un obelisco, se eleva a
más de diez metros sobre el edificio y parece aún prolongarse hacia el cielo
por las negras columnas de humo que de ella salen.”
Élisée Reclus
“La fuente más alta y
el césped que la rodea son el paraje más delicioso de todas las montañas.”
Élisée Reclus
“La historia de las
naciones nos enseña cómo la fuente y el arroyo han contribuido directamente al
progreso del hombre más que el océano, los montes y toda otra parte del gran
cuerpo del planeta que habitamos. Costumbres, religiones, estado social,
dependen, sobre todo, de la abundancia de aguas corrientes.”
Élisée Reclus
“La incesante batalla
por la vida, que nos ha hecho enemigos del animal de los prados y del pájaro
del cielo, excita también nuestros instintos contra los habitantes del arroyo.”
Élisée Reclus
“La línea recta es una
pura abstracción del espíritu, otra quimera como el punto matemático, que no
existe más que para los geómetras.”
Élisée Reclus
“La tierra, por la
magnificencia de sus horizontes, las frescuras de sus bosques y la pureza de
sus fuentes, ha sido y continúa siendo la gran educadora y no ha cesado de
llamar a las naciones a la armonía y a la conquista de la libertad.”
Élisée Reclus
“Las compilaciones que
contienen los diarios de viaje de los miembros de las diversas sociedades son
incontestablemente obras donde se encuentran las más apreciables reseñas sobre
las rocas y los hielos de las altas montañas de Europa y los más bellos relatos
de ascensiones.”
Élisée Reclus
“Las corrientes, las
cascadas y los saltos, son los grandes fenómenos de la vida del arroyo. No
siendo todavía bastante fuerte para regularizar completamente la inclinación de
su lecho, y minar las bases de la roca, arrasar los salientes de la piedra y
reducir a polvo los cantos esparcidos, tiene el arroyo que salvar estos
obstáculos saltando por encima o escaparse por los lados.”
Élisée Reclus
“Las corrientes son el
bosquejo de las cascadas donde toman estas su ímpetu, para detenerse luego y
precipitarse después.”
Élisée Reclus
“Lo mismo que el
hombre, considerado aisladamente, la sociedad en conjunto puede compararse con
el agua que corre. A todas horas, en todos los instantes, un cuerpo humano, una
simple milmillonésima parte de la humanidad se rinde o se disuelve, mientras
que por otra parte sale un niño de la inmensidad de las cosas, abre sus ojos a
la luz y se convierte en ser pensante.”
Élisée Reclus
“Los buenos curas se
ven obligados a echarse fuera de la Iglesia para encontrar un asilo entre los
profanos, es decir, entre los confesores de la fe nueva, entre nosotros,
anarquistas y revolucionarios, que vamos hacia un ideal y que trabajamos
gozosamente en su realización.”
Élisée Reclus
“Los espectros del
hambre y la miseria se levantan tras nosotros, y para evitar que nosotros y
nuestras familias seamos presas de sus terribles garras, corremos todos tras la
fortuna, aunque la hayamos de conquistar, directa o indirectamente, en
detrimento de nuestros semejantes.”
Élisée Reclus
“Los viajeros nos
cuentan que esas aguas calientes edifican verdaderos palacios, ciudadelas y
murallas de algunos kilómetros de longitud. Blancos como el alabastro, los
pilares y basamentos crecen incesantemente por el depósito de las cascadas
susurrantes que poco a poco ocupan la llanura.”
Élisée Reclus
“No habrá tranquilidad
en el mundo, ni equilibrio inestable en la sociedad, mientras los hombres,
condenados en número infinito a la miseria, no tengan todos, después de la
diaria tarea, un momento de descanso para regenerar el vigor y mantenerse así
con la dignidad de seres libres y pensantes.”
Élisée Reclus
“No nos es posible
tener un ensueño de felicidad, sin imaginarnos inmediatamente que flotamos con
seres queridos en una barca que surca las aguas impelida por remos que se
sumergen acompasadamente.”
Élisée Reclus
"¿No nos ofrecen las montañas en un espacio pequeño un resumen de todas las bellezas de la Tierra? Los climas y las zonas de vegetación se escalonan en sus pendientes: en ellas se puede abrazar en una sola mirada los cultivos, los bosques, las praderas, los hielos, las nieves, y cada tarde la luz agonizante del sol da a las cimas un aspecto maravilloso de transparencia. En nuestros días ya no se adora a las montañas, pero al menos aquellos que las conocen las aman con un amor profundo."
Élisée Reclus
“No se concibe nuestra
victoria personal sin obtener por medio de ella al propio tiempo una victoria
colectiva; nuestra ansia de dicha no puede satisfacerse sino con la dicha de
todos, porque la sociedad anarquista, muy lejos de ser una corporación de
privilegiados, es una comunidad de iguales, y será para todos una dicha
inmensa, de la cual no podemos actualmente formarnos una idea.”
Élisée Reclus
“Nuestra meta es
llegar al estado ideal de perfección en donde las naciones ya no tengan que
someterse a los designios del gobierno o de otra nación; lo que implica
ausencia de gobierno, anarquía, la más alta expresión del orden. Aquellos que
no creen que la tierra pueda prescindir de autoridad, no tienen fe tampoco en
el progreso.”
Élisée Reclus
“Nuestro sitio
predilecto era una pequeña isla en la cual podíamos entrar, bien pasando por el
molino, construido transversalmente sobre el arroyo, o resbalándonos a lo largo
de una estrecha cornisa construida en forma de acera en el exterior de la casa;
allí estaban las palas y adonde el molinero iba a regularizar la marcha del
agua.”
Élisée Reclus
“Para saborear todo
cuanto ofrece de delicioso un paseo por la orilla del arroyo, es preciso que el
derecho de la pereza haya sido vencido con el trabajo y que el espíritu cansado
tenga necesidad de adquirir nuevo aliento contemplando la naturaleza.”
Élisée Reclus
“Por eso el humilde
molino, aun cuando su base esté carcomida y sus paredes pobladas de plantas
parásitas, me inspira veneración; gracias a él, millones de seres humanos no
están ya tratados como bestias de carga; han podido erguir la cabeza y ganar en
dignidad al mismo tiempo que en felicidad.”
Élisée Reclus
“¡Qué recuerdo más
encantador conservamos del pequeño molino de nuestra aldea! Estaba medio
oculto, y tal vez lo esté todavía, en un nido de grandes árboles, álamos,
chopos, nogales y sauces.”
Élisée Reclus
"Si el capital, sostenido por toda la liga de los privilegiados, conserva su fuerza poderosa, pronto seremos esclavos de sus máquinas, simples cartílagos adhiriendo los engranajes a los ejes de hierro o acervo Si a los ahorros reunidos en las cajas de los banqueros se añaden sin cesar los nuevos despojos llevados a cabo por individuos responsables solamente ante el libro de caja, inútil es hacer llamamientos a la piedad, porque nadie oirá nuestras quejas. Contra el tigre le es posible a la víctima alguna defensa: contra los libros de banca, ninguna; sus fallos no admiten apelación; los hombres y los pueblos mueren aplastados por el peso de esos archivos cuyas páginas silenciosas nos relatan con cifras la obra inhumana que ellos representan.
Nosotros, durante nuestra vida, ya bastante larga, hemos visto sucederse las revoluciones políticas y podemos hacernos una perfecta idea del cambio incesante que sufren las instituciones basadas en el ejercicio del poder. Hubo un tiempo en que la palabra República nos producía delirios de entusiasmo; nos parecía que este término estaba compuesto de mágicas sílabas, y que el mundo se renovaría el día en que se pudiera pronunciar en alta voz en las calles y plazas. ¿Y quiénes eran los que ardían de ese amor místico por el advenimiento de la era republicana y veían con nosotros, en ese cambio exterior, la inauguración de todos los progresos políticos y sociales? Pues los mismos que actualmente gozan de prebendas y de excelentes colocaciones y adulan con interesada amabilidad a los asesinos de los armenios y a los grandes capitalistas. Yo no puedo creer que en aquellos tiempos, ya lejanos, todos los que ahora han medrado fueran refinados hipócritas. Algunos había, sin duda, que husmearían el aire para orientar su barca; pero la inmensa mayoría eran sinceros; sentían el fanatismo de la República y aclamaban de todo corazón la trilogía Libertad, Igualdad y Fraternidad; y al día siguiente al de la victoria aceptaban con sencillez las funciones retribuidas con la firme esperanza de que su entusiasmo por la causa común no decaería jamás. Algunos meses después, cuando estos mismos republicanos estaban en el poder, otros republicanos se arrastraban penosamente por las calles de Versalles, andrajosos y doloridos, entre dos filas de soldados. La multitud les insultaba, les escupía la cara; y ¡en esta multitud de odiosas figuras, los cautivos veían a sus antiguos compañeros de lucha, de ideas y esperanzas!"
Élisée Reclus
Evolución, Revolución y Anarquismo
“Si los oprimidos no
hubieren tenido donde templar las energías y crearse un alma fuerte
contemplando la tierra y sus grandes paisajes, la iniciativa y la audacia
hubieran muerto ha muchos siglos. Todas las cabezas se hubieran inclinado ante
unos cuantos déspotas y todas las inteligencias hubieran caído en una
indestructible red de sutilezas y mentiras.”
Élisée Reclus
“Sí, todas esas
criaturas esclavas de la costumbre, portavoces de la rutina, son un ejército
temible por su número: esa es la materia humana que constituye las mayorías, y cuyos
gritos, sin pensamiento, resuenan y llenan el espacio cual si representasen una
opinión.”
Élisée Reclus
“Tarde o temprano las
edades heroicas de la exploración de las montañas acabarán, como las de la
exploración de la llanura, y el recuerdo de los trepadores famosos se
convertirá en leyenda.”
Élisée Reclus
"Todos los objetos adquieren formas fantásticas: cualquier orificio practicado en la roca se nos antoja un abismo; la convexidad insignificante que aparece en la regularidad de la bóveda adquiere las proporciones de un monte derribado; las concreciones calcáreas entrevistas aquí y allá toman el aspecto de monstruos enormes; un murciélago que vuela, cualquier cosa que se desprende, nos produce un extremecimiento de horror. No es esto el palacio encantado, rico y espléndido que nos describe el poeta árabe de las -Mil y una noches-; es, al contrario, un antro sombrío y siniestro, un lugar terrible."
Élisée Reclus
“Trasladémonos con la
imaginación a los futuros tiempos de la irreligión consciente y razonada.”
Élisée Reclus
“Una pequeñita
corriente ha cavado el enorme foso, ha abierto esas profundas hendiduras a
través de la arcilla y la dura roca, ha esculpido las gradas de sus pequeñas
cascadas, y por los hundimientos de tierra ha formado esos amplios círculos en
sus orillas.”
Élisée Reclus
“¡Y cuán grande es
también la diversidad de las cascadas! Yo conozco una, encantadora entre todas,
que se oculta bajo las flores y el follaje.”
Élisée Reclus