“Cree que todas las
cárceles son crueles e inadecuadas, y que de acuerdo con la Octava Enmienda,
todos los presos deberían ser puestos en libertad. Afortunadamente, ahora forma
parte de una minoría, una decreciente minoría.”
John Grisham
“Cuando los testigos
se inventan mentiras, suelen olvidar las cuestiones más obvias. Y lo mismo les
ocurre a sus abogados. Se obsesionan tanto con el engaño que siempre se les
pasa por alto algún detalle.”
John Grisham
“Él ya había hecho
carrera y cosechado triunfos, pero no sabía asimilar el éxito, y éste sólo le
había reportado sufrimiento, arrojándolo al arroyo.”
John Grisham
“En temas delicados se
mostraba indeciso y recibía ataques de ambos bandos. Los republicanos estaban
avergonzados. Los demócratas olían sangre. El presidente ejerció toda la
influencia de la que fue capaz y se le confirmó en el cargo, gracias a un voto
sumamente indeciso.”
John Grisham
“Era neutral en cuanto
a la religión, escéptico respecto a la libertad de expresión, simpatizaba con
quienes protestaban contra los impuestos, sentía indiferencia para con los
indios, temía a los negros, era duro con los pornógrafos, blando con los
delincuentes y bastante persistente como protector del medio ambiente.”
John Grisham
“Es asombroso cómo
crecen las mentiras. Uno empieza con una pequeña mentira que parece fácil de
ocultar, pero de pronto se encuentra acorralado y cuenta otra. Luego otra. Al
principio la gente le cree a uno, reacciona de acuerdo con las mentiras, y a
uno se le ocurre que ojalá hubiera contado la verdad.”
John Grisham
“Estoy solo y
desarmado, asustado y sin experiencia, pero me acompaña la razón.”
John Grisham
“Hay personas con más
valor que cerebro.”
John Grisham
"La gente de las montañas y los mexicanos llegaron el mismo día. Era un miércoles de principios de septiembre de 1952. Los Cardinals iban cinco juegos por detrás de los Dodgers, con solo tres semanas por delante, de modo que la temporada parecía irremisiblemente perdida. Sin embargo, el algodón llegaba a la altura de la cintura de mi padre —lo cual significaba que a mí me sobrepasaba la cabeza—, y de vez en cuando se los podía oír, a él y a mi abuelo, a la hora de la cena, murmurando palabras que no se escuchaban a menudo. Podía ser una «buena cosecha».
Eran agricultores, hombres que solo se entregaban al pesimismo cuando hablaban del tiempo y las cosechas, de si hacía demasiado sol o llovía en exceso, del peligro de las inundaciones de las tierras bajas, de los precios, cada día más altos, de las semillas y los fertilizantes o de la inestabilidad de los mercados. En el más perfecto de los días, mi madre solía decirme en voz baja: «No te preocupes, los hombres encontrarán algo de qué quejarse».
Pappy, mi abuelo, estaba preocupado por el precio de la mano de obra cuando fue a buscar a la gente de las montañas. Se les pagaba por cada cincuenta kilos de algodón recogidos. Según él, el año anterior, la tarifa había sido de dólar y medio por cada cincuenta kilos; pero había oído rumores de que un plantador de Lake City estaba ofreciendo un dólar sesenta.
Aquello le rondaba la cabeza mientras íbamos con el camión al pueblo. Nunca hablaba mientras conducía y, según mi madre, quien tampoco era una gran conductora, se debía a que le daban miedo los vehículos motorizados. Su camión era un Ford de 1939 que, aparte del viejo tractor John Deere, constituía nuestro único medio de transporte. Eso no representaba ningún problema salvo los domingos, cuando íbamos a la iglesia, y mi madre y mi abuelo se veían obligados a apretujarse en la cabina, vestidos con su mejor ropa, mientras mi padre y yo viajábamos en la caja, envueltos en una nube de polvo. Los sedanes modernos eran muy escasos en nuestra Arkansas rural.
Pappy conducía a cincuenta y cinco kilómetros por hora. Según su teoría, todos los vehículos tenían una velocidad óptima a la que circulaban con la máxima eficiencia, y, mediante un indescifrable método de su invención, había llegado a la conclusión de que su viejo camión debía circular a dicha velocidad. Mi madre decía —me decía— que eso era una tontería y también que, en una ocasión, mi padre había discutido con el abuelo sobre si debían ir más deprisa. Pero mi padre no se sentaba al volante a menudo, y las raras veces que lo hacía en su compañía no pasaba de cincuenta y cinco por respeto hacia Pappy. Mi madre comentaba que sospechaba que mi padre iba mucho más deprisa cuando estaba solo."
John Grisham
La granja
“La teoría era simple:
si alguien era capaz de reunir un montón de dinero, con toda certeza merecía
ser senador de los Estados Unidos.”
John Grisham
“La vergüenza, sin
embargo, era un sentimiento que había abandonado a Nate hacía años. Los adictos
no la conocen. Se deshonran tantas veces que acaban inmunizándose contra ella.”
John Grisham
“No me siento
estúpido, simplemente inadecuado. Después de tres años estudiando Derecho, soy
muy consciente de lo poco que sé.”
John Grisham
“Repitió la lista,
enumerando en voz baja todas las debilidades, los defectos, los errores y los
males que lo atormentaban. Los confesó todos. En un prolongado y espléndido
reconocimiento de sus faltas, se desnudó ante Dios sin ocultar nada.”
John Grisham
“Su ideología era
sencilla: el gobierno por encima de los negocios, el individuo por encima del
gobierno, el medio ambiente por encima de todo lo demás. Y en cuanto a los
indios, entregarles todo lo que quisieran.”
John Grisham
“Una esposa maltratada
sigue estando casada hasta que se divorcia, o hasta que asesina al cabrón de su
marido.”
John Grisham