“El poder para definir la felicidad es la forma más
insidiosa de poder que existe...
El director
de empresa, a semejanza del noble de otras épocas, es el comerciante por
antonomasia: como la felicidad no puede ser definida, trata de aproximarse a
ella mediante la exhibición de emblemas tales como restaurantes caros, casas
lujosas, vestimentas suntuosas, viajes a lugares tentadores, estabilidad
laboral, amigos interesantes, pertenencia a círculos de gentes poderosas,
ventajas para los hijos y posición social para toda la familia...
El engaño
respecto del trabajo y la felicidad hace que la gente no sólo soporte la
opresión, sino que hasta la busque, creyéndose más feliz por tener un trabajo
que los oprime. En el corazón del engaño está la definición de felicidad del
director: sudor y manos sucias significan opresión; traje y corbata significan
felicidad, libertad y buena vida.
Los obreros
se resisten a esta simbólica opresión. Basta con visitar una línea de montaje y
observar los distintos estilos de vestimenta, lenguaje y conducta para darse
cuenta de la libertad simbólica de que gozan... Viven donde les place, hacen
amistad con quienes quieren y, por lo general, gozan de completa libertad fuera
de las, relativamente, pocas horas de trabajo... Sin importar cuánto gane un
obrero, siempre será considerado pobre; sin importar cuánto pueda disfrutar de
su trabajo, siempre se pensará que sufre. Esta línea de pensamiento es la que
mantiene sus salarios deprimidos obligándolos a sufrir la indignidad de un
status bajo.
La empresa
o la burocracia se transforman en la autoridad cultural, en el hogar moral del
hombre. Las normas de la empresa se convierten en las normas de la sociedad, el
futuro reemplaza a la historia y la organización deviene hogar del hombre a la
deriva... Cuando logra separar al hombre del mundo real, la empresa se
transforma en "el" mundo para él.
El hombre
ha renunciado al poder de definir por sí mismo la felicidad y no intenta
recuperarlo...”
Earl
Shorris
tomado del
libro de Sam Keen, Ser Hombre, pág. 80-81
"El totalitarismo moderno funciona de formas
sutiles. No tiene más bandera que el logotipo de la compañía, ni otra arma que
los salarios, los ascensos y la promesa de la felicidad."
Earl Shorris