“Acuérdate de esto: cumplir el deber no tiene más mérito que lavarse la
cara. No basta cumplirlo, pues el deber se impone. La única cosa que
vale es armarlo.”
William Somerset Maugham
"Adquirir el hábito de leer es construirse un refugio para casi todas las miserias de la vida."
William Somerset Maugham
“Ahora no podría volver. Estoy en el umbral. Veo vastas tierras del espíritu extenderse ante mí, llamándome, y tengo que recorrerlas.”
William Somerset Maugham
El filo de la navaja, pág. 90
"Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida".
William Somerset Maugham
Cita en Samarra
Había un comerciante en Bagdad que envió a su sirviente al mercado a comprar provisiones. Después de un rato cuando volvió pálido y tembloroso dijo: “Maestro, ahora mismo, mientras estuve en el mercado, me empujó una mujer en la multitud. Cuando me di la vuelta, vi que había sido la Muerte. Ella me miró con gesto amenazante. Ahora, préstame tu caballo para cabalgar lejos de esta ciudad y eludir mi destino. Iré a Samarra y allí la Muerte no me encontrará”.
El comerciante le prestó su caballo, el sirviente montó, clavó sus espuelas en los flancos del caballo y tan rápido como este podía galopar, se fue.
Entonces el comerciante bajó al mercado y vio a la Muerte disfrazada de mujer entre la multitud y dirigiéndose a ella le dijo: “¿Por qué hiciste un gesto amenazante a mi sirviente cuando le viste esta mañana?”. “Eso no era un gesto amenazante”, respondió la mujer, “Únicamente era una mirada de sorpresa. Me sorprendí al verle en Bagdad, porque tenía una cita con él esta noche en Samarra”2.
Epígrafe por W. Somerset Maugham al libro de John O’ Hara de 1934 del mismo título
Adaptación del cuento mesopotámico
“El amor
platónico es como un revólver que manejamos sin darnos cuenta de que, como está
cargado, en cualquier momento puede dispararse.”
William Somerset Maugham
“El dinero es como un sexto sentido: sin él no se pueden usar los otros cinco.”
William Somerset Maugham
“El dolor une, a veces, pero no enseña a vivir.”
William Somerset Maugham
“El dinero es como un sexto sentido: sin él no se pueden usar los otros cinco.”
William Somerset Maugham
“El dolor une, a veces, pero no enseña a vivir.”
William Somerset Maugham
“El hombre
siempre ha ansiado un Dios personal a quien acudir en su desgracia en busca de
ánimos y de confrontación. Quizás en un día aún lejanísimo una más clara visión
le mostrará que debe buscar ánimos y confrontación en la propia alma. Creo que
o Dios está dentro de mí o no está en lugar alguno.”
William Somerset Maugham
El filo de la navaja
"Él la miró y la aspiró, ella lo miró y lo
aspiró."
William Somerset Maugham
“El
matrimonio es una buena cosa, pero creo que es un error convertirlo en un
hábito.”
William Somerset Maugham
“El mundo es duro y cruel. Nadie sabe por qué estamos aquí ni
a dónde vamos. Tendríamos que comprender humildemente la belleza de la quietud,
esforzarnos en atravesar la vida sin ruido, a fin de que el azar no se diera
cuenta de nosotros, y buscar el afecto de seres sencillos e ignorantes. Hablar
poco, vivir escondido en nuestro rincón, he aquí la verdadera sabiduría.”
William Somerset Maugham
“El mundo se
aburre rápidamente de la descripción del infortunio y con mucho gusto evita las
señales de desastre.”
William Somerset Maugham
"El que
quiera reconocer el carácter efímero del mundo, debería leer periódicos
antiguos para ver lo insignificante que resulta luego lo que en su día fue tan
importante."
William Somerset Maugham
"El señor y la señora Hamlyn no experimentaban ciertamente el uno para el otro los sentimientos de antes, pero se entendían y se comprendían.
Comparada a muchas otras, su unión podía pasar por ejemplar. Repentinamente descubrió que Hamlyn estaba enamorado. Un "flirt" no la hubiera inquietado.
En varias ocasiones, en casos parecidos, él se había dejado embromar de buena gana, más bien halagado que molesto, y habían reído juntos de esos pasatiempos. Pero esta vez era otra cuestión. Hamlyn amaba con locura, como un muchacho de dieciocho años. ¡A los cincuenta y dos años! Y amaba sin discreción ni prudencia.
Antes que su mujer conociera la triste verdad, todo Yokohama estaba al corriente de ella. Pasado el primer choque -su marido era el último de los hombres a quien hubiera supuesto capaz de semejante locura-, se persuadió de que, si se hubiera tratado de una jovencita, habría podido comprender y perdonar.
¡Cuántos hombres de cierta edad pierden la cabeza por muchachas! Después de veinte años en el Extremo Oriente, no ignoraba que la cincuentena era un cabo peligroso. Pero Hamlyn no tenía excusa. La elegida era ocho años mayor que ella, lo que aumentaba lo grotesco de la aventura.
Dorotea Lacom se acercaba a su décimo lustro. La conocía desde hacía dieciocho años.
Como el esposo voluble, Lacom se ocupaba en la industria de la seda en Yokohama. Se veían como término medio tres o cuatro veces por semana. Un verano, en Inglaterra, los dos matrimonios arrendaron juntos una villa a la orilla del mar. Y nada había sucedido. Hasta el año último sus relaciones se limitaron a una buena camaradería.
¡Inconcebible! Ciertamente, Dorotea era una hermosa mujer, pero ¿no poseía ya antes un esbelto talle, hoy ligeramente grueso, ojos un poco descarados, boca demasiado roja, cabellera opulenta? ¡Cuarenta y ocho años! ¡Tenía cuarenta y ocho años! La señora Hamlyn procedió por un ataque brusco. Su marido comenzó por negar, pero ante los datos acumulados, se turbó y terminó por confesar lo que ya no podía ocultar."
William Somerset Maugham
Condenado a muerte
“El valor del
dinero es que con él podemos mandar a cualquiera al diablo. Es el sexto sentido
que te permite disfrutar de los otros cinco.”
William Somerset Maugham
"En
ocasiones el exceso es estimulante. Evita que con la moderación se adquiera el
mortal efecto de un hábito."
William
Somerset Maugham
"En su
lucha contra el individuo, la sociedad tiene tres armas : ley, opinión pública
y conciencia."
William
Somerset Maugham
“Es difícil
no impacientarse con lo absurda que es la gente joven. Nos dicen que dos y dos
son cuatro, como si nunca se nos hubiese ocurrido, y se sienten decepcionados
al no participar de su sorpresa.”
William Somerset Maugham
El filo de la navaja, pág. 66
“Es difícil
no preguntarse cuál es el significado de la vida y si tiene sentido, o si todo
ello no es más que un trágico error de una fatalidad ciega.”
William Somerset Maugham
El filo de la navaja, pág. 66
"Es un hecho curioso de la vida que, si uno se niega a aceptar nada que no sea lo mejor, suele conseguirlo."
William Somerset Maugham
“Esta es la
consecuencia de la guerra: una clase elevada indifrente con respecto a sus
responsabilidades; una clase media que ha renunciado a sus principios morales y
una clase trabajadora mal alojada, mal alimentada y poseída por un espíritu de
resentimiento.”
William Somerset Maugham
"Había muchos estudiantes de las distintas facultades y una cantidad de empleados y dependientes de tiendas que llevaban sus trajes de diario comprados hechos o bien taits de pretensiones. Tenían el sombrero puesto, ya que, habiendo entrado con él en la sala, no habían encontrado sitio donde dejarlo. Entre las mujeres algunas parecían criadas y otras paseantes de acera, mal maquilladas, pero la mayor parte eran modistillas y dependientas vestidas pobremente, con vestidos que intentaban imitar cuanto podían a los de los elegantes almacenes de la otra orilla. Las profesionales buscaban parecerse a la cancionista o a la bailarina que estaba de moda en aquel momento y llevaban una gran cantidad de negro debajo de los ojos y un rojo inverosímil en las mejillas. La sala aparecía iluminada por enormes lámparas blancas colocadas muy bajas, que acentuaban las sombras sobre los rostros, endureciendo las facciones y haciendo aparecer los colores más crudos. Apoyado en la balaustrada, Philip miraba hacia abajo sin oír la música. Las parejas bailaban sin descanso, dando vueltas lentamente alrededor de la sala, hablando poco y dedicando toda su atención a la danza. Los rostros relucían de sudor. A Philip le pareció que todos habían olvidado la máscara que esconde por lo general la verdadera personalidad, y ahora los veía como eran realmente. En aquellos momentos de abandono todos tenían una extraña expresión animal. Unos parecían lobos, otros zorros y otros poseían el rostro largo y estúpido de la oveja. La piel de todos era fláccida a causa de la vida malsana y de la pobreza. Sus facciones estaban marchitas y sus ojos esquivos poseían una expresión astuta. Para todos la vida era una sucesión de intereses mezquinos y pensamientos bajos. La atmósfera, pesada, despedía un acre olor a humanidad. Pero bailaban sin tregua, como si fueran arrastrados por una extraña fuerza interior, por una invencible obsesión de gozar del placer. Todos intentaban evadirse desesperadamente, zafarse de un mundo de horrores. El deseo de gozar, que según Cronshaw era el único móvil de toda acción humana, los impelía ciegamente. Y la misma vehemencia del deseo parecía como si restase a éste toda posibilidad de placer. Se hubiera dicho que los arrastraba un fuerte viento, sin saber adónde y sin saber por qué. Parecían bailar como si las tinieblas eternas estuvieran bajo sus pies. El silencio con que lo hacían producía un vago terror; era como si la vida los aterrorizase quitándoles la facultad de hablar, de modo que el grito del corazón quedase estrangulado en la garganta."
William Somerset Maugham
Servidumbre humana
"Hay
quien consagra gran parte de su vida a evitar las corrientes de aire."
William Somerset Maugham
“Hay veces en que no puede uno hacer lo que considera su deber sin
causar dolor a otra persona.”
William Somerset Maugham
El filo de la navaja, pág. 97
"La gente no busca razones para hacer lo que quiere hacer: busca
excusas."
William
Somerset Maugham
"La gente te pide críticas, pero en realidad sólo quiere halagos."
William
Somerset Maugham
"La lectura no da al hombre sabiduría; le da conocimientos."
William
Somerset Maugham
"La mayoría de las personas abandonan sus vicios sólo cuando les
causan molestias."
William
Somerset Maugham
"La recordaba como muchacha bonita, llena de vida, que amenazaba engordar demasiado. Ignoro si por advertir ese peligro había puesto en práctica recursos heroicos para reducir su peso, o si fue un insólito y feliz resultado de la maternidad; el caso es que la encontré tan esbelta como pudiera desearse. La moda del momento acentuaba su gentileza. Estaba vestida de negro, y pude comprender inmediatamente que su traje, de seda, lo había hecho uno de los mejores modistos de París. Lo llevaba con la descuidada confianza de una mujer a quien es absolutamente natural gastar ropa cara. Diez años antes, aun contando con los consejos de Elliott, sus vestidos siempre habían pecado de una ligera exageración, y los llevaba como si no acabara de encontrarse cómoda con ellos. Pero ahora, Marie Louise de Florimond no hubiera podido decir que a Isabel le faltaba chic. Tenía chic hasta en la punta de las uñas, esmaltadas de color de rosa. Sus facciones se habían afinado, y se me ocurrió que tenía la nariz tan recta y deliciosa como cualquier femenina nariz que yo hubiera visto. Ni una arruga atravesaba su frente o subrayaba sus ojos de color de avellana, y aunque su tez había perdido la lozanía de la primera juventud, era tan suave y diáfana como siempre; algo debía, evidentemente, a lociones, afeites y masajes; pero éstos la habían dado una suave y transparente delicadeza, que resultaba de peregrina hermosura. Las mejillas, enjutas, las llevaba pintadas ligerísimamente, e igual discreción se advertía en el tono de sus labios. Llevaba su brillante pelo castaño cortado a la moda del momento y ondulado. No vi sortijas en sus dedos, y recordé que Elliott me había dicho que vendió sus joyas; las manos no las tenía pequeñas, pero sí bien formadas. En aquella época eran las faldas de las mujeres, durante el día, muy cortas, y vi que sus piernas, embutidas en medias de color de champaña, eran de torneado muy agradable, largas y finas. Las piernas son la desgracia de muchas mujeres bonitas; las de Isabel, que fueron en otros tiempos su más desafortunada característica, eran ahora de belleza poco corriente. En resumen, aquella muchacha de agradable aspecto, cuya rebosante salud, turbulenta vitalidad y brillante colorido le prestaron encanto, habíase convertido en una mujer de gran belleza. Que la debiera en cierta medida al arte, a la disciplina y a la mortificación de la carne, era lo de menos. El resultado era altamente satisfactorio. Quizá la gracia de sus gestos y la felicidad de su porte debieron mucho a la reflexión, pero tenían todos los visos de una espontaneidad perfecta. Me dio la impresión de que los cuatro meses pasados en París habían dado los últimos toques a una obra de arte cuya realización había durado varios años. Hasta Elliott, incluso en sus momentos de mayor exigencia, la encontraría merecedora de su beneplácito; yo, persona menos difícil de contentar, la hallé arrebatadora.
Gray estaba en Montefontaine jugando al golf; pero Isabel me dijo que no tardaría en volver."
William Somerset Maugham
El filo de la navaja
"La tela del colchón estaba tan tirante que no era posible que Madame Berger la hubiese descosido y cosido de nuevo. Si había usado durante cierto tiempo su escondite, debía de ser uno hasta cierto punto cómodo, de manera que si quería sacar de él dinero en alguna ocasión pudiera borrar rápidamente todo vestigio. Examinó la cómoda y el escritorio. No había nada cerrado con llave, y todo estaba muy ordenado. Miró el armario. Su cerebro no dejaba de pensar un solo instante. Había oído muchas cosas con respecto a escondites, a la forma en que ocultaban su dinero los rusos, por temor a los bolcheviques. Había oído contar algunos casos realmente ingenuos, que habían sido descubiertos al fin; otros, sin embargo, habían logrado escapar del peligro. Recordó el caso de una mujer, a quien habían registrado en el tren en el trayecto de Moscú a Leningrado. La habían desnudado completamente, pero había cosido un collar de brillantes en el dobladillo de su abrigo de piel, y aunque lo examinaron detenidamente no lograron descubrirlo. También Madame Berger poseía un abrigo de piel; era un antiguo abrigo de astracán que poseía desde hacía muchos años, y lo guardaba en un armario del vestidor. Lydia lo sacó y lo examinó cuidadosamente, pero no vio ni advirtió nada sospechoso. No había señales de costuras recientes. Lo volvió a colocar en su sitio, y examinó luego sucesivamente los tres o cuatro vestidos de Madame Berger. No existía la menor posibilidad de que los billetes hubieran sido cosidos a uno de aquellos trajes. Sintió una presión en el corazón. Temía que su suegra hubiese escondido tan bien el dinero que no lo encontrase nunca. Entonces recordó su idea anterior. Había oído decir a mucha gente que la mejor manera de esconder algo era hacerlo en algún lugar visible que a nadie se le ocurriera mirar allí, como por ejemplo, el costurero que Madame Berger tenía sobre una mesa cercana al sillón. Desanimada, pues había consultado el reloj y comprobado que había transcurrido una hora, empezó a registrarlo. Vio una media que Madame Berger había estado zurciendo, tijeras, agujas, varios retales y carretes de hilos de algodón o seda. Vio también una esclavina a medio terminar que se estaba haciendo para ir del pabellón a la casa sin resfriarse en invierno. Entre los carretes de hilo negro y blanco vio uno de color amarillo. Le llamó la atención. Se preguntó para qué lo usaría su suegra. Su corazón latió apresuradamente, mientras su mirada se detenía en las cortinas. La única luz llegaba a través de la puerta de cristales. Sobre éstos había un par de cortinas; otra, más larga, cubría la puerta que conducía al ropero."
William Somerset Maugham
Un extraño en París
“La vida es demasiado corta para hacer tú mismo lo que puedes mandar
hacer a otros pagándoles.”
William
Somerset Maugham
"Los hombres olvidan los terribles pensamientos que deambulan por sus propias mentes."
William Somerset Maugham
Tomado del libro de Salvador Bermúdez de Castro, Vida, destino y muerte, página 39
“Los proverbios y máximas son el último
refugio de los desamparados.”
William
Somerset Maugham
"Los tres deberes fundamentales de la mujer son ser bonita, ir
bien vestida y no contradecir."
William
Somerset Maugham
"Mi cumpleaños pasó sin ceremonias. Trabajé como de costumbre por la mañana y por la tarde fui a dar un paseo por los bosques que hay detrás de mi casa. Jamás he podido averiguar qué es lo que da a esos bosques su misterioso atractivo. Son bosques como no he visto nunca. Su silencio parece más profundo que cualquier otro silencio. Los cedros macizos, con su robusto follaje, están festoneados por el gris de los musgos como una mortaja hecha jirones, las heveas en esta época carecen de hojas y los racimos de bayas de los arbustos están secos y amarillos; aquí y allá algún otro pino, con su rico verde rutilante, se eleva por encima de los demás árboles. En estos bosques abandonados e incultos hay una curiosa extrañeza, y aunque vaya uno solo, no se siente solo porque se tiene la extraña sensación de que seres invisibles, ni humanos ni inhumanos, flotan alrededor de nosotros. Algunas veces, por detrás de un árbol, parece asomarse una sombra que nos contempla pasar. Hay una atmósfera de suspensión, como si todo lo que hay alrededor nuestro estuviese esperando que algo ocurriese.
Regresé a casa, me hice una taza de té y leí hasta la hora de la cena. Después de la cena volví a leer, hice un par de solitarios, escuché las noticias en la radio, cogí una novela policíaca y me fui a la cama. La terminé y me dormí. Salvo algunas palabras a mis sirvientas de color no había hablado con un alma en todo el día.
Así pasé mi septuagésimo cumpleaños y así hubiera deseado pasarlo. Reflexioné.
Hace dos o tres años iba yo andando con Liza y hablaba, no sé por qué, del horror que le inspiraba la idea de la vejez.
- No olvides -le dije yo- que cuando uno es viejo no siente el deseo de muchas cosas que hacen la vida agradable ahora. La vejez tiene sus compensaciones.
- ¿Cuáles? -preguntó.
- Pues... difícilmente hay que hacer nada que uno no quiera. Se puede gozar de la música y de la literatura de una manera diferente de cuando uno es joven, pero, dentro de esta manera diferente, con la misma intensidad. Se puede disfrutar bastante contemplando el curso de los acontecimientos con los cuales no está ya uno íntimamente relacionado. Si los placeres no son tan vivos las penas han perdido también mucha parte de su intensidad."
William Somerset Maugham
Carnets de un escritor
“Muy a menudo la mejor manera de vencer un deseo es satisfacerlo.”
William Somerset Maugham
El filo de la navaja, pág. 207
“Nada es más fácil que aguantar las ajenas calamidades con serenidad.”
William Somerset Maugham
El filo de la navaja, pág. 166
“Ningún dolor nos parece justo y las injusticias siempre disponen mal.”
“Ningún dolor nos parece justo y las injusticias siempre disponen mal.”
William Somerset Maugham
“No hay nada más degradante que la inquietud constante por los medios
de subsistencia. El dinero es una especie de sexto sentido sin el que no puedes
hacer uso completo de los cinco restantes.”
William
Somerset Maugham
“No pienso en el pasado. La única cosa que importa es el presente eterno.”
“No pienso en el pasado. La única cosa que importa es el presente eterno.”
William Somerset Maugham
"No somos las mismas personas este año que el pasado, ni tampoco las personas que amamos. Es una feliz casualidad que cambiando, sigamos amando a una persona cambiada."
William Somerset Maugham
"Para rezar a Dios con devoción no hace creer en Dios según los
dogmas de ninguna religión."
William
Somerset Maugham
"Pasa algo curioso en la vida: cuando uno se niega a aceptar nada que no sea lo mejor, muy a menudo lo consigue."
William Somerset Maugham
“Si el amor y el deber se encuentran, empieza el estado de gracia y se llega a una felicidad que es muy difícil imaginar.”
"Pasa algo curioso en la vida: cuando uno se niega a aceptar nada que no sea lo mejor, muy a menudo lo consigue."
William Somerset Maugham
“Si el amor y el deber se encuentran, empieza el estado de gracia y se llega a una felicidad que es muy difícil imaginar.”
William Somerset Maugham
“Si un amor no es pasión, no es amor, sino otra cosa; y la pasión no
prospera siendo satisfecha, sino estorbada.”
William Somerset Maugham
El filo de la navaja, pág. 210
"Siempre me ha sorprendido que coexistan en una misma persona los
rasgos más incompatibles y que, a pesar de todo, prevalezca en ella una
razonable armonía."
William
Somerset Maugham
"Sólo avanzada ya mi vida me di cuenta de cuán
fácil es decir: "no lo sé."
William Somerset Maugham
"Sólo el amor y el arte hacen tolerable la existencia."
William
Somerset Maugham
"Solo una persona inepta rinde siempre al máximo de sus posibilidades."
William
Somerset Maugham
"Sólo una persona mediocre está siempre en su mejor
momento."
William
Somerset Maugham
"Un filósofo es un tipo que sube a una cumbre en busca del sol;
encuentra niebla, desciende y explica el magnífico espectáculo que ha
visto."
William
Somerset Maugham
"Uno, con la edad, se libra del deseo de hacer las cosas como los
demás; y hace tranquilamente y sin miedo lo que le parece a él."
William Somerset Maugham