"A veces las personas son buenas porque tienen inhibiciones que les impiden actuar con maldad."

Sándor Márai
La mujer justa


"A veces pienso que uno decide hacer algo no porque sea una cosa buena o sensata sino simplemente porque puede hacerlo."

Sándor Márai

La mujer justa


"Cuando evoco mi niñez me siento incapaz de decir que fue "buena" o "mala". Pero sé que no estaría dispuesto jamás y a ningún precio a volver a ella."



Sándor Márai


"Cuando una cultura entra en decadencia, la civilización, es decir, el principio de utilidad, genera cierto sentimiento de pánico en el alma humana, y entonces empieza la preocupación por medir el tiempo con una exactitud extrema."



Sándor Márai

¡Tierra, tierra!



"¡Cuántos pequeños detalles forman a una persona!"

Sándor Márai
La mujer justa



"Durante años, esa nostalgia condensada no dejó de impregnar todos mis escritos, así como cualquiera de mis actos nacidos de una motivación distinta a la profesional o coyuntural. En todas las vidas, en el fondo de todas las conciencias, existe una persona, una situación, un recuerdo que se refleja en las experiencias posteriores de la vida y la conciencia: los padres, los amigos de infancia, el ambiente de la ciudad natal siguen siendo nuestros compañeros de viaje aunque el camino de nuestra vida discurra por el ancho mundo. Mi ciudad natal, que tras la Primera Guerra Mundial pasó a manos de un poder extranjero, era para mí un recuerdo así de determinante y definitivo: la ciudad donde nací, donde pasé los años de infancia, donde, como retoño de una familia burguesa, recibí una excelente educación enraizada en una cultura patricia que desaparece lentamente de la memoria.
Durante veinte años añoré volver a esta ciudad. En realidad no podía porque me había negado a hacer el servicio militar en el ejército del nuevo Estado, el Estado checoslovaco, y cuando después del trazado de la nueva frontera las autoridades checoslovacas quisieron obligarme a ello, abandoné el país; así que durante mucho tiempo en mi región de origen me consideraron un desertor. Actué así porque no soportaba la idea de ser soldado de un ejército que se comportaba como «vencedor» frente a mi patria, Hungría. A lo largo de veinte años me vi obligado a cargar con las consecuencias de esa decisión juvenil. Pero mis padres continuaron viviendo en aquella ciudad; mi padre fue durante dos legislaturas uno de los senadores de la minoría húngara de la Alta Hungría en el Parlamento checoslovaco y se ocupaba de los asuntos de los jóvenes de allende las fronteras. Él se esforzó por preservar la conciencia húngara de la juventud y de conservar su interés por la cultura húngara. Cuando Hitler entró en Viena, mi padre ya no vivía; unos años antes, agotado en cuerpo y alma, se había mudado a una ciudad de provincias de la Hungría de Trianón, donde poco después falleció. En la última década había invertido su patrimonio, su salud y las rentas de su prestigioso bufete en la desgraciada lucha quijotesca denominada por aquel entonces «destino de las minorías». Pero eso no impidió que la ciudad siguiera en su sitio y que yo siguiera soñando con ella a menudo durante esos años en que no pude visitarla, aunque mis padres ya no vivían allí y habían malvendido la casa donde había nacido y crecido, y yo había dejado de vivir en el país. Pero también despierto me ocupaba del destino y el recuerdo de la ciudad; escribía libros y obras de teatro sobre ella, ya fuera camuflándola o utilizando su nombre real... Ahora sueño poco con la ciudad porque su recuerdo y su destino se han entrelazado con el de todo el pueblo húngaro, y no puedo pensar en ella como algo aislado. Cuando me viene a la cabeza ya no siento el estremecimiento de antes; la recuerdo como un muerto amable y lejano."

Sándor Márai
Lo que no quise decir



“El hombre hace suyo un lugar no sólo con el pico y la pala, sino también con lo que piensa al picar y palear.”

Sándor Márai



"El tiempo que nos pertenece, el que es realmente nuestro, no se mide ni con los relojes ni con los calendarios..."

Sándor Márai

La mujer justa


"En la vida ocurre todo lo que tiene que ocurrir y, al final, todo encuentra su lugar."

Sándor Márai

La mujer justa


"En ocasiones sueño que vuelvo a ser un niño, y un helado escalofrío me recorre la espalda, se me acelera el corazón, grito en medio del sueño, me despierto bañado por un sudor angustioso."

Sándor Márai



"Entre los fenómenos de la conciencia, el mecanismo de la memoria es, para mí, el milagro más temible y misterioso."



Sándor Márai
¡Tierra, tierra!



"Ése es el único dolor verdadero: la muerte de un niño. Es el modelo por el que se miden todos los demás dolores."

Sándor Márai

La mujer justa



"Esos pequeños detalles son muy importantes. Entre la riqueza y la pobreza hay infinidad de matices. Y dentro de la pobreza ¿Cuántos matices crees que hay?"

Sándor Márai

La mujer justa




"Ha intentado hacerse indiferente a los sentimientos mediante la razón, que es como intentar convencer con palabras y argumentos a un paquete de dinamita de que no explote."

Sándor Márai

La mujer justa


"Hay algo peor que la muerte, peor que el sufrimiento...Y es cuando uno pierde el amor propio. Hay algo que duele, hiere y quema de tal manera que ni siquiera la muerte puede extinguirlo: y es cuando una persona, o dos, hieren ese amor propio sin el cual ya no podemos vivir una vida digna. Simple vanidad, dirás. Sí, simple vanidad...Y sin embargo, esa dignidad es el contenido más profundo de la vida humana."



Sándor Márai
El último encuentro



"Hay instantes en la vida en que lo ves todo claro, con absoluta lucidez: vuelves a descubrir energías y posibilidades escondidas, y comprendes por qué has sido tan cobarde o tan débil. Esos momentos constituyen puntos de inflexión en la vida. Llegan sin avisar, como la muerte o la conversión."

Sándor Márai

La mujer justa



"¡Hay tanto egoísmo en los sentimientos humanos, tantas intenciones ociosas, tantos sutiles chantajes con los que intentamos desesperadamente mantener atada a una persona!"

Sándor Márai

La mujer justa


"Hombres ricos y elegantes hay muchos. Señores, pocos."

Sándor Márai
La mujer justa


"Imagínate que una persona a la que amas está gravemente enferma..., y la única forma de curarla es hacerle la autopsia mientras está viva, abrirla, analizar y experimentar con la materia viva, porque así a lo mejor encuentras el modo de salvarla... Me gustaría curar a Anna. Ella también lo sabe ya. Hay algo entre los dos que impide que ella esté totalmente conmigo. Su cuerpo es dócil, su alma está dispuesta a todo, y, sin embargo, se resiste a entregarme su secreto más profundo, su única propiedad privada, lo más importante para ella, un recuerdo, un deseo, algo, no sé. ¿Qué significa esa nimiedad comparada con la infinitud de una vida entera? La naturaleza trabaja con enorme derroche: sólo en el cerebro humano hay seiscientos mil millones de células. ¿Qué importa, pues, una sensación oculta, una emoción inconsciente? A veces me parece que no importa mucho. Y otras pienso que todo depende de eso. Por supuesto, no se puede vivir con esta tensión permanente. Intento servir a los demás, lo que para mí constituye el único sentido de la vida. Tengo que trabajar, cueste lo que cueste. Me hago la autopsia a mí mismo. Sin piedad. Me tumbo en la mesa del quirófano y examino todos mis sentimientos y mis recuerdos con la esperanza de que la culpa sea también mía, de que me haya equivocado, de que no haya amado a Anna, de que no la haya amado lo suficiente, de que no haya sido lo bastante hábil o astuto..., porque quizá necesitemos también astucia para el amor."

Sandor Marai
Divorcio en Buda


"La gente escucha ya el fragor del mundo exterior con todo su sistema nervioso, no sólo con el oído. Ahora están juntos los vecinos del edificio y los desconocidos llegados por casualidad, por ejemplo, la joven junto a Erzsébet que viste una especie de disfraz: como de vagabunda, de mujer de las afueras. Pero en su silencio, en sus gestos, en su modo de comportarse se nota que no es más que un disfraz. Los inquilinos de la casa, los antiguos moradores, nerviosos y locuaces, dan instrucciones y en sus palabras se nota que saben que esta noche sucederá algo irremediable, que no estarán allí unas pocas horas para resguardarse de las bombas «pequeñas y baratas», sino que permanecerán mucho tiempo. Todos los que están allí abajo sienten que por fin se ha hecho realidad lo que esperaban y para lo que han estado preparándose. Alguien pone en marcha un gramófono. Después la luz se apaga. Durante dos días más aún hay agua. En Nochebuena todavía tenían, al menos bajo tierra salía un chorro fino de la tubería del lavadero; Erzsébet se acuerda muy bien. En Nochebuena aún había muchas cosas: alguien puso un gramófono en el local de al lado, un coro entonó el villancico Ángel del cielo, luego escucharon piezas clásicas, con aire absorto e inspirado; más adelante habían puesto incluso discos de canciones de moda. Todos comieron mucho, e incluso las mujeres bebieron aguardiente. Ya saben que esa vida —la de ciento cuarenta personas en el sótano sobre colchones y camas plegables, junto a fogones comunes, sentadas encima de sus pertenencias que protegen con el cuerpo, contra los otros pero también contra el peligro inminente, aún lejano aunque inevitable—, esa vida de roedor, llena de parloteos y a veces de estridencias, no es una breve etapa de transición, sino la realidad para la que han estado preparándose. Y curiosamente esta situación, que hace unos días nadie hubiera imaginado en toda su magnitud, no resulta tan insoportable como habían sospechado. Ya no se distingue la noche del día, el mediodía de la madrugada: todos saben que existe aún, pero no como dos jornadas antes, cuando entre una bomba y otra aún era posible salir al aire libre mientras aguardaban lo que ahora por fin ha llegado, lo que ahora ya puede olerse y tocarse. Porque huele, ya al cabo del primer día flota un espeso, acre y rancio tufo a humanidad. Sin embargo, en aquel encierro hay un elemento tranquilizador, como en toda realidad para la que uno se conciencia durante largo tiempo y luego, cuando llega, resulta distinta de la imaginada, aunque no demasiado. Saben que eso es el asedio. El edificio aún sigue en su sitio, y algunos suben durante una hora a sus pisos. De momento, la obstinada y convulsa tendencia a robar que, al cabo de unas semanas, se ha extendido entre los habitantes de la ciudad sitiada aún se manifiesta tímidamente. Pero en los intervalos entre bombardeos algunos van a sus viviendas y luego vuelven con pequeños bultos que esconden presurosos entre las almohadas de su cobijo o en sitios más seguros. El sótano y el zaguán se llenan de sombras vacilantes, en el edificio vacío deambulan mozos que traen y llevan noticias de la calle. Ya no hay electricidad, al tercer día se acaba el agua, durante dos jornadas viven de las reservas, luego se inician las salidas apresuradas para traer agua de la fuente de una calle cercana, a las nueve de la noche o las cinco de la madrugada, en cuanto reina el silencio. "

Sándor Márai
Liberación


"La literatura es algo más que arte, la literatura es una respuesta, un comportamiento ético."

Sándor Márai
La mujer justa


"La pobreza y la enfermedad cambian de forma sorprendente el valor de los sentimientos y de las complicaciones emocionales."

Sándor Márai
La mujer justa



"Mi padre y mi madre vivían un matrimonio "ideal", es decir, monstruoso. Jamás levantaban la voz."

Sándor Márai
La mujer justa


"No callamos o hablamos sólo con la boca sino también con el alma."

Sándor Márai
La mujer justa


"No hay nada de lo que avergonzarse en la vida excepto de la cobardía, que hace que uno no sea capaz de dar sentimientos o no se atreva a aceptarlos."

Sándor Márai

La mujer justa


"No son sólo el rango y el nacimiento lo que hacen nobles a las personas sino también el carácter y la inteligencia."

Sándor Márai
La mujer justa


"No tengo en mucha estima la belleza producida por medios artificiales, pues me recuerda las técnicas de embalsamamiento."

Sándor Márai
La mujer justa



“Nunca somos del todo libres, pues lo que hemos creado también nos ata y nos condiciona un poco.”

Sándor Márai


“Nunca son tan peligrosos los hombres como cuando se vengan de los crímenes que ellos han cometido.”

Sándor Márai


"Pasado mañana hará cuarenta años que una tarde, en el pueblo de Tahi, en la taberna donde estaba tomándome un vino, el campesino que estaba a mi lado me dijo mascullando, porque le dolían las muelas: «Los americanos han tirado una bomba y Japón está kaput». Los clientes —campesinos, soldados rusos— no se alteraron al oír la noticia. Hoy, cuarenta años más tarde, aquí en San Diego y en todas partes del mundo, la gente sale en masa a las calles para recordar Hiroshima. Todavía no se sabe exactamente qué comenzó aquel día en el mundo. Lo que sí puede saberse con bastante exactitud, en cambio, es qué terminó ese día: la seguridad relativa del hombre en la Tierra.
Según las memorias del duque de Sully, en el siglo XVI los papistas y los hugonotes caían como conejos en una partida de caza, los unos a manos de los otros. Ambos bandos iban de ciudad a ciudad y cuando conseguían conquistar una, le prendían fuego, llevaban a cabo una auténtica matanza y saqueaban cuanto hallaban a su paso. Dice, no sin cierta satisfacción, que alguna vez los católicos más viejos les llegaron a ofrecer hasta mil escudos a cambio de su vida, y menciona que el rey Enrique de Navarra fue muy generoso en cierta ciudad en la que sólo mandó ahorcar a cuatro habitantes, dejando con vida a todos los demás. Sobrevivió a la Noche de San Bartolomé siendo niño, gracias a que su padre, un viejo hugonote, lo obligó a esconderse. Habla sobre las adversidades de la vida religiosa con un estilo elevado, distante y elegante.
Los periódicos escriben en tono tranquilizador que Reagan se ha sometido a una intervención quirúrgica en la que le han extirpado un tumor. La noticia me evoca las palabras de mi tía Julie, que a los ochenta años dijo: «He sufrido un pequeño cáncer, pero me han quitado el pecho para salvar mi futuro».
El periódico budapestino ¡Volved a casa! me felicita con motivo de mis ochenta y cinco años, como si nuestras relaciones fuesen como la seda, y sin pedir mi autorización publica un escrito mío redactado y editado hace cincuenta años. Últimamente los comunistas están cortejando a los que salimos del país, suben un grado al «emigrante traidor de la patria», y lo asciendan a «hijo de la patria afincado en el extranjero». Todo muy raro. Me llama la editorial húngara de Múnich para ofrecerme seis mil dólares si doy la autorización para la nueva edición de Confesiones de un burgués. Algo andan cocinando las brujas, alguna sopa amarga de cabezas cortadas."

Sandor Marai
Diarios 1984-1989



"Se puede recuperar a alguien que es infiel. Se puede recuperar a alguien que se ha ido. Pero a alguien que ni siquiera ha llegado verdadera y definitivamente... No, eso es imposible."

Sándor Márai
La mujer justa


"Sólo obtienes algo de los libros si eres capaz de poner algo tuyo en lo que estás leyendo."

Sándor Márai
La mujer justa


"Tal vez todo lo demás, la cautela, la sabiduría, la cordura, la inteligencia, no valga ni un comino porque no está enardecido por la loca pasión de la juventud, ese extraño deseo que pretende salvar el mundo y al mismo tiempo consumirse a sí mismo, que quiere agarrar con las dos manos todo lo que el mundo le ofrece y que a la vez arroja a puñados todo lo que la vida le regala."



Sándor Márai
La amante de Bolzano


"Uno acepta el mundo, poco a poco, y muere. Comprende la maravilla y la razón de las acciones humanas. El lenguaje simbólico del inconsciente... porque las personas se comunican por símbolos, ¿te has dado cuenta?, como si hablaran un idioma extraño, chino o algo así, cuando hablan de cosas importantes, como si hablaran un idioma que luego hay que traducir al idioma de la realidad. No saben nada de sí mismas. Sólo hablan de sus deseos, y tratan desesperada e inconscientemente de esconder, de disimular. La vida se vuelve casi interesante cuando ya has aprendido las mentiras de los demás, y empiezas a disfrutar observándolos, viendo que siempre dicen otra cosa de lo que piensan, de lo que quieren en verdad... Sí, un día llega la aceptación de la verdad, y eso significa la vejez y la muerte. Pero entonces tampoco esto duele ya. Krisztina me engañó, ¡Qué frase más estúpida!... Y me engañó precisamente contigo, ¡qué rebeldía más miserable! Sí, es así, no me mires tan sorprendido: de verdad me da lástima. Más tarde, cuando me enteré de muchas cosas y lo comprendí y lo acepté todo (porque el tiempo trajo a la isla de mi soledad algunos restos, algunas señales significativas de aquel naufragio), empecé a sentir piedad al mirar al pasado, y al veros a vosotros dos, rebeldes miserables, mi esposa y mi amigo, dos personas que se rebelaban contra mí, atemorizadas y con remordimientos, consumidas por la pasión, que habían sellado un pacto de vida o muerte contra mí."


Sándor Márai
El último encuentro