"Aquellas horas fueron de terrible ansiedad, durante las cuales íbamos avanzando paso a paso, de costado, contra los arrecifes. Levantamos la cubierta de bambú y cortamos con nuestros machetes los cabos que sostenían las orzas de deriva. Fue faena difícil extraer los tablones, pues estaban cubiertos de una espesa capa de lapas. Con las orzas retiradas, la balsa no tenía más calado que el grosor de los troncos sumergidos, y por consiguiente, seríamos más fácilmente levantados sobre los arrecifes. Sin las orzas y con la vela arriada, quedó la balsa de costado y a merced completa de las olas y el viento. Las olas reventaban atronadoramente, lanzando espuma en el aire, y el mar se levantaba y bajaba con gran furia. Nadie estaba a popa, pues era allí donde se iba a recibir el primer choque. Tampoco eran seguros los dos estays que venían desde la parte alta del mástil hasta la popa, porque si el palo caía, podrían quedarse colgando fuera de la balsa sobre el arrecife. Cuando nos dimos cuenta de que las olas ya habían hecho presa de la balsa, cortamos el cabo del ancla y quedamos libres. Una ola se levantó debajo de nosotros y sentimos que la Kon-tiki era lanzada al aire. Había llegado el momento supremo; corríamos sobre el lomo de la ola a una velocidad tremenda; nuestra desvencijada balsa crujía y gemía, retemblando bajo nuestros pies. Una nueva ola creció, altísima, detrás de nosotros, como una centelleante pared de vidrio verdoso. En el momento en que nos hundíamos, vino enroscándose como una garra gigantesca, y en el mismo segundo en que la vi, inmensamente alta sobre mí, sentí un choque violento y quedé sumergido entre torrentes de agua. Sentí la succión en todo mi ser con una fuerza tan inmensa que tuve que poner todos mis músculos a su máxima tensión y decirme a mí mismo: «¡Agárrate! ¡Agárrate!». Yo creo que en semejantes situaciones de desesperación, cuando el resultado es tan evidente, pueden resultar arrancados los brazos antes que el cerebro consienta en desasirse. Entonces sentí que toda la montaña de agua iba pasando y aflojando de mi cuerpo su garra endemoniada. En un segundo todo el infierno estaba otra vez sobre nosotros y la Kon-tiki desaparecía completamente bajo las masas de agua. La embarcación que habíamos conocido durante semanas y meses en el mar ya no era la misma. En unos cuantos segundos, aquel agradable mundo nuestro se había convertido en los despojos de un naufragio […] El arrecife se extendía como la muralla de una fortaleza sumergida. La Kon-tiki quedaba allá lejos, sobre el arrecife, rodeada de la espuma del mar. Era un despojo, pero un despojo honorable."
Thor Heyerdahl
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 279
"El historiador sueco Bjórn Landstróm, la mayor autoridad mundial en antiguos diseños de barcos egipcios había venido, en una de sus frecuentes visitas al país, para catalogar y dibujar cada uno de los barcos representados en las numerosas tumbas del valle del Nilo. La semana anterior, Landstróm había informado a la prensa sobre su falta de fe en las cualidades marineras de cualquier clase de embarcación de papiro, pero su primer encuentro con nuestra pila de verdaderos tallos de papiro y los experimentados constructores del Chad [lago en el que fue construida la Ra I (n. a.)] minaron sus convicciones y se ofreció para quedarse en Egipto y poner todos sus conocimientos teóricos a nuestra disposición. Así que el equipo empezó a trabajar. El sueco nada conocía referente a los tallos de papiro ni sobre la técnica relacionada con el amarre de cabos que habrían de sujetar los haces para formar una nave, pero sí conocía cómo tendría que ser la forma definitiva de la embarcación, además de todos los pequeños detalles que quedaban fuera de la experiencia de los negros buduma. Igualmente sabía cómo tenía que curvarse graciosamente hacia el cielo la popa de una embarcación faraónica, tan alta como la proa, y también la forma y emplazamiento del mástil bípode, y de la jarcia, vela, cabina y sistema de gobierno. Se sentó sobre un montón de papiro, y su diseño nos sirvió de plano de construcción, pues mostraba la forma y todas las proporciones. Con cuatro tallos de papiro amarrados juntos por una de sus extremidades empezaron a construir la nave que nos proponíamos probar en el mar. Empujaron dentro más tallos de papiro, y el haz, y también los cabos, fueron haciéndose más y más gruesos, exactamente como en Chad. Cuando el manojo en forma de cono tuvo unos sesenta centímetros de espesor y los cabos una mena equivalente a la del dedo meñique de una persona, se prolongó el atado en forma de cilindro, aferrándolo bien cada sesenta o noventa centímetros con vueltas de cabos anudados y de igual mena […] Dos hombres situados en las extremidades de un gran poste de madera empujaban los rebeldes manojos de papiro bajo la superficie del agua en el estanque de ladrillo. Otros dos cortaban todas las raíces podridas de las cañas y llevaban los manojos ya bien empapados hasta los ayudantes, que aguardaban para pasar los tallos, uno por uno, a los tres hombres del Chad. Estos los introducían con todas sus fuerzas en el erizado manojo de donde iba a salir nuestro barco, hasta que los cabos que lo aferraban se ponían tan tensos como los aros de una barrica… Al tercer día empezó el choque entre la tradición y la intelectualidad. El rollo de tallos era ya tan largo que había llegado el momento de ir afinándolo por detrás, a lo que los dos hermanos buduma se negaron en redondo. Querían prolongarlo sin variar el diámetro y después cortarlo igual que una salchicha, como siempre habían hecho en su lago. Landstróm había hecho un plano de construcción que mostraba siete rollos separados curvados hasta un punto, adelante y atrás, y luego amarrados lateralmente para dar manga al barco. Pero los dos hermanos ya habían empezado el segundo rollo, entretejiéndolo directamente con y junto al primero, en un todo firme y compacto. Los cabos no solo iban bien entrelazados con series paralelas de cotes dados todo a lo largo de la embarcación, sino que un puñado de tallos de papiro de un rollo iban regularmente entrelazados en diagonal entre las vueltas del aferrado del rollo contiguo, formando así un conjunto inseparable. La técnica era tan superior a cualquier cosa que pudiera haber discurrido un no iniciado que los intelectuales tuvimos que capitular. Un milenio de años de práctica barrieron las teorías del lapso de una sola vida, y el resultado fue una completa amalgama de rollos flotantes de papiro, de los cuales solo el primero tenía una sección transversal en forma de luna llena, mientras que los de cada banda poseían secciones transversales graduadas de lunas crecientes y menguantes."
Thor Heyerdahl
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 279
“En el punto donde se
detiene la ciencia, empieza la imaginación.”
Thor Heyerdahl
"Estaba convencido de que muchos de los eslabones perdidos que surgían constantemente en la historia pasada tenían su explicación en la navegación que de manera habitual realizó el hombre desde al menos cinco mil años atrás. Y para demostrarlo construyó la Kon-tiki con los mismos elementos que usaban en aquel fascinante pasado, acudiendo al nombre con el que los antiguos tiwanacus nombraban a su dios primordial —y que construyeron monolitos que seguían, según Thor, un patrón común en su estructura a los moai de Pascua—: el gran Viracocha, aquel que en tiempos pretéritos les envió el gran diluvio —o Unu Pachacuti—, sumiendo al planeta bajo las aguas, a excepción, eso sí, de la gran ciudad del altiplano de la que posteriormente derivarían las grandes culturas que habitarían la América precolombina. Baste decir que Tiahuanaco, la urbe más importante de dicha cultura, fue fundada hace aproximadamente cuatro mil o cuatro mil quinientos años, tiempo al que se remontaba Heyerdahl para validar sus teorías."
Thor Heyerdahl
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 288
"La naturaleza misma es como un
horno: podemos avivar el fuego mientras quede rescoldo."
Thor Heyerdahl
"Me considero una persona muy afortunada. Hoy día la exploración resulta muy cara, porque vivimos en un mundo donde para sobrevivir tienes que escuchar la voz de los patrocinadores. Yo he tenido la inmensa suerte de no necesitar nunca dinero de nadie. La Universidad de Oslo me llevó en 1937 a las islas Marquesas, en la Polinesia, y desde entonces he vivido de las ventas de mis libros. Aunque la verdad es que jamás he tenido dinero en el banco. Ahora la competencia es enorme. Los exploradores actuales tienen que ser tan buenos en los despachos como en el mar o en la montaña."
Thor Heyerdahl
"Mi teoría de la migración, como tal, no quedó demostrada con el éxito de la expedición […] Lo que sí probamos es que las embarcaciones de balsa sudamericanas poseen cualidades hasta ahora desconocidas por los hombres de ciencia modernos, y que las islas del Pacífico están situadas muy al alcance de las embarcaciones prehistóricas de Perú. Los pueblos primitivos eran capaces de hacer travesías inmensas por el mar abierto. En el caso de las migraciones oceánicas, el factor determinante no es la distancia, sino el hecho de que el viento y las corrientes tengan o no el mismo curso general día y noche, durante todo el año. Los vientos alisios y la corriente ecuatorial van hacia Occidente debido a la rotación de la Tierra, y esta no ha cambiado nunca desde que existe el hombre."
Thor Heyerdahl
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 278
"Son estructuras arquitectónicas (las Pirámides de Güimar), y no molleros de piedra. No hemos encontrado en el interior de la pirámide el mismo material que en el exterior. Si realmente se trata de construcciones fruto de retirar las piedras de la zona agrícola —molleros—, no es lógico que en su interior solo hayamos encontrado tierra y pequeñas piedras, así como una pequeña cantidad de restos óseos animales, madera y restos orgánicos que serán sometidos a estudio del C-14 en Estados Unidos, por lo que podremos datar las construcciones con un error mínimo […] Para mí los guanches eran navegantes que vinieron del Mediterráneo y del norte de África, que descubrieron las islas, que conocían la momificación y que eran capaces de ejecutar la arquitectura típica de la época preeuropea."
Thor Heyerdahl
La Gaceta de Canarias
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 279
"Un explorador es solo un viajero. Pero un viajero muy preparado, que sea o muy valiente o muy inconsciente, y que esté dotado de mucha intuición. Que analice las cosas, que sepa leer en los movimientos de un animal o en el giro de los vientos."
Thor Heyerdahl