De la teoría a la práctica
Fue en la costa -quizá el primer verano
de fiebre
aventurera-.
Nos conocimos
en la pista
de alguna
discoteca,
y luego
paseamos por la playa,
bajo la luna,
muy bebidos.
Recuerdo una
pareja de la Guardia
Civil que nos
dio el alto y un aviso.
Aquella noche
se nos fue entre besos,
confidencias,
miradas y caricias.
En el fondo,
seguía siendo un romántico
y amaba de
cintura para arriba.
Del amor
solamente había tocado,
como del mar,
la superficie.
Aunque podía
pasar por un experto
buceador, aún
era virgen.
No olvidaré su
cara de sorpresa,
sobre un fondo
de sábanas,
cuando por fin,
casi a la amanecida,
la última noche
me llevó a la cama.
Javier Salvago
El sol de los gitanos
Nada es definitivamente grisni luminoso,
ni el amor ni la vida.
Todo tiene sus días, sus momentos,
su luz, sus claroscuros.
Como este sol de los gitanos
que brilla entre las nubes
mientras sigue lloviendo.
Javier Salvago
“En la inclemente hora
de los remordimientos,
allá donde el olvido
no habita, está el infierno”
Javier Salvago
Me ha picado esta noche
Me ha picado esta noche
la mosca de los celos tras la oreja
y quisiera saber si estás en casa
o con otro, corriéndote una juerga.
Aunque andes de puntillas,
se despierta la fiera
y uno que es liberal y no le importa
lo que hagan con la vida, si es ajena,
se vuelve suspicaz, mezquino, espía,
ve visiones, se amarga y se atormenta.
- Es el amor que pasa.
Pues que llame a otra puerta.
Javier Salvago
Javier Salvago
Me ha picado esta noche
Me ha picado esta noche
la mosca de los celos tras la oreja
y quisiera saber si estás en casa
o con otro, corriéndote una juerga.
Aunque andes de puntillas,
se despierta la fiera
y uno que es liberal y no le importa
lo que hagan con la vida, si es ajena,
se vuelve suspicaz, mezquino, espía,
ve visiones, se amarga y se atormenta.
- Es el amor que pasa.
Pues que llame a otra puerta.
Javier Salvago
No es nada, pero duele
La soledad no existe.
Dicen que es sólo un tema
que pone el tono triste
en algunos poemas.
Me he plantado mi abrigo
mejor, frente al espejo,
y he salido a la tarde
con un corazón nuevo.
¡Tanta gente...! Imposible
que alguien pueda dudarlo.
La soledad no existe
nada más que en los tangos.
En la mesa vecina
del café, una enfermera
le cuenta a sus amigos
detalles de una juerga.
Pasan dos quinceañeras
y en sus ojos hay algo
de gatitas en celo
con la fiebre del sábado.
La soledad... ¡Mentira!
La niegan las parejas
que en los bancos del parque
se muerden y se estrechan.
La soledad no existe.
Ya ves, sólo es un tema
que pone el tono triste
en algunos poemas.
Javier Salvago