"Como historiador, confieso que me resulta un poco gracioso cuando 
escucho que la tradición judeocristiana es alabada como fuente de 
nuestra preocupación presente por los derechos humanos, esto es, por la 
valiosa idea de que todos los individuos en todas partes tienen derecho a
 la vida, a la libertad, y a la búsqueda de la felicidad sobre esta 
tierra. De hecho, las grandes épocas de la religión fueron notables por 
su indiferencia a los derechos humanos en el sentido contemporáneo. 
Fueron notorias no sólo por su aceptación de la pobreza, la inequidad, 
la explotación y la opresión, sino también por una entusiasta 
justificación de la esclavitud, la persecución, el abandono de niños 
pequeños, la tortura y el genocidio. La religión, durante la mayor parte
 de la historia de Occidente, vio las pruebas a las que la humanidad se 
vio sometida en este mundo como ordenadas por el Todopoderoso para 
probar y purificar a los mortales pecadores... Más aún, la religión 
santificó la jerarquía, la autoridad y la desigualidad; odiaba la 
blasfemia y temía la herejía..."
Arthur Meier Schlesinger, Jr.