"El anarquismo es realmente un sinónimo del socialismo. El anarquista es primeramente un socialista cuyo fin es la abolición de la explotación del hombre por el hombre. En vez de -planificación central- los anarquistas abogan por la libre asociación y se oponen al socialismo -de estado- como una forma de capitalismo -de estado."

Daniel Guérin




"Simple, como todos los fenómenos de la naturaleza, elemental, como el hambre o el deseo sexual, esta fuerza tiene como motor primario, como impulso original, el instinto de conservación de la especie, la necesidad de subsistencia, el aguijón del interés material. Los trabajadores se movilizan, abandonan la pasividad, la rutina y el automatismo del gesto cotidiano, dejan de ser moléculas aisladas y se sueldan con sus compañeros de trabajo y de alienación, no porque un “conductor” los incite a ello, tampoco, lo más a menudo, porque un pensamiento consciente los despierte y fanatice, sino, simplemente, porque la necesidad los empuja a asegurar o a mejorar sus medios de subsistencia y, si éstas han alcanzado ya un nivel más alto, a reconquistar su dignidad de hombres.
Este movimiento existe permanentemente, en estado latente, subterráneo. La clase explotada no deja en ningún momento de ejercer una relativa presión sobre sus explotadores para arrancarles, en primer lugar, una ración menos mezquina, y luego un mínimo de respeto. Pero, en los períodos de baja, esa presión es sorda, invisible, heterogénea. Se manifiesta en débiles reacciones individuales o de pequeños grupos aislados. El movimiento de masas se halla atomizado, replegado sobre sí mismo.
Sin embargo, en ciertas circunstancias ocurre que reaparece bruscamente en la superficie, se manifiesta como una enorme fuerza colectiva homogénea, ocurre que estalla. El exceso de miseria o de humillante opresión, no sólo económica, sino también política, provoca en cada una de sus víctimas un grito tan alto que todas las víctimas se sienten gritando juntas –a veces, por otra parte, uno o dos gritos se adelantan a los otros, aun en el más espontáneo de los movimientos. Como decía un obrero: “Siempre hay alguien que comienza la espontaneidad”–; y la unanimidad de ese grito les da confianza en sí mismos; y su protesta se convierte en un alud, el contagio revolucionario se extiende al conjunto de la clase.
Lo que confiere su particularidad al movimiento de masas es el carácter concreto, pero limitado, de sus objetivos. Inconsciente, al menos en sus comienzos, difiere por su naturaleza de las acciones de los grupos políticos conscientes, o pretendidos tales. Puede, en ciertas circunstancias, proyectar su impulso a través de un partido, pero aún así no se produce una verdadera fusión. El movimiento de masas continúa obedeciendo a sus propias leyes, persiguiendo sus fines particulares, como el Ródano, que luego de verter sus aguas en el lago Leman prosigue su propio curso. La disparidad entre los móviles de la acción de las masas y aquellos de los partidos políticos es el origen de toda suerte de errores y desencuentros, de tácticas y diagnósticos falsos.
[…] La masa de los trabajadores, encadenados desde el alba a la noche a su dura labor, aplastados por la fatiga, los problemas domésticos y, en las grandes aglomeraciones urbanas, por la lentitud y la incomodidad de los transportes, atontados por los “mass media”, monopolizados por la clase dominante, carentes de tiempo libre y de medios propios de información, en su conjunto no alcanzan a relacionar la lucha por mejoras materiales con un objetivo superior sin el cual, como el trabajo de Sísifo, esa lucha deberá perpetuamente recomenzar.
Sin embargo, a pesar de todo, una minoría proletaria, más instruida y lúcida, compuesta principalmente por obreros calificados, logra elevarse por sobre el estrecho horizonte del pan cotidiano. De esta manera el insconsciente relativo de la clase puede ser esclarecido por el consciente. Si esta elite obrera se muestra capaz de dar cuenta de las particularidades y de las leyes complejas del movimiento de masas, si vela sin desmayos para que la asociación de ideas juegue constantemente entre las reivindicaciones inmediatas de sus compañeros de trabajo y el objetivo revolucionario propuesto, si se dedica a sugerir, a explicar, nunca a “dirigir”, entonces la fusión tiene probabilidades de realización.
Tal fusión es indispensable, pues ambas fuerzas se necesitan absolutamente. ¿Qué puede hacer una elite sin las masas? ¿Qué pueden las masas sin las elites sino, luego de una breve explosión, de efímeras conquistas, retirarse decepcionadas, sintiéndose vencidas?
Cierto es que a veces la elite y el movimiento de masas se dedican a un siniestro juego de escondite. El segundo está preparado para el combate y ya se ha lanzado a la pelea. Sería suficiente que algunos militantes conscientes le ayudaran a trascenderse. Pero, en el preciso instante en que sería necesaria, esa elite no existe o, si está presente, no logra elevarse a la altura de la situación. La conciencia ha fallado en su tarea, o la clase dominante ha logrado ponerla a su servicio. El instinto, abandonado a sí mismo, luego de algunas violentas sacudidas y escaramuzas de retaguardia, se pierde en la arena. Revolución frustrada.
Puede también ocurrir lo contrario. Después de haber aprendido la lección de anteriores experiencias, una minoría consciente se muestra capaz de seguir hasta el fin. Se vuelve al movimiento de masas y requiere su apoyo, pero las masas no interpretan el llamado, o en ese momento están adormecidas, porque están ocupadas en la digestión de las migajas arrancadas al enemigo o porque el recuerdo de un reciente fracaso o de una represión brutal ha dispersado al movimiento. Reducida a sus magras fuerzas, la minoría consciente se agita y se agota en vano. Revolución frustrada.
La victoria surge de la conjunción de las dos fuerzas, el día que, a pesar de sus diversidades, sus diferencias de formación y de óptica, sus intereses divergentes, se lanzan juntas a la batalla. Octubre de 1917.
Sin embargo, aun cuando se trate de una formación política que se reivindique del proletariado, cuyos intereses coincidan por un momento con los del proletariado, como fue el caso del partido bolchevique en el otoño de 1917, no es posible generalizar a partir de tal ocasional conjunción, ni se puede estar de acuerdo con Gramsci cuando el marxista italiano sostiene que la “teoría” –denotando con ese término una “dirección política del proletariado”– y “espontaneidad” “no pueden oponerse entre sí”. Tal optimista afirmación revela idealismo, y ha sido cruelmente desmentida por la historia."

Daniel Guérin


" "No nos transformemos en jefes de una nueva religión" escribió Proudhon a Marx, "aunque esta religión sea la de la lógica y la razón"."


Daniel Guérin



"Una de las constantes de la historia es el atraso de la conciencia subjetiva con respecto a la realidad objetiva." 

Daniel Guérin