“Como es sabido, la lucha termina, por lo general, con el triunfo del ‘mandamiento de la oferta’, es decir, con la adquisición de la mercancía. Pero la victoria se compra caro; pues entonces empieza para el cliente la obligación avasalladora de pagar a plazos el objeto adquirido.”

Günther Anders


“Dejando de lado algunos residuos de costumbres de épocas pasadas, lo que debemos hacer y dejar de hacer queda definido hoy en día por lo que debemos comprar. Es casi imposible excluirse de aquel mínimo de compras que están mandadas y ofrecidas como musts, o sea como compras obligatorias; quien lo intente se expone al riesgo de pasar por ‘introvertido’, de perder su prestigio, comprometer su futuro profesional, parecer indigente o incluso de hacerse moral y políticamente sospechoso. Pues el no comprar se considera, en el fondo, una especie de sabotaje de ventas, una amenaza a las legítimas exigencias de la mercancía, y, por tanto, no solamente un no hacer, sino un delito positivo, emparentado al robo, cuando no más escandaloso todavía: pues si el ladrón, con su acto de apropiación, si bien indeseable en su modalidad específica, atestigua, con todo, su leal reconocimiento de las cualidades seductoras de la mercancía y de su mandamiento, y, con ello, se acredita como conformista de buena ley, a más de que, una vez atrapado, se le pueden exigir responsabilidades inequívocas, el no comprador, en cambio, se atreve a hacer oídos sordos a la llamada de la mercancía, a ofender con su renuncia al universo de la mercancía, y luego, para colmo, invocar hipócritamente la coartada de la negatividad, alegando que no ha hecho absolutamente nada, con lo cual logra efectivamente sustraerse al brazo de la justicia.” 

Günther Anders



"El primer postulado de hoy es: amplía tu capacidad de imaginación para que sepas que estás haciendo."

Günther Anders


“Entre las tareas actuales de la estandarización, y aun de la producción misma, figura, por consiguiente, no sólo la estandarización de los productos, sino también la de los deseos (que anhelan los productos estandarizados). En buena medida, desde luego, eso sucede automáticamente a través de los productos mismos que se entregan y se consumen cada día, ya que las necesidades obedecen, como en seguida veremos, a lo que a diario se ofrece y se consume; pero no del todo: siempre queda una cierta distancia entre el producto ofrecido y la necesidad. La congruencia total y sin resto entre la oferta y la demanda no se alcanza jamás; de modo que, para cerrar esa brecha, hace falta movilizar una fuerza auxiliar, y esa fuerza auxiliar es la moral. Cierto es que también la moral, si ha de ser apta para servir de fuerza auxiliar, debe ser previamente formada, de tal manera que pase por 'inmoral' -es decir: por inconformista- aquel que no desea lo que haya de recibir, y de modo que la opinión pública (o, en su caso, su portavoz, que es la conciencia individual ‘propia’ de cada cual) fuerce al individuo a desear lo que haya de recibir. Y eso es lo que sucede hoy en día. La máxima que se nos impone a todos a cada instante, y que apela -tácitamente, pero sin admitir objeciones- a la ‘parte mejor de nosotros mismos’, reza (o rezaría, si se formulara): ‘¡Aprende a necesitar lo que te ofrezcan!’.”

Günther Anders



"La incomprensión misma de los hombres inteligentes y esclarecidos. El mundo no está amenazado por seres que quieren matar sino por aquellos que a pesar de conocer los riesgos sólo piensan técnica, económica y comercialmente. Ante eso, todas las legislaciones del mundo -hasta el derecho canónico- no sólo permiten el empleo de la violencia en defensa propia sino que hasta lo recomiendan. Hemos visto que con entregar rosas y nomeolvides a las policías -que no podían recibirlas porque tenían el garrote en la mano- ni con listas de firmas ni solicitadas, ni con interminables marchas, ni con canciones, ni con teatros, no alcanzamos nada. No sólo es anodino sino hasta estúpido, por ejemplo, hacer huelgas de hambre para lograr la paz atómica. Con las huelgas de hambre se logra precisamente sólo eso: tener hambre. Al presidente de turno y a su "lobby" atómico no le interesa si nosotros comemos un sándwich de jamón más o menos. No son acciones serias, sólo son "happenings". No son acciones, son apariencias. Una cosa es aparentar y otra es ser. Los que hicimos esas acciones creímos haber traspasado la frontera de la mera teoría, pero éramos sólo actores, en el sentido teatral. Hacíamos teatro por miedo a actuar verdaderamente. Teatro y no-violencia son parientes muy cercanos."

Günther Anders
La única salida es la violencia


"La trayectoria vital de Rahel se convierte en un espejo cóncavo kierkegaardiano que refleja la situación existencial de Hannah Arendt: una especie de enfermedad mortal en la que se quiere y no se quiere, simultáneamente, amar desesperadamente, con el fin de recuperarse a uno mismo a través del caso ideal. Entre los motivos de Rahel para apartarse de relaciones amorosas románticamente exacerbadas y retornar al que sería su marido, Karl August Varnhagen von Ense, y los sentimientos de la propia Arendt se descubre una estrecha correspondencia: «Demasiada grandeza, demasiado talento, demasiado sublime, demasiado sobrehumano: basta, y para siempre. Y en 1814 se casa con Varnhagen». A fin de cuentas, «es mejor convertirse en anécdota, vivir en soledad con un hombre que la quiere, que derrumbarse por una admiración platónica», como le habría ocurrido a ella misma en su relación con Heidegger, que solo le asignaba la humillante tarea de «compartir su trabajo». Y por ello se aferra a Günther Anders como Rahel a Varnhagen, a saber: «como al día, para recaer, pese a todo, una y otra vez, en los mismos sueños recurrentes, imperiosos e importunos de la noche». Todavía un año después de su boda jura ante Heidegger la «continuidad — déjame decirlo,  por favor— de nuestro amor», ahora convertido en fundamento de posibilidad de la existencia. Joachim Fest, que se reunió con Hannah Arendt en Baden-Baden en 1964 para celebrar una entrevista radiofónica, atestigua la seriedad con que la filósofa tomó estas palabras a lo largo de su vida, y el hondo sufrimiento que le causaron.  La casi sexagenaria Arendt confesó a su entrevistador durante un paseo por la Lichtentaler Alle que Heidegger la «había despertado a la vida en todos los sentidos de la palabra», a la par que «lo había echado todo a perder».  Le debía todo, y había huido de él para no perderse: «Agarré mis bártulos y me marché. Solo dejé una cosa en Marburgo, algo que después nunca pude ir a buscar: el amor»."

 Günther Anders
La batalla de las cerezas



"Si todo aquello a lo que habría que reaccionar se vuelve desmesurado nuestra capacidad de sentir desfallece."

 Günther Anders


“Una vez uno haya reconocido en las ofertas los mandamientos de hoy, ya no le sorprende que incluso quienes, de hecho, no pueden permitirse la adquisición adquieran, sin embargo, las mercancías ofrecidas. Lo hacen porque aún menos pueden permitirse desobedecer los mandamientos, es decir, no adquirir las mercancías.” 

Günther Anders