"Al final de mi vida, espero que el
material histórico (…) que he recogido entre en las conciencias y la memoria de
mis compatriotas."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Al llegar a pensar todos iguales, una ventisca no sirve a nadie."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Aunque Zoé era muy avispada y recorría su piso sin perder un segundo, corriendo de su mesa a las camas de los enfermos, regresando después a su mesa, vio que no conseguiría hacer todas las tareas prescritas hasta la hora de apagar las luces. Entonces los apuró a todos, para terminar de apagar en la sala de hombres y en la sala chica de mujeres. En cambio, en la sala grande de mujeres —una sala inmensa con más de treinta lechos— las enfermas no se sosegaban jamás, apagaran o no. Buen número de esas mujeres llevaban mucho tiempo hospitalizadas; estaban cansadas del hospital, dormían poco; la atmósfera de la pieza era sofocante y había interminables discusiones para decidir si debían dejar abierta o cerrada la puerta que daba al balcón. También había entre ellas maestras en la conversación entreverada de un ángulo a otro de la sala. Hasta medianoche o a la una de la madrugada, se discutía ahí de todo: precios, productos alimenticios, muebles, hijos, maridos, vecinos, y sin retroceder ante los detalles más impúdicos.
Precisamente esa noche, todavía estaba Nelly, una de las auxiliares de sala, lavando el suelo; era una muchacha rezongona y gorda de nalgas, de cejas gruesas y labios abultados. Hacía ya largo rato que había empezado su faena, pero como se mezclaba en todas las conversaciones, no la terminaba nunca. Entretanto, Sigbatov, cuyo lecho estaba en el vestíbulo, frente a la puerta de la sala de hombres, esperaba su baño de asiento. Debido a estos baños de todas las noches, y también porque le daba vergüenza el hedor de su espalda, Sigbatov había permanecido voluntariamente en el vestíbulo, a pesar de ser más antiguo que todos los veteranos del establecimiento y de hallarse en él más bien de servicio permanente, por decirlo así, que en calidad de enfermo. Mientras corría de un lado para otro, apareciendo y desapareciendo, Zoé le hizo a Nelly una primera, luego una segunda observación; Nelly reaccionó con grandes respingos, pero no por eso varió su ritmo de antes: no era menor que Zoé y juzgaba ofensivo someterse a una mozuela. Zoé había llegado hoy de excelente humor a su trabajo, pero la exasperó la oposición de aquella auxiliar. En general, Zoé consideraba que toda persona tenía derecho a su parte de libertad y que no se tiene obligación, cuando se viene al trabajo, de consagrarse a él hasta el agotamiento; pero que existía, sí, un límite razonable, especialmente cuando se estaba entre enfermos.
Zoé concluyó por fin su reparto, Nelly terminó de fregar su piso; apagaron donde las mujeres, apagaron asimismo en el vestíbulo y ya eran más de las doce cuando Nelly bajó al primer piso a hacer calentar agua y le trajo a Sigbatov su jofaina cotidiana, llena de un líquido tibio.
— ¡Ah ... ah ... ah, estoy muerta de cansancio! —dijo, bostezando ruidosamente—. Voy a eclipsarme por algunas horas. Oye, tú vas a quedarte en tu palangana por lo menos una hora, no es posible esperarte. Podrías, pues, ir abajo a vaciarla tú mismo, ¿no?
(A este viejo edificio de construcción sólida, con vestíbulos amplios, no le habían puesto agua más que en el primer piso.)
Ahora era imposible adivinar el hombre que fuera en otro tiempo Charaf Sigbatov; nada permitía apreciarlo; llevaba tanto tiempo sufriendo, que parecía no quedarle nada de su vida anterior. Pero. al cabo de tres años de una enfermedad agobiadora e implacable, este joven tártaro era el enfermo más cortés, más afable de todo el servicio. Sonreía a menudo, con una sonrisita mísera, como excusándose por todos los trajines que causaba. Después de los períodos de cuatro meses, luego de seis meses que había permanecido aquí, conocía a todos los médicos, a todas las enfermeras y auxiliares, ya él lo conocía todo el mundo. Pero Nelly era nueva, estaba ahí desde hacía algunas semanas solamente."
Aleksandr Solzhenitsyn
El pabellón del cáncer
"¿Cabe asombrarse de que la palabra
«intelectualidad» se haya consolidado en nuestro país como un insulto? ¡He aquí
cómo se fabricaban los procesos judiciales públicos! La inquieta mente de
Stalin había alcanzado por fin su ideal. (Ya les hubiera gustado algo así a
esos envidiosos de Hitler y Goebbels, pero los muy chapuceros se cubrieron de
ridículo con su incendio del Reichstag…)"
Aleksandr Solzhenitsyn
"Cualquiera a quien hayas privado de
todo ya no está en tu poder, es de nuevo totalmente libre."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Cualquier hombre que haya proclamado
la violencia como su método está inevitablemente obligado a tomar la mentira
como su principio."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Cuando eres frío, no esperes
simpatía del cálido."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Cuando la vida se teje con estambres
legalistas surge una atmósfera de mediocridad moral que paraliza los más nobles
impulsos humanos."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Cuanto menos se hable, más se va a escuchar."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"El escritor ha de estar dispuesto a
soportar la injusticia, y en eso está el riesgo de su misión."
Aleksandr Solzhenitsyn
"El hombre ha fijado para sí mismo el
objetivo de conquistar el mundo, pero en el proceso pierde su alma."
Aleksandr Solzhenitsyn
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"El reloj del comunismo ha dejado de funcionar. Sin embargo, su construcción concreta aún no ha llegado a caer. Por esa razón, en lugar de liberarnos a nosotros mismos, debemos tratar de salvarnos de ser aplastados por sus escombros."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"El talento siempre está consciente de su abundancia y no se opone a ser compartido."
Alexandr Solzhenitsin
"En el barbilampiño, marchito rostro de Tatarin no había ninguna excitación. Se dio la vuelta buscando una segunda cabeza de turco, pero ya todos —los que estaban en la penumbra, los que se encontraban bajo las mortecinas luces y los de los primeros y segundos pisos de las literas— metían sus piernas en los negros pantalones de guata con el número colocado en el muslo superior izquierdo o, ya vestidos, ponían los pies en polvorosa y se precipitaban hacia la salida para esperar a Tatarin en el patio.
Si Sujov hubiera recibido el castigo por alguna otra cosa, por la cual se lo hubiera merecido, no estaría tan enojado. Pero precisamente le molestaba porque él siempre había sido uno de los primeros en levantarse. El rogar y suplicar a Tatarin no tenía ningún sentido, ya lo sabía de sobra, pero de todos modos, de acuerdo con las ordenanzas, Sujov comenzó a implorar a Tatarin, al mismo tiempo que se ponía los pantalones (encima de la rodilla izquierda del pantalón había, cosido, igualmente, un parche gastado y sucio y pintado en él, con un negro y ya desvaído color, el número S-854). Se puso la chaqueta (también sobre ella había dos números, uno en el pecho y otro en la espalda), escogió del montón de polainas que yacían en el suelo las suyas, se caló la gorra (con un parche parecido, con el número delante) y siguió a Tatarin.
La brigada 104 entera vio cómo Sujov era conducido, pero nadie dijo una palabra; bromas aparte, ¿qué se podía decir? El brigadier hubiera podido interceder en su favor, pero ya se había ido. El mismo Sujov no habló tampoco a nadie con objeto de no excitar a Tatarin. Que se tomarían su desayuno, era una cosa segura.
Iban demasiado lejos.
El frío y la niebla le cortaban a uno la respiración. Desde las lejanas torres de control resplandecían dos grandes reflectores que cruzaban sus luces sobre toda la zona del campo. Las lámparas de la zona exterior y las del interior estaban encendidas. Las habían cargado tanto que eclipsaban completamente a las estrellas.
Los penados se apresuraron a ir en busca de sus propios asuntos: bajo sus polainas crujía la nieve; uno iba al retrete, otro a los depósitos, el de más allá a la recogida de paquetes, aquél otro a entregar cebada perlada en las cocinas privadas. Todos llevaban la cabeza cubierta, mantenían la chaqueta apretada contra sí y todos se helaban, no tanto por el frío en sí como por el pensamiento de tener que pasar todo el día con un frío semejante. Tatarin, sin embargo, en su viejo abrigo, atado con dos desgastados, cordones azules, marchaba con paso comedido y aparentemente no le importaba la temperatura.
Contornearon la alta talanquera en dirección a la prisión del campamento —un edificio de piedra—, pasaron por delante de la alambrada que protegía la panadería del campo de los penados, y dejaron atrás la barraca central donde, suspendido en un poste y sujeto con un grueso alambre, había un carril completamente cubierto de escarcha. De nuevo, al lado de un segundo poste, del que colgaba, protegido para no marcar demasiado bajo, un termómetro enteramente cubierto de rocío congelado, Sujov miró de reojo, esperanzado, al blanquecino tubo: si hubiese marcado cuarenta y un grados no los hubieran podido enviar afuera, al trabajo. Pero aquel armatoste no parecía querer moverse jamás por encima de los cuarenta.
Penetraron en el barracón central y se dirigieron inmediatamente al alojamiento de los inspectores. Lo que ya Sujov había presentido por el camino se confirmó allí. No hubo reclusión de ninguna clase; lo que ocurría simplemente era que el pavimento del alojamiento de inspectores no había sido limpiado. Ahora, aclaró Tatarin, perdonaba a Sujov y le ordenaba fregar el suelo.
El fregar el suelo del alojamiento de inspectores era tarea de un detenido especial, que no necesitaba salir a trabajar: el asistente del barracón de oficiales. Pero éste se había llegado a hacer tan familiar entre los oficiales, que tenía entrada en los aposentos del Mayor, del oficial del regimiento, del soplón; los servía a todos y escuchaba, de cuando en cuando, cosas que jamás llegaban a oídos de los inspectores. Desde hacía algún tiempo, el limpiar suelos para simples inspectores le parecía estar por debajo, en cierto modo, de su dignidad; los vigilantes le habían llamado varias veces oliéndose, final-mente, la tostada. Así fue como empezaron a uncir a los «trabajadores» para limpiar los suelos.
En el cuarto de los guardas la estufa estaba al rojo vivo. Dos vigilantes que se habían despojado de toda su ropa, excepto de sus sucias camisas, jugaban a las damas, mientras que el tercero, tal y como estaba, con la ceñida piel y las polainas, dormía sobre un estrecho banco. En un rincón había un cubo con trapos para la limpieza.
Sujov se alegro y dijo a Tatarin, puesto que le había perdonado:
Gracias, camarada jefe. Ahora no volveré jamás a quedarme tumbado más de lo debido.
Aquí reinaba una ley muy sencilla: ¿Listo? ¡fuera!
Ahora, una vez que Sujov tenía trabajo asignado, sus dolores parecían también haberse terminado. Atrapo el cubo y se fue sin guantes (con la prisa los había dejado debajo de la almohada) en dirección de la fuente.
Los brigadieres, que habían salido en dirección al puesto de guardia, se apelotonaron rodeando al poste, y uno de ellos, un joven y antiguo héroe de la Unión Soviética, se suspendió del poste y froto el termómetro."
Aleksandr Solzhenitsyn
Un día en la vida de Iván Denisovich
"En el supermercado Gastronom te invitan a
pasar al departamento de pedidos y te detienen allí mismo; te detiene un
peregrino al que por caridad dejaste pasar la noche en casa; te detiene el
fontanero que vino a tomar la lectura del contador; te detiene el ciclista que
tropieza contigo en la calle; el revisor del tren, el taxista, el empleado de
la Caja de Ahorros, el gerente del cine, cualquiera puede detenerte, y sólo te
dejan ver su carnet rojo, que llevaban cuidadosamente escondido, cuando ya es
demasiado tarde."
Aleksandr Solzhenitsyn
"En nuestro país la mentira se ha convertido no sólo en una categoría moral, sino un pilar del Estado."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Es momento en occidente no tanto defender los derechos humanos como las obligaciones humanas."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Hace mucho tiempo, en los tempranos albores de la humanidad, recibimos (el arte) de Manos que fuimos demasiado lentos en discernir. Y sobre las que también fuimos demasiado lentos en preguntar. ¿Para qué propósito nos ha sido dado este regalo? ¿Qué se supone que debemos hacer por él?"
Aleksandr Solzhenitsyn
Tomado del artículo de Javier Sierra, La fuente de todo arte, en la revista Año Cero nº 324, página 98
Tomado del artículo de Javier Sierra, La fuente de todo arte, en la revista Año Cero nº 324, página 98
"Hacía solamente medio año que Simochka había completado el curso en el Instituto de Ingeniería y Comunicaciones; y había sido destinada por su intachable ficha de seguridad, a este tan secreto instituto científico de investigación; el cual por razones de seguridad, había sido denominado con un número, pero los prisioneros en su jerga irreverente llamaban la sharashka. Los empleados libres aceptados aquí eran de mayor categoría, se les pagaba sueldos más altos que a los ingenieros. Se les pagaba por su grado, por su uniforme y todo lo que se les exigía era dedicación y vigilancia.
El hecho de que nadie le exigiera sobre sus conocimientos en su terreno específico, significaba una gran suerte para Simochka. No solamente ella sino muchas de sus amigas, se habían graduado en el instituto sabiendo bastante poco. Había muchas razones para ello. Las jóvenes venían de colegios secundarios con muy poca base en matemáticas y física. Habían aprendido en los años superiores que en las reuniones de consejeros de la facultad el director había amonestado a los profesores por los aplazados y aunque el alumno no estudiase nada, tenía que recibir diploma. En el instituto, cuando encontraban tiempo para sentarse a estudiar, cursaban las matemáticas y radiotecnología como atravesando un incomprensible e infranqueable bosque de pinos. Pero generalmente no encontraban tiempo. Cada otoño, durante un mes o más, se llevaba a los estudiantes a recoger papas en las granjas colectivas. Por esta razón, tenían que asistir a conferencias de ocho y diez horas diarias durante el resto del año, no dándoles tiempo de estudiar. Los lunes a la tarde había adoctrinamiento político. Una vez por semana, una reunión específica era obligatoria. Después también había que hacer trabajo social útil; imprimir boletines, organizar conciertos, y era necesario también ayudar en sus hogares, comprar, lavar, vestirse. ¿Y el cine? ¿Y el teatro? ¿Y el club? Si una chica no se divertía y bailaba un poco durante sus años de estudiante, ¿cuándo lo haría después? Para sus exámenes Simochka y sus amigas hicieron copias que escondieron en ese lugar de ropa femenina negada a los hombres; y durante los exámenes, sacaban las que necesitaban y alisándolas las hacían pasar como trabajo de examen.
Los examinadores podían, desde luego, muy fácilmente descubrir la ignorancia de las estudiantes, pero ellos mismos estaban sobrecargados con reuniones, asambleas, variedad de planes e informes al decano y al rector. Les resultaba muy difícil tener que asistir a examen una segunda vez. Además, cuando sus estudiantes no aprobaban, a los examinadores se los amonestaba como si los aplazos fueran productos fallados de una producción en serie -según la muy conocida teoría: no hay malos alumnos, solamente malos profesores-. De ahí, los examinadores no trataban de confundir a los estudiantes, al contrario, trataban de ayudarlos a través del examen para obtener rápidamente el mejor resultado posible. A medida que los cursos estaban por finalizar, Shimochka y sus amigas se dieron cuenta, no sin cierta tristeza, que no les gustaba su profesión, en una palabra, que les parecía un aburrimiento. Pero ya era demasiado tarde. Simochka temblaba ante la idea de trabajar en ella.
Después fue destinada a Mavrino. Se alegraba que no le hubiesen adjudicado ninguna investigación independiente. Pero aun cualquiera, menos frágil y pequeña que ella, se hubiera amedrentado de cruzar la zona prohibida de este aislado castillo en Moscú; donde una guardia especial y personal supervisor vigilaban a importantes criminales de estado.
A diez graduados del Instituto de Comunicaciones se les dieron las instrucciones al mismo tiempo. Se les dijo, al respecto, que este trabajo era peor que la guerra; que habían caído en un pozo de víboras, donde el menor movimiento imprudente podía ser fatal. Se les dijo que encontrarían aquí la resaca de la raza humana, gente que no merecía hablar el idioma ruso que lamentablemente dominaban. Se les advirtió que esta gente era especialmente peligrosa porque no mostraban abiertamente sus colmillos de lobo, porque constantemente usaban una máscara de cortesía y buena educación. Si hubiera que preguntarles acerca de sus crímenes -lo cual estaba prohibido categóricamente- intentarían con mentiras inteligentes, retratarse como víctimas inocentes. Se les señaló que las muchachas, como miembros del Komsomol, no debían volcar su odio en estas víboras sino demostrarles una amabilidad exterior -sin entrar en ninguna discusión no referente al trabajo, sin hacerles ninguna comisión afuera- y que, a la primera violación o sospecha de violación o posibilidad de sospecha de violación de estas reglas tendrían que apurarse con una confesión al oficial de seguridad, el mayor Shikin."
Aleksandr Solzhenitsyn
El primer círculo
"Hemos llegado a un caos
intelectual."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Incluso en el peor momento de la
epidemia de detenciones, cuando al salir a trabajar los hombres se despedían de
sus familias cada día, pues no podían estar seguros de volver por la tarde,
incluso entonces apenas se registraban fugas (y menos aún suicidios). Así tenía
que ser: de la oveja mansa vive el lobo."
Aleksandr Solzhenitsyn
"La justicia es conciencia, no una conciencia personal, sino la conciencia de toda la humanidad. Los que reconocen claramente la voz de su propia conciencia por lo general también reconocer la voz de la justicia."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"La literatura que no es aliento para la sociedad contemporánea, que no se atreve a transmitir los dolores y los temores de la sociedad, que no advierte a tiempo las amenazas contra la moral y los peligros sociales, no merece el nombre de literatura, sino que es sólo una fachada. Esa literatura pierde la confianza de su propio pueblo, y sus obras publicadas se utilizan como papel higiénico en lugar de ser leídas."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
“La persona que no está interiormente
preparada para la violencia es siempre más débil que el opresor."
Aleksandr Solzhenitsyn
"La próxima guerra... bien puede enterrar para siempre la civilización occidental."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Los calabozos tenían sus variantes:
los había con humedad y con agua. En la cárcel de Chernovitsi, después de la
guerra, tuvieron a Masha G. dos horas descalza con agua helada hasta el
tobillo. ¡Confiesa! (Tenía dieciocho años. ¡Cómo lamentaría el mal que
sufrieron sus pies, y cuánto debía vivir con ellos aún!)."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Los fallos de la conciencia humana, privada de su dimensión divina, han sido un factor determinante en todos los mayores crímenes de este siglo, que se iniciaron con la Primera Guerra Mundial, a la que se remontan la mayor parte de nuestras desgracias. Esa guerra […] se produjo cuando Europa, que por entonces gozaba de una salud excelente y nadaba en la abundancia, cayó en un arrebato de auto-mutilación que no pudo más que minar su vitalidad a lo largo de, por lo menos, todo un siglo y quizá para siempre. Esa realidad sólo puede explicarse por un eclipse mental de los líderes de Europa, debido a la pérdida de su convicción de que, por encima de ellos, existía un Poder Supremo."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Los más impredecible y sorprendente para nosotros será el curso de los acontecimientos futuros."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Me detuvieron por culpa de mi
ingenuidad. Yo sabía que en las cartas del frente se prohibía hablar de los
secretos militares, pero creía que estaba permitido pensar."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Ningún régimen ha apreciado a los
grandes escritores, sólo a los mediocres."
Aleksandr Solzhenitsyn
"No es que la verdad sea demasiado difícil de hallar, muchas veces está en la superficie. Pero es más cómodo y fácil buscar una idea que concuerde con nuestros deseos, sobretodo egoístas."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"No me asusta morir “un día”, me asusta morir hoy."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"No tengo ninguna esperanza en Occidente, y ningún ruso debería tenerla. La excesiva comodidad y prosperidad han debilitado su voluntad y su razón."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"No todo asume un nombre. Algunas cosas van más allá de las palabras."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Nuestra amarga experiencia nacional contribuirá, en caso de nuevas condiciones sociales inestables, a prevenirnos contra fracasos funestos."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Para nosotros, en Rusia, el comunismo es un perro muerto, mientras que, para muchas personas en Occidente, sigue siendo un león que vive."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Para un país tener un gran escritor
es como tener un segundo gobierno. Es por eso que ningún régimen ha querido
nunca a los grandes escritores, sólo a los de menor importancia."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Por encima de los valles anegadizos, en los días claros, se puede ver a una distancia de unos treinta y cinco kilómetros, sobre una barranca igualmente abrupta, el alto campanario del monasterio de San Juan Bogoslov, que allí se levanta.
A los dos los dejó intactos el supersticioso Khan tártaro Batyi.
Este lugar, como único que él deseara para su reposo eterno, lo eligió también el poeta Iakov Petrovich Polonsky y ordenó que lo enterraran en él. A todos nosotros nos parece que nuestro espíritu habrá de sobrevolar nuestra tumba para mirar los espacios silenciosos.
Pero no hay más cúpulas, ni iglesias, y del muro de piedra quedó sólo la mitad; el resto es una verja de madera terminada con alambre de púa. Y por encima de toda esta antigüedad se elevan torres de control, los ruines espantajos tan conocidos... tan conocidos, y en el portal del monasterio está la casilla de guardia.
Un afiche dice «Por la paz entre los pueblos» y el dibujo muestra a un obrero ruso que sostiene a un pequeño africano.
Nosotros pretendemos no entender nada.
Entre las barracas de la guardia el carcelero en camiseta, que tiene su día franco, nos explica:
—Hubo acá antes un monasterio. Era el segundo del mundo en importancia. El primero está en Roma, creo, y el de Moscú era el tercero.
Cuando instalaron acá la colonia infantil, los muchachos que no entienden nada, ensuciaron las paredes, rompieron los iconos.
Después un koljoz compró ambas iglesias por cuarenta mil rublos para utilizar los ladrillos: quería edificar un establo de seis divisiones. Yo me ofrecí para trabajar. Pagaban cincuenta kopek por cada ladrillo que se sacara entero, y veinte por la mitad. Pero los ladrillos no querían separarse: salían como pedazos de cemento. Debajo de la iglesia encontraron una cripta. Estaba el arzobispo, con el cráneo desnudo, pero con el manto completamente entero. Entre dos tratamos de romper el manto y no lo conseguimos."
Aleksandr Solzhenitsyn
La tumba del poeta
"Precipitación y superficialidad son las enfermedades psíquicas del siglo XX, y más que en cualquier otro lugar, esta enfermedad se refleja en la prensa."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Produce náuseas por su extremado
naturalismo y la tendencia a inculcar todos los miedos posibles e imaginables;
sin embargo, su idea fundamental no es clínica sino social, y esto es
precisamente lo que no se puede aceptar."
Aleksandr Solzhenitsyn
Aleksandr Solzhenitsyn
"¡Progreso! ¿Quién quiere el progreso? Eso es precisamente lo que me gusta del Arte: que en él no puede haber ningún "progreso"."
Aleksandr Solzhenitsyn
El primer círculo
"Si el arte nunca nos ha revelado su función intrínsenca es simplemente porque tal cosa queda fuera de nuestro alcance. Nos equivocamos si creemos que el arte es una innovación del hombre; en realidad deberíamos verlo como un don, algo que ha llegado hasta nosotros desde más allá de los límites de nuestra realidad."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
Tomado del libro de J. F. Martel, Vindicación del arte en la era del artificio
“¡Si todo fuera tan sencillo! Si en algún lugar existieran personas acechando para perpetrar iniquidades bastaría con separarlos, del resto de nosotros y destruirlos. Pero la línea que divide el bien del mal pasa por el centro mismo del corazón de todo ser humano. ¿Y quién está dispuesto a destruir un solo fragmento de su propio corazón?”
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Si uno es siempre prudente, ¿puede seguir siendo un ser humano?"
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Sobre la superficie de una corriente rápida es imposible distinguir los reflejos, tanto próximos como lejanos; aunque el agua no sea turbia, aunque la espuma no la cubra, la constante oscilación de la corriente, el inquieto burbujear del agua hacen que los reflejos sean deformes, imprecisos, incomprensibles."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Sólo se tiene poder sobre la gente mientras no se le saque todo. Pero cuando a un hombre usted (Banquero) se lo roba todo, él ya no está en su poder: es libre nuevamente."
"Un estado en guerra sólo sirve como excusa para la tiranía doméstica."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Uno nunca debe dirigir a las personas hacia la felicidad, porque la felicidad es también un ídolo del mercado. Uno debe dirigir hacia ellos el afecto mutuo."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Si uno es siempre prudente, ¿puede seguir siendo un ser humano?"
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Sin el toque del aliento de Dios,
sin restricciones en la conciencia humana, tanto el capitalismo como el
socialismo son repulsivos."
Aleksandr Solzhenitsyn
"Sobre la superficie de una corriente rápida es imposible distinguir los reflejos, tanto próximos como lejanos; aunque el agua no sea turbia, aunque la espuma no la cubra, la constante oscilación de la corriente, el inquieto burbujear del agua hacen que los reflejos sean deformes, imprecisos, incomprensibles."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
Archipielago Gulag
"Sólo se tiene poder sobre la gente mientras no se le saque todo. Pero cuando a un hombre usted (Banquero) se lo roba todo, él ya no está en su poder: es libre nuevamente."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Tampoco Neidenburg llevó tranquilidad a los pensamientos de Samsónov, no le trajo una participación directa en la empresa. El cielo extraño sobre el despertar de la mañana, en la ventana las techumbres y agujas de la vieja ciudad teutónica, el cañoneo inexplicablemente próximo, el humo de los incendios que no habían sido extinguidos por completo y la superposición de dos vidas, la civil alemana y la militar rusa. Cada una de ellas fluía con arreglo a sus leyes, absurdas para la otra, pero que debían inevitablemente hacerse compatibles dentro de unos mismos muros de piedra. Y por la mañana, antes que los oficiales del Estado Mayor, estaban ya juntos, solicitando ser recibidos por el comandante en jefe, el comandante ruso de la ciudad y el burgomaestre alemán. De las existencias de que la ciudad disponía hacía falta tomar harina, era preciso cocer pan para las tropas: cálculos, reparos, objeciones. El servicio de policía montado por el comandante, ¿no ocasionaría daños a los habitantes? Los rusos se habían hecho cargo de un bien instalado hospital de sangre alemán, pero en él había médicos alemanes y heridos alemanes. Se requisaban edificios y medios de transporte para los hospitales rusos, ¿condiciones, sobre qué base?
Samsónov trataba honradamente de comprender y resolver en justicia las discrepancias, aunque ambas partes se mostraban bien dispuestas. Pero se le veía distraído. Bullía en su interior todo lo invisible e inaccesible que sucedía en los arenales y en los bosques, en una extensión de cien verstas y de lo que los oficiales del Estado Mayor no se daban prisa a acudir a informarle.
Aunque conforme a la jerarquía militar el jefe superior dispone de los oficiales de su Estado Mayor y es el que manda, y no estos disponen de aquel, dentro de la rutina de la marcha de los acontecimientos suele ocurrir lo contrario: de los oficiales del Estado Mayor depende que el jefe superior conozca y no conozca de lo que se le permitirá disponer y de qué no.
El día anterior, como cualquiera otro, había terminado con el envío de las más sensatas órdenes a todos los Cuerpos acerca de lo que hoy debían hacer, y con esta conciencia de que todo iba de la mejor manera posible se acostó el Estado Mayor del Ejército. Por la mañana, algunos oficiales habían encontrado algunas objeciones a las órdenes de la víspera, pero lo descubierto podía hallarse en contradicción con lo que ellos mismos insistían antes, así que no todos mostraban prisa en presentar su informe al comandante en jefe. Algunas órdenes dictadas la víspera debían sufrir ciertos retoques, mas con arreglo a ellas ya habían empezado los combates de la mañana y, de todos modos, sería tarde para rectificarlas. Y lo único que al comandante en jefe le quedaba era pasar la mañana sin prisas, esperando que con la ayuda de Dios todo se desenvolviera como él deseaba, es decir, de la mejor manera posible.
Sólo que no se le podía ocultar, debido al cercano cañoneo, lo sucedido en la división de Minguin. Esta división, que, no se sabía la razón, no había sido trasladada desde Novogueórguievsk a Mlawa en ferrocarril y que había marchado cien verstas a lo largo de la vía, y luego otras cincuenta, después de la rápida caminata había atacado la víspera con todos sus regimientos; los de la derecha habían estado a punto de tomar Mühlen, y los de la izquierda —el de Revel y el de Estlandia— también habían tenido éxito en el avance, aunque al llegar a la pequeña aldea de Tannenberg parecían haber sido recibidos con un intenso fuego, debiendo replegarse. Y Minguin, al tener noticia del repliegue de los regimientos de la izquierda, había retirado también los de la derecha, perdiendo así el contacto con Martos. ¿Quedaba este con el flanco izquierdo al descubierto? Además, los informes no eran precisos: ¿eran muy grandes las pérdidas?, ¿hasta qué línea habían retrocedido? La imprecisión de los informes permitía darles una interpretación no tan alarmante, tanto más que el cañoneo de esta mañana se había alejado hacia la derecha, hacia el Cuerpo de Martos.
Samsónov examinó atentamente el plano que le presentaban. Dispuso que se enviara la orden de no retroceder en ningún caso más allá de una aldea situada a diez verstas de Neidenburg. Abrigaba la esperanza de que de un momento a otro empezasen a llegar al sector de Minguin los regimientos de la división de la Guardia de Sirelius. Samsónov esperaba impaciente a este o al jefe del Cuerpo, Kondrátovich, aquella mañana, pero ni el uno ni el otro acababan de presentarse.
¿Qué hacer, enviar a un oficial para poner en claro la situación? ¿Debería ir el propio comandante en jefe y ver qué había? Pero si se desplazaba a la división de Minguin y en el otro extremo surgía algo importante."
Aleksandr Solzhenitsyn
Agosto 1914
"Un estado en guerra sólo sirve como excusa para la tiranía doméstica."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn
"Uno nunca debe dirigir a las personas hacia la felicidad, porque la felicidad es también un ídolo del mercado. Uno debe dirigir hacia ellos el afecto mutuo."
Alexander Isáyevich Solzhenitsyn