Anahorish

"Mi “sitio de agua clara”,
La primera colina del mundo
donde fluyen los manantiales
bajo la hierba brillante

y las oscuras losas
del centro del sendero.
Anahorish, suave pendiente
del prado consonante y vocal.

post-imagen de lámparas
balanceadas por los patios
en las tardes de invierno.
Con cubos y carretillas

esos habitantes de la colina
van, hundidos hasta la cintura en la niebla,
a romper la fina capa de hielo
de fuentes y estercoleros."

Seamus Heaney



“«Atrás», dijo uno, «manténganse unidos».

Otro conjuró a Lorca desde su colina.
Nos tragábamos casos de muerte y crónicas de toros…”

Seamus Heaney



Encuadres

XXXVII

"En famosos poemas del sabio Han Shan,
Montaña Fría es un lugar que también puede significar
Un estado de la mente. O diferentes estados de la mente

En momentos diferentes, pues los poemas parecen
Excepcionales, impulsivos, de los que empiezan
"Llevo sentado aquí frente a la Montaña Fría

Veintinueve años", o "No hay sendero
Que recorra todo el camino" -materia envidiable,
Sencilla y creíble.

Hablar de ello no basta
Pero citarlo demuestra el menos

La virtud de un arte que conoce su mentalidad."



Seamus Heaney


“…las vías húmedas

desnudas y tensas como yo, todo atención
por si tus pasos me siguen, pero antes muerto que mirar atrás…”

Seamus Heaney





“… Mis hijos lloran la calurosa noche extranjera.

Caminamos por el suelo, mi boca podrida se desahoga
contigo y yacemos rígidos hasta que el alba
acude a la almohada, y al maíz, y la viña…”

Seamus Heaney


Muerte de un naturalista

Durante todo el año el dique de lino supuraba
en el corazón del pueblo; verde y de cabeza pesada
el lino se pudría allí, aplastado por enormes terruños.
A diario chorreaba bajo un sol de justicia.
Burbujas gorgojeaban con delicadeza, moscardones
tejían una fuerte gasa de sonido en torno al olor.
Había también libélulas, mariposas con lunares,
pero lo mejor de todo era esa baba caliente y espesa
de huevos de rana que, a la sombra de las orillas,
crecía como agua coagulada. Aquí, cada primavera
yo llenaría los tarros de mermelada con gelatinosas
motas para poner en fila en el alféizar de la casa,
y en el colegio, sobre estantes, y esperaría y miraría
hasta que los puntos engordasen estallando en ágiles
renacuajos nadadores. La Señora Walls nos contaría cómo
a la rana padre se le llamaba rana toro
y cómo croaba y cómo la mamá rana
depositaba centenares de pequeños huevos y eso eran
babas de rana. También se podía predecir el tiempo por las ranas
pues eran amarillas al sol y marrones
bajo la lluvia.
Entonces, un caluroso día cuando los campos apestaban
a boñiga de vaca sobre la hierba, las airadas ranas
invadieron el dique de lino; yo atravesaba los marjales
agachado y al son de un áspero croar que no había oído
antes. El aire se espesó con un coro de bajos.
Justo al pie del dique ranas de gordas barrigas se mantenían alertas
sobre terruños; sus nucas sueltas latían como velas. Algunas saltaban:
el slap y plop eran amenazas obscenas. Algunas se sentaron
dispuestas como granadas de barro, con sus calvas cabezas pedorreando.
Me sentí enfermo, di la vuelta y corrí. Los grandes reyes babosos
se reunían allí para vengarse y supe
que si metía mi mano las babas la agarrarían. 

Seamus Heaney



“¿Qué defensa haré de la poesía? El arbusto, vacío, está siseando cuando bajo, y ahí dentro, tu semblante ronda como la luna en vidrios rotos.”

Seamus Heaney



Un murciélago en el camino

Un alma murciélago despierta a la conciencia
de sí misma
en la oscuridad, en secreto, en soledad.

Capaz serías de alzar un sombrero viejo entre los dientes
de un trinche
y recorrer la boca del puente por el sutil placer
de un cierto batir de alas. Delgadas telarañas,

uñas infantiles que se clavan al forro del sombrero…
Pero no la bajes, no interrumpas otra vez su vuelo,
no la niegues; en esta ocasión, déjala en libertad.

Sigue su aleteo de murciélago bajo el puente de piedra,
bajo la vía del tren rumbo al centro del país y Escocia,
y suéltala ahí, en la oscuridad.

En un instante proyectará sombras sobre los laureles,
brillantes como la luna,
o rozará la pared cubierta de una cancha de tenis.
En un instante te habrá sacado ventaja en el camino.

¿Qué te propones? Sigues desviándote,
volando ciegamente sobre calderos y alambradas,
invitada por la caricia de una palabra como peignoir,

cruje y resplandece fugaz, seda tornasolada, la cautela de
las inundaciones,
Tan cerca de mí que la oía respirar,
y ahí junto a la ventana iluminada tras los árboles

cuelga en enredaderas bordeando la mampostería,
ya es una hoja mojada volando en la avenida,
ya se halla suavemente cubierta por las sombras trepadoras

junto a las Rejas Blancas. ¿A quién se le hubiera ocurrido?
En las Rejas Blancas
Los dejó hacer su voluntad. Quédate colgada
el tiempo que te plazca. No hay nada que esconder. 

Seamus Heaney


Un papalote para Michael y Christopher

Durante toda esa tarde de domingo voló un papalote por encima del día,
cuero bien estirado, puñado de paja al aire.
Al hacerlo, lo sentí gris y resbaloso,
lo probé cuando, ya seco, se puso blanco duro, amarré los moños de periódico
a lo largo de su cola de dos metros.
Pero ahora estaba lejos, como una pequeña alondra,
y jalaba como si la cuerda pandeada fuera una red con que alguien intentara
pescar todo un cardumen. Un amigo mío dice que el alma humana
pesa casi lo mismo que una perdiz ; pero el alma anclada ahí,
la cuerda que se afloja y luego asciende,
pesa lo que una zanja clavada en los cielos.
Antes de que el papalote se hunda en el bosque
y esta cuerda se mueva inútil, muchachos,
sientan en ambas manos el jalón de tristeza que corta, su raíz, su larga cola.
Nacieron preparados. Párense frente a mí y hagan el esfuerzo.

Seamus Heaney



Un sueño de celos


"Caminando contigo y otra dama
por un parque boscoso, la susurrante hierba
corría sus dedos a través de nuestro silencio sospechoso
y los árboles se abrían hacia un sombreado
claro e inesperado donde nos sentamos.
Creo que el candor de la luz nos desalentó.
Hablamos sobre deseo y ser celoso,
nuestra conversación una simple bata suelta
o un mantel de pic-nic blanco desplegado
como un libro de modales en el desierto.
«Muéstrame,» dije a nuestra compañera, «lo que
tanto he deseado, tu estrella malva del pecho.»
Y ella consintió. Oh ni estos versos
ni mi prudencia, amor, pueden curar la herida de tus ojos."

Seamus Heaney




“…y me encontré entonces pensando: si fuera hoy,

así es como la Muerte convocaría a Cualquiera…”

Seamus Heaney




“…yacemos como si la superficie fría de una hoja

nos hubiese dejado sin aliento…”

Seamus Heaney