"De repente me envolvió una gran suavidad; primero se produjo un rayo cegador; después una luz diáfana con apariencia de ser humano. Miré fijamente y allí estaba... Vino hacia mí, saludándome tan gentilmente que desaparecieron mi espanto y mi alarma, dando paso a un sentimiento de familiaridad. Y entonces empecé a exponerle el problema que tenía sobre el conocimiento.
"Despiértate", me dijo, "y tu problema se habrá resuelto"."

Shahab al-Din Yahya ibn Habash Suhrawardi