A la muerte le gustan sus registros.
Funciona como un observador de trenes
que mira desde los puentes.

Los trenes corren bajo
el puente. Van medio vacíos.
Las estaciones de provincia

están en silencio con andenes
desiertos. La gran estación final
es un hangar vacío

esperando llenarse.

George Szirtes



Acteón

Oh, mi América, hallada por una minúscula veleidad,
tras, al parecer, una límpida línea
que refuté sin meditar-
¿Se reviste de pensamientos el deseo
o define su propósito con un mero atisbo?

Tú, con tu carne postergada
sobre sí misma en álgida actitud,
mientras los canes a mis pies
gruñen a la extraña camisa grana,
bajo la corneada luna tú bebes

el agua nocturna- cuéntame qué hurtan tus ojos
o qué entregan. ¿No podemos dejar que te marches
sin protestar? Mi propio cuerpo se vuelve
contra mí en creciente
hostilidad. Cualquier cosa revelada por la noche

se muestra peligrosamente dentada. Y el cuerpo arde
como si la piel estuviera profusamente desgarrada
y gime. Porta un harapiento vestido
como el pretérito lenitivo
de un bienestar conocido incluso por un perro

por su olor. De modo que la carne cede, cada vez
menos humana, como el mismo deseo, aunque el dolor
aún preserva el terrible balance
la mente parece reacia a retenerlo,
Oh, mi América, mi desnudez. 

George Szirtes




"En los cuentos de hadas no se "cree". Carecen de teología, sistema de dogmas, ritual o institución, y tampoco demandan una forma determinada de comportamiento. los cuentos de hadas tratan de la naturaleza inesperada y cambiante del mundo."

George Szirtes



La orden de liberación

Cuando las puertas finalmente
se abrieron hubo regocijo.
Fue como un nacimiento.

Lo milagroso
llevaba su mejor vestido y cantaba
con una voz alta y pura.

Y estaban los sueños
guardado en el armario.
Ahora fueron aireados

como una colada perdida hace tiempo.

George Szirtes




Lo que llamábamos naturaleza
no era nuestra amiga. Flores brillantes
recogían sus faldas rojas.

Altos árboles sacudían sus ramas
sobre nosotros. Nubes blancas formaban formas oscuras.
Éramos jardineros

quintacolumnistas, espías
para poderes no identificados
alineados con la naturaleza

pero no sus amigos.

George Szirtes




Petersen: Kleichen un hombre

He visto la eternidad y es como esto: un hombre y una mujer bailan en el bar de una calle miserable sobre un suelo polvoriento.

Todo ceñido conjura y desespera,
a un punto entre la violencia y la abyección,
entre la calidez y el miedo agorafóbico.

Permítaseme trastocarlo y aceptar el miedo.
Permítaseme abatir todas las objeciones
a la abyección,
pues la vida misma está desesperada

y debe pisar el suelo sucio
con cuidado, amorosamente, mientras el bar
se suspende en la eternidad. Como esto. 

George Szirtes