"El hecho de que la industria española no pudiera aprovisionar adecuadamente a los mercados coloniales no turbó lo más mínimo a los responsables políticos. Después de todo, existía un pequeño sector industrial en España, decidido a conservar su mercado cautivo. Para complementar la producción nacional, los comerciantes españoles podían obtener beneficios de la reexportación de los productos extranjeros y se consideraba que perpetuar la dependencia era más importante que apaciguar a la población de las colonias. En el pensamiento imperial español era un axioma que la dependencia económica era requisito indispensable de la lealtad política y que el incremento del número de industrias en las colonias estimularía la autosuficiencia y la autonomía. Definiciones imperiales de este tipo llevaban a los funcionarios a una lógica del fanatismo. Se ha hecho célebre el consejo que dio el conde de Revillagigedo en 1794 a su sucesor en el virreinato de México: «No debe perderse de vista que esto es una colonia que debe depender de su matriz, la España, y debe corresponder a ella con algunas utilidades, por los beneficios que recibe de su protección, y así se necesita gran tino para combinar esta dependencia y que se haga mutuo y recíproco el interés lo cual cesaría en el momento que no se necesitase aquí de las manufacturas europeas y sus frutos». El virrey Francisco Gil de Taboada observó que el declive de las manufacturas en Perú y en las colonias adyacentes no era consecuencia de la abolición del repartimiento, sino del incremento de las importaciones y del descenso de los precios iras el establecimiento del comercio libre, con gran beneficio para el Estado."

John Lynch
La España del siglo XVIII



"La historia es un conjunto de hechos e interpretaciones, nunca una receta universal."

John Lynch