El lugar que tú ocupas
Por suerte,
existes.
Y por suerte, también,
no solo existes,
sino que te colocas aquí,
justo al lado de todo lo que está lejos,
para estar cerca.
Y por suerte, aún más,
no solo existes
y te colocas aquí,
sino que es en ese exacto lugar
en el que me haces creer
que merezco habitarlo,
conocer los rincones que lo atajan
y saber mirarte también
cuando cierro los ojos.
Como un sueño.
Como el sueño que aparece
en el momento preciso
en el lugar que tú ocupas.
Elvira Sastre
Libre
Quería que supieras
que mi daño es algo que sólo elijo yo.
Que me dejo mecer por tus empujones
como si fueran viento que me coloca lejos de ti
porque todas mis puertas están abiertas
y yo soy libre.
Que el odio
es el disfraz de una piel, el reverso de un cuerpo,
y desde lejos
tu cara se intuye del revés,
perdida,
y no hay nada peor que sentirse perdido
dentro de uno mismo.
Que tus intentos de quebrarme el paso
solo consiguieron hacerme pisar más fuerte,
y cuanto más lejos te colocas
más cerca estoy de mí misma.
Que quisiste taparme los ojos
y hundirme,
pero mi mirada está más cerca del mar
que de tu suelo.
Y te lo repito:
soy libre.
Que solo aquel que entiende mi silencio
merece mi palabra,
y tu hace tiempo que dejaste de comprender
que lo que difiere de un hogar
y un sitio al que volver
es la puerta abierta.
Tu puerta cerrada
es la entrada a mi casa.
Que quisiste quitarme todo
y te quedaste sin mí.
Que mi risa fue tu risa
y algún día nuestras lágrimas fueron una,
pero dejaron de hablar el mismo idioma
cuando tus sonrisas
fueron balas contra mi pena,
cuando tu tristeza
arremetió ahogada contra mi alegría.
Que siempre colocaré la verdad
frente a mis huellas,
que no daré respuestas
a quien no acepta mis preguntas,
que no iré a aquel lugar
en el que no me reconozca,
que no daré la mano
al que me señala con el dedo.
Que nunca me perdiste:
dejaste que me fuera,
que es la peor forma que existe de abandono.
Para el que se queda.
Y esa será tu mayor condena.
Pero no,
no diré nada que enturbie mi paz,
que moleste la duna calmada
que reside en mi conciencia.
Mejor me voy
sin decir nada que no sea un espacio vacío
- lo que te mereces: nada -,
porque irse en silencio hace más ruido
que cualquiera de tus gritos.
Y yo ya he pasado de canción
Elvira Sastre
"No hay nada que ocupe más espacio que tu ausencia."
Elvira Sastre
País de poetas
Hoy a España le han dado una paliza
-el último parte indica agonía-
y llora como un cachorro abandonado en la cuneta
mientras susurra llena de pánico:
se están llenando mis puentes.
Y yo la miro
con los ojos llenos de justicia
y le digo:
aguanta, te salvaremos los supervivientes.
En la calle solo queda vivo un hambre feroz
que aterra:
el canibalismo de un capitalismo devorador.
Quien dice defendernos nos acaricia
y nos deja la cara llena de sangre:
un abrazo falso duele más que una puñalada...
y lo saben.
Quieren rajar nuestras gargantas
y nutrirnos de sus restos,
atar la libertad de pies y manos y lanzarla al mar
como quien ahorca con saña los derechos humanos.
Son culpables de todo este daño
y no saldrán indemnes:
este aullido en su oído pronto se convertirá en dentellada.
Seguimos siendo salvajes humanos
dentro de su circo,
pero terminará la función y destrozaremos su sonrisa de payaso.
Os estamos descubriendo
y la rabia fluye por nuestras venas
junto al hambre, la pobreza y la injusticia
-quién os lo iba a decir:
cabe más humanidad en estos cuerpos
que mierda en todos vuestros discursos-.
Hoy España huele a podrido,
aunque yo la siento más guapa que nunca
cuando bajo a comprar al mercado
en ese puesto que está a punto de cerrar
y me desean buen día
o cuando veo a un estudiante
ceder su asiento a una mujer con una pensión de mierda
que sonríe con esa resignación
de quien ha vivido de paz a guerra de paz a guerra de paz a guerra de paz
a...
Parece que cada mañana el pueblo grita:
'Nos quedamos para salvarte,
España.'
Y el pueblo nunca miente.
Y vosotros escuchad,
soltad los hilos corruptos de vuestras manos
y mirad hacia abajo,
cerrad vuestra boca llena de humo negro
y abrid bien vuestros oídos viciosos:
solo aquel que no tiene nada
tiene todo.
Nos habéis convertido en el ejército más poderoso:
ese que no tiene nada que perder.
Y vamos a por vosotros,
armados hasta los dientes de valor,
escudados con una resistencia caníbal
y con un amor violento por la supervivencia.
Jamás debisteis usar a las palabras en vano:
vivís en un país lleno de poetas.
Elvira Sastre
Si pudiera,
mi amor,
convertiría todo lo que ahora es
singular
en plural.
Pero no puedo,
así que has de conformarte
con lo único que puedo hacer:
quererte
-no el doble, ni por dos, ni al cuadrado,
sino con la fuerza de un ejército
de tres mil latidos y doscientos litros de sangre
que queriéndote dar más de lo que tiene
te da todo lo que es-.
Elvira Sastre
Si quieres nos tropezamos
y lo llamamos destino.
Elvira Sastre
YA NADIE CONOCERÁ NUESTRA HISTORIA
Es raro escribirte desde un lugar
en el que tú y yo ya no estamos.
Es raro hablarle a alguien que ya no eres,
yo, que no sé quién soy.
Los años han pasado,
y he aprendido varias cosas que ya nunca
podré contarte
porque aquellas que fuimos ya no responden
nuestras preguntas,
pero aún soy capaz de escuchar el eco
de tus pisadas sobre mis manos
y eso es casi igual de extraño.
Ya nadie conocerá nuestra historia.
Hablo de ti desde la calma,
desde estas cuatro paredes que me protegen,
y no me duele.
Tal vez tenías razón.
Pero es que te miro
y no eres tú.
Entonces te escucho
y el amor desatendido sube como un fuego
por mi cuerpo acostumbrado.
Quisiera hablarte de mis miedos,
dejar a un lado el ruido y apoyarme
de nuevo sobre tu espalda,
preguntarte si tu pelo sigue siendo igual de suave,
por qué apagaste todas las luces.
Quisiera saber quién eres ahora,
si queda algo de la mujer que me encontré
cuando yo apenas comenzaba a vivir,
si encontraste al fin un hogar que no te apretase tanto,
si me recuerdas al cantar en voz baja,
si aún dudas al bailar sobre las hojas del otoño.
Tú y yo ya no somos nosotras,
pero seguimos siéndolo en el sitio
al que acudo cuando tengo frío
y buceo entre mi memoria para encontrar
algo que me abrigue,
y así, como la vida cuando nos cuida,
me doy de bruces contra algo tuyo:
la cobardía, los impulsos,
la marcha lenta, un espejo roto,
ese carnaval inesperado,
dos canciones que, como un relámpago,
parten mi cuerpo a la mitad.
Así funcionan los recuerdos:
cuanto más lejos están,
más queman.
Y cuando una se da cuenta,
el mundo entero ya está en llamas.
Elvira Sastre