"Cuando todavía se mantenían en pie las murallas de Montségur, los «puros» guardaron en ella el Santo Grial. El castillo estaba en peligro. Las huestes de Lucifer se encontraban ante sus murallas. Ansiaban tener el Grial para volver a colocarlo en la diadema de su príncipe, que se precipitó a la tierra durante la caída de los ángeles. En estas circunstancias, llegó al cielo una paloma blanca que abrió en dos el monte Tabor.
Esclarmonde, custodia del Grial, lanzó la valiosa reliquia a la montaña, que volvió a cerrarse al recibirla, y así fue salvado el Grial… Cuando los demonios entraron en el castillo, ya era demasiado tarde para ellos. Montados en cólera, todos los «puros» perecieron entre las llamas, excepción hecha de Esclarmonde, guardiana de la preciosa reliquia. Una vez cerciorada de que el Grial se encontraba en lugar seguro, oculto en el interior de la montaña, subió a la cima del Tabor, se trasformó en una blanca paloma y voló curiosamente hacia los montes de Cachemira. Esclarmonde no ha muerto."
Otto Wilhelm Rahn
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 244
"Cuando el sol se va de Provenza y Languedoc, se arquea en cirros de oro sobre los Pirineos que, intrépidos y nobles, se elevan en el cielo azul. Cuando las sombras de la noche se han cernido ya sobre la llanura provenzal, continúan aún largo tiempo siendo bendecidos y transfigurados por los rayos del sol poniente.
En Montségur, los caballeros más nobles de Occitania protegían a la Iglesia del Amor. ¡Las montañas, en torno a las cuales y a lo largo de los milenios se había entretejido el mito y la fábula; las cuevas, en cuyo laberinto mágico pervivía el recuerdo de los antepasados y de las civilizaciones ancestrales; los bosques y las fuentes, en los que sabían inspirarse para sus cantos y oraciones, eran sagrados para los occitanos!
La noche de la caída de Montségur, un fuego se hallaba encendido en la cumbre nevada del Bidorta. No era una hoguera, sino un fuego de alegría. Cuatro cátaros mostraban a los perfectos de Montségur que se disponían a morir, que la «Mani» estaba a salvo.
En su condición de cátaros hubieran preferido, junto a sus hermanos, tomar el camino de las estrellas en la hoguera del Camp des Crémats. Cuando subían por el camino atravesando el valle del encanto y bordeando el lago de los druidas en su ascensión escarpada hacia el Tabor y el Bidorta, cuando, al norte, veían llamear las hogueras de Montségur, lo que ponían a salvo no era ni oro ni plata, sino el «deseo del paraíso».
Los campesinos del pueblecito de Montségur, suspendido sobre la garganta del Lasset, cual nido de abejas al pie de las rocas sobre las que se asienta el castillo, cuentan que el Domingo de Ramos, mientras que el sacerdote dice misa, en la espesura del bosque se encuentra el tesoro de los herejes. Pobre de aquel que no haya abandonado el monte antes de que el sacerdote entone el ite misa est. Con estas palabras se cierra el monte, y quien busca el tesoro muere por las picaduras de las serpientes que lo guardan…"
Otto Wilhelm Rahn
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 241
"Me preocupa muy seriamente mi patria… Yo soy un hombre tolerante, no puedo ya vivir en mi hermosa patria; ¿en qué se ha convertido?"
Otto Wilhelm Rahn
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 246
"Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes."
Otto Wilhelm Rahn
Cruzada contra el Grial
Tomado del libro de Lorenzo Fernández Bueno, Templarios, nazis y objetos sagrados, página 68
"Y por ello confío mi "Cruzada contra el Graal" al pueblo francés, que ampara, dentro de los límites de su gran patria, el antiguo castillo del Graal."
Otto Wilhelm Rahn
"Por siempre recordaré el Sabarthès, el Montségur, el castillo del Grial y el Grial, que puede haber sido aquel tesoro de los herejes sobre el que leí en los registros de la Inquisición. Reconozco públicamente que me hubiera gustado encontrarlo."
Otto Wilhelm Rahn
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno
"Wolfram von Eschenbach da el nombre de Parsifal al buscador del Grial… Su traducción al provenzal es Trencavel «el que resuelve bien» […] La madre de Trencavel y su hijo se consagraron a la herejía.
Rechazaron la cruz como símbolo de la salud. El Grial era, según mis conocimientos obtenidos, el símbolo de la creencia herética que fue depositado en la tierra de los puros, como relata numerosas veces Eschenbach en su poema."
Otto Wilhelm Rahn
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 241
"Y por ello confío mi "Cruzada contra el Graal" al pueblo francés, que ampara, dentro de los límites de su gran patria, el antiguo castillo del Graal."
Otto Wilhelm Rahn