"Abre puertas y armarios
 para que estalle lejos esa infancia
 apaleada en el aire calino;
 para que nunca veas el viejo pedregoso
 camino de mis manos,
 para que no sientas deambular
 por las calles de este mundo
 ni descubras la casa vacía
 de hojas y de hombres
 donde el mismo ayer sigue
 buscando soledades, anhelos.

Heberto Padilla
Exilios



Heinrich Heine

En una de estas tardes
me pondré guantes blancos,
frac negro,
sombrero;
iré a la calle Behren,
cuando nadie se encuentre en el café,
y no se haya formado la tertulia
y nadie me pueda reconocer
excepto Heinrich Heine,
pues debo hablar con él,
que sabe cuánto oculta la gloria y la ponzoña,
el exilio y el reino
(y que lo sabe bien).
Escéptico, burlón, sentimental creyente…
(Así lo describió Gautier)
Pero ¿de quién hablaba?
¿De nosotros o de él?
Porque ¿quién no ha opinado
contra sus sentimientos?
¿Contra quién no ha graznado
un cuervo de hiel?
En una de estas tardes…
Enfundaré los ojos de Teresa,
se los pondré delante a Heine
de modo que comprenda que también
supe de ellos y los desenterré.
Le diré que es mi modo de ser contemporáneo.
Haremos una larga reverencia
(son ojos de otro siglo,
descubiertos por mí…)

Esta tarde tal vez…
Cuando el brumoso mirlo
salte de rama en rama
y sólo Heine se encuentre en el Café,
y nadie pueda nunca saber
que anduve entre walkirias, nornas,
parcas del norte,
que yo también he sido un desenterrador.

Heberto Padilla



Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad

Lo primero: optimista.
Lo segundo: atildado, comedido, obediente.
(Haber pasado todas las pruebas deportivas).
Y finalmente andar
como lo hace cada miembro:
un paso al frente, y
dos o tres atrás:
pero siempre aplaudiendo.

Heberto Padilla



“Yo, bajo el disfraz del escritor rebelde, lo único que hacía era ocultar mi desafecto a la Revolución -se arrepentía el poeta-. Este es el hombre que realmente yo era; este es el hombre que cometía estos errores, este es el hombre que objetivamente trabajaba contra la Revolución y no en beneficio de ella; este era el hombre que cuando hacía una crítica no la hacía al organismo al que debía criticársele, sino que hacía la crítica al pasillo, que hacía la crítica al compañero con mala intención. Yo, compañeros, como he dicho antes, he cometido errores imperdonables. Yo he difamado, he injuriado constantemente la Revolución, con cubanos y con extranjeros. Yo he llegado sumamente lejos en mis errores y en mis actividades contrarrevolucionarias, no se le puede andar con rodeos a las palabras. Yo, cuando fui a Seguridad, sobre todo tenía la tendencia a tenerle miedo a esa palabra, como si esa palabra no tuviese una carga muy clara y un valor muy específico, ¿no? Es decir, contrarrevolucionario es el hombre que actúa contra la Revolución, que la daña. Y yo actuaba y yo dañaba a la Revolución. A mí me preocupaba más mi importancia intelectual y literaria que la importancia de la Revolución. Y debo decirlo así.
Yo arremetí contra la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, contra la revista Verde Olivo, yo dije que la revista Verde Olivo me había tratado injustamente, siempre con argumentos policiales; yo dije que el escritor en Cuba no significaba absolutamente nada, que no era respetado, que no valía nada, yo ataqué consuetudinariamente a la Revolución. Y no digamos las veces que he sido injusto e ingrato con Fidel, de lo cual realmente nunca me cansaré de arrepentirme. Y sólo el deseo, realmente la vehemencia con que quisiera rectificar esa ingratitud y esa injusticia podría, si no compensar, por lo menos aclarar en algo lo que no era más que una cobardía y una actitud contrarrevolucionaria.”

Heberto Padilla