A la llegada de las hordas

"Mi gran furor que os dará la medida de mi cólera.
En fuga al centro de mí y hacia mi ser en lo profético desencadenado.
Mi pasión por la noche, mi clarividencia.
De poseso coronado por Orfeo y la Bella.
Me hacen más libre, y a la vez, más dichoso y más múltiple.
Que vosotros que todo lo tenéis.
Que vosotros oh corsarios blancos.
Oh, hijos de un cielo que habéis adquirido al menor precio.
A quienes nunca he visto jugarse una última carta.
Como quien juega su cabellera a las aguas envenenadas.
En el supremo juego donde el que pierde es el gran victorioso.
¿No os espanta mi lengua de animal solitario?
¿O no es a vosotros a quienes ciega
mi ojo centelleante como un vasto océano?
Temedme. Alejaos de mí.
Soy el monstruo sagrado, el asesino celestial y benigno.
Aquel que jamás tuvo nada, pero aún así
Su inaudita riqueza sobrepasa a la vuestra.
Porque yo hice mío lo desconocido.
Yo he tocado los límites del infinito.
Y, por último, sabedlo!
Vosotros, que alardeáis de santidad y pureza.
Nunca estaréis tan cerca de Dios como yo.
Que soy la otra cara de El.
Que soy la eternidad que revive en un hombre.
Que soy una edad desconocida.
Avanzando de himno en himno, de conjuro en conjuro.
Hacia el centro de mi corazón.
Hacia los mundos puros, los mundos malditos, los mundos negados.
Donde he llegado a ser
Un titán bronceado por los sueños
Y que marcha, sí, que marcha.
Abrazado a su abismo como a un postrer anhelo."

Carlos de Rokha, seudónimo de Carlos Díaz Anabalón


Julieta o la clave de los sueños


"Una mujer de champagne me llama desde un sueño
Donde ella con sus ojos me pervierte
Deliciosa es fascinante
Adorable envenenada
Sobre la boca una mancha más negra
Ese gesto que marca sus pasos
De bella condenada a las habitaciones
El Océano en sus manos renueva sus espejos
La vida que yo amo es ésta entre sus brazos."

Carlos de Rokha, seudónimo de Carlos Díaz Anabalón



Memorial y llaves


" ¡Dadme un sueño de ojos abiertos,
un muro donde caer arrodillado!

Mi sangre está llena de islas,
mis párpados de anunciaciones y agonías.
¡Pero en mi corazón no cabe un dolor más!

Mi piel está llagada por dentro.
Me han cercado los fantasmas del terror y del sueño.
¡Ay, crueles vigías, liberadme
y tú, río del amor, dóname ya la pura
quietud de tus anillos!
¡A mí, que nada poseo
sino las mortajas que nos deja el sueño
los silicios del hambre y del asombro!

Pues atravesé la noche en busca de otros mundos.
Y no encontré nada sino bestias degolladas ensangrentando los caminos.
Nada sino pájaros heridos en los mudos tejados
y niños que morían sin alcanzar el velero de sus sueños,
apostados frente a tierras baldías que desde los pies los devoraban.
Y contra ellos lanzaban los lobos del silencio
y los puñales del abismo que una mano invisible blandía.
Cada vez que sus cantos llenaban la mañana
con corales de júbilo y espera.

¡Ven, dulce muerte de ropaje benigno y ardientes instrumentos!
Porque no encontré nada sino a Ti
en la víspera de cada viaje.
Y en el error de todo tumulto.

Tú llenabas el paisaje de la sierra y las vastas columnas de los ríos.
¡Tú, gran liberadora, y tu ojo de piedra clavado en las ventanas!
¡Ven! quiero que veas a tu huésped desnudo de recursos.
Voy a tender hacia ti las mismas manos que tu santa ceniza recibieron.

Voy a darte mi sed y mi agonía
y los libros de mi redención y mi locura
y las palabras con que nombré tu reino para alcanzar los límites
que el hombre siempre anhela sin lograr sus esencias.
¡Ven, leve viajera y quédate
en tu ligero corcel de plata volando en mis jardines!
Voy a darte mi vida a cambio de los sellos que me cubran el alma.
Y del postrer licor que me moje los labios.
Voy a darte este cuerpo y estos huesos
que hondas hachas hirieron negándome el reposo."

Carlos de Rokha, seudónimo de Carlos Díaz Anabalón



Sonatina


"Sí, yo os lo decía: doradas cañas
han de incendiar el alba
y un niño de ojos muertos
dialogará con el río

¿Veremos, veremos esa llama
lavándose en la piedra
y el sonoro gallo del leve mediodía
bailar en torno a ella?

¡Ah, el gallo de alas de níquel
y la llama, que es rubia manzanera
decorando la hierba con un rubí de sangre."

Carlos de Rokha, seudónimo de Carlos Díaz Anabalón