"Es en la gélida Antártida donde debemos buscar las respuestas a las raíces de la civilización, unas respuestas que acaso se conservan en las heladas profundidades de la isla-continente olvidada."


 Rand Flem-Ath & Rose Flem-Ath
Citado en el libro de Graham Hancock, Las huellas de los dioses, página 543


"La Antártida es el continente menos comprendido. La mayoría de nosotros supone que esta inmensa isla ha estado cubierta de hielo durante millones de años. Pero nuevos hallazgos confirman que unas partes de la Antártida permanecieron desprovistas de hielo durante miles de años, una historia reciente según el reloj geológico. La teoría del «desplazamiento de la corteza terrestre» explica la misteriosa aparición y desaparición de la vasta capa de hielo de la Antártida."

 Rand Flem-Ath & Rose Flem-Ath
Citado en el libro de Graham Hancock, Las huellas de los dioses, página 539


" … dejó también otras pruebas de su mortal visita en un círculo de muerte alrededor del globo. Todos los continentes que experimentaron rápidas y masivas extinciones de especies animales (en especial las Américas y Siberia) sufrieron un tremendo cambio en sus latitudes… Las consecuencias de semejante corrimiento son monumentales. La corteza terrestre experimenta un corrimiento en su interior y el mundo se ve sacudido por increíbles terremotos y diluvios. El cielo parece desplomarse y los continentes cambian de posición. En el fondo del océano, los terremotos generan un oleaje gigantesco que se precipita sobre las costas, inundándolas. Algunos territorios se desplazan hacia climas más templados, mientras que otros, impelidos hacia zonas polares, sufren los rigores de un invierno durísimo. Al fundirse, las masas de hielo hacen que se eleve considerablemente el nivel del mar. Todas las criaturas vivientes deben adaptarse, emigrar o perecer… Si el horror de un desplazamiento de la corteza terrestre se registrara hoy en día en un mundo interdependiente, el progreso de miles de años de civilización se vería arrancado de nuestro planeta como si fuera una fina telaraña. Quienes habitan cerca de las montañas quizá lograran escapar a las aguas globales, pero se verían forzados a dejar atrás, en las tierras bajas, los frutos lentamente obtenidos de la civilización. Sólo es posible que quedara algún rastro de la civilización entre la marina mercante y las armadas del mundo. Los oxidados cascos de los barcos y submarinos acabarían pereciendo, pero los valiosos mapas que se alojan en ellos serían salvados por los supervivientes, acaso durante cientos, miles de años, hasta que la humanidad pudiera utilizarlos de nuevo para surcar los océanos del mundo en busca de tierras perdidas…"

 Rand Flem-Ath & Rose Flem-Ath
Citado en el libro de Graham Hancock, Las huellas de los dioses, página 540


"Tal como hemos observado, la teoría geológica fue formulada por el profesor Charles Hapgood y sustentada por Albert Einstein. En suma, sugiere que toda la litosfera de nuestro planeta, la cual mide 50 kilómetros de grosor, experimenta un corrimiento sobre su núcleo central, de 12.800 kilómetros de grosor, forzando a grandes partes del hemisferio septentrional a desplazarse al sur hacia el ecuador y luego hacia el círculo antártico. Este movimiento no sólo se produce a lo largo del meridiano norte-sur sino que sigue una trayectoria giratoria, como un pivote por así decirlo, alrededor de las llanuras centrales de lo que en la actualidad constituye Estados Unidos. Como consecuencia, el segmento nordeste de Norteamérica (donde estaba emplazado antiguamente el polo norte en Hudson’s Bay), es arrastrado fuera del círculo ártico hacia las latitudes más templadas del sur, mientras que el segmento noroeste (Alaska y el Yukon) gira hacia el norte en dirección al círculo ártico a lo largo de grandes partes del norte de Siberia. En el hemisferio austral, el modelo de Hapgood muesca el área de tierra que llamamos ahora Antártida, gran parte de la cual se hallaba emplazada antiguamente en unas latitudes más cálidas, siendo arrastrada hacia el interior del círculo ártico. En términos generales se calcula que el movimiento alcanzó unos 30° (aproximadamente 3.200 kilómetros) y se concentró principalmente en el período comprendido entre el 14500 a. C. y el 12500 a. C., aunque se produjeron gigantescos temblores secundarios a escala planetaria con una periodicidad muy irregular hasta aproximadamente el 9500 a. C. Supongamos que, antes de producirse el desplazamiento de la corteza terrestre, se hubiera desarrollado una gran civilización en la Antártida, cuando ésta se hallaba situada en unas latitudes más agradables. En tal caso, esa civilización pudo haber sido destruida por los efectos del desplazamiento: maremotos, vientos huracanados y tormentas con gran aparato eléctrico, erupciones volcánicas al abrirse fallas sísmicas en todo el planeta, el cielo ensombrecido y una masa de hielo que se extendía de forma inexorable. Por otra parte, a medida que transcurrían los milenios, las ruinas que quedaron del cataclismo —las ciudades, los monumentos, las grandes bibliotecas y las obras de ingeniería de la civilización que había sido destruida— habrían quedado sepultadas bajo un grueso manto de hielo. Si la hipótesis del desplazamiento de la corteza terrestre es correcta, no es de extrañar que lo único que hallemos, diseminado a través del mundo, sean las misteriosas huellas de los dioses. Éstas vendrían a constituir el rastro, los ecos de las obras, las enigmáticas enseñanzas y los edificios geométricos que nos legaron los escasos supervivientes de la antigua civilización de la Antártida que habrían logrado surcar los turbulentos océanos en grandes barcos y se habrían afincado en tierras remotas: en el valle del Nilo, por ejemplo (o quizás en primer lugar junto al lago Tana, en las fuentes del Nilo Azul), en el valle de México, junto al lago Titicaca en los Andes, y sin duda en otros lugares del mundo… Dicho de otro modo, en todo el mundo es posible apreciar las huellas levemente visibles de una civilización perdida. El «cadáver» permanece sepultado bajo 3,5 kilómetros de hielo antártico y es casi tan inaccesible para los arqueólogos como si se encontrara en la cara oculta de la Luna."

 Rand Flem-Ath & Rose Flem-Ath
Citado en el libro de Graham Hancock, Las huellas de los dioses, página 545