¡A mi cuenta!

"En el dormitorio de al lado sus hermanos no pueden dormir,
Los dos siguen en la escuela. No pueden esperar
A crecer y hacerse hombres para juntar dinero.
La otra noche en la cena se sentaron frente a él,
Su hermano, un hombre, pero un hombre sin nada,
sin dinero, o siquiera la posibilidad de juntarlo.
Él nunca paga, nunca deja un billete
sobre la barra, como diciendo “¡A mi cuenta!”
A las cuatro de la mañana, cuando no puede dormir,
Repite la gastada frase para sí mismo
Con un giro delicado de la muñeca
Dejando el billete caer. No puede caminar
Por miedo a despertar a su madre, que duerme
Sola en el piso de abajo, en el viejo almacén,
Al lado de la cocina. Cuando era un niño de doce
O catorce, como sus hermanos, nunca supo
Por qué chicos no mayores que él hacían
Lo que hacían, los robos, peleas de pandillas, sobredosis
Violaciones, nunca entendió la furia silente
De su padre explotando en golpes
Y patadas, botellas, platos, vasos arrojados
Por toda la cocina. La mañana siguiente sería
Tan tranquila que desde su cuarto, arriba,
Escucharía la escoba recorriendo el piso
Mientras su madre recogía los restos, y la oiría
Cantar para sí misma. Ahora está todo tan claro,
Tan obvio, se pregunta por qué le ha tomado
Tanto aceptarlo, y ser adulto de una vez."

Philip Levine



La música del tiempo

"La joven mujer que cose
Junto a la ventana murmura una canción
Que no conozco; apenas oigo
Unas pocas notas, y cuando los camiones
Descienden por la calle llena de huecos
La música se ha ido. Antes de las
Sombras que proceden de la
Gran catedral, puedo verla
Una vez más trabajando, y luego
Oigo en el repentino silencio
del anochecer una música silente
salida desde su habitación. Hago a un lado
mis papeles, me lavo y me visto
para comer en uno de esos lugares
de comida marina en las avenidas
cerca del puerto, donde más tarde
irán a dormir los mendigos. Después
camino por horas por el Barrio
Chino pasando por las puertas
Abiertas de los pequeños bares y huecos
Desde donde las voces de los viejos
Ladran canciones pasadas de moda
Sobre el desamor. “Esto es el mundo”,
Pienso, “esto es lo que aquí me trajo
Hace unos años”. Ahora puedo
Volver a mi cuarto de soltero,
Puedo echarme despierto en la oscuridad
Revisitando todos los sucesos triviales
Del día que ha pasado; un día comienza
Cuando el sol aclara las oscuras cúpulas
Del dios de alguien más, y yo despierto
En una inundación de polvo a mi venido de
ninguna parte, y de ninguna parte viene
la voz real de alguien más."

Philip Levine
Traducción: José Miguel Herbozo Duarte


Luna reciente

2 a.m.
Diciembre y todavía luna
no se alza del río.

Mi madre, que acaba de llegar
del bar donde bebía cerveza,
está ante el armario abierto

con las manos quemantes todavía.
Se alisa el cuello de piel,
la bufanda, estira los guantes

arrugados como cartas.
Nada se ha perdido,
dice a la oscuridad, nada.

La luna, al fin, sobre el pueblo.
Las chimeneas descansan,
el carbón se apila,

los carros inactivos
son por fin blancos,
su mano pequeña emblanquece,

la mano que un extraño retuvo
y dejó libre
mientras jadeaba la marica polaca.

Estoy bebida, dice
y sabe que no. En su silla,
desabrochándose brassier y ligas.

solloza
y espera que sea necesario
moverse.

La luna baja
en un espamo de plata
rasgando la puerta de anjeo.

Los ojos fogosos
ahogados en el río quieto,
y es ella misma.

Las joyas diminutas
sobre el mentón y la mejilla
oscurecen, se pierden.

y en la oscuridad
nada cae
manchando su falda.

Philip Levine



Nuestro valle

"No vemos el océano nunca, pero en julio y agosto
Cuando el peor calor parece alzarse desde la dura arcilla
De este valle, podrías estar caminando a través de las higuerillas
Cuando de pronto el viento enfría, y por un momento
Llega a ti un olor a sal, y entonces casi puedes
Creer que algo espera más allá de Abra Pacheco,
Algo masivo, irracional, e incluso tan poderoso
Que las montañas que se alzan al este de aquí
No tienen para ello una palabra.

Probablemente pienses que estoy loco al decir que las montañas
No tienen palabra para ‘océano’, pero si vives aquí
Comienzas a creer que ellas lo saben todo.
Mantienen ese inmenso silencio que pensamos divino,
Un silencio que crece en otoño, cuando cae la nieve
Lentamente entre los pinos; el viento decae,
Se hace menos que un susurro, y difícilmente puedes
Sostener tu aliento mientras tiemblas, aterrado.

Debes recordar que esta no es tu tierra.
No pertenece a nadie, como el mar junto al que una vez viviste
Y pensaste tuyo. Recuerda los botes pequeños
Emergiendo mientras las olas regresan, y los hombres
esculpen una vida de él solo para hallarse al fin
tallados hasta volverse nada. Ahora dices que esto es tu casa,
así que persiste, adora a las montañas mientras se pierden en el polvo,
espera en el viento, atrapa un sabor a sal, llámalo nuestra vida."

Philip Levine


Por un duro

Por un duro tení­as una noche al resguardo.
(Un duro era una moneda de cinco pesetas
con el perfil de Franco, la narizota respingona
como si él solo hubiera recibido
el aliento de Dios. En el 65
sólo él recibí­a el aliento de Dios).
Por un duro podí­as tumbarte en el vestí­bulo
del Hotel Splendide con tu traje de los domingos,
dormir bajo las luces, y levantarte a tiempo
para bendecir la llegada del Hijo. Por un duro
lo podí­as tener todo, coches, mujeres,
una comida de siete platos y vistas al mar,
con las camareras inclinándose
al preguntar con reverencia: “¿Más mantequilla?”. Por un duro
compré un paquete de Antillanas y le di uno
al único viajero de la terminal desierta,
un soldado de uniforme. Cuando se agachó
para encenderlo, vi el cogote pálido,
desarreglado. Aún debe estar allí­, esperando.
El hotel ya no está, el edificio sí­,
un hospital veterinario y un comedor de animales
dirigido por el señor Esteban Ganz, vestido
para trabajar esta mañana con bata blanca,
corbata negra y bambas sucias. Modestamente
me muestra tres cachorros de lobo, pintos,
salvados de la muerte, los feroces gatos silvestres,
recorriendo impacientes la gran jaula como tigres, el tucán
debilitado por un virus desconocido, pero ahora
ya recuperado y acicalándose. Colores bulliciosos:
rojos, verdes y dorados resplandecientes,
idóneos para anuncios que proclaman la paz inter-
galáctica cuando llegue el momento.

Philip Levine



Puedes conseguirlo

"Mi hermano llega a casa desde el trabajo
y sube las escaleras hasta nuestra habitación.
Oigo la cama quejarse y sus zapatos caer
uno a uno. Puedes conseguirlo, dice.

La luz de la luna se derrama sobre la ventana
y su rostro sin afeitar palidece
como la cara de la luna. Dormirá
hasta después del mediodía y despertará para descubrir que me he ido.

Treinta años pasarán hasta que yo recuerde
ese momento en que de pronto supe que cada hombre
tiene un hermano que muere cuando él duerme
y duerme cuando se alza para enfrentarse a esta vida,

y ambos, juntos, son solo un hombre
compartiendo un corazón que siempre trabaja, manos
amarillentas y cuarteadas, una boca que boquea
en busca de aliento y pregunta:, ¿lo conseguiré?

Toda la noche en la fábrica de hielo había alimentado
la rampa con sus bloques plateados, y después yo
apilé cajas de naranjada para los niños
de Kentucky, un gris furgón por vez

y siempre otros dos esperando. Tuvimos veinte años
por poco tiempo y siempre con
la ropa equivocada, encostrada de suciedad
y sudor. Ahora pienso que nunca tuvimos veinte años.

En 1948, en la ciudad de Detroit, fundada
por De la Mothe Cadillac para las lejanas intenciones
de Henry Ford, nadie nació o murió,
nadie caminó por sus calles o cebó un horno,

porque allí no existió ese año, y ahora
ese año se ha desprendido de los viejos periódicos,
calendarios, citas médicas, bonos,
certificados de matrimonio, permisos de conducir.

La ciudad dormía. La nieve se volvió hielo.
Hielo convertido en charcos o ríos
corriendo en las cunetas. Después la hierba lustrosa surgió
entre miles de cuadrados partidos,

y esa hierba murió. Te devuelvo 1948.
Te doy todos los años desde entonces
hasta el próximo. Devuélveme la luna
y su frágil luz cayendo sobre un rostro
.
Devuélveme a mi hermano, joven, rudo
y furioso, con sus anchos hombros y una maldición
para Dios y unos ojos ardientes con los que contempla
la creación y dice: Puedes conseguirlo."

Philip Levine
Versión de Jonio González



Ritos funerarios

"Incluso en una rara mañana de lluvia
como esta mañana, con el cielo tan bajo
como pendiente de sus riquezas
y salvo por algunas lágrimas falsas, la tierra dura
no acepta nada. Seis años atrás
enterré las cenizas de mi madre
al lado de una joven lila que es ahora
más alta que yo, y atrapa entre el tallo
de una rosa en medio de las raíces
donde, como todo lo demás que no
es humano, florece. Los pequeños botones
nunca se abren; lo que sea que sepan
lo guardan para sí mismos hasta
que una mañana lluviosa o un viento nocturno
vuelve los pétalos nuevamente a la nada.
Incluso el gato del vecino que caga
diariamente en los senderos y se esconde
en la profundidad de la selva ramada
se niega a ronronear. Está bien terminar
al lado de la mujer que me hastía,
cavar en la tierra lo que sea que queda
y dejar solo un nombre para alguien
que lo quiera a uno. Piensa en ello,
mi nombre, que ha dejado de ser
una parte de mí, ya no más inflado
o golpeado, ya no más guisándose
en un complejo compuesto de memoria
o la simple unidad del hueso, mierda
de gato, las raíces del eucalipto
que planté en el ‘73,
un yo pequeño llevando nada, dando
nada, vacío, y libre al fin."

Philip Levine



"Siempre habrá gente trabajadora en mis poemas porque crecí junto con ellos, y yo soy un poeta de la memoria."

Philip Levine




Una historia

"Todo el mundo adora las historias. Empecemos con una casa.
Podemos llenarla con prolijos dormitorios, y llenarlos
De cosas –mesas, sillas, alacenas, gavetas,
Cerradas para esconder camas pequeñas donde los niños alguna vez durmieron
O grandes cajones abiertos como bostezos para revelar
Prendas dobladas con precisión, lavadas hasta el desgaste,
Inmaculadas, viejas, y esperando ser usadas del todo.
Debería haber una cocina, y la cocina
Debería tener una estufa, quizás una grande de acero
Con un grueso tubo negro que desapareciera en el techo
Hasta alcanzar el cielo y despedir sus olores conjuntos.
Esto ha sido el centro de cualquier vida familiar
Que haya estado aquí, esto y el lavabo ahora amarillo
Alrededor de la rejilla donde el agua, sucia o pura,
Desaguó sin explicaciones, algo así como el punto
De esto, la historia prometida que tal vez entreguemos.
Sin duda alguna, una familia estuvo aquí. Ahora ves
el sendero trazado en el linóleo donde la madera,
el gris pino, muestra en ella.
Un padre estuvo aquí a la mitad de su vida
Para llamar a los cielos sobre el tejado que imaginó
Debían estar escuchando. Cuando nadie respondía
Puedes ver donde sus pasos vuelven una
Y otra vez, pese a que se le ha enseñado
A nunca suplicar. No es que la vida fuera especialmente cruel;
Tuvieron agua potable que bombearon primero,
una cocina que proveía calor, una madre que permanecía
en el lavabo a todas horas y miraba con nostalgia
a donde el bosque una vez retuvo el sonido
de osos pequeños –una familia también ellos- y las canciones
de aves que volaron lejos una vez en el bosque alrededor,
un árbol a la vez después de que los trabajadores llegaron
con jarros de café caliente. El lugar desgastado en el alfeizar
es donde la madre descansaba su cabeza mientras nadie veía,
esas dos crestas manchadas ahora eran asideros
donde se apoyaba, y nunca le fallaron.
¿Dónde está ahora? ¿Crees que tienes derecho
A saberlo todo? ¿Niños bastante pequeños
Para caber en las alacenas, bastante grandes para tener dormitorios
Para sí mismos y abandonarlos, el padre
Con la mano derecha levantada al cielo?
Si estas preguntas son muy personales, entonces dinos,
¿Dónde está ahora el bosque? Tiene que haber estado
Porque el continente estaba plagado de árboles.
Todos lo hemos leído en la escuela y sabemos que es cierto.
Todo lo que vemos son casas, filas y filas
De casas distantes para la visión, y donde ella se desvanece
Hacia la nada, en el nuevo mundo que nadie ha visto,
Debió haber más que polvo, partículas al viento
De la tierra quemante, la tierra que perdimos, y nada más que eso."

Philip Levine