"Apenas llegamos a la excavación al día siguiente —4 de noviembre de 1922—, cuando un extraño silencio, producido por la detención de los trabajos, me hizo dar cuenta de que había ocurrido algo fuera de lo común. Se me recibió con la noticia de que se había descubierto un escalón tallado en la roca bajo la primera cabaña que se había derruido. Parecía demasiado bueno para ser verdad, pero el agrandamiento de la abertura nos aclaró de hecho que estábamos en la entrada de un profundo corte en la roca, unos cuatro metros por debajo de la entrada de la tumba de Ramsés VI y a una profundidad similar a la del nivel actual del valle. El corte era del tipo de entrada con escalera subterránea, tan común allí, y yo casi me atreví a esperar que hubiéramos encontrado finalmente una tumba […]
El trabajo avanzaba ahora más rápidamente; un escalón seguía a otro, y al nivel del duodécimo, hacia la puesta del sol, descubrimos la parte superior de una puerta tapiada, enyesada y sellada.
¡Una puerta sellada! Así pues, era cierto. Nuestros años de paciente trabajo iban a quedar recompensados después de todo. Creo que mi primer sentimiento fue de alegría por el hecho de que mi fe en el valle no había sido injustificada. Con una excitación que se convirtió en ardor febril busqué los sellos de la puerta, en busca de pruebas sobre la identidad del dueño del lugar, pero no pude encontrar nombre alguno: lo único descifrable era el conocido sello de la necrópolis real, el chacal y nueve cautivos. Sin embargo, dos cosas eran claras: en primer lugar, el empleo del sello real era una prueba evidente de que la tumba había sido construida para un personaje de gran categoría. En segundo lugar, el hecho de que la puerta sellada estaba completamente tapada por las cabañas de los trabajadores de la Dinastía XX, construidas encima de ella, era una prueba suficientemente evidente de que no había sido tocada por lo menos a partir de aquella época.
Los días sucesivos al descubrimiento fueron más estresantes que los años de trabajo y búsqueda. Había que inventariar todo y evitar el asalto de los ladrones, que como una marabunta se acercaban hasta la excavación.
El trabajo de limpieza continuó toda la mañana, forzosamente despacio a causa de los objetos delicados mezclados con el relleno. Luego, a media tarde, encontramos una segunda puerta sellada a unos diez metros de la puerta exterior, casi una réplica exacta de la primera. La marca del sello era menos clara en este caso, pero aun así se podía identificar como los de Tutankamón y la necrópolis real.
Despacio, desesperadamente despacio para los que lo contemplábamos, se sacaron los restos de cascotes que cubrían la parte inferior de la puerta en el pasadizo y finalmente quedó completamente despejada frente a nosotros. El momento decisivo había llegado. Con manos temblorosas abrí una brecha minúscula en la esquina superior izquierda. Oscuridad y vacío en todo lo que podía alcanzar una sonda demostraba que lo que había detrás estaba despejado y no lleno como el pasadizo que acabábamos de despejar. Utilizamos la prueba de la vela para asegurarnos de que no había aire viciado y luego, ensanchando un poco el agujero, coloqué la vela dentro y miré, teniendo detrás de mí a lord Carnarvon, lady Evelyn y Callender que aguardaban el veredicto ansiosamente.
Al principio no pude ver nada, ya que el aire caliente que salía de la cámara hacía titilar la llama de la vela, pero luego, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, los detalles del interior de la habitación emergieron lentamente de las tinieblas: animales extraños, estatuas y oro; por todas partes el brillo del oro. Por un momento, que debió parecer eterno a los otros que estaban esperando, quedé aturdido por la sorpresa, y cuando lord Carnarvon, incapaz de soportar la incertidumbre por más tiempo, preguntó ansiosamente: «¿Puede ver algo?», todo lo que pude hacer fue decir: «Sí, cosas maravillosas». Luego, agrandando un poco más el agujero para que ambos pudiésemos ver, colocamos la linterna."
Howard Carter
"... cuando mis ojos se adaptaron a la luz, fueron emergiendo lentamente de las tinieblas los detalles de la cámara interior: extraños animales, estatuas y oro por doquier, el resplandor del oro."
"Las sombras se mueven pero la oscuridad no se desvanece."
Howard Carter
"De nuevo nos veíamos ante lo desconocido. ¿Qué contendría este último féretro? Con la más profunda emoción, corrí los pestillos de las últimas puertas no selladas, y estas, lentamente, se abrieron. Ante nosotros, llenando todo el féretro, apareció el inmenso sarcófago amarillo, de cuarzo; estaba intacto, como si unas manos piadosas acabaran de cerrarlo. ¡Qué aspecto tan inolvidable, tan magnífico! Era más emocionante aún que el brillo del oro en los féretros. Sobre el extremo del sarcófago correspondiente a los pies, una diosa extendía con gesto protector los brazos y las alas como si quisiera retener al intruso. Estábamos llenos de respeto ante ese signo tan claro."
Howard Carter
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 90
"En la historia del valle […] no ha faltado nunca el elemento dramático, y en este último episodio la tradición se ha mantenido. Véanse sino las circunstancias: iba a ser nuestra última campaña en el valle. Habíamos excavado allí durante seis campañas completas, y todas y cada una de ellas había terminado en nada; trabajamos durante meses al máximo esfuerzo sin encontrar nada, y solo un excavador sabe lo desesperante y deprimente que esto puede ser. Ya casi nos habíamos convencido de nuestra derrota y nos preparábamos para dejar el valle y probar suerte en otro lugar. Y entonces, apenas habíamos dado el último golpe de azada en un último esfuerzo desesperado, cuando hicimos un descubrimiento que excedía en mucho nuestros sueños más exagerados. Estoy seguro de que nunca en la historia de una excavación se ha condensado toda una campaña en el espacio de cinco días.
Voy a intentar explicar toda la historia. No será fácil, ya que la dramática rapidez del descubrimiento inicial me dejó como aturdido, y los meses que han pasado han estado tan llenos de incidentes que apenas he tenido tiempo para pensar […]"
Howard Carter
"Las sombras se mueven pero la oscuridad no se desvanece."
Howard Carter
Escribió Howard Carter de Tutankamón
"¡Oh noche, extiende tus alas sobre mi como las estrellas inmortales”
Howard Carter
En su lápida
"Otra vez nos emociona el misterio de la tumba, el respeto y la veneración de lo que ha pasado hace muchísimo tiempo y que, sin embargo, conserva su poder."
Howard Carter
"Pueda tu espíritu vivir, durar millones de años, tú que amas Tebas, sentado con la cara al viento del norte, los ojos llenos de felicidad."
Howard Carter
En su lápida, es la inscripción de la bella copa de alabastro de Tutankamón, verdadero grial egipcio
"¿Puede usted ver algo?, le preguntó lord Carnarvon a Howard Carter cuando el arqueólogo británico entró en la tumba de Tutankamón en 1922. «¡Cosas maravillosas!», respondió el egiptólogo al contemplar un espléndido tesoro."
Howard Carter
"Todo espíritu de comprensión inteligente se halla ausente de esas estúpidas ideas."
Howard Carter
Tomada del libro Las páginas secretas de la historia: Hechos insólitos e inquietantes enigmas de todas las épocas de José María Zavala, página 85
Y en nuestras mentes continuaba resonando su última llamada, inscrita en su ataúd: “¡Oh, Madre Noche, extiende sobre nosotros tus alas, como las Estrellas eternas!”
Howard Carter
Tomada del libro Las páginas secretas de la historia: Hechos insólitos e inquietantes enigmas de todas las épocas de José María Zavala, página 85
"Ya habíamos trabajado en el valle durante varias campañas con escasos resultados y discutimos mucho sobre si debíamos continuar allí o buscar un yacimiento más productivo en alguna otra parte. Después de estos años sin éxito, ¿era lógico que continuáramos? Mi opinión era que mientras quedara un solo lugar por explorar, valía la pena correr el riesgo. Es cierto que se puede encontrar menos en el valle que en cualquier otro lugar de Egipto, pero, por otra parte, si se da un golpe de suerte, uno se recupera de años y años de trabajos infructuosos."
Howard Carter