Azares nocturnos

"¿Qué sería
la circunferencia
sin centro?

En este cuarto
lunar
acaso
hable
a solas.
Pero
no hablo
a solas.

La palabra
única
realidad
que poseo
y la realidad
real
arroyo púrpura
que corre
bajo
la palabra."

H. A. Murena
Tomado de su libro: El águila que desaparece, dedicado a Sara Gallardo, Editorial Alfa Argentina 19


"El arte, se dice, responde a una necesidad. De otro modo, añadimos, no existiría, no persistiría. Pero ¿cuál es esa necesidad por la que el arte existe?
Tal pregunta ha suscitado a lo largo de los siglos todas las respuestas que el hombre puede dar: los artistas de Lascaux, Altamira, hicieron las pinturas rupestres para ofrendarlas a sus dioses o para convertir en mito a los animales que les servían de alimento o para expresar el poder y la destreza de la comunidad o por simple escapismo, diversión o porque pintar confería prestigio, etcétera. El resultado, tanto en ellos como en sus infinitos sucesores, ha sido una obra bella. La palabra bello, la pregunta por la esencia de lo bello, nos remite a la estética. Y la estética, con su mismo nombre, aiszesis, sensación, nos indica dónde nos moveremos, el mundo de la obra, su estructura, sensaciones, vocabulario, percepciones. Será conveniente procurar alejarnos de la estética. Para plantear nuestra conjetura -para darle otra vez vida, puesto que es antigua como la humanidad-, será conveniente, sin abandonar la obra, atender hacia afuera de ella, ver a qué tiende, qué necesidad engendra.
He narrado una experiencia. La audición del recitado del Corán por un sheik actual. La emisión de cada versículo duraba quince, treinta, no más de cuarenta y cinco segundos. Cada versículo concluía en forma abrupta, comprimiéndose casi con dolor contra el final para transmitir la sensación física de aquello con lo que chocaba: el silencio. Y cada versículo estaba separado en la dicción del que lo seguía por un lapso de silencio más largo que cualquiera de las emisiones, señalando de tal suerte cuáles son las jerarquías entre silencio y sonido. Ese canto, esa voz, crecían para retirarse, abolirse, para que surgiera un silencio desconocido: la voz de Dios."

H.A. Murena
La metáfora y lo sagrado



En el mundo

"En el mundo
de lo opinable
miras
el árbol
desde
un solo lado
y lo codicias
o lo desdeñas.
Si lo vieras
entero,
te arrodillarías.
No gires
por la vasta tierra,
no des vuelta
en vano.
Conocer
es
alcanzar
un centro:
fuego."

H. A. Murena



"Judas. Allí está, en el centro del Infierno, punto que es asimismo la base de toda la morada. Sobre el recinto que lo aloja se alza el misterioso edificio, vastísima y en apariencia crítica construcción de la que nadie sabe dónde se inicia ni hasta dónde se extiende, pero en algunas de cuyas habitaciones penetramos, junto a algunos de cuyos muros marchamos, los no muertos, en esta Tierra, sin saberlo, acaso sintiéndolo, porque es aquí donde empieza ese reino que podemos franquearnos con un gesto: se los reconoce —a tales cuartos, a tales paredes—, pese a su aspecto natural y humano, por un latido singular, seco y afiebrado, que percibiríamos con perturbadora claridad si apoyásemos una mano sobre ellos; se dice que los latidos son los del corazón del condenado que está en el centro, y que resultan más notables en los límites exteriores del edificio que sobre el pecho mismo del que surgen, que parecería yerto; pero sólo uno ha tocado ese pecho."

H. A. Murena
El Centro del Infierno
Tomada del libro El libro del cielo y del infierno de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, página 32



"¿Quién soy
en este cuarto
silencioso y solitario,
quién es el que se queja
mientras yo permanezco
callado, quién
se agita, se estremece,
como si quisiese nacer en mí,
en mi alma,
para cambiarme en monstruo
o en ángel,
feto de fuego
de mi víctima
o mi verdugo?"

H. A. Murena


"Ruido es lo que hacen los que no oyen."

Héctor Álvarez Murena, más conocido como H. A. Murena 



"Si acabas de nacer,
escoge sin tardanza
tu cántaro.
Agua de la fuente
que mana para todos
hay en el que te corresponde.
El otro cántaro es idéntico,
pero está henchido de veneno.
Escoge: rápido.
Después acierta
o equivócate.
Será en vano.
Eres libre
en el instante eterno."

H. A. Murena



Tenemos

Tenemos dos ojos
porque
no sabemos ver.
Tenemos dos manos
porque
nada logramos aferrar.
Tenemos dos piernas
porque
no nos sostenemos.
Tenemos una boca
para errar.
De rodillas en el suelo,
una mano cerrando
los labios,
la otra velando
los ojos:
es la forma de comenzar.

H. A. Murena
Poesía argentina, selección del Instituto Torcuato Di Tella, 1963, Universidad de Quilmes, Bernal, 2010



"Una noche mordí
aquella pepita,
el inconfundible
gusto de mí mismo.
Desde entonces huyo.
¿Qué es ese temblor
hacia el que corro,
ese viento del que no sé
si es el ser o el no ser?
Cuando me vuelvo
lamen mi cara
las llamas
de la ciudad incendiada."

H. A. Murena



Y esas caras que veo
en los sueños,
la iguana del tiempo
que baila erguida
al claro de la luna,
las voces que susurran
al oído del hombre
tendido
en su estrecha cama:
mientras sea de día
haremos lo que debamos hacer
y mientras tengamos fuerzas
no cederemos ante el mal...
Mis magias. Mis magias.

H. A. Murena
El escándalo y el fuego. Buenos Aires: Sudamericana, 1959