"A los pocos minutos, finalmente, me venció el cansancio y decidí que de poco servía darle más vueltas al asunto mientras no hubiera dormido algo. Sabía por experiencia cuánto más claro se ve todo después de un descanso. Luego podría localizar a la señorita Stratmann, le explicaría el malentendido, obtendría de ella una copia de mi programa y haría que me ilustrara sobre todos los puntos que requirieran sus aclaraciones.
Estaba empezando a adormilarme cuando, de pronto, algo me hizo abrir de nuevo los ojos y elevarlos al techo. Dediqué un rato a estudiarlo con suma atención y luego me senté en la cama y me puse a mirar a mi alrededor mientras aumentaba por segundos mi sensación de reconocer aquel sitio. La habitación en que me encontraba, ahora lo veía, era la misma que había sido mi dormitorio durante los dos años que mis padres y yo habíamos vivido en casa de mi tía, en las tierras limítrofes entre Inglaterra y Gales. Volví a examinarla atentamente y, echándome otra vez hacia atrás, alcé la mirada para estudiar de nuevo el techo. El enlucido era reciente, como la pintura, y parecía mayor porque habían quitado las cornisas; también habían eliminado por completo las molduras que señalaban el lugar del que colgaba la lámpara. Pero era, sin posibilidad de confusión, el mismo techo que había contemplado tantísimas veces desde la estrecha y crujiente cama en que dormía entonces.
Me puse de lado y miré el suelo, junto a la cama. El hotel había dispuesto una alfombra oscura en el lugar en que supuestamente aterrizarían mis pies al saltar del lecho. Recordaba ahora que aquella misma zona del suelo había estado cubierta en otros tiempos por una desgastada estera verde, en la que varias veces por semana desplegaba yo mis soldados de plástico —más de un centenar en total, que guardaba en dos latas de galletas— en formación perfecta. Alargué el brazo y rocé con los dedos la alfombra del hotel, en un gesto que evocó en mí el recuerdo de cierta tarde en la que, mientras me hallaba perdido en mi mundo de soldados de plástico, estalló una riña tremenda en el piso de abajo. La ferocidad de las voces había sido tal, que incluso un niño de seis o siete años como era yo entonces tuvo que darse cuenta de que no se trataba de una discusión ordinaria. Pero le quité importancia y seguí con la mejilla apoyada en la estera, enfrascado en mis planes de batalla. Más o menos en el centro de aquella estera verde había un roto cuya existencia me había fastidiado siempre. Pero aquella tarde, mientras los gritos arreciaban abajo, se me ocurrió por primera vez que podría utilizarlo como una especie de terreno agreste y enmarañado por el que debían cruzar mis soldados. Descubrir que el defecto que había amenazado siempre con socavar mi mundo imaginario podía ser integrado perfectamente en él me resultó excitante, y desde entonces aquel terreno impracticable se convirtió en un elemento clave para muchas de las batallas que posteriormente orquesté.
Todos estos recuerdos vinieron a mi memoria mientras seguía con la mirada clavada en el techo. Por supuesto que era muy consciente de las transformaciones que había sufrido la habitación. Pero la idea de que, después de tanto tiempo, volvía a encontrarme en aquel santuario de mi infancia hizo brotar en mí una profunda sensación de paz. Cerré los ojos y por un instante fue como si me hallara rodeado otra vez del viejo mobiliario del cuarto. En el rincón de la derecha estaba el alto armario blanco que tenía roto el tirador de la puerta. En la pared, sobre mi cabeza, una vista de la catedral de Salisbury pintada por mi tía. La mesita de noche tenía dos cajoncitos que guardaban mis pequeños tesoros y mis secretos... Todas las tensiones del día..., el larguísimo vuelo, las confusiones acerca de mi programa, los problemas de Gustav... parecieron esfumarse de pronto, y me sumí en un sueño profundo y reparador."

Kazuo Ishiguro
Los inconsolables


"Apenas hablo japonés. Solo con mi madre y no muy bien."

Kazuo Ishiguro


"¿Cuál es el punto de preocuparse demasiado sobre lo que podríamos o no hacer para controlar el curso que tomó nuestra vida?"

Kazuo Ishiguro


"Cuando, en mi segunda noche en la ciudad, entré en la sala de baile del ático del Palace Hotel, aún no me había sido dado «padecer» ninguno de estos dos singulares hábitos, y, consecuentemente, pasé gran parte de la velada mortificado por lo que a primera vista tomé por la desmesurada «aglomeración» humana de la Colonia Internacional. Al salir del ascensor, apenas había llegado a vislumbrar la lujosa alfombra —flanqueada por una hilera de porteros chinos— que conducía a la sala de baile, cuando uno de mis anfitriones de la velada, el señor MacDonald, del consulado británico, se plantó frente a mí con su corpulenta anatomía. A medida que avanzábamos hacia la puerta del salón, me percaté del modo ciertamente encantador con que cada portero de la fila, al vernos pasar, nos dedicaba una reverencia y alzaba ambas manos cubiertas con guantes blancos en ademán de bienvenida. Pero apenas dejamos atrás al tercer portero —eran probablemente seis o siete—, hasta esta visión quedó obstruida por mi segundo anfitrión, un tal señor Grayson, concejal del Ayuntamiento, que tras avanzar unos pasos se puso a mi lado para seguir con lo que me había estado diciendo durante nuestra subida en ascensor. Y nada más entrar en la sala —en la que, según mis dos anfitriones, habría de presenciar el más refinado espectáculo de «la ciudad» y conocer a la élite de Shanghai— me vi inmerso en una multitud a la deriva. Los altos techos, con sus alambicadas arañas, me llevaron a presumir la vastedad del recinto, aunque tendrían que pasar unos minutos para que me fuera posible comprobarlo con la vista. Mientras seguía a mis anfitriones a través de la apretada concurrencia, vi los grandes ventanales de uno de los lados, a través de los cuales, en aquel preciso instante, entraban las últimas luces de la tarde. Vislumbré también, al fondo, un escenario, sobre el que se paseaban, charlando, varios músicos en esmoquin blanco. Parecían, como todo el mundo en la sala, esperar algo —quizás sencillamente que se hiciera de noche—, y se percibía en el ambiente una especie de agitación general: los invitados se empujaban entre sí y rondaban en torno como sin objeto."

Kazuo Ishiguro
Cuando fuimos huérfanos



"Cuando escribo una novela, yo quiero que sea completamente diferente de un guión. Soy muy consciente de la diferencia, y quiero novelas para trabajar exclusivamente como novelas."

Kazuo Ishiguro



"Cuando veo películas reconvertidas a libros, hago un gran esfuerzo por no recordar el libro. Es importante ver la película como una película."

Kazuo Ishiguro


"¿Dices que estáis seguros? ¿Seguros de estar enamorados? ¿Cómo se puede saber eso? ¿Creéis que el amor es tan sencillo?"

Kazuo Ishiguro



"Disfrute, amigo. Es mucho mejor la noche que el día. Ya ha cumplido con su trabajo. Ahora relájese y disfrute."

Kazuo Ishiguro
Lo que queda del día



"El olor a quemado me sigue molestando (… ). Hasta hace poco aún lo asociábamos al fuego y a las bombas."

Kazuo Ishiguro




"El silencio puede ser revelador de que se están fraguando ideas muy profundas, de que se está haciendo acopio de las más hondas energías."

Kazuo Ishiguro


"En épocas como esta en que la gente es cada día más pobre y los niños que vemos por la calle están cada día más enfermos y hambrientos, lo último que debe hacer un artista es encerrarse a pintar cuadros de prostitutas."

Kazuo Ishiguro


"En mi obra, la identidad son los temas, las obsesiones, no las raíces.

Kazuo Ishiguro



"Es curiosa la visión del triunfo que tienen algunos. El éxito siempre es subjetivo, uno puede lograrlo cara a la galería y sentirse frustrado en su interior."

Kazuo Ishiguro


"Escribo novelas; eso es todo lo que puedo hacer."

Kazuo Ishiguro



"He escrito sobre lo fácil que resulta desperdiciar la vida."

Kazuo Ishiguro



“Hoy resulta difícil precisar cuánto sabíamos entonces. Ciertamente, sabíamos que éramos diferentes… Pero no sabíamos realmente lo que ello significaba.”

Kazuo Ishiguro
Nunca me Abandones



"La infancia es una utopía para niños afortunados."

Kazuo Ishiguro


"La nueva generación literaria es un invento de los editores."

Kazuo Ishiguro


"Lo mejor en la vida, me decía siempre, se vive una noche y desaparece con el día."

Kazuo Ishiguro




"Me gusta pensar que al final de cada historia comienza otra para cada uno que puede ser mucho mejor."

Kazuo Ishiguro


"Me gustan los novelistas que pueden crear otros mundos interesantes."

Kazuo Ishiguro



"Muchas parejas se quieren desde el principio, luego se cansan y terminan odiándose. Pero a veces es al revés."

Kazuo Ishiguro


"Pocas músicas resultaban no tener una larga historia de sufrimiento detrás, no haber sido compuestas en medio de la opresión, el exilio, la guerra, el hambre. Así y todo, después de unos cuantos minutos de escuchar, me encontraba moviendo la cabeza y diciendo: "No, no es lo suficientemente triste. Quiero algo realmente triste". Mientras escribo esto, mi búsqueda continúa; debo encontrar la música que, sin lugar a dudas, sea la más triste del mundo. Pero el trabajo realizado hasta ahora me ha conducido a una idea reveladora: la música que intenta abrazar la tristeza, que aspira a enterrarse en ella, se encuentra destinada a carecer de verdadera tristeza. La música verdaderamente triste es por lo general celebratoria de la superficie, incluso festiva: música de personas intentando alejar el dolor, sumergiéndose por un momento en las alegrías pasajeras de la vida. Ésta es la tristeza que se encuentra en el borde de una sonrisa, la sombra pensativa que sigue al placer de estirar los brazos."

Kazuo Ishiguro
La música más triste


"Tenía la esperanza de que, si nuestras miradas seguían unidas durante unos cuantos segundos, ella sabría leer mi expresión como yo había sabido leer la suya."

Kazuo Ishiguro
Nunca me abandones


"¡Tu herida, tu pequeña y estúpida herida! Ése es tu verdadero amor, Leo: esa herida. ¡El verdadero amor de tu vida! Sé cómo sería todo si volviéramos a intentarlo; por mucho que lográramos volver a construir algo juntos...Y la música. Tampoco sería diferente con la música. Por mucho que te hayan aceptado esta noche, por mucho que volvieras a ser apreciado en esta ciudad, lo destruirías todo, echarías por tierra todo lo que te rodea, como hiciste antes...Y todo por esa herida. Yo, la música, no somos para ti más que concubinas en las que buscar consuelo. Porque siempre volverás a tu amor verdadero. ¡A esa herida! Y ¿Sabes lo que me pone realmente furiosa? Leo, ¿Me escuchas? Que tu herida no tiene nada de especial, nada en absoluto. En esta ciudad, sin ir más lejos, conozco muchas personas con heridas peores. Y sin embargo siguen adelante, todos ellos, con mucho más coraje que el que tú has tenido en toda tu vida. Ellos siguen con sus vidas. Llegan a ser personas de provecho. Pero tú, Leo, mírate. Siempre volviendo a tu herida."

Kazuo Ishiguro
Los inconsolables