"Hace 30 años me subí a la ladera del monte Shasta en busca de oro, cuando llegué, encontré algunas grietas, intente pasar a través de algunas de ellas, ya que en algunas podría caber un adulto. Yo era delgado, audaz y sin dinero, no tenía nada que perder, y por lo tanto, he tomado la linterna, el queroseno y el frasco de conservas, y me metí en esta ranura.
Pronto la grieta se convirtió en un hueco que al final resulto ser de un túnel, en el cual se puede mover cómodamente. El camino era muy largo, en mi opinión, estaba a unos 11 kilómetros, y finalmente terminé en algo parecido a una ciudad, que consiste en una variedad de habitaciones comunicadas por transiciones. Aquí me di cuenta que no en vano comenzó este viaje. Las paredes estaban completamente cubiertas con láminas de cobre, que tenían algo escrito, pero yo no entendía qué idioma era o pertenecía.
Hojas sueltas, se puede ver que habían caído y yacían en el suelo,  era obvio que toda esta ciudad es atravesada por una poderosa mina de oro. En una habitación, me encontré con un montón de esqueletos (conté 27) por lo cual yo estaba muy asustado. Yo había pensado que los esqueletos pertenecían a personas como yo,  valientes e idiotas que vinieron aquí en busca de oro y no podían salir.
Pero en la otra habitación había dos momias, vestidas de lo que antes era un lujo, pero ahora la ropa se encontraba bastante en mal estado. Al ver las momias, por extraño que parezca, me tranquilicé. Decidí que ellos y los esqueletos pertenecen a los rituales funerarios que habían ocurrido hace mucho tiempo.
Pronto me di cuenta de que había encontrado un verdadero tesoro, pero para empezar a desarrollar la mina de oro, primero debería salir de aquí, y luego conseguir dinero. Para algún día regresar a la "Ciudad de Oro". Pero a fin de conseguir lo necesario para contratar trabajadores y comprar equipos, tuve que esperar 30 años."

J. C. Brown