“El abuso de algunos ornamentos en la arquitectura daña la bondad de las obras, es razón de la imperfección de los edificios; y hace descender la reputación de los arquitectos… Y para mostrar cuanto antes en qué consiste el abuso de algunos ornamentos en los edificios, diremos que tiene lugar cuando no se hace caso a los ornamentos que nos han enseñado los buenos arquitectos antiguos y que nos muestran los restos de los edificios antiguos de Roma y de otras ciudades de Italia y de Grecia; consiste también en el excesivo deleite por encontrar nuevas creaciones, disminuyendo, cambiando o bien rompiendo los miembros principales; y también finalmente convirtiendo todo abuso en regla, e infringiendo las rectas normas del actuar con buena razón en arquitectura...
En los edificios de cualquier estilo los ornamentos son de forma determinada, se puede inventar si no se toma uno demasiadas licencias, y si no se quiere llevar a otros hacia costumbres bárbaras, a cosas grotescas, a desvaríos y a las fantasías de los orfebres, de los plateros, de los maestros carpinteros, de los entalladores, de los estucadores y de los pintores (…)
Decimos, por tanto, que hay abuso de ornamentos en los edificios cuando se añaden algunos miembros no necesarios en su frontispicio, ni para sostener otro miembro, ni para la correspondencia de las partes. Es, para decirlo más claramente, cuando todo el cuerpo es perfecto sin ellos;… se comete un error en la proporción de los ornamentos cuando una cornisa, un gran friso o un gran arquitrabe se colocan encima de una columna demasiado corta y demasiado gruesa… se comete un error cuando se hacen las columnas esbeltas y sobre ellas se dispone un gran capitel, cuando se hacen columnas esbeltas y muy altas y se les coloca un capitel demasiado pequeño… Es un grandísimo abuso romper los arquitrabes, y los frisos, para aumentar los vanos; error mucho mayor que el de romper los frontispicios… (pues) se rompe la continuidad de los ornamentos, se desune la compartimentación, y se deshacen las relaciones de las partes entre sí y con el todo; y finalmente se daña la uniformidad...
… excesivo deleitarse en encontrar nuevas creaciones, disminuyendo, cambiando o rompiendo los miembros principales; y finalmente convirtiendo todo vicio en regla sin hacer caso a ninguna recta norma de actuación de buena razón en la Arquitectura.”

Teofilo Gallacini
Errores y abusos de los arquitectos del Manierismo. En Historia de la Arquitectura. Antología crítica. Ed. Hermann Blume. Madrid, 1985