"Breves estallidos de luz cegaron sus ojos, como estrellas plateadas que explotaran junto a ella. En la luz vio extrañas formas geométricas, gusanos, objetos con forma de huevo que se movían arriba y abajo y de lado a lado, fundiéndose unos con otros, separándose, transformándose en otra cosa antes de desvanecerse, dando paso a la negrura."

Khaled Hosseini
Mil soles espléndidos


"Confía tu secreto al viento pero luego no le reproches que se lo cuente a los árboles."

Khaled Hosseini
Mil soles espléndidos

“Cuando mientes, le robas al otro el derecho a la verdad. Cuando engañas, robas el derecho a la equidad.”

Khaled Hosseini
Mil soles espléndidos


"Cuando por fin el señor Wahdati dio su brazo a torcer —lo que no me extrañó, pues Nila era una mujer imponente—, informé de ello a Sabur y me ofrecí a llevarlos a él y la niña hasta Kabul. Nunca he llegado a comprender por qué decidió hacer el viaje a pie desde Shadbagh. Ni por qué consintió que Abdulá los acompañara. Quizá se aferraba al poco tiempo que le quedaba con su hija. Quizá buscó una forma de penitencia en las penalidades del viaje. O quizá, como muestra de orgullo, se negó a subirse al coche del hombre que había comprado a su hija. Pero el día señalado allí estaban los tres, cubiertos de polvo, esperándome cerca de la mezquita, tal como habíamos acordado. Mientras los llevaba en coche hasta la casa de los Wahdati, intenté mostrarme dicharachero por el bien de los niños, ajenos a su destino y a la terrible escena que los aguardaba.
No tendría demasiado sentido, señor Markos, reproducir aquí con pelos y señales la escena que se produjo a continuación, tal como me temía. Pero, tantos años después, aún se me encoge el corazón cuando el recuerdo se empeña en aflorar de nuevo. ¿Cómo no se me iba a encoger? Fui yo quien cogió a aquellos dos niños indefensos, entre los que había germinado un amor de lo más puro y elemental, y los separó al uno del otro. Jamás olvidaré el tumulto que se desató de repente. Recuerdo a Pari colgada de mi hombro, presa del pánico, pataleando y chillando «¡Abolá, Abolá!» mientras yo me la llevaba. A Abdulá llamando a su hermana a gritos, enfrentándose a su padre, que le impedía el paso. A Nila con los ojos desorbitados, tapándose la boca con ambas manos, quizá para enmudecer su propio grito. Aquella escena me pesa en la conciencia. Tanto tiempo después, señor Markos, me sigue pesando.
Pari tenía a la sazón casi cuatro años, pero pese a su tierna edad había determinados hábitos en su vida que convenía erradicar. Así, por ejemplo, le enseñaron que no debía llamarme tío Nabi, sino Nabi a secas, y cuando se equivocaba la corregían cariñosamente una y otra vez, yo el primero, hasta que llegó a convencerse de que no nos unía ningún parentesco. Me convertí para ella en Nabi el cocinero y Nabi el chófer. Nila se convirtió en «maman» y el señor Wahdati en «papa». Nila se propuso enseñarle francés, que era la lengua de su madre.
La gélida acogida del señor Wahdati no duró demasiado. Para su propia sorpresa, las desoladas lágrimas de la pequeña, su añoranza, lo desarmaron por completo. Pari no tardó en acompañarnos en nuestros paseos matutinos. El señor Wahdati la acomodaba en una sillita de paseo que se encargaba de empujar por la calle. A veces la sentaba en su regazo al volante del coche y sonreía con benevolencia mientras Pari hacía sonar el claxon. Contrató a un carpintero para que construyera una cama nido con tres cajones, un baúl de madera de arce para los juguetes y un pequeño armario. Hizo que pintaran de amarillo todos los muebles de la habitación de la niña, pues había descubierto que era su color preferido. Y un buen día lo encontré sentado delante del armario, pintando con gran habilidad jirafas y monos de larga cola en las puertas bajo la atenta mirada de Pari. No se me ocurre mejor manera de hacerle entender hasta qué punto mi patrón era un hombre reservado, señor Markos, que explicándole que en todos aquellos años, y pese a que lo había visto dibujando en incontables ocasiones, hasta entonces nunca se me había permitido contemplar una de sus creaciones."

Khaled Hosseini
Y las montañas hablaron



“Cuando uno ha vivido tanto tiempo como yo, descubre que la crueldad y la benevolencia no son más que tonos distintos del mismo color.”

Khaled Hosseini
Y las montañas hablaron


"Es mejor ser herido por una verdad que consolado con una mentira."

Khaled Hosseini
Mil soles espléndidos


“Está mal herir incluso a las personas malas. Porque no conocen nada mejor y porque las personas malas a veces se vuelven buenas.”

Khaled Hosseini


“La perspectiva es un lujo que sólo pueden permitirse las mentes que no están atormentadas por un enjambre de demonios.”

Khaled Hosseini
Mil soles espléndidos



"Las reglas eran sencillas: nada de reglas."

Khaled Hosseini
Mil soles espléndidos


"Me convertí en lo que hoy soy a los doce años. Era un frío y encapotado día de invierno de 1975. Recuerdo el momento exacto: estaba agazapado detrás de una pared de adobe desmoronada, observando a hurtadillas el callejón próximo al riachuelo helado. De eso hace muchos años, pero con el tiempo he descubierto que lo que dicen del pasado, que es posible enterrarlo, no es cierto. Porque el pasado se abre paso a zarpazos."

Khaled Hosseini
Cometas en el cielo



"Puede ser injusto, pero lo que ocurren en pocos días, a veces en un único día, puede cambiar el curso de una vida entera."

Khaled Hosseini


"Sólo te permiten ser así de feliz cuando están preparándose para llevarse algo de ti."

Khaled Hosseini



“Tranquilidad es paz, calma, bajar el volumen de la vida. El silencio es pulsar el botón de off. Apagarlo. Todo.”

Khaled Hosseini
Mil soles espléndidos