Nuestro Ideal


"Al bautizar nuestro periódico con el nombre de “La Mujer”, manifestamos claramente que es a la bella mitad del género humano a quien lo dedicamos.

La mujer ¡Hay algo más noble de que ocuparse! Trabajaremos por ella, y para ella.

No pediremos nada que ataque los derechos ajenos; queremos solamente que se la coloque en su puesto ó más bien que se coloque allí, ella misma, por el perfeccionamiento de todas sus facultades.

No os escandalicéis, señores, no vamos á abogar por mujeres como Luisa Michel; nuestra campaña será prudente y razonada, queremos que tengáis en las mujeres colaboradoras inteligentes, compañeras amables, esposas e hijas seductoras, que os hagan la vida menos difícil.

La ignorancia no es garantía de felicidad, y aunque lo digan, no nos convenceremos jamás, de que la mujer instruida sea incapaz de virtudes domésticas: imposible nos parece, que quien tiene aptitudes para comprender lo abstracto, no pueda ejercer cualquier oficio de aquellos, que no requieren más talento que un poco de voluntad.

Las mujeres como los hombres poseemos un alma consciente, un cerebro pensador, fantasía creadora, mas o menos brillante.

 La experiencia diaria nos demuestra que ninguno de nuestros órganos, ni de nuestras facultades, han sido creados sin objeto ¿por qué hemos de dejar estas facultades en la inacción? Desentendernos del perfeccionamiento de la parte más bella de nuestro ser es algo como un crimen de lesa naturaleza, y así lo han entendido los legisladores que,  cerrando los oidos a la preocupación común, han dictado leyes favorables, al desarrollo de sus buenas cualidades.

Es demasiado cruel que los egoístas quieran hacer de la mujer un simple biberón humano y nada más humillante, que el destinarla al papel de hembra inconsciente.

¿La ignorancia femenina es contraproducente para el hombre? ¿de quien depende su bienestar desde que nace hasta que muere sino de La mujer? Al abrir los ojos a la luz, su primera mirada es para ella; al cerrarlos para siempre la Ultima imagen que se grava en su pupila es la de ella.

Que desolado estaría el mundo antes de que Eva lo animara con su presencia. Que triste seria la vida, si la mujer no la endulzara con sus consuelos.

¿A quien pertenece el niño? ¿Por qué no muere el valetudinario maldiciendo la existencia? ¿Quien restaña la sangre que se vierte en los campos de batalla?

¿Créis posible que este ser privilegiado se humane á verse convertido en cosa? No, la mujer pide su parte de felicidad en la vida así como tiene la suya de dolores; no se resigna á seguiros cojeando por la senda del progreso, quiere ir apoyada en vuestro brazo, orgullosa y satisfecha de que la consideréis como a vuestra igual.

Un hombre inteligente y de corazón bien puesto, no tiene satisfacción completa en la compañía de una mujer ignorante ó mala, y se puede ser mala por ignorancia.

¿Qué derecho tenemos para condenarla por sus faltas, si se le cierran las puertas del saber, si no se la educa, si se le quitan los medios para sostenerse sola?

El amor mismo, esa pasión avasalladora y divina, que por lo común impulsa a todo lo noble y bueno, será sacrificado alguna vez por ella, en aras de la conveniencia material; por que, sino por la costumbre secular de que sea el hombre el único llamado á cubrir todas sus necesidades?

¿Qué hará la que no se casa y carece de padres, parientes o amigos que la ayuden? ¿Podrá echársela en cara su vida azarosa tal vez?

Abridle campo para que luche por la existencia y la veréis abnegada, valiente, tenaz, ganar su propio pan ó el de sus hijos. Si la mujer es frívola, casi tiene derecho a serlo, ¿no es eso lo que se exige de ella?, ¿no se la vitupera si por acaso se atreve a pensar en algo serio?

¿Qué educación se la da? ¿Que senda se la señala? No esta obligada como las hetairas griegas a cultivar gracias físicas, para agradar al hombre? Este, por lo común, busca esas gracias pasajeras que marchita la vejez o las enfermedades: la pobre mujer lo sabe y hace de estas armas su poder, poder efímero, puesto que no se basa en cualidades del alma que son las únicas duraderas.

La belleza es flor de un día, que desaparece con la edad, la hermosura del alma tiene primavera perpetua.

La mujer toda abnegación, no se reserva nada para sí cuando se consagra al hombre; á éste le toca ayudarla, mejorar su condición, levantarla de la postración en que se halla, hacer obra redentora por la humanidad.

Sabed que es capaz del mismo perfeccionamiento que vosotros, y como esas plantas silvestres que el jardinero inteligente cultiva, haciéndoles producir flores bellísimas y perfumadas por medio de sus cuidados, retribuirá, con usura, las molestias que os toméis por ella.

Si ignorante, sabe seduciros y enloqueceros, la mujer instruida hablara a vuestro corazón, a vuestra alma, a vuestra inteligencia, y podréis llamarla sin desdoro vuestra compañera.

Las virtudes o vicios de la mujer han sido y son leyes para el hombre, tanto en la antiguedad como en nuestros días: Antonio se perdió por Cleopatra, Nelson cometió un crimen, por la más bella de las inglesas; Dante creó a Paolo y Francesca, enloquecido por un amor ideal y la inmortalidad coronó su frente.

Pericles, el sabio Pericles, que dio nombre a su siglo, fiel esclavo de Aspasia; Taso y Petrarca se coronaron de laureles, enamorados de mujeres bellísimas.

La mujer es el buen o mal genio del hombre; si vuestro ídolo puede ser de oro, ¿por qué tenerlo de barro?

Trabajemos por su engrandecimiento y vuestros serán los frutos.

Esta modesta revista que principia sin grandes pretensiones, tiene ese laudable fin; aspira a mejorar la condición del hombre, por medio de la mujer.

En sus columnas encontraréis siempre la honradez, la cultura y la delicadeza, que deben albergarse en corazones femeninos."

Zoila Ugarte de Landívar
La Mujer, Quito, 1905


“¿Quién es aquella mujer que se hombrea con los Próceres de Agosto? Su estatura es también procerosa, noble su continente, su rostro irradia los fulgores de la inmortalidad, ciñe la corona inmarcesible de los héroes ¿Quién es? Manuela Cañizares, el alma de la insurrección de 1809, la mártir de sus convicciones republicanas. ¡Echad laureles a sus pies!”

Zoila Ugarte de Landívar