"A la una y cuarenta y cinco de la madrugada de ese mismo día, aseguran las crónicas que en el mismo instante en que lord Carnarvon expiraba, la ciudad de El Cairo quedó sumida entre sombras, pues durante más de cinco minutos un fallo en los generadores provocó una interrupción de la corriente eléctrica. Como en ese pasado glorioso y mágico, la ciudad del desierto quedó cubierta por un manto de oscuridad, y de nuevo las antorchas iluminaron las pirámides.
Mientras el faraón «desencadenaba» su infausto poder sobre la tierra que siglos atrás gobernó, a miles de kilómetros de distancia, en el castillo de Highclere, la residencia de la familia Carnarvon, la perra favorita del conde, una pequeña foxterrier llamada Susie que era la debilidad del filántropo, pasó a mejor vida víctima de un infarto fulminante, a la vez que profería horribles aullidos a un cielo que esa madrugada lucía un extraño tono rojizo.
Así, a la edad de cincuenta y siete años lord Carnarvon partía de este mundo, víctima de una infección que oficialmente le provocó una neumonía lobular, que más tarde, al no recibir los cuidados oportunos, se complicó con una pleuresía que finalmente acabó con su vida. Pero ¿fue un mosquito? Los cronistas lo confirman, pero hay otras voces no menos informadas que aseguran que no se trató del alado bichejo, sino que fue picado mortalmente por un escorpión, que como bien se sabe, era uno de los arácnidos sagrados de los antiguos egipcios.
Otro de los infortunados que sufrió el poder de la maldición fue el magnate de ferrocarriles norteamericano George Jay Gould. Pues bien, a primera hora de la mañana visitó la tumba de Tutankamón, excitado por enfrentarse a la historia; una historia tan especial como era esta. A media tarde sufrió un proceso febril muy virulento, y esa misma noche se «marchaba» a hacer compañía a su gran amigo lord Carnarvon. Días después, desoyendo las advertencias que le hicieron amigos y familiares que abiertamente hablaban de una terrible maldición, el industrial inglés Joel Woolf descendió los escalones que conducían al interior de la cámara del rey, y a su regreso a Londres falleció durante la travesía víctima de una enfermedad que no lograron determinar.
No es cuestión de convertir este capítulo en una necrológica, pero el siguiente en caer fue el radiólogo inglés Archibald Douglas Reid, el primero en radiografiar los restos que quedaron de la pobre momia —fue desmantelada para sacar las piezas rituales que había entre los vendajes—. No demasiados días después comenzó a notar molestias que fueron creciendo conforme pasaban las horas, y ya en Londres, mientras efectuaba una nueva radiografía a otra momia, se desplomó sobre el frío suelo para no despertar jamás. Y hubo más: el arqueólogo Arthur C. Mace, colaborador de Carter y quien literalmente «desarmó» la momia, o James Henry Breasted, arqueólogo de la Universidad de Chicago y amigo de Carter, que también visitó la tumba. Sin olvidar a lady Elisabeth Carnarvon, que pese a fallecer cinco años después que su marido, también fue a causa de la picadura de un insecto. Los casos relacionados con el hallazgo de una u otra manera eran tantos, y las evidencias, para los periodistas de la época, tan meridianamente claras, que el 21 de febrero de 1930 aparecía esta nota en un diario inglés, confirmando que ocho años después la historia de la maldición se encontraba en su máximo apogeo:
«Hoy, lord Westbury, hombre de setenta y ocho años, se ha arrojado desde un séptimo piso por la ventana de su vivienda en Londres y ha muerto instantáneamente. El hijo de lord Westbury, Richard Bethell, que en su época participó como secretario del investigador Howard Carter en la excavación de la tumba de Tutankamón, fue también hallado muerto en noviembre del año pasado en su casa, aunque la noche anterior se había acostado completamente sano. No se ha podido averiguar la causa de su muerte».
Muy sano no debía de estar cuando fue víctima de una muerte tan fulminante."
Lorenzo Fernández Bueno
Desafíos a la historia
"Da la sensación de que la soberbia del hombre del siglo XXI no le permite reconocer que más que descubrir está redescubriendo."
Lorenzo Fernández Bueno
Me llama poderosamente la atención, página 254
"El hecho de que todos estos pueblos recurriesen a templos de estructuras piramidales, que utilizasen el lenguaje de los jeroglíficos, hasta el punto de haber hallado trazos similares entre culturas tan distantes como las citadas del valle del Indo y Pascua, que en su acervo religioso aparecieran siempre deidades de tipo solar, o que todas —y quizá sea lo más interesante— aseguraran proceder de lugares que desaparecieron a consecuencia de desastres naturales, llamáranse Atlántida para asirios y egipcios; Mu, Hiva para los pascuenses, o Atl-Antis —«tierra antigua»— para los aymaras del alto Titicaca, es evidente que es demasiado atractivo para no detenerse en ello."
Lorenzo Fernández Bueno
Desafíos a la Historia
"Hace tiempo que llegué a la conclusión de que el hombre del pasado no es ese idiota que se nos ha presentado, preocupado en comer y en reproducirse, y poco más. Porque en ese tiempo del que apenas guardamos memoria, el hombre fue capaz de muchas más cosas: de elevar construcciones que hoy se nos antojan inasumibles; de observar el firmamento para entender lo pequeño que era; de conocer las estrellas para saber que allí, y no en otro lugar, se encontraba la morada de sus dioses. Dioses que, todo sea dicho, tenían de presentarse de vez en cuando para hacerle la vida imposible a cambio de facilitarle conocimientos que, en cada momento, supusieron un avance extraordinario para los que los recibieron. Dioses de sospechosa apariencia, que quedaron plasmados en el arte rupestre o en la piedra con la que se levantaban los templos en su honor. Dioses cuyo aspecto lleva al planteamiento de que el hombre de aquel tiempo vio algo que iba más allá de una simple experiencia mística provocada por alguna planta sagrada. Dioses que han "sobrevolado" la historia, con otros nombres y con otro aspecto; siempre con la misma procedencia."
Lorenzo Fernández Bueno
Tomado del libro de Josep Guijarro,
Aliens Ancestrales, página 322
"Para mí el misterio es todo aquello que no tiene respuesta y nos provoca curiosidad. Misterio es aventura, mito, exploración, historia, fenómenos extraños, fenómeno ovni€ En resumen, es todo lo que nos provoca curiosidad."
Lorenzo Fernández Bueno
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