"El riesgo tiene que ver con la ambición. Yo la tengo toda. No quiero tocar con los dedos, sino coger con la mano el corazón de la literatura."

José María Guelbenzu Fernández
El País, 21-11-1987


“La novela negra está metida en un berenjenal de psicopatía y gore.”

José María Guelbenzu Fernández



"Los mortales hablan con las figuras de esa urna; los mortales escuchan al ruiseñor. Tu visión es más descarnada, es de una indiferencia tal que los seres humanos casi se ven obligados a prescindir de la vida para vivir. Sin embargo, tengo la sensación de que estás fingiendo.
No he dicho que prescindan, he dicho que yerran cuando atribuyen a la vida lo que ellos y sólo ellos construyen como valores exigentes. Pero podría estar fingiendo, en efecto. ¿No te convencen mis pensamientos? Tanto da. La cuestión sigue siendo el apartamiento de la vida. Si la vida es como es, si transcurre con esa majestuosa indiferencia hacia nosotros, da lo mismo si estoy fingiendo o diciendo lo que verdaderamente pienso. Se trata de lucubraciones para pasar el tiempo que nos queda de vida. Es una ilusión que nos entretiene. Es más noble que andar obsesionado con el fútbol o con la miseria de la vida política o con el tumulto ensordecedor de la vida informática. Si presto atención, oigo por todas partes voces que se definen como verdaderas por el mero hecho de hablar, que se asientan exclusivamente en afirmaciones, que han desterrado de sí la duda, que confunden la libertad con el descaro y la independencia personal con la capacidad de denunciar frenéticamente a los demás; y, por todo ello, son voces que creen que el fin justifica los medios y el primero que pretenden justificar es su propia impunidad. Eso es lo que oigo si presto atención. También por eso estoy aquí retirado. Pero no me mires de ese modo. Recuerda la última frase de aquella novela que leías en tu juventud universitaria: «Pues bien, ya que no podemos cambiar el mundo, cambiemos al menos de conversación». Entonces te fascinaba, ¿recuerdas? ¡Tantas veces me la repetiste! ¿Es que ahora no aprecias su ironía, su agudeza, su impotente certidumbre? Podría estar fingiendo, sí, y tanto daría. Pero aún me queda un resto de indignación que no he conseguido eliminar. Gracias a él, te estoy hablando así y me intereso por tu problema, un problema que desdeñaría si estuviese fingiendo. Sin embargo, estoy intentando eliminar ese resto de indignación, así que aprovéchate; dentro de poco es posible que lo consiga: entonces te escucharé con la misma indiferencia con que la vida nos escucha reír o llorar."

José María Guelbenzu
Un peso en el mundo



"Mila no tenía un pelo de tonta. Sabía que su cambio de look no iba a modificar sustancialmente su vida, salvo en un aspecto. Cuando Perfecto se reunía con la gente de su entorno (otros habrían dicho calaña) los hombres solían aparecer con mujeres despampanantes veinte años más jóvenes que ellos; porque sus esposas, incapaces de quitarse el pelo de la dehesa y participar de sus conversaciones, no sólo no resistían la comparación sino que los avergonzaban con su aspecto tocinero, no menor que el de ellos, por otra parte, pues como dice el refrán: «Aunque la mona se vista de seda, mona se queda». Pero ellos tenían el dinero y o bien tomaban querida o bien se divorciaban y se casaban de nuevo. Mila, en cuanto vio el panorama, exigió acompañar a Perfecto a sus fiestas y como éste, además de estar muy agradecido, sentía dependencia de ella, aceptó; y comprobó que Mila ni se cortaba ni desentonaba, aceptaba con naturalidad a las jóvenes despampanantes e incluso se convertía en la confidente de algunas de ellas. Perfecto, en el fondo, admiraba a Mila.
Con los hijos ya encarrilados, ella empezaba a preguntarse qué tipo de vida le depararía el futuro cuando Isabel Pérez se cruzó fortuitamente en sus vidas. Mila no necesitó más que una primera impresión para darse cuenta de que había aparecido una enemiga formidable contra la que no disponía de armas efectivas. De una parte, los hijos ya no formaban parte del hogar pues se habían independizado o estudiaban lejos; su peso en el reino familiar era esporádico, de la misma manera que la importancia real de aquél para Perfecto: el hogar eran sólo ellos dos. De otra parte, reconoció en Isabel de inmediato el refinamiento social que Perfecto anhelaba y que Mila no podía darle. De modo que luchó, sí, pero apenas vio que ya las primeras escaramuzas la dañaban sólo a ella porque el final era inevitable, al menos mientras durase la fiebre de su marido, con su admirable sentido práctico entendió que su única línea de defensa era sacar la mayor tajada posible de la situación."

José María Guelbenzu
Mentiras aceptadas


"Quiero crear, no perpetuarme."

José María Guelbenzu Fernández
El País, 21/11/1987




"Ser escritor se puede volver una carrera."

José María Guelbenzu Fernández
El País, 21/11/1987



"Soy de los que creen que la inspiración se consigue trabajando; es un estado de gracia que uno convoca mediante ritos."

José María Guelbenzu Fernández
El País, 21/11/1987




"Terrible y hermosa es la suerte de los olvidados cuando la luz del tiempo vuelve a posarse sobre ellos."

José María Guelbenzu Fernández
El País, 29-1-1994



"Tuvo que ser muy duro para ella, mucho más que para mí. En realidad yo me comporté como un inconsciente o, mejor dicho, como un egoísta, que no está reñido con lo anterior en punto a comportamiento. Porque, en realidad, Clara sufrió de veras, sufrió una desgarradura interior que hizo que todo su mundo personal se tambaleara, y yo, en cambio, me apunté, con la habilidad de los escurridizos, a la protección emocional que me brindaban las niñas. Clara no tenía antídoto y yo sí. Al no asumir esa diferencia fui cruel y, naturalmente, me merecí lo que estaba por venir.
Un día, mucho tiempo antes, mi padre, hablando conmigo de cuestiones políticas y exasperado por nuestras diferencias, me dijo: «Lo más triste para un padre es descubrir que la experiencia es intransmisible. Y lo peor es que algún día lo sentirás tú también en tu propia carne». Me lo podría haber dicho respecto a los estudios, los amores, en fin, sobre cualquier asunto de importancia porque ahora sé que es cierto y entiendo la generosidad de su segunda afirmación. No lo deseaba para mí, pero sabía que era inevitable y eso le dolía más que su propia frustración. Ahora que soy más viejo que mi padre entonces, me pregunto por qué esta condición es así. Es cierto que la experiencia es algo estrictamente personal y, en buena lógica, eso la hace rebelde al consejo, pero ¿cómo no rebelarse ante un suceso dañino que vemos venir sobre un ser querido y tener que soportar la inconsciencia con que se arroja a su encuentro? Pues bien, fue nuestra inexperiencia, mía y de Clara, la que causó el primer daño serio a nuestra relación, y de no haber sido por la magia, que sigue siendo el mayor encanto de la existencia, quizá nos hubiéramos estrellado. Ésa era la diferencia entre mi padre y Cadavia; mi padre era la experiencia; Cadavia, la magia. Aquel anillo que una niñita depositó bajo mi lengua estando dormido poseía poderes extraordinarios; o así lo hemos creído con una firmeza que para sí la quisieran los santos mártires."

José María Guelbenzu
El amor verdadero 










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