"Anoche, por primera vez en mi vida, noté que sufría alucinaciones durante un sueño. Estaba sentado a la sombra de una choza y, a cierta distancia, junto a una roca, se hallaba un amigo acompañado de un perro. Luego todo se hacía vibrante, luminoso y plástico, como en una visión psicodélica, y una horrible fuerza se apoderaba de mi amigo, derribándolo y destrozándolo hasta matarlo. Durante todo el proceso tuve la sensación de permanecer al margen, de contemplarme mientras soñaba, de verme libre de mi cuerpo; podría haberme alejado, pero vacilaba, temeroso de no poder regresar luego. Sintiendo ese miedo me desperté o, más bien, decidí despertar, porque la vigilia no parecía distinta del sueño. Luego me dormí de nuevo, y una marta de garganta amarilla —el mustélido del Himalaya cuyos excrementos habíamos visto a lo largo del camino— saltó a un árbol, llevando a su cría en la boca. Mientras depositaba a su pequeño en una horqueta entre dos ramas, una ardilla saltó desde más arriba, y la marta la interceptó en el aire. Durante unos segundos, mirándome, la marta permaneció suspendida en el aire junto al árbol, con la boca grotescamente dilatada por el cuerpo de la ardilla; luego, otra vez sobre la rama, abrió en canal a su presa para sacarle las entrañas y dejó caer la cabeza y la piel. Desde el suelo, los ojos de la ardilla me miraban, brillantes y llenos de vida. Ambos sueños parecían más bien alucinaciones experimentadas durante la vigilia, y me dejaron, al llegar la mañana, una sensación morbosa. Los sueños no parecen desvanecerse, ¿estaré muerto? Es como si hubiera entrado en lo que los tibetanos llaman el Bardo —literalmente, «entre dos existencias»—, una alucinación, con consistencia de sueño, que precede a la reencarnación, no necesariamente en forma humana; típica entre las visiones en ese estado es la copa hecha con una calavera y llena de sangre, símbolo de la futilidad de la existencia carnal con sed siempre renovada, de la necesidad de tener que beber para calmar la sed e iniciar de nuevo el ciclo."

Peter Matthiessen
El leopardo de las nieves



“Cuando comas, come; cuando duermas, duerme.”

Peter Matthiessen
El leopardo de las nieves


“El secreto de las montañas es que existen, igual que yo, pero se limitan a existir, cosa que yo no hago. Las montañas no tienen significado, son significado; las montañas son. El sol es redondo. Yo vibro con la vida y las montañas vibran y, si soy capaz de oírlas, hay una vibración que compartimos. Entiendo todo esto, no con la cabeza sino con el corazón, sabiendo cuán absurdo es tratar de captar lo que no se puede expresar, sabiendo que otro día, cuando vuelva a leer esto, sólo quedarán las palabras.”

Peter Matthiessen
El leopardo de las nieves

"Empiezas a escribir cuando te asalta una idea con toda su luminosidad. Luego viene el trabajo pesado, que no consiste sino en limpiar, limpiar y limpiar."


"-¿Has visto el leopardo de las nieves?
-¡No!
-¿No es maravilloso?"

Peter Matthiessen
El leopardo de las nieves


“... la inteligencia es animal; la cultura, intuitiva; el corazón, frío; la determinación, nihilista; la vida, aparatosa…”

Peter Matthiessen
 País de sombras


“Quizá ese miedo a la impermanencia explica el ansia con que consumimos los pocos bocados de experiencia, en carne viva, que nos ofrece la vida moderna, por qué la violencia es libidinosa, por qué la lujuria nos devora, por qué los soldados eligen no olvidar sus días de horror: nos aferramos a esos momentos extremos en los que parece que morimos y en los que, por el contrario, renacemos. En el abandono sexual, al igual que en el peligro, nos vemos empujados, por muy brevemente que sea, a ese presente vital en el que no permanecemos al margen de la vida, sino que somos vida, nuestro ser nos llena; en el éxtasis con otro ser, la soledad desaparece en la eternidad.”

Peter Matthiessen
El leopardo de las nieves



"Se dirigen a la calidez de aquel café de Kazimierz, el antiguo barrio judío que lleva el nombre del rey Casimiro, del siglo XVI: una edad de oro, les menciona él, de la benevolencia hacia los judíos, que huyeron hacia Polonia de los pogromos y persecuciones que se extendían por toda Europa. Sin embargo, pese a que asienten con la cabeza y sonríen, a sus compañeros no se les ocurre ningún comentario acerca de toda esa información, que él había confiado en que pudiera avivar una conversación que ya decaía. Intenta enmendar su tono pedante, pero no tarda en regresar a sus conocimientos a falta de un antídoto mejor a la jovial ignorancia de la pareja, instruyéndolos sobre el hecho de que, en otras épocas, su ciudad fue un centro cultural de la población judía.
[...]
Los enamorados se abrazan a modo de celebración de sus jugosas vidas (y tal vez también para darse calor: Mirek solamente lleva un fino jersey blanco de cuello de cisne bajo su chaqueta ligera de imitación de cuero, y Wanda, una chaqueta de tela vaquera con atrevidos bordados blancos y un cuello de falsa piel de zorro de color naranja).
Tan encantados están los enamorados con su desacostumbrada oportunidad para practicar inglés que se ofrecen a llevar en coche a su cautivo extranjero hasta su mismo destino, «para divertirse nada más». No seáis bobos, protesta él, está demasiado lejos, luego os tocará regresar por las carreteras heladas y en plena noche de invierno."

Peter Matthiessen
En el paraíso



"Si uno estima que ha sido capaz de terminar una obra, es que algo anda mal."

Peter Matthiessen



“Sobre el camino, sobre el brillo de la mica y de extrañas piedras resplandecientes, yace la pluma amarilla y gris azulada de un pájaro desconocido. Y acto seguido llega una intuición penetrante, en modo alguno entendida, de que esta pluma sobre la senda plateada, en este ritmo de sonidos de madera y cuero, respiración, sol y viento e ímpetu de río, en este paisaje sin tiempo pasado o futuro, en este instante, en todos los instantes, transitoriedad y eternidad, muerte y vida son una y la misma cosa.”

Peter Matthiessen
El leopardo de las nieves


“Un hombre sale de viaje y es otro quien regresa.”

Peter Matthiessen





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