“¿Acaso no hemos sacado a discusión nuestros problemas para luego tener que confesar nuestra ignorancia?”
Johan August Strindberg
Al final del día
En lo más alto del tejado, al borde,
Vivo yo,
Vivo entre golondrinas y palomas,
Y donde plomo y cobre el viento agita.
En el mar, a lo lejos, barcos veo
Y gaviotas posadas en el césped;
¡Y allá iría
Si alas tuviera, eso de seguro!
Allá lejos el sol se yergue en alto;
¡Bien lo sé!
Bien en alto domina azules bosques
Que del viento marítimo protegen.
Y de allá lejos oigo voces yo
Como alegres canciones de los campos…
Lloro entonces
Pensando en esperanzas naufragadas.
Y lejos, más allá del bosque azul,
junto al mar,
Yace mi juventud ha mucho tiempo,
Allá, entre islas, mar y frescas brisas.
¿Dónde estará el hogar soñado,
Dónde los amigos que de aquí se han ido?
Bajo la tierra,
¡Lo mejor, y me los robó la vida!
¡No quiero otear lejanos panoramas,
No quiero!
Sino tenderme, quieto en la chaise-longue,
Y no ver, desde allí, más que las nubes.
Cual brasas canden
Candéis vosotras, nubes, en lo alto!,
¡Mirad acá!
¡También aquí se espera el fin del día!
August Strindberg
"Así es finalmente la soledad: entretejerse en la seda de la propia alma, ser crisálida y esperar la metamorfosis, porque ésta no deja de realizarse. Durante ese tiempo, uno vive de sus experiencias, y telepáticamente vive uno vidas ajenas. La muerte y la resurrección; una nueva formación para una novedad desconocida.
Uno está al fin solo en su persona. Ningún pensamiento de nadie controla los míos, ninguna opinión o caprichos ajenos me oprimen. Entonces el alma comienza a crecer en una recién adquirida libertad y uno experimenta una increíble paz interior, una tranquila alegría y un sentimiento de seguridad y responsabilidad sobre sí mismo.
Si pienso en el pasado de convivencia que iba a ser edificante, opino ahora que aquello era una escuela de defectos. Tener que enfrentar de vez en cuando la fealdad, para aquel que tiene sentido de la belleza, es tortura, cosa que lo lleva a uno a reconocerse como mártir. Cerrar los ojos por consideración frente a la injusticia nos educa como hipócritas. El hecho de que siempre, por esta consideración, nos acostumbremos a reprimir la opinión propia, nos hace cobardes. Al fin, en nombre de la paz, tomar sobre sí la culpa de errores que uno no ha cometido nos humilla sin que lo notemos, hasta que un buen día nos creemos mala gente; nunca escuchar una palabra de aliento, nos enajena el coraje y el amor propio; y cargar con las consecuencias de los errores ajenos nos pone furiosos con toda la humanidad y el orden mundial.
Y lo peor es que no se puede modificar el propio destino, por más que se tenga la intención de actuar correctamente. ¿En qué ayuda que yo busque ser completamente intachable, cuando mi pareja anda empañando su prestigio? Yo me quedo por lo menos con la mitad de la vergüenza, si no con toda, cosa que es habitual. Es la convivencia la que hace que uno viva siempre en la inseguridad, ofreciendo el flanco más débil, complicando su persona a través de otra, haciéndose dependiente del caprichoso comportamiento del otro. Y los que no lograron meter la mano bajo mi chaleco estando yo solo, pueden alcanzar fácilmente mi corazón con un cuchillo cuando dejo que otra persona lo lleve por calles y plazas.
Lo que he ganado en la soledad es que yo mismo puedo decidir sobre mi dieta espiritual. No necesito ver enemigos a la mesa, en mi propia casa, ni escuchar que se insulta lo que yo estimo alto; me libro de ver periódicos con caricaturas de mis amigos y de mí mismo arrojados en derredor, estoy libre de leer libros que detesto y de ir a exposiciones a admirar cuadros que odio. En una palabra, decido sobre mi alma, en los casos en que alguien tiene derecho a decidir, y puedo elegir mis simpatías y antipatías. Nunca he sido un tirano, pero he querido simplemente evitar ser tiranizado, y eso no lo soportan las personas tiránicas. Por esto he odiado siempre a los tiranos, y esto no me lo perdonan.
He deseado siempre ir hacia delante y hacia arriba, y por esto he tenido más razón frente a aquellos que han querido sojuzgarme, y por esto fui quedándome solo."
August Strindberg
Solo
"Aunque un marido viviera más de cien años nunca podría saber nada de la verdadera existencia de su mujer. Podrá conocer el mundo, el universo, pero nunca a esa persona que convive con él."
August Strindberg
"Bengtsson.—Tú servirás la mesa, Johansson, y yo mientras recogeré los abrigos. No será la primera vez que sirves, ¿verdad?
Johansson.—Como sabes, durante el día empujo el carro de combate por las calles, pero por la noche sirvo la mesa cuando tenemos invitados... Siempre he vivido con el sueño de entrar en esta casa... Son gente rara, ¿no?
Bengtsson.—Sí. Un poco fuera de lo común, podríamos decir.
Johansson.—Y esta noche, ¿qué va a haber, una velada musical o qué?
Bengtsson.—Es la habitual cena de los espectros, como la llamamos nosotros. Toman té sin decir una palabra o bien el coronel pronuncia su monólogo. Y mordisquean las pastas todos a la vez, así es que suenan como las ratas de una buhardilla.
Johansson.—¿Por qué la llamáis la cena de los espectros?
Bengtsson.—Porque todos parecen espectros... Y llevan así veinte años, siempre las mismas personas, diciendo siempre lo mismo. O callándose para no tener que avergonzarse de su conducta.
Johansson.—¿No está la señora de la casa?
Bengtsson.—Sí, claro, pero, está loca. Se pasa la vida metida en un ropero, porque sus ojos no soportan la luz... Está ahí dentro... (Señala una puerta falsa que hay en la pared.)
Johansson.—¿Ahí dentro?
Bengtsson.—Sí, ya te he dicho que son gente un poco fuera de lo común...
Johansson.—¿Cómo es?
Bengtsson.—Como una momia..., si quieres verla... (Abre la puerta falsa.) ¡Mira, ahí la tienes!
Johansson.—¡Dios mío!...
La momia (gorjeando como un niño).—¿Por qué abres la puerta? ¿No te he dicho que tiene que estar cerrada?
Bengtsson (le habla como a un bebé).—¡Ta, ta, ta, ta! ¡Y ahora el lorito bonito será buenecito y le daremos su terroncito!... ¡Lorito, lorito real!
La momia (como un loro).—¡Lorito real! ¿Está Jacobo ahí? ¿Está el lorito ahí? Lorito..., currrre..., crrr...
Bengtssqn.—Cree que es un loro y tal vez lo sea... - (A La momia.) ¡Polly, sílbanos un poco!
(La momia silba.)
Johansson.—¡He visto muchas cosas en mi vida, pero nunca nada parecido!
Bengtsson.—Mira, cuando una casa envejece, se llena de moho, y cuando las personas llevan mucho tiempo encerradas, martirizándose mutuamente, entonces se vuelven locas. Esta mujer, la señora de la casa —¡cállate, Polly!—, esta momia ha vivido aquí cuarenta años con el mismo marido, los mismos muebles, los mismos parientes, los mismos amigos... (Cierra la puerta del ropero de La momia.) Y de lo que ha ocurrido aquí en esta casa... no tengo ni idea... ¡Mira la estatua!... ¡Es la señora de joven!
Johansson.—¡Dios mío! ¿Esa es... la momia?
Bengtsson.—¡Sí! ¡Es para echarse a llorar!... Y la señora, impulsada por la fuerza de la imaginación o por lo que sea, ha ido adquiriendo algunas de las rarezas del locuaz pájaro..., por eso no aguanta inválidos ni enfermos... No aguanta ni a su propia hija. Como está enferma...
Johansson.—¿Está enferma la señorita?
Bengtsson.—¿No lo sabías?
Johansson.—¡No!... Y el coronel, ¿quién es?
Bengtsson.—¡Ya lo verás!
Johansson (contemplando la escena).—Es terrible pensar... ¿Cuántos años tiene ahora la señora?
Bengtsson.—Nadie lo sabe..., pero dicen que cuando tenía treinta y cinco representaba diecinueve y que convenció al coronel de que los tenía... aquí, en esta casa... ¿Sabes para qué emplean ese biombo japonés negro que hay al lado del diván?... Lo llaman el biombo de la muerte porque, cuando alguien va a morir, lo colocan delante de la cama... como en los hospitales...
Johansson.—¡Qué espanto de casa!... Y pensar que el estudiante estaba deseando entrar en ella como si fuese el paraíso."
August Strindberg
La sonata de los espectros
“Cuando se tienen veinte años, uno cree haber resuelto el enigma del mundo; a los treinta reflexiona sobre él, y a los cuarenta descubre que es insoluble.”
Johan August Strindberg
"El amor sexual es una batalla."
Johan August Strindberg
El padre
“El capital no está solamente en el trabajo manual; la inteligencia es un capital y el celo también.”
Johan August Strindberg
"El carácter de un hombre traza su destino."
Johan August Strindberg
EL CIEGO.- Pregunté una vez a un niño por qué era el mar salado y el niño, que tenía a su padre en un barco por alta mar, me dijo que porque los marineros lloran mucho.¿Y por qué lloran tanto los marineros? … pues, me contestó, porque siempre tienen que marcharse de viaje.¡Y por eso secan siempre los pañuelos en los mástiles! … ¿Por qué lloran los hombres cuando están tristes?, le pregunté después … Porque a veces, me contestó, hay que lavarse los ojos para ver con más claridad.
Johan August Strindberg
Comedia Onírica
El cuco
"Cuando los prados florecen
Y hay en el abedul hojas
Canta en los bosques el cuco
Al albor cuanto de noche.
Cuando la hoz tunde el prado
Y las flores muerte aguardan
Calla en los bosques el cuco
Hasta nueva primavera.
Muerto le cree el campesino
Y el niño en halcón le trueca,
Alguien le ha oído reír,
Endemoniado está el cuco.
Junto a la Plaza Tudesca
El relojero judío
Vende cucos: dan las horas
Y hasta de hora los cuartos.
Cantan Pascua y Navidad
Mientras les dure la cuerda,
Tú dales grasa en el pico
Y ten sus ruedas en marcha."
Johan August Strindberg
Traducción: Jesús Pardo
"El darwinismo ha existido en todos los tiempos, desde que Moisés presentó la historia de la creación, pasando sucesivamente de los animales inferiores hasta llegar al hombre."
Johan August Strindberg
"El profesor del laboratorio analítico se llamaba Riban, igual de desconocido que Troost. Fue amable, bien educado, pero no puedo decir que estuviera interesado en esta importante cuestión. Pero esto siempre es así.
Como prueba intenté examinar la llama de azufre y determinar los gases no quemados entre la superficie de la masa fundida y la llama exterior, por un lado para ver si había ahí hidrocarburos, y por otro, para experimentar con vapeurs nitreuses —varios compuestos de oxígeno que contienen nitrógeno—. El caso es que en Rouen, donde quemé al sol cuatro libras de azufre en un crisol de porcelana, había creído detectar vapeurs nitreuses constantes de color caoba en el interior de la llama.
La segunda prueba consistió en un intento de combustión incompleta mediante cloruro de cobre amoniacal en una probeta, a partir del conocido experimento de Berthelot con éter, que proporciona acetileno.
Una vez terminé con esto, empecé los preparativos para el experimento fundamental. Dos hornos de reverbero se llenaron con carbón. En una se colocó una retorta de barro para el azufre y en la otra se introdujo el tubo para el carbón. Adapté los evasivos corchos al cuello de la retorta y al tubo y enmasillé alrededor de la juntura.
A continuación, y cuando todo estaba a punto, encendí el horno con el tubo de carbón y la calenté hasta un intenso rojo vivo; en ese momento toda el agua se tenía no solo que expulsar sino también que descomponer, en caso de que quedara agua allí. Primero encendí un fuego debajo de la retorta de azufre y lo dejé calentar hasta el rojo vivo.
Con el óxido de plomo tratado con ácido acético y el permanganato de potasio constaté una presencia variada de sulfuro de hidrógeno y ácido sulfuroso.
Cuando el aparato se hubo enfriado, hice pedazos la retorta y descubrí que esta contenía carbón en polvo y que este no podía venir de los pedacitos de carbón en el tubo, sino que tenía que proceder del azufre.
Quiero ahora admitir al experto en la materia que el curso de este proceso parecía más complicado de lo que yo había esperado. El carbón en el tubo, por ejemplo, permanecía aparentemente invariable y desde el principio me había preguntado qué hacía ahí el carbón, pues se sabe que el carbón es invulnerable al calor cuando no se suministra aire. Me parece que una conmutación, un intercambio de componentes tuvo lugar entre el azufre y el carbón, acerca de la cual iba a advertir en mi detallado informe de experimento de laboratorio.
El permanganato de potasio se descoloría de vez en cuando, lo que por supuesto indica la presencia de ácido sulfuroso, pero incluso se precipitó, lo que por supuesto indica la presencia de sulfuro de hidrógeno y amoniaco, porque el manganeso no se precipita de una solución ácida de únicamente sulfuro de hidrógeno.
¿De dónde vino el amoniaco? ¿De dónde el nitrógeno a amoniaco? ¿Contiene el azufre nitrógeno?
Después de un año de continuos estudios, he respondido así: el azufre contiene de todo y nada. Tiene la capacidad de manifestarse bajo la influencia de ciertos reactivos ora como un metano oxigenado, ora como un nitrógeno hidratado, etc.
He escrito la fórmula provisional del azufre (CH4O)n. Y he escrito el nitrógeno CH2 o 1 carbono con 2 hidrógenos.
Esto no es nada extraordinario si el nitrógeno se manifestara durante las manipulaciones con azufre, cuyo metano, CH4, solo necesitaría perder 2 hidrógenos para ser nitrógeno o CH2.
Más tarde me sucedió esto: rasgué azufre e hidrato de potasio. Añadí ácido de sal, y obtuve sulfuro de amonio. ¿Por qué?
En un libro de química de 1830 he visto esta información: «El azufre se funde en vapeurs nitreuses a una temperatura por encima de 150 grados». Lo que da lugar a varias reflexiones.
Sin embargo, cuando terminé mi experimento con sulfuro de carbono en la Sorbona, fui a ver al profesor Riban para darle las gracias por sus muestras de hospitalidad. Con una amable sonrisa me preguntó si estaba contento con el resultado obtenido. Le contesté que estaba más que satisfecho y razonablemente contento con el resultado.
Me preguntó otra vez si estaba seguro de que ninguna humedad (¡impureza!) me había llevado a engaño.
Le respondí cortésmente que el agua se evapora a 100 °C y se descompone ya a una temperatura más baja que los mínimos 1.200 °C a los que llegó el horno y a los que el oro puede ser fundido. Nos separamos como amigos, y un par de meses más tarde el profesor Troost afirmó desde la cátedra de la Sorbona que yo era una persona ignorante.
Parece ahora, después de un largo periodo de tiempo, como si la ciencia, la ciencia hecha pública, fuera una popularización y no pudiera dar cuenta de su vertiente esotérica, que aunque no se mantenga en secreto, se ha considerado poco adecuada para ser enseñada. En este sentido, Berzelius estuvo pronto convencido de que el carbono se podía transmutar en silicio, y sostiene firmemente este parecer en su tratado de química, en el capítulo paracianógeno. Un inglés (¿?), Brown, había calentado este compuesto de nitrógeno y carbono, y obtuvo un residuo de silicio en vez de carbono.
Berzelius añade que esta era la primera vez que un químico había conseguido metamorfosear carbono en silicio.
Creía por lo tanto en la capacidad de transmutación de los «elementos simples», como se dice ahora. Que no continuara por este camino indica que temió penetrar demasiado en los misterios de la naturaleza, pero puede incluso señalar que la ciencia pura se ve siempre obligada a mantenerse hasta cierto grado en la superficie de las cosas para poder ser comprendida por la multitud del auditorio y afuera, en las plazas."
August Strindberg
Una mirada al universo
El sueño
La tierra no esta limpia
la vida no es buena
los hombres no son malos
tampoco son buenos
una vez al dia
los hijos del polvo
en el polvo deben divagar
nacidos del polvo
al polvo regresan
les dieron pies para arrastrar los pasos
no alas.
La culpa es de ellos
o vuestra?
Johan August Strindberg
"Esa es la posición ingrata del padre en la familia, el proveedor para todos y el enemigo de todos."
August Strindberg
“La educación hace de cada uno de nosotros una pieza de una máquina y no un individuo.”
August Strindberg
LA HIJA.- ¡Todo está fuera de quicio! ¡No tienes más que ver las cuatro facultades! ... El Gobierno conservador subvenciona a las cuatro: la de Teología, la ciencia de Dios, siempre atacada y ridiculizada por la de Filosofía, que se considera la sabiduría por excelencia! Y la Medicina que siempre desacredita a la Filosofía y que no cuenta la Teología entre las ciencias sino que la llama superstición … Y allí están las cuatro en el mismo claustro que debe enseñar a los alumnos respeto - ¡por la Universidad! ¡Es un manicomio! Y ¡ay del primero que se vuelva cuerdo!.
August Strindberg
Comedia Onírica
LA HIJA DE INDRA.- Y oigo sonidos que vienen de allá abajo … ¿Qué clase de seres viven allá?
LA VOZ DE INDRA .- Baja y verás … no quiero calumniar a los hijos del Creador, pero lo que oyes desde aquí es su idioma.
LA HIJA DE INDRA.- Suena como … no suena muy alegre.
LA VOZ DE INDRA.- ¡Así es! Su idioma se llama Queja. ¡Sí, sí! Los que habitan la Tierra son unas gentes insatisfechas y desagradecidas.
August Strindberg
Comedia Onírica
"La mecha del quinqué se ha consumido ya casi hasta el final y comienza a chisporrotear y a emitir un agónico silbido. Tekla renueva el aceite, coloca una mecha nueva, la enciende y vuelve a la silla. Acto seguido pierde su mirada en la tenue llama, la cual sólo alcanza a arrojar una mancha de luz en la oscura estancia, dibujando un anillo dorado en el techo. Lo único que ella puede distinguir en esos momentos es la candela y los frascos medicinales que reposan sobre el lavamanos. Botellas de cuarto de litro color verde mar con tapones amarillos, ampollas de cristal ambarino con el papel arrugado, botes negros con etiquetas blancas, cajitas llenas de polvos con pequeños sellos de lacre rojo. La cuchara descansa dentro de un vaso; el efecto óptico producido por el cristal hace que se vea del tamaño de un cucharón de servir. El medio limón parece una calabaza merced a las abultadas curvas procedentes de la fuente de luz. Todos los objetos cambian de forma y proporción en la falsa penumbra, dan lugar a impresiones desconcertantes en su cerebro, a enfermizas imágenes acentuadas por la vigilia nocturna.
La voluntad, o el poder, de suprimir ciertos pensamientos ha desaparecido, y éstos nacen con libertad dentro de su mente, vienen al mundo como engendros monstruosos que la parturienta no reconoce como hijos suyos, aunque tampoco puede negarlos.
Así fluyen sus ideas: la etiqueta blanca que cuelga del cuello del frasco negro pasa a decir: «Mira qué bien queda este delantal de luto blanco sobre tu vestido de lana negra». Vas por la calle con tu mandil nuevo recién almidonado y tu ancho cuello de encaje y la gente se vuelve para susurrar: «Pobre niña, ¡qué gran pérdida la suya!». Qué sensación tan reconfortante cuando comentan eso de ti y, no obstante, lo único que en realidad están diciendo es cómo se sentirían ellos en tu lugar. Luego aparece tu prometido, te ve vestida con tu hermoso traje de luto y, con un profundo respeto, te mira como si al haber sentido aquel dolor hubieras adquirido cualidades superiores. Y, después de haber permanecido media hora sentado junto a ti, quiere besarte en los ojos, afeados por el llanto, y, de pronto, pone su brazo alrededor de tu cintura y murmura: «¡Qué bien te queda ese vestido, Tekla!». ¡Oh, qué delicia la de estar de luto!
Su madre se agarra a las sábanas de la cama y emite un ruido parecido al crujido de un matorral en el bosque que alerta al caminante. ¡Ya basta de pensamientos desagradables que se acercan reptando para abalanzarse sobre una criatura indefensa, sin fuerza para apartarlos de sí! Ella le ruega a Dios que su madre siga con vida… Le ruega a Dios que le haga desear que su madre siga con vida. Sin embargo, es incapaz de sentir dicho deseo. ¿Por qué iba a querer que su madre prolongara una vida angustiosa que la hacía sentirse, a pesar de que ahora la suerte les sonreía, mucho más infeliz que antes? ¿Acaso no se había dado cuenta de cómo sufría el señor Clement por tener que visitar a su prometida en aquella lóbrega casucha de mala reputación? ¿O es que no había visto cómo se burlaba en secreto su suegra de su madre durante la pedida de mano? Por supuesto que sí. De hecho, se acordaba muy bien de la tristeza y la profunda desesperación de su madre cuando, al regresar a su angosta morada, se sentó a llorar y se limitó a responder a las preguntas de su hija con un escueto: «Tú sí, Tekla, pero yo nunca más volveré a ir allí».
¿Cómo serían las cosas después de que se hubieran casado? ¿No tendría Clement que fingir simpatía y respeto filial cada vez que su madre fuera a verla? ¿No se convertiría la más mínima palabra desconsiderada en un aguijón, la más mínima mirada sospechosa en una excusa para pelearse? Sí, lo mejor es que pasara lo que tenía que pasar, que no era otra cosa que producto de la misericordia divina."
August Strindberg
Una bruja
"La moral, que debería ser el estudio de los derechos y deberes se convierte al final en los estudios de los deberes de los demás para con nosotros y es presentada exclusivamente bajo la forma de una gran colección de obligaciones. El niño no había oído citar aún uno sólo de los derechos humanos. Todo era de favor: vivía por favor, comía por favor, iba a la escuela por favor. Aquí, en esta escuela de pobres, se exigía mucho más de los chicos. Les exigían a esos pobres que no llevaran vestidos raídos, pero ¿cómo podían ellos no hacerlo? Les hacían observaciones sobre sus manos porque estaban negras de alquitrán y pez; les exigían atención, buenas maneras, cortesía, toda suerte de cosas absurdas. El sentido estético de los profesores les engañaba a menudo hasta tornarlos injustos. Johan tenía un compañero de banco que nunca se peinaba, tenía una llaga bajo la nariz y supuraciones en las orejas que olían muy mal. Sus manos siempre estaban sucias, sus vestidos manchados y destrozados. Muy pocas veces sabía sus lecciones y todo el tiempo recibía reprimendas y latigazos. Un día un compañero lo acusó de traer los piojos a clase. Entonces le asignaron un lugar aparte; era repudiado. Lloró amargamente, muy amargamente. Después no regresó más. Johan designado por fortuna como monitor, fue enviado a buscarlo a su casa. Vivía en la Dódgrávargránden.7 En un solo cuarto habitaba la familia de un pintor, la abuela y muchos pequeños. Georg, el chico en cuestión, estaba sentado y tenía en sus rodillas a una hermana menor que gritaba furiosamente. La abuela cargaba otro pequeño entre los brazos. El padre y la madre estaban fuera en el trabajo, cada uno por su lado. En esta habitación desordenada porque nadie tenía tiempo para arreglarla y porque no podía ser arreglada, flotaban las emanaciones sulfurosas del coque y de las inmundicias de los niños. Allí se secaba la ropa, se cocinaba, se disolvían los colores, se preparaba la almáciga. Allí se mostraban a plena luz todas las causas de la inmoralidad de Georg. Pero, objetaba siempre algún moralista, nunca se es tan pobre hasta el punto de no poder mantenerse limpio y sin mancha. ¡Qué ingenuidad! Como si el porte (en caso de que tenga algún arreglo), el jabón, el lavado y planchado, el tiempo, no costaran nada. Estar sin desgarrones, limpio y saciado es la máxima meta que el pobre puede esperar alcanzar. Como Georg no la podía lograr, había sido excluido. Los moralistas modernos han creído descubrir que la clase inferior es más inmoral que la clase superior. Inmoral significaría en este caso que la clase inferior no respeta las convenciones sociales tan bien como la clase elevada. Y esto no es solamente un desatino sino algo peor. En todas las circunstancias en que la clase dependiente no esté bajo la presión de la necesidad, es más fiel al deber que la clase alta. Es también más comprensiva con sus semejantes, más tierna con los niños y, sobre todo, más paciente. ¡Cuánto tiempo ha soportado que su trabajo favorezca a la clase superior antes de impacientarse! Además, siempre han querido dejar algo imprecisas, en lo posible, las leyes morales. ¿Por qué no son puestas por escrito e impresas como la ley divina y la ley civil? Quizás porque una honesta ley moral, honestamente redactada, estaría obligada a tener en cuenta los derechos del hombre."
August Strindberg
El hijo de la sierva
"La señora Falk había terminado sus tareas ante la ventana y ahora estaba poniendo orden en la mesa de palisandro con incrustaciones de madreperla donde iban a leerse las pruebas del informe mensual. Le quitó el polvo al tintero de ágata, dejó la pluma de plata en el portaplumas de carey, dio la vuelta al sello de mango de oro de manera que no se viera su tono burgués, sacudió con gran cuidado la cajita del dinero, hecha de finísimo hilo de acero, a fin de que se pudiera leer fácilmente el valor de algunos valores (su dinero de bolsillo), que estaban allí encerrados como prisioneros, y dio sus últimas órdenes al criado, que estaba uniformado de gala. Hecho esto se sentó en el salón y asumió una postura descuidada, de la que la sacaría la sorpresa del anuncio de la llegada de su amiga la revisora, que, sin duda, sería la primera en hacer acto de presencia…, y así fue como ocurrió. Y la señora Falk abrazó a Evelyn y la besó en la mejilla, y la señora Homan abrazó a Eugenie, que la llevó al comedor, donde se detuvieron ambas, porque Eugenie quería saber su opinión sobre los muebles nuevos. Y la revisora no quiso detenerse ante el armario de roble, semejante a una fortaleza, de estilo Carlos XII, con grandes jarrones japoneses, porque se sentía aplastada por aquella mole, pero se fijó en la araña, que le pareció demasiado moderna, y también en la mesa, que desentonaba; además dijo que los grabados no iban bien con los viejos retratos de familia, y requirió un rato bastante largo para explicar la diferencia entre un cuadro al óleo y una oleografía. La señora Falk tropezó con todas las esquinas de muebles que le fue posible a fin de ver si el crujir de su vestido nuevo de terciopelo llamaba la atención de su amiga, pero no tuvo suerte. Preguntó la opinión de su amiga sobre la nueva alfombra de Bruselas del salón, y ella le dijo que contrastaba algo chillonamente con las cortinas, en vista de lo cual la señora Falk, llena de irritación, dejó de hacerle preguntas.
Se sentaron a la mesa del salón, y comenzaron enseguida a recurrir a diversas tablas de salvación: fotografías, libros de versos ilegibles, cosas por el estilo. A la revisora le cayó en las manos una hoja de papel: estaba impresa en papel color rosa, con bordes dorados, y llevaba por lema: «Al mayorista Nicolaus Falk, en su cuadragésimo cumpleaños»."
August Strindberg
El cuarto rojo
“La sociedad es un manicomio cuyos guardianes son los funcionarios y la policía.”
August Strindberg
"La sociedad honra con el nombre de caracteres a quienes han buscado y encontrado su sitio, a quienes han jugado un papel, a quienes han llegado a descubrir ciertas reglas de conducta que terminan por asimilarlas automáticamente a sus acciones."
Johan August Strindberg
El hjo de la sierva
"La sociedad se basa aún en las clases, en los grupos que, surgidos de manera natural a partir de oficios y profesiones, permanecen en conflicto."
Johan August Strindberg
"(...) La tempestad, sin embargo, amenazaba y estaba próxima a estallar. Una nimiedad la desencadenó."
Johan August Strindberg
El hijo de la sierva
"La vida está hecha de repeticiones..."
Johan August Strindberg
"La vida se tornó insoportable para el joven. No veía salida alguna de las redes en las que estaba atrapado. Lisen probablemente se había convertido en algo más que hermana y compañera, sin que por eso le fuera más querida; pero a medida que la idea de una unión matrimonial se había asentado en su mente, acabó pensando en ella como una mujer: bien es cierto que antipática, pero una mujer al fin y al cabo. Después de todo, casarse supondría un cambio de posición y quizá una salida de la esclavitud. No veía ni atisbo de otra fémina en todo el municipio, de modo que ella, como cualquier otra, le podía servir.
Finalmente habló con su madre y presentó sus condiciones para acceder a una unión matrimonial con Lisen: establecerían su hogar separado en una de las alas de la casa y tomarían las comidas en su propia mesa; además, la madre debía pedir la mano de Lisen en su lugar, pues él mismo se veía incapaz de hacerlo.
Las condiciones fueron aceptadas, Lisen fue llevada al encuentro de Fritiof, quien la recibió con un abrazo y un beso muy tímido. Los dos lloraban, sin saber muy bien por qué, pero luego se sintieron avergonzados el uno ante el otro durante todo el día hasta la noche.
Después todo volvió a ser como antes entre los prometidos, pero el comportamiento maternal de las tías y las hermanas ya no parecía tener límites. Decoraron el ala, la amueblaron, y distribuyeron sus estancias, tomando todas las decisiones. A Fritiof no se le consultaba nada. Y luego se iniciaron los preparativos de la boda. Viejos parientes enterrados en diferentes pueblos de la provincia fueron rastreados y convocados como testigos. Y se celebró el enlace."
August Strindberg
El niño
"Las ilusiones se habían esfumado, pero era consolador saberse ascendido sin necesidad de hundir a alguien."
Johan August Strindberg
"Las personas que mantienen perros son cobardes que no tienen agallas para morder gente."
August Strindberg
“Los hijos son educados como si debiesen ser hijos toda la vida, sin que se piense en absoluto que se convertirán en padres.”
Johan August Strindberg
Narciso
"Así habla de Pan una leyenda,
De Pan, dios de los bosques susurrantes:
A una ninfa se declaró un día,
La cual, por cierto, se llamaba Eco.
A Eco Pan no le agradó, pues ella
A otro amaba con su alma toda.
Mas ése, que llamábase Narciso,
Al amor la sapiencia prefirió:
Gnothi seautón!
Quiere decir: ¡conócete a ti mismo!
Y así sigue Narciso, pensativo
Y en el fondo su imagen contemplando
Para observar si bajo sus facciones
La esencia de la esencia yace oculta.
Mas sobre el agua un mentecato rema;
Y él en la superficie ve un espejo
Donde cree al pensador ver reflejado
En lo más hondo a que su vista alcanza.
Gnothi seautón!
Quiere decir: ¡conócete a ti mismo!"
Johan August Strindberg
"Ni una felicitación, ni un apretón de manos. Pues bien, era el carácter islandés de su padre que no le permitía expresar sentimientos más afectuosos."
Johan August Strindberg
"¿No existen deberes agradables? Se convierten en agradables cuando se hagan..."
Johan August Strindberg
El sueño
"(...) No había podido decidir entonces qué instintos debían reprimirse y qué parte de su yo debía sacrificar a la sociedad en la que se disponía a entrar."
Johan August Strindberg
"No podemos saber. ¿Cuál es el beneficio de la ciencia y la filosofía cuando no hay razón alguna para vivir? ¿Qué puedo hacer con mi vida cuando carezco de honor? He injertado la mitad de mi brazo derecho, de mi cerebro, de mi médula espinal porque pensé que iban a crecer y unirse en un solo árbol más perfecto, que nadie podría cortar. Yo soy solamente la mitad de ese árbol, pero el segundo crece con mi brazo y mi medio cerebro, mientras yo caigo y muero ahora, porque deseo morir."
August Strindberg
El padre
"No se puede tener otra tarea en cuanto a la vida que la de conservarla hasta morir."
Johan August Strindberg
"No soy un hombre vanidoso. He visto que para el pueblo no hay nada sagrado. La vida es un extraño camino, una zafia carrera que nos impele hacia el agua hasta llegar a hundirnos. Tengo un sueño que se repite de vez en cuando, y si mal no recuerdo ahora, estoy sentado en un pilar y no veo forma alguna de bajar, cuando miro hacia abajo me mareo, pero no tengo el coraje de lanzarme, no puedo resistir pero tampoco puedo dejarme caer. Sé que no habrá descanso hasta que no llegue abajo, a la tierra."
August Strindberg
La señorita Julia
“¡Oh, cómo me gustaría comenzar otra vez! No era la victoria lo que quería, ¡era la lucha!”
Johan August Strindberg
(Maese Olof, Tercer Acto, Strindberg)
"(..) Para poder avanzar en la carrera de bibliotecario y obtener un puesto, debería haber enterrado a seis colegas, todos con buena salud"
Johan August Strindberg
"Pero ella veía el mundo y a las gentes a su manera particular, porque los cristales de las ventanas eran de todos los colores del arco iris; no necesitaba más que mover un poquito la cabeza para ver todo en rojo, amarillo, verde, azul y violeta. Si se trataba de un día de invierno en el que los árboles estaban cubiertos de escarcha como si llevaran hojas de plata, movía un poco la cabeza en la almohada y los árboles devenían verdes; era verano, los campos devenían dorados, el cielo azul; aunque fuese gris en sí mismo. De esa manera ella creía tener poderes mágicos, y nunca se aburría. Pero los cristales tenían otra virtud: al estar combados, lo que estaba fuera se veía unas veces agrandado y otras disminuido.
Así que cuando el hijo mayor llegaba a casa de mal humor, gritando, la madre lo deseaba de nuevo pequeño y bueno, e inmediatamente lo veía pequeño. O cuando los nietos correteaban por fuera y ella pensaba en su futuro, entonces —un, dos, tres—, entraban en el cristal de aumento y los veía adultos, personas grandes, verdaderos gigantes.
Pero cuando llegaba el verano, ella hacía abrir las ventanas de par en par; porque la belleza que había fuera no la podían reproducir los cristales. Y fue entonces, en la víspera de San Juan, cuando más hermoso estaba todo y ella yacía tumbada mirando la pradera y los campos, cuando la paloma se puso a cantar. Cantaba la historia de Cristo y la alegría y el esplendor que reinan en el cielo y, con su dulce canto, daba la bienvenida a todos aquellos que estaban abatidos bajo sus cargas y hartos de las penas de esta vida."
August Strindberg
En tiempo de verano
"Pero, ¿Qué se sabe acerca de lo que se quiere? Se quiere o no se quiere, no hay más alternativa. Si tratamos de reflexionar sobre lo que se quiere, veremos que la mayoría de las veces no interviene la voluntad."
Johan August Strindberg
Persona y causa
"Yo nunca supe distinguir
-Ahora os consta- la causa y la persona.
Y ahora se sabe: era un error,
Pues demasiado me pedíais quienes
Todas las causas personificábais
Y mezclábais lo vuestro con lo ajeno,
Tanto que no se sabe qué llamar
A lo que a uno le sigue o lo precede.
Mi causa o cosa o caso: lo pasásteis
En silencio -¿quizás respetuoso?-
Porque era santo y lo sabíais,
Y aunque a mí me tumbasen se afirmaba.
Mas mi persona era otra cosa,
Y fácilmente la alcanzábais.
Ante cuanto, después, de esto se ha escrito
Yo me inclino y descubro:
Mas no por el anonimato,
Pues perro callejero es perro muerto
Y cualquier cosa es permisible hacerle:
Ni tampoco es por la imbecilidad
Del champán que corónase de espuma
Y sigue soso como la limonada:
No, no descúbrome por mi persona,
Por muy grande que sea, ¡si descúbrome
Sea por la libertad de imprenta!"
Johan August Strindberg
¡Poetas!
"¡Poetas!
¿Hasta cuándo canciones de cuna
y arrullos con el soniquete de los sonajeros?
¿Por qué aún biberones y chupetes?
¿No veis que intacta está la leche dulce y
tienen dientes los niños?
¡Poetas!
¿Hasta cuándo asustar a los pequeños
con espantajos cubiertos de jirones?
¡Recoged espadas y escudos herrumbrosos
y que alguien vaya a verlos por vez última
al Museo Nórdico!
¡Poetas!
¿Todavía llorando por ideales perdidos?
¡Tienen todas las épocas su idea propia del mundo,
la tenemos nosotros sobre la realidad!
¡Guarda fidelidad vosotros a las vuestras!
¡Con las nuestras seguimos!
¡Poetas!
¿Por qué nobles salmodias sobre tan nobles temas?
En la vida brindada lo sublime es la vida.
¿Por qué tenéis por cierta la belleza aparente?
Es fea la verdad si hermosa es la apariencia.
¡Lo feo es lo auténtico!
¡Poetas!
¡Callen las anhelantes serenatas a la luz de la luna!
Aunque la luz aún arda en la ventana
en tibias sábanas el ideal se acuesta.
Empieza a envejecer la bella de antaño,
¡busca pausa en la noche!
¡Poetas!
Si no os enronqueció todavía el relente,
y deseáis aprender nuevas baladas,
¡dejad que duerma la bella antaño!
¡entonaremos juntos un canto al nuevo día,
que el sol está aún en su cénit!"
Johan August Strindberg
"¡Qué delicia pronunciar esa palabra de madre que no he proferido desde hace treinta años! La vieja, de la orden de san Agustín, que lleva el traje de los muertos porque nunca ha vivido la vida, dulce como la resignación, nos enseña a sonreír a los sufrimientos como si fuesen alegrías, porque ella conoce los beneficios del dolor. Ni una palabra de reproche, ni regañinas, ni exhortaciones. Conoce el reglamento de los hospitales laicos, y sabe conceder pequeñas licencias a los enfermos, pero no a sí misma. Por ejemplo, me permite fumar en mi cuarto y ella misma se ofrece para liarme los cigarrillos, oferta que declino. Me consigue permiso para salir, fuera de las horas ordinarias, y, al descubrir que me dedico a la química, consigue que me reciba el sabio farmacéutico del hospital, que me presta libros y que, tras exponerle mi teoría sobre la constitución de los cuerpos simples, me invita a trabajar en el laboratorio. Esta monja ha jugado un papel en mi vida, y empiezo a reconciliarme con mi destino, alabando la buena desgracia que me ha guiado hasta este techo bendito."
August Strindberg
Inferno
"¿Qué es la poesía? No es la realidad, pero la realidad...Es un sueño que se despierta."
Johan August Strindberg
"Se levantó, con una sensación de borrachera en todo el cuerpo. Su insignificante y desmañada figura se hinchaba como la de una rana que quisiera convertirse en buey, y cuando pasó ante las obras completas de Goethe en la biblioteca, pensó: «¡El Fausto! ¡Bah! ¡Está anticuado y bien puede ser reescrito! ¡Lo vi hace poco en el Teatro Sueco y era un espectáculo circense!».
Su siguiente pensamiento fue: «¡vaya regalo de Navidad para la Academia, cuando lean esto traducido en la sección de anuncios del periódico!».
Y es que recientemente se había prostituido en busca de una beca de la Academia, pero cuando le salió el tiro por la culata, a pesar de que como pago había entregado la cabeza de todos sus amigos en una bandeja, se cambió de chaqueta y empezó a dar coces.
Pero a él mismo le esperaba un regalo de Navidad que no había ni soñado.
Cuando volvió a sentarse junto a la ventana, vio que el flujo de gente en la estación se había dispersado, y cómo un solo viajero recorría el camino. Avanzaba con un paso tambaleante, como si cabalgara al trote. Ese andar le era familiar a Zachris.
Cuando el caminante se hubo aproximado, resultó ser un hombre joven o un muchacho muy crecido, que no conocía el lugar y parecía estar buscando algo. Alzaba la vista hacia las villas, intentando encontrar la que buscaba."
August Strindberg
Banderas negras
"Sueño, luego existo."
Johan August Strindberg
Defensa de un loco
"(...) Un personaje deberá ser, por tanto, un hombre demasiado común y un poco tonto. Hombre de carácter y autómata son casi sinónimos."
Johan August Strindberg
"¡Y es así como entonces se lanzó a la vida! Para madurar y, a pesar de todo, permanecer siempre fiel a sí mismo."
Johan August Strindberg
"Yo nunca me conformaría con ser un macho para usted y sé que jamás lograría despertar su amor."
Johan August Strindberg
El hijo de la sierva
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