Décima navideña
"En Belén se enciende el río
mientras el agua se esconde.
Y sin saber muy bien dónde
se abraza el fuego y el frío.
El agua es escalofrío
de un silencioso portal.
La noche como un cendal
es un pájaro encendido
que no sabe que en su nido
está durmiendo un chaval."
José María Muñoz Quirós
Instante en Rota
"Y sobre las aguas
descienden los más tristes
peces de la mañana.
Se ahogan cautelosos de mar,
angustiados de luz.
Sobre el tímido aplomo de las nubes
nace el sol. Los niños alborotan
los peces en la orilla."
José María Muñoz Quirós
Palabras desde la lejanía
"Dolido si es la herida un imposible
dolor, yo estoy herido. Luego acude
quien me impone sus límites, quien dice
que estoy en esas horas que se mueren
despacio y que derraman una escasa
luz que no ilumina nunca, que nadie
ve, que ni siquiera el sol derrama
en su valiente ardor. Herido siempre
por lo que añoro. Estoy tan solo herido
porque me tiembla el alma, porque duele
vivir así, ausente frente al mundo.
La mayor lejanía está en mis ojos
que reconocen esta tierra. Ahora
me pierdo solo entre sus sombras."
José María Muñoz Quirós
Para volver al sur
"Tengo la inmensa sed de un pájaro en la noche.
Me derrota la sombra del ángel que cobija
mis ojos en sus ramas.
Apenas vuelo cuando despierta el día
y la luz me deslumbra en la ruta del alba,
en el vértigo exacto del tiempo sacudido en mi retina
en la medida en que se acercan a las horas calladas
los orígenes recónditos del mundo.
Tengo la sed del náufrago herido por la arena
de la desolación del horizonte.
elijo el corazón de los vencidos en el preludio de las lágrimas.
Nace en mí el fruto amargo y desvelado
que puedo contener
en el centro dudoso de las cosas.
Apenas nazco en este lado oscuro de la raya del agua.
Estoy quieto y el cosmos se mueve en mi rutina. Vaga,
se aleja, duerme. Estoy en la invisible parodia
del olvido. Y esto es volver:
acercarse a la distancia, tocar la indefinible pasión de lo lejano,
amarrarse a las hojas de los árboles mudos. Esto
es traspasar los cimientos donde enmudece el tiempo,
por donde se construyen las leyes del camino.
La vida nos atrapa en su desliz
de lluvia, en los ríos sedientos,
y vamos hacia el borde de las cosas
heridas, y vamos olvidando lo que nos queda ausente.
La sensación amarga nos dibuja una mano de frío.
Vivimos en las hondas cavilaciones del fracaso,
en el desdén de la inocente claridad de la niebla.
A través del espejo se nos refleja el claro
sosiego de la muerte, agua entonces
que posa el desflecado surco de la inconcreta música
del alma. Nace en mí el sedimento
de volver, y me llena con su cadencia eterna.
Tengo la inmensa sed de un deshielo de nácar,
la fecunda intimidad del desvalido
cuando viaja por la música y no sabe sentir la melodía,
errático por los territorios valientes
que dominan las fieras. Siento la inmensa brevedad
de los ojos de la serpiente, la rara cualidad de las alimañas
cuando atrapan con sus garras la carne
apegada a sus víctimas. La sensata
mansedumbre de la inocente lluvia
que baña las orillas y no evita
mojar al que desahucia sus palabras.
Muchas veces
siento el dolor acariciador de los buitres
cuando sobrevuelan la carroña,
el desafío de los tigres que se saben
dominadores de la jungla. Tengo
el triste final de una voz derrocada
al elevar su tono sin cautela.
Y entonces, cuando ha sido suficiente,
me caigo en los derrumbes de los ojos,
atesoro las cumbres del delirio,
voy por los sueños siendo sueño y ceso
en las honduras de la dominación del agua.
Tengo la plural inocencia del trueno
cuando en su voz se escucha la palabra
caída de la nube. El árbol
que ha partido una chispa desnuda
cuando parecía que el sol se desbravaba.
Tengo la serena caricia del misterio
cuando la tempestad se detiene indeleble
y moja mis palabras con sus labios.
La memoria me acerca entre sus huellas
un enigma de luz que ilumina mis ojos.
He callado en las dulces páginas del retorno
nacido como un tiempo que me enciende los labios.
José María Muñoz Quirós
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