"Bien entrada la tarde, aparecieron patrullas de caballería, a cuyo frente iban las autoridades civiles y militares, varios consejeros de Castilla y hasta los ministros Urquijo y Azanza según se dijo, que, enarbolando pañuelos blancos, decían: "Vecinos, paz, paz, que todo está, compuesto"; cuyas voces parecían derramar unas gotas de bálsamo sobre los angustiados corazones; pero acabada de cerrar la noche, comenzaron a oírse de nuevo descargas más o menos lejanas y nutridas, que parecían (y éranlo en efecto) producidas por los Franceses, que inmolaban a los infelices paisanos a quienes suponían haber cogido con las armas en la mano. Estos cruentos sacrificios se verificaban simultáneamente en el patio del Buen Suceso, en el Prado a la subida del Retiro y delante de las tapias del convento de Jesús, en la Montaña del Príncipe Pío, y en otros varios sitios de la población.
A todo esto, mi madre redoblaba sus rosarios y letanías; mi padre se paseaba agitadísimo, y los chicos, y yo especialmente, por el dolor de mi herida, llorábamos y gemíamos, faltos de alimento, que nadie se cuidaba de prepararnos, y de sueño, que no podíamos de modo alguno conciliar. -Y las descargas cerradas de fusilería continuaban en diversas direcciones, lo que, supuesta la falta de resistencia y la sujeción del pueblo, daba lugar a presumir que los inhumanos franceses se habían propuesto exterminar a Madrid entero. -Y era, según se dijo después, que el sanguinario Murat, aplicando en esta ocasión el procedimiento seguido por su cuñado Bonaparte en sus célebres jornadas del Vendimiario, había dispuesto que en las plazas y calles principales, así céntricas como extremas, continuase durante toda la noche aquel horrible fuego, aunque sin dirección, y con el objeto de sobrecoger y aterrorizar más y más al vecindario. -¡Qué noche, Santo Dios! Setenta años se cumplen cuando escribo estas líneas, y siglos enteros no bastarían a borrarla jamás de mi memoria."

Ramón de Mesonero Romanos
Memorias de un setentón



"Lo mejor del mundo es la Europa (¡cosa clara!); la mejor de las naciones de Europa es la España (¿quién lo duda?); el pueblo mejor de España es Madrid (¿de veras?); el sitio más principal de Madrid es la Puerta del Sol..., ergo, la Puerta del Sol es el punto privilegiado del globo."

Ramón de Mesonero Romanos


"Nuestra bella mal maridada llevó con paciencia el primer año de aquel tiránico amor: -en este punto hay que alabarla la constancia, que en el día podría hacerla pasar por una Penélope; -pero al fin, el primer año pasó, y vino el segundo; y entonces observó que su marido siempre era el mismo; un señor por otro lado muy formal y muy buen cristiano, pero sin espada ni redecilla, ni botones de acero, ni mucho sebo en el peluquín; -que entonces las mujeres se enamoraban de las pelucas, como ahora se enamoran de las barbas.
Observó que a su edad (que tenía ya treinta cumplidos) todavía no sabía bailar el bolero, ni cantar la Tirana, ni había podido tomar partido entre Costillares y Romero, ni sabía qué cosa era el arrojar confites a Manolito García; cosas todas muy puestas en razón, y que para servirme de una expresión galo-moderna, hacían furor por aquellos tiempos de gracia. -Advirtió que su casa era siempre su casa, y las ventanas siempre con celosías, y el perro siempre acostado a la entrada, y el Rodrigón siempre en acecho a la salida, y los muebles siempre silenciosos, y los libros siempre Santa Teresa y Fray Luis, y las estampas siempre el Hijo Pródigo y las Bodas de Canaá.
Por algunas expresiones sueltas de algunas amigas (que nunca faltan amigas para venir a enredar las casas) llegó a adivinar que extramuros de la suya había alguna otra cosa que no era ni su marido, ni sus pájaros, ni sus celosías, ni sus tiestos, ni sus lignum crucis, ni sus San Juanitos de cera. -Supo que había teatros y toros, y meriendas y Prado, y abates y devaneos; y como la privación es salsa del apetito, rabió por los abates y por las meriendas, y por el Prado y por los toros, y por la comedia y por los devaneos.
Pero a todos estos extraños deseos hacía frente la faz austera del esposo, que rayando en una edad madura, y práctico conocedor de los peligros mundanos, se consideraba en el deber de apartar de ellos con vigilante constancia a su joven compañera, sin que ésta por su parte se lo agradeciese, como que sólo veía en ello un exceso de egoísmo, y una implacable manía de ejercer con ella su conyugal autoridad.
Desengañada, en fin, de la inutilidad de sus esfuerzos para quebrantar sus odiosas cadenas, hubo de conformarse al reducido círculo de sus obligaciones domésticas. Por fortuna el amor maternal pudo hacerla más halagüeña su existencia: tres hermosos niños vinieron sucesivamente a endulzarla; los criaba ella misma, por no haberse establecido aún la funesta moda que releva a las madres de este sublime deber; vivía con ellos y para ellos, y sus gracias inocentes casi la llegaron a reconciliar con unos lazos que antes miraba como tiránicos y opresivos."

Ramón de Mesonero Romanos
Escenas matritenses


"Si Madrid es el centro de España, y la Puerta del Sol lo es de Madrid, un escolástico sacará la consecuencia de que la Puerta del Sol es el punto central del reino. Lo es indudablemente, no tanto por su situación topográfica como por su vitalidad y movimiento. La memoria de este sitio es el primer pensamiento del forastero al dirigirse a Madrid, y no sería ridículo el que dos españoles que se encontrasen en las elevadas cordilleras de los Andes o en las heladas márgenes del Neva, se despidiesen citándose «para la Puerta del Sol."

Ramón de Mesonero Romanos

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