A un devoto

"Dentro de un santo templo un hombre honrado
con grave devoción rezando estaba;
sus ojos hechos fuentes, enviaba
mil suspiros del pecho apasionado.

         Después que por gran rato hubo besado
las religiosas cuentas que llevaba,
con ellas el buen hombre se tocaba
los ojos, boca, sienes y costado.

         Creció la devoción, y pretendiendo
besar el suelo al fin, porque creía
que mayor humildad en esto encierra,

         lugar pide a una vieja; ella volviendo,
el 'salvo honor’ le muestra, y le decía:
'Besad aquí, señor, que todo es tierra'."

Diego Hurtado de Mendoza y Pacheco


A una dama

"Que me tuviste amor has confesado
cuando ya me condenas a tu olvido;
no me mataras, no, de aborrecido,
dejárasme morir de enamorado.

Haber perdido el bien después de hallado,
es peor que no haberle conseguido;
no es infeliz quien dicha no ha tenido,
sólo aquel que la pierde es desdichado.

¡Oh, nunca yo supiera que me amaste!
Pues juzga mi temor, o mi fineza,
que tu mudanza es culpa de mi dicha.

bien conozco de ti que te mudaste;
pero no sé culpar a tu firmeza,
como tengo más cerca a mi desdicha."

Diego Hurtado de Mendoza



“A veces lleva el hombre buen camino,
y si por caso un paso se le estrecha,
piensa que errado va y que pierde el tino.” 

Diego Hurtado de Mendoza


Canción en redondillas y quintillas

"Desdichas, si me acabáis,
¡cuán buena dicha sería!
Si haréis, si no os cansáis
por mayor desdicha mía.

Poco os queda por hacer,
según lo que tenéis hecho,
en que os podáis detener
en un hombre tan deshecho
y tan hecho a padecer.

La costumbre dicen que es
muy gran remedio a los males;
yo digo que es al revés,
que los hace más mortales.

Ved a lo que me han traído
la costumbre y sufrimiento,
que de puro ser sufrido
vengo a decir lo que siento
cuando estoy ya sin sentido.

Los que vieren que porfío
a quejarme de mi suerte
pensarán que desvarío
con la rabia de la muerte.

Mas, con todo, bien verán
que no es tiempo de mentir;
gran agravio me harán
viéndome para morir
los que no me creerán.

Todo lo tengo probado,
hasta el bien me hace mal;
el no me hallar confiado
era mi peor señal.

Temblaba el alma en los pechos
en ver sombras de alegría;
bienes eran contrahechos,
que siempre el placer venía
víspera de mil despechos.

Si acaso estaba contento,
que pocas veces sería,
venía un remordimiento
que el alma me deshacía.

Profecías eran éstas
del mal en que hora me veo;
mil cosas llevaba a cuestas,
que las llevaba el deseo
sobre mi cabeza puestas.

Y aun me parecían a mí
tan ligeras de llevar,
que nunca tanto sentí
como habellas de dejar.

Esto, ya que era pasado,
si el dejallo me dio pena,
júzguelo quien lo ha probado;
si alguna hora tuve buena,
¡cuán cara que me ha costado!"

Diego Hurtado de Mendoza


"Cesaron los oficios de Guerra y gobierno, excepto de justicia, con la presencia de don Juan. Su comisión fue sin limitación ninguna; mas su libertad tan atada, que de cosa grande ni pequeña podía disponer sin comunicación y parecer de los consejeros y mandado del Rey, salvo deshacer o estorbar; que para esto la voluntad es comisión: mozo afable, modesto, amigo de complacer, atento a los oficios de guerra, animoso, deseoso de emplear su persona. Acrecentaba estas partes la gloria del padre, la grandeza del hermano, las victorias del uno y del otro. Lo primero en que se ocupó fue en reformar los excesos de capitanes y soldados en alojamientos, contribuciones, aprovechamientos de pagas, estrechando la costa, aunque no atajando las causas de la desorden. En aquellos principios don Juan era poco ayudado de la experiencia, aunque mucho de ingenio y habilidad. Luis Quijada, áspero, riguroso, atado a la letra, que tuvo la primera orden de guerra en la empresa del emperador contra el rey Enrico II de Francia, siempre mandado. Él y el duque de Sesa acostumbrados a tratar gente plática, con menos licencia, mas proveída, mayores pagas y más ordinarias en Flandes, en Lombardía, lejos cada uno de su tierra; donde convenía esperar pagas, contentarse con los alojamientos, antes que tornar a España, la mar en medio: todo aquí por el contrario."

Diego Hurtado de Mendoza
Guerra de Granada



Como el hombre que huelga de soñar

Como el hombre que huelga de soñar,
y nace su holganza de locura,
me viene a mí con este imaginar;
que no hay en mi dolencia mejor cura.

Puso amor en mi mano mi ventura,
mas puso lo peor, pues el penar
me hace por razón desvariar,
como el que viendo, vive en noche oscura.

Veo venir el mal, no sé huir;
escojo lo peor cuando es llegado,
cualquier tiempo me estorba la jornada.

¿Qué puedo yo esperar del porvenir,
si el pasado es mejor, por ser pasado?
Que en mi sangre es mejor lo que no es nada. 

Diego Hurtado de Mendoza




“Contemplar penas pasadas
presente dolor amansa,
y a veces hombre descansa 
contemplando sus pisadas.”

Diego Hurtado de Mendoza



“Dichoso el que fue escuchado, aunque creído no sea, si dejó lo que desea.” 

Diego Hurtado de Mendoza



“El tiempo es corto, 
la ocasión no viene
la esperanza dudosa, 
y esperar en mal 
desesperado no conviene.”

Diego Hurtado de Mendoza


“En ausencia se juzgan diferentes las cosas.” 

Diego Hurtado de Mendoza



"Hará unos milagrones y asquecillos
diciendo que a una diosa consagrada
nadie se atreverá, siendo tan casta."

Diego Hurtado de Mendoza


Pedís, Reina, un soneto; ya le hago;
ya el primer verso y el segundo es hecho;
si el tercero me sale de provecho,
con otro verso el un cuarteto os pago.

Ya llego al quinto; ¡España! ¡Santiago!
Fuera, que entro en el sexto. ¡Sus, buen pecho!
Si del séptimo salgo, gran derecho
tengo a salir con vida de este trago.

Ya tenemos a un cabo los cuartetos;
¿Qué me decís, Señora? ¿No ando bravo?
Mas sabe Dios si temo los tercetos.

Y si con bien este soneto acabo,
nunca en toda mi vida más sonetos;
ya de este, gloria a Dios, he visto el cabo.

Diego Hurtado de Mendoza y Pacheco












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