Con frecuencia, nos dejamos dominar por una impresión, hasta que nos liberamos al reflexionar, y esta meditación, rápida y mudable en su agilidad, penetra en el íntimo misterio de lo Desconocido.

Sören Kierkegaard
Diario de un seductor, pág. 6



Más allá del mundo en que vivimos, en un fondo alejado, existe todavía otro mundo y ambos se encuentran más o menos en idéntica relación que la escena teatral y la real. A través de un delgadísimo velo, distinguimos otro mundo de velos, más tenue pero también de más intenso carácter estético que el nuestro y de un valor distinto de los valores de las cosas. Muchos seres que aparecen materialmente en el primero, pertenecen tan sólo a éste, pero tienen su auténtico lugar en el otro. En consecuencia, cuando un ser humano se desvanece de éste y llega casi a desaparecer de él totalmente, puede deberse a un estado de dolencia o de salud.

Pág. 8


Padecía de una exacerbatio cerebri, por lo que el mundo real no tenía para él suficientes estímulos, excepto en una forma interrumpida. No se alejaba de la realidad por ser demasiado débil para soportarla, sino demasiado fuerte y precisamente en esta fuerza residía su dolencia. En cuanto la realidad perdía su poder de estímulo, se sentía desarmado y el espíritu del mal venía a acompañarle.

Pág. 8-9


Para él, los seres humanos no eran más que un estímulo, un acicate; una vez conseguido lo deseado, se desprendía de ellos lo mismo que los árboles dejan caer sus frondosos ropajes; él se rejuvenecía mientras las míseras hojas se marchitaban.

Pág. 10


Con toda seguridad, quien induce al error a los demás, debe también caer en este mismo error. Cuando algún viajero extraviado pregunta por el camino a seguir, es muy reprochable indicarle un rumbo falso y luego dejarle marchar solo, pero carece de importancia si se compara con el daño que se hace a quien se le impulsa a perderse por las rutas de su alma. Al viajero extraviado le queda, por lo menos, el consuelo del paisaje, casi siempre variado, que le rodea y la esperanza de que a cada recodo encuentre el buen camino; pero quien se desorienta en su Yo íntimo, queda recluido en un espacio muy angosto y en seguida vuelve a encontrarse en el punto desde el que partió y va recorriendo de continuo un laberinto del que comprende que no podrá salir...
No puedo imaginar una tortura mayor que la congoja de una inteligencia intrigante que de súbito pierde su hilo conductor y que, cuando su conciencia despierta y trata de salir del laberinto, vuelve contra sí misma toda su penetración cerebral. Le resultan inútiles todas las salidas de su cueva de zorro: cuando cree ir a alcanzar la luz del día, se da cuenta de que se halla delante de una nueva entrada y, como una fiera despavorida, en la desgarradora desesperación que le acomete, trata de continuo de salir pero de continuo sólo encuentra entradas que lo conducen de nuevo a sí mismo.
Un hombre así no comete crímenes, porque a menudo le engaña su propia superchería, pero recibe un castigo mucho más terrible que un verdadero delincuente; pues, en realidad, ¿qué es el dolor de la expiación si se compara con esta consecuente locura?
El castigo, para él, tendrá un carácter puramente estético: un despertar resulta demasiado ético, según su modo de pensar. La conciencia se le aparece tan sólo bajo la forma de un conocimiento más elevado, que se expresa como una inquietud; y ni siquiera puede decirse que le acuse con toda propiedad, sino que le mantiene despierto, y al inquietarle, le priva de todo reposo. No puede admitirse que sea un demente: la diversidad de sus pensamientos no está fosilizada en la eternidad de la locura.

Pág. 10-11-12


El temor no es hermoso por sí mismo si no va acompañado por el deseo de dominarlo.


Lo que ocurre es siempre lo que razonablemente debe ocurrir; soy y sigo siendo un optimista...



En todo goce, reviste suma importancia saberse dominar.


¡Maldito azar! ¡Tú, mi único amigo íntimo, único ser al que creía digno de confianza, de mi alianza y de mi enemistad, siempre inestable y siempre igual a ti mismo, siempre incomprensible, eterno enigma!

Pág. 31



A veces, debemos elevarnos a nosotros mismos, para ver que hay un lugar aún más alto; a veces, en cambio, debemos ponernos debajo.

Pág. 100



Allí donde comienza el temor, es donde el amor se torna más interesante.
El amor es hermoso, sólo mientras duran el contraste y el deseo; después, todo es debilidad y costumbre.

Sören Kierkegaard
Diario de un seductor










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