CONNIE ZWEIG/STEVE WOLF
VIVIR CON LA SOMBRA
Cuando uno sofoca su propia expresión, no hace más que alimentar el resentimiento, la depresión y hasta la enfermedad.
Connie Zweig/Steve Wolf
"Una vez más, el objetivo no es tanto la curación como el encuentro con el misterio."
Connie Zweig/Steve Wolf
En ausencia de la conciencia de la sombra y de las herramientas para trabajar con ella, sin embargo, la evolución se estanca y el saboteador interno nos compele a caer una y otra vez en las viejas pautas del pasado. Y, si bien podemos tratar de desarrollar estrategias de adaptación que nos permitirán superar esa lamentable circunstancia, éstas no resultarán, a largo plazo, de gran ayuda porque las adaptaciones de ayer suelen terminar convirtiéndose en los obstáculos de hoy. De ese modo, cuando la sombra irrumpe una vez más, podemos darnos cuenta de que nuestras antiguas pautas ya no nos sirven. Al igual que la Bella Durmiente en su féretro de cristal, debemos despertar de un profundo sueño y coger las herramientas que nos permitan permanecer despiertos durante períodos cada vez más prolongados.
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Sólo cuando aprendemos a identificar las figuras de la sombra que emergen durante las conductas compulsivas y descontroladas, a detectar su presencia a través de los mensajes físicos y emocionales, a rastrear sus raíces hasta llegar a las pautas familiares y los imperativos culturales, a explorar sus orígenes arquetípicos en la historia y la mitología y a descubrir, a la postre, sus necesidades más profundas -el tesoro que yace oculto en el lado oscuro-, podremos comenzar a establecer una relación más consciente con las fuerzas del inconsciente y, de ese modo, nos hallaremos en condiciones de llevar a cabo directamente aquello que la sombra trata de hacer de manera indirecta.
De ese modo, cuando comencemos a reconocer en las figuras de la sombra tanto los rasgos que suelen considerarse negativos -como la pereza, los celos, la impulsividad o el egoísmo, por ejemplo-, como los rasgos positivos infradesarrollados -como los talentos artísticos, las habilidades de parentaje o la capacidad de sanación, pongamos por caso-, comenzaremos a ampliar gradualmente todo el rango de nuestro ser.
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Cuanto menos capaces seamos de concebir las fuerzas que nos mueven, más sometidos nos hallaremos a ellas y más compulsiva e inconsciente será nuestra conducta, una situación que cambia por completo cuando comenzamos a relacionarnos con esas fuerzas de un modo más consciente.
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Cuando las defensas se desmoronan y los sentimientos ansiógenos comienzan a irrumpir en la conciencia, nos sentimos desbordados por el miedo. Entonces es cuando, en un esfuerzo desesperado por protegernos de la ansiedad, tratamos de adoptar la conducta propia de un estadio anterior de la vida (regresión). La regresión nos obliga a emprender un viaje hacia el pasado, inhibiéndonos de nuestra responsabilidad en tanto que adultos y buscando ser adorados o cuidados por otra persona. En tales ocasiones, podemos renunciar a nuestra responsabilidad, ser incapaces de actuar independientemente, añorar un antiguo amor, sumirnos en la depresión y en la enfermedad o regresar literalmente a casa de nuestros padres.
En esos difíciles momentos, podemos tratar de automedicarnos (negación), aturdirnos con el abuso de todo tipo de sustancias o de distraernos mediante alguna actividad compulsiva. En este sentido, la negación actúa como una especie de trampolín para la creación de los personajes desgajados que se presentan en los trastornos disociativos, como los trastornos de personalidad múltiple, por ejemplo. Esta ruptura extrema (disociación) de una forma particular de pensamiento o sentimiento ocurrida durante un evento traumático -como un abuso sexual, por ejemplo-, desemboca en la creación de uno o más personajes autónomos que llevan vidas separadas y carecen de toda relación con el verdadero Sí mismo. Estos son algunos de los mecanismos que originan esos personajes internos que, aunque viven más allá de los límites de nuestra conciencia, ejercen una influencia secreta y poderosa sobre nuestros estados de ánimo, nuestras respuestas y nuestras decisiones vitales.
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La compensación del Otro: dos fragmentos que configuran una totalidad
El anhelo de totalidad que experimenta la sombra y que alienta la búsqueda de una nueva pareja explica por qué las personas se sienten atraídas por aquellas otras que evidencia rasgos caracteriales complementarios -como ocurre en el caso de los optimistas hacia los pesimistas, los activos hacia los pasivos, los extravertidos hacia los introvertidos, los artistas hacia los científicos y los pragmáticos hacia los buscadores espirituales, por ejemplo-en el intento de llegar a alcanzar la totalidad. por ello el reparto tácito de los papeles que -a lo largo de un proceso de compensación del Otro- termina entretejiendo sus fortalezas y sus debilidades lleva a muchas parejas a comportarse como si se tratara de una sola persona.
Pero, en cualquier momento inesperado del camino, las personas pueden descubrir que los rasgos que más atractivos les resultaban de su pareja (es decir, la solución provisional propuesta por la sombra) se convierten en los más detestables (es decir, en parte del problema). Es entonces cuando "es muy fuerte y decidido" acaba transformándose en "es un verdadero tirano", y "es muy sensible y amorosa" termina revelándose como "es demasiado sensiblera y dependiente". Por que resulta evidente que el hecho de haber rechazado esas cualidades en nosotros mismos nos lleva, en algún momento, a rechazarlas también cuando las vemos proyectadas en los demás.
Por todo ello, a falta de un adecuado trabajo con la sombra, inevitablemente nos veremos forzados a luchar con ella porque, en el momento en que los cónyuges repudien las cualidades proyectadas en el Otro, se verán inexorablemente arrastrados a reiterados y dolorosos enfrentamientos que pueden abocar incluso a la separación. Pero al defendernos del dolor, también nos defendemos del amor. Afortunadamente, el trabajo con la sombra puede permitir que un miembro de la pareja descubra, en sus proyecciones, sus propios rasgos rechazados y aprenda a relacionarse más adecuadamente con ellos. De ese modo, lo que en un determinado momento fuera causa de conflicto puede acabar convirtiéndose en una auténtica oportunidad y la relación puede transformarse en un camino para encontrar el tesoro que yace tanto en el lado oscuro de nuestra pareja como en el nuestro. Es entonces cuando nuestra pareja -que hasta ese momento podía haber sido tratada como si fuera un enemigo- deviene un aliado de nuestra alma y la relación puede profundizarse.
Pág. 166-167
El descubrimiento de nuestras propias sombras (en una relación) nos torna sumamente vulnerables, se convierte en un importante obstáculo para la intimidad y aboca a una crisis de compromiso. Y este descubrimiento también puede hacernos sentir embargados por la culpabilidad y la responsabilidad que acompaña a la traición y el sufrimiento de la persona que amamos... (No obstante) en la medida en que nuestras proyecciones se disipan y nos encontramos frente a frente a los personajes de la sombra de nuestra pareja y de nuestros propios personajes, las demandas de la relación se tornan más complejas porque, a partir de entonces, deberemos relacionarnos con el lado oscuro sin dejar de mantener, al mismo tiempo, la conexión con el alma, la conexión arquetípica que nos mantiene unidos. En tal caso, tendremos que ver, más allá de la ilusión de la Bella, a la Bestia y, más allá de ésta, la auténtica belleza que se oculta en el corazón de la persona a la que amamos. El trabajo con la sombra nos ofrece así la posibilidad de albergar tanto el lado luminoso como el oscuro, y constituye un gran paso hacia delante en nuestro proceso de desarrollo.
El objetivo, en consecuencia, no consiste en vivir sin proyecciones porque eso sería ciertamente imposible. La sombra siempre trata de hacernos sentir seguros y amados y, en ese sentido, resulta natural que tratemos de convertir a nuestra pareja en nuestro padre o en nuestra madre. Pero, para poder descubrir el tesoro que se halla oculto en esa proyección personal, deberemos ver más allá sin perder de vista que estamos relacionándonos con un ser humano real.
Y también es muy natural el hecho de convertir a nuestra pareja en un dios o en una diosa. Pero, para poder descubrir el tesoro que se oculta en esa proyección arquetípica, deberemos esforzarnos de continuo por ver, más allá del arquetipo, mientras seguimos relacionándonos con la persona de carne y hueso, al tiempo que respetamos nuestra visión más profunda, la que es capaz de ver al dios en el Amado, una realidad transpersonal y una fuente continua de vitalidad e inspiración.
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De la lucha con la sombra a la danza con la sombra
La relación consciente no alimenta la autocomplacencia ni nos brinda el consuelo de un paño caliente, sino que es, por el contrario, el crisol en el que debemos fundir nuestra alma. Su objetivo no es el de proporcionarnos calor, sino el de consumirnos en ella; es el movimiento y no el estancamiento. No se trata, pues, de alcanzar un orden confortable que nos permita relajarnos en un paraíso idílico, sino de compartir el misterio de la evolución y contribuir a ella a través de sucesivos encuentros con la sombra.
Desde esta perspectiva podemos afirmar que cualquier relación que aporte amor, curación y conocimiento es exitosa, aun cuando concluya al cabo de unos pocos días, ya que, si uno de los miembros de la pareja identifica a un nuevo personaje y despierta a la conciencia de la sombra, podrá eludir, en su siguiente relación, esa misma pauta. Además, esa nueva cualidad de su conciencia puede contribuir a establecer unas relaciones íntimas más satisfactorias. Y, en el caso de que un miembro de la pareja tenga un mayor conocimiento de su autenticidad, recupere partes enterradas o actualice recursos desconocidos, la curación habrá tenido lugar. Si, por último, uno de ellos aprende a ver más allá de las proyecciones y vislumbra al Otro con mayor claridad, ambos tendrán más oportunidades para saber lo que quieren en su próxima relación.
Cuando la pareja pasa del noviazgo a la seguridad del cascarón, la proyección se asienta. Pero, por más puntos de conexión que se establezcan y por más reglas que les permitan sentirse más próximos y satisfechos, la sombra acabará irrumpiendo más pronto o más tarde y se verán obligados a afrontar una crisis de compromiso. La relación con la sombra, sin embargo, les permitirá entrar en el "gallinero" y experimentar más intimidad e independencia. El hecho de insistir, en los momentos de conflicto, en el trabajo con la sombra puede permitirnos pasar finalmente del combate a la danza con la sombra. Pero, para poder llevar a cabo esta transición, cada uno de los integrantes de la pareja tendrá que recordar las necesidades del alma, que nos permiten conectar y profundizar en las dimensiones sagradas de la existencia. Cuando aprendamos a diferenciar entre las necesidades del ego, de la sombra y del alma, tendremos en nuestras manos la clave para acceder a una vida de relación profundamente satisfactoria.
En el mito de Psique ésta se comprometió a amar a Eros en la oscuridad, pero, movida por la curiosidad, encendió una vela que le permitió ver al dios en todo su esplendor, quien, al verse traicionado, huyó y acabó con el vínculo amoroso.
Desde otra perspectiva, podríamos decir que Psique carecía de la confianza suficiente para mantener su promesa de relacionarse exclusivamente en la oscuridad y, por eso, cuando la rompió, la relación llegó a su fin. Desde este punto de vista, Psique -cuyo nombre significa "alma"- se negó a permanecer en el paraíso de la inconsciencia y, al igual que Eva, sacrificó su inocencia inicial y apostó por el conocimiento, haciendo posible, de ese modo, la profundización de la relación. Pero el mismo acto que permitió que Psique diera sus primeros pasos en dirección a la conciencia la obligó también a afrontar pruebas muy penosas -incluyendo un viaje al mundo subterráneo-, hasta llegar finalmente a reencontrarse con su Amado y establecer un vínculo más profundo.
Pág. 194-195
El trabajo interno con la sombra nos permite darnos cuenta del modo en que nosotros mismos originamos los problemas que creemos son causados por el Otro. De este modo, cuando recuperamos nuestras proyecciones, el santurrón descubre su propia malevolencia y el malvado descubre también su propia integridad, la víctima despierta a su propio tirano y el tirano descubre su miedo a sentirse indefenso y descontrolado, el dependiente descubre su frialdad descubre su necesidad de intimidad.
Pág. 205
En el fondo, la mayoría de los impulsos que nos llevan a emprender una aventura revelan una dicotomización del arquetipo que impera en el seno del matrimonio entre la dependencia y la libertad, entre el apego y la desidentificación. Y cada uno de estos polos encierra un deseo auténtico del alma que puede ser encarnado por un personaje de la sombra: el que busca el compromiso y la pareja, y el que anhela la libertad y la independencia. En este sentido, para aprender a utilizar las tentaciones a modo de despertadores que nos ayuden a sanar la dicotomización del arquetipo, debemos hallar un lugar apropiado en la tabla redonda interna para cada uno de ellos. De este modo, podemos honrar necesidades aparentemente opuestas del alma y cuidar, al mismo tiempo, el "tercer cuerpo" de la relación... Cuando descubramos cuál es la motivación que impulsa una aventura y qué es lo que nos está diciendo con ella ese personaje, podremos satisfacer sus necesidades más profundas sin, por ello, destruir inconscientemente la relación o, por el contrario, poner fin conscientemente a una relación sin tener que atravesar el dolor de la traición.
Pág. 229
Redefiniendo la amistad: un vehículo para el trabajo del alma
En opinión de Jung, la amargura y la sabiduría constituyen un par de opuestos. Según él: "Donde hay amargura no hay sabiduría y donde hay sabiduría no puede haber amargura". Las lágrimas, la aflicción y la decepción son amargas, pero la sabiduría, por su parte, constituye un bálsamo para sufrimiento.
Es evidente que nuestros amigos pueden decepcionarnos y evocar sentimientos oscuros de enojo, envidia y traición, y en la medida en que éstos van acumulándose en nuestro corazón, el desengaño da lugar a la amargura, causando que nos mostremos crueles con nuestros amigos y terminemos convirtiéndolos en enemigos. Pero lo cierto es que el desengaño también puede ser un poderoso incentivo para clarificar nuestra percepción del Otro y transformar, en consecuencia, nuestros sentimientos. Con ello queremos decir que el desengaño puede alentarnos a trabajar con la sombra y ablandar con la compasión la dureza de nuestro corazón, acercándonos, así, al camino de la sabiduría. En la medida en que desarrollemos las herramientas para trabajar con la sombra, aumentará nuestra capacidad para abordar los temas ligados a la amistad, como la lealtad, el abandono, el respeto, la adicción, el racismo y la traición.
También podemos decir, por último, que la amistad no puede verse reducida a la psicología personal ni puede ser explicada por pautas exclusivamente psicodinámicas. La amistad, por el contrario, es un misterio, una fuente continua de sorpresa que nos resulta tan próxima como nuestro propio aliento. La amistad es una fuente de amor curativo, que puede ser brindada o tomada tan fácilmente como cogemos la mano de alguien.
Hay un cuento, procedente del Talmud, que ilustra la necesidad universal de amistad. En cierta ocasión en que el rabino Johanan se hallaba enfermo, su amigo, el rabino Hanina, fue a visitarle y le preguntó si era capaz de aceptar resignadamente el sufrimiento que padecía. Al recibir una respuesta negativa, Hanina le tomó de la mano y, al hacerlo, Johanan se curó de inmediato.
Luego fue el rabino Hiya el que enfermó y recibió la visita de su amigo el rabino Johanan, quien le preguntó si era capaz de soportar su dolor. Al recibir también una respuesta negativa, Johanan le pidió que le diera su mano y, al hacerlo, Hiya se curó.
Esta historia nos enseña varias cuestiones con respecto a las virtudes de la amistad del alma. Quien se halla prisionero no puede liberarse a sí mismo. Todo el mundo necesita un amigo leal a quien poder ofrecer una mano curativa. Paradójicamente, sin embargo, la persona que cura también está herida, ya que un amigo es un sanador herido y toda amistad abre una puerta a la posibilidad de curar y ser curado.
Pág. 264
La crisis de la mediana edad
Los síntoma corporales como mensajes de la sombra
Un cuento zen coreano dice que, cierta mañana, un príncipe advirtió dos dolorosos puntos rojos en su muslo. Creyendo que se trataba de las picaduras de un insecto, no les prestó mayor atención, cumplió con sus obligaciones ceremoniales y se enfrascó en sus asuntos. Al caer la noche, sin embargo, e dio cuenta de que los dos puntos se habían convertido en un par de ojos que le acechaban furiosamente y, a la mañana siguiente, dos gruesos orificios nasales se habían añadido a la imagen. Aterrado, el joven príncipe vendó su pierna para ocultar el extraño mal e ignoró el sonido de la respiración que comenzaba a surgir de su muslo.
Al cabo de un rato, el príncipe colocó inadvertidamente la mano sobre su pierna y casi pierde dos dedos, porque el síntoma había desarrollado una boca, en vista de lo cual, llamó de inmediato a un cirujano para que extirpara el mal. Durante varios meses, las cosas volvieron a la normalidad hasta que, cierto día, mientras estaba cabalgando, escuchó un grito procedente de su pierna. El síntoma había egresado para vengarse y el reino no tardó en escuchar los rumores que afirmaban que el príncipe estaba poseído por los demonios.
Un monje errante le habló entonces de un río sagrado -protegido por Kwan-yin, diosa de la compasión-, cuyas aguas milagrosas curaban todas las heridas, y el príncipe emprendió un arduo viaje hasta allí. Cuando se hallaba a punto de derramar el agua sagrada sobre el repugnante rostro y silenciarlo para siempre, la boca gritó: "En todo este tiempo nunca me has mirado ni tampoco has tratado de comprender una sola palabra de lo que he dicho. ¿Acaso no me reconoces?".
Entonces fue cuando el príncipe, tras observar detenidamente, reconoció en su muslo la apariencia distorsionada de su propio rostro y rompió a llorar. Y, cuando lo hizo, los ojos de su pierna se enternecieron y súbitamente se transformaron en los de la misma Kwan-yin. "No posees un corazón compasivo -dijo aquélla- ni la espada de la discriminación. ¿De qué otro modo podría mostrarte tu auténtica naturaleza?" Entonces el príncipe y la diosa siguieron hablando hasta bien entrada la noche acerca del sufrimiento secreto que había perturbado el sueño del príncipe desde el momento en que el rostro había aparecido y, cuando el sol salió de nuevo, el príncipe se había curado.
Los sufrimientos secretos pueden terminar enfermándonos, ya que las vergüenzas privadas y las aflicciones silenciosas pueden terminar desterradas en nuestro cuerpo, confinadas en nuestros músculos, en nuestros nervios, en nuestra sangre y en nuestros huesos y hasta en nuestras células, los ladrillos con los que se construye nuestro organismo. Ahí descansan en el silencio mortal del exilio para irrumpir décadas más tarde en forma de un cáncer maligno, un infarto, un ataque de ansiedad o un misterioso dolor crónico. Es en este tipo de síntomas donde podemos percibir también nuestra sombra.
Hoy en día se sabe que la mente no existe separada del cuerpo. Cada experiencia mental -ya sea positiva o negativa- tiene su correlato fisicoquímico y cada evento corporal -desde el embarazo hasta el resfriado común- se refleja también en el cerebro. De hecho, la mente está en el cuerpo, o al menos eso es lo que dicen los psiconeuroinmunólogos que se ocupan, entre otras cosas, del estudio del conjunto de aptitudes que aumentan las probabilidades de supervivencia de un enfermo de cáncer. Y, del mismo modo, el cuerpo está en la mente, o eso al menos es lo que vienen a decir los psiquiatras, que tratan de descubrir los agentes químicos que pueden aliviar el sufrimiento mental.
Dicho de otro modo, las sombras emocionales -el pesimismo, el cinismo, la depresión y la agresividad, por ejemplo- tienen sus correlatos físicos. Y aunque aquéllas no sean la única causa directa de éstos, resulta evidente que son coemergentes y comparten la misma frontera. Por consiguiente, en cierto modo, el trabajo con la sombra puede ser abordado tanto desde el cuerpo como desde la mente. La analista junguiana Marion Woodman, por ejemplo, utiliza las imágenes, el movimiento, la respiración y los sonidos para trabajar con la sombra a través del cuerpo, un camino menos frecuentado que la ruta simbólica de la mente. Y, por su parte, Arnie Mindell, creador del process work, recurre a un enfoque chamánico para amplificar los síntomas, aconsejando a los pacientes que se centren intencionalmente en su dolor hasta que emerja algo nuevo: una voz, un movimiento, un sonido, una historia. De este modo es posible iniciar un proceso creativo que puede resultar curativo cuando llegamos a establecer una relación más consciente entre la imagen arquetípica y la emoción soterrada. Una vez más, el objetivo no es tanto la curación como el encuentro con el misterio.
Pág. 317-318
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