EL ARCO INTERNO
La sabiduría es el atributo de aquellos que, gracias a la visión interna, comprenden la naturaleza de la ilusión y de la dualidad.
Frances Vaughan
Reconocer nuestra imperfección es una actitud sabia siempre y cuando no se convierta en una excusa para perpetuarla.
Frances Vaughan
La mente despierta es aquélla que contempla su propia totalidad.
Frances Vaughan
El autoengaño es el principal obstáculo para la curación, y casi todos nosotros necesitamos ayuda de un observador externo, sea un terapeuta, un maestro, astrólogo, o un amigo, para disiparlo. Si no nos vemos claramente a nosotros mismos, difícilmente podremos ver a los demás y, en ese caso, permaneceremos presos de un mundo ilusorio en el que nos resultará imposible mantenernos presentes y establecer una relación sincera y abierta con los demás.
Pág. 270
Para experimentar la felicidad y el placer debemos estar libres del miedo, la contradicción y el sentimiento de culpa.
Frances Vaughan
El camino espiritual se inicia cuando comenzamos a prestar atención a lo que realmente queremos.
Frances Vaughan
Cuando nos hacemos adictos a un determinado placer y lo buscamos de un modo exclusivo, deja de ser placentero y se convierte en una fuente de sufrimiento. En este caso, el aburrimiento, la inquietud y la frustración son los signos que acompañan a la satisfacción de ese placer y a la búsqueda continua de novedad y estimulación.
Pág. 129
La realidad compartida que configura nuestro destino común es un mundo de sueños.
Frances Vaughan
La salud existencial consiste en asumir la naturaleza finita de la existencia, reconocer las limitaciones inherentes al ego y estar dispuesto a aceptar las cosas como son sin engañarse uno mismo.
Frances Vaughan
El arco interno
Todos nosotros sabemos intuitivamente cuando estamos en contacto con el sustrato profundo de nuestro psiquismo. También sabemos cuándo estamos en contacto con la verdad porque la verdad se reconoce, no se aprende. Aprender a prestar atención a la experiencia interna, desarrollar nuestra autenticidad y respetar la verdad interna son aspectos esenciales de la totalidad pero nada tienen que ver con el despertar espiritual o la trascendencia del self.
El bienestar espiritual no requiere la afiliación formal a una determinada religión sino la apertura a las dimensiones transpersonales de la existencia. La búsqueda es, antes que nada, una búsqueda de la verdad, y para estar en paz con nosotros mismos debemos estar dispuestos a aceptar la verdad. El bienestar espiritual se caracteriza por una sensación de paz interna, de compasión por los demás, de respeto por la vida, de gratitud y reconocimiento por la unidad y por la diversidad. Por otra parte, la salud espiritual también implica el desarrollo de cualidades tales como el humor, la sabiduría, la generosidad, el desapego, la trascendencia de uno mismo y el amor incondicional.
Pág. 37-38
Un principio esencial para mantener la salud emocional es reconocer nuestros propios sentimientos. Cuando ignoramos nuestros sentimientos corremos peligro, ya que la represión, la negación y la supresión de los sentimientos genera una tensión emocional que puede costarnos un precio muy elevado en síntomas psicosomáticos. No podemos esperar sentirnos bien si nos alienamos de nuestros sentimientos.
Pág. 25
Asumir la responsabilidad de la salud emocional significa estar dispuesto a sentir en profundidad aun cuando temamos hacerlo. Es más fácil reconocer los sentimientos cuando nos sentimos amados y seguros con otra persona. En este sentido, una relación terapéutica puede proporcionar un entorno seguro y curativo en el que la persona que está atravesando dificultades emocionales pueda revivir los sentimientos dolorosos reprimidos en el pasado y aprender a expresar los sentimientos reales en el presente. El redescubrimiento de nuestra capacidad natural para el libre intercambio de sentimientos es un factor que contribuye a restablecer la salud emocional.
Pág. 26-27
La verdadera curación y totalidad depende de la aceptación e integración de los aspectos deseables e indeseables de nuestra propia imagen. Para ello, la persona, la imagen aceptable de uno mismo que mostramos al mundo, y la sombre, la imagen inaceptable de uno mismo que intentamos mantener oculta, deben reconciliarse, no separarse. La represión de la sombra tiende a provocar un retroceso. Cuanto más aprendemos sobre el funcionamiento de la mente y sobre su programación, más cuenta nos damos de que, al ignorar nuestros deseos inconscientes tratando de satisfacer las demandas del super-ego, podemos llevarnos sorpresas desagradables. En el mismo momento en que creemos tenerlo todo bajo control podemos descubrir que estamos sujetos a una conducta contraproducente o a una compulsión inexplicable. La curación de la persona global debe basarse en la síntesis armónica de los opuestos, no en la represión, negación o proyección de aquello que nos desagrada. La salud mental depende tanto de la aceptación de nosotros mismos como de nuestro crecimiento.
Pág. 32
Cuando nos damos cuenta de que las principales amenazas actuales a la supervivencia de la especie humana están causadas por el hombre mismo no podemos eludir la conclusión de que la especie humana, globalmente considerada, necesita desesperadamente una cura de urgencia. Si el estado del mundo refleja el estado de nuestra mente colectiva, parece que estamos atravesando una crisis existencial colectiva en la que debemos elegir entre la autodestrucción o la autocuración. Si, desde la perspectiva de la terapia familiar, consideramos el modo en que los seres humanos se tratan entre sí, debemos llegar a la conclusión de que la familia humana está enferma. ¿Pero quién puede salvarnos de nosotros mismos? Es necesario que cada uno de nosotros asuma su propia responsabilidad y modifique su vida para que contribuya al bienestar de la totalidad. Del mismo modo que la salud individual de cada célula contribuye a la salud de todo el organismo, cada uno de nosotros contribuye al estado de la condición humana. Si aspiramos a optimizar la salud individual y colectiva, debemos aprender a prestar atención a todos los aspectos del bienestar, físico, emocional, mental, existencial y espiritual. La autocuración exige tener en cuenta todos estos aspectos.
Pág. 40
... Para alcanzar la curación y la totalidad es importante que examinemos nuestras creencias y presupuestos sobre el mundo y la realidad. Para comprender el modo en que generamos inconscientemente situaciones que nos desagradan es necesario descubrir las falsas creencias e incluso las falsas acusaciones que nos hacemos a nosotros mismos y a los demás. Para cambiar nuestra vida e iniciar un cambio en la dirección deseada debemos dejar de echar la culpa a los demás y buscar en nuestra propia mente el origen del sufrimiento y del malestar.
Pág. 99
La madurez suele ser un período de desencanto y crisis existencial. Entonces nos damos cuenta de que los objetivos que hemos logrado son insatisfactorios y de que las distracciones que alguna vez nos entretuvieron han perdido su atractivo, y nos deprimimos. Cuando las actividades que en otro tiempo fueron placenteras dejan de serlo y nos aburren, la vida pierde su sentido. Tanto para los triunfadores como para los fracasados, la madurez suele ser un período de conflicto con los objetivos del ego. En ese momento algunos comenzarán el viaje interno y otros lo aplazarán indefinidamente. En cualquier caso, la madurez es otro período en el que suele iniciarse la búsqueda interna, un período jalonado por el reconocimiento de la transitoriedad del placer y de la naturaleza efímera de la felicidad.
Pág. 124-125
Hubo una vez un anciano rey que le preguntó a un sabio el secreto de la felicidad y el sabio, por toda respuesta, le entregó un anillo con la inscripción "Esto también pasará". Si comprendemos la inevitabilidad del cambio y la naturaleza transitoria de la vida y de la experiencia humana, podemos también comprender la necesidad de elegir la felicidad en todo momento. Jamás podremos alcanzar la felicidad en el pasado o en el futuro, ni tampoco en otro lugar más que en éste. La felicidad es una condición, un estado mental, que sólo podemos elegir momento a momento. No obstante, para elegirla es necesario que nos hayamos liberado de los deseos, del miedo y del sentimiento de culpa.
Pág. 128
La conciencia del self ya no es un lujo esotérico reservado a unos pocos elegidos, sino que se ha convertido en una necesidad social. Apenas comenzamos a vislumbrar las posibilidades que nos ofrece el dominio de la mente, y el reto de nuestro tiempo nos insta a aprender aceleradamente. La humanidad está comenzando a acceder a un enorme potencial de capacidades sin desarrollar pero, a menos que los excesos egoicos sean compensados con el conocimiento discriminativo, corremos peligro de autodestruirnos. Quizás a esta altura nuestra única opción sea la de elegir entre la trascendencia del ego y la muerte biológica del planeta. El posible suicidio colectivo que se cierne sobre la humanidad es un vívido reflejo de la batalla individual que libra toda alma, en cualquier camino, entre vida y muerte, entre Eros y Tánatos. Esta es una lucha que nos atañe a todos.
Pág. 215
La verdad se reconoce, no se aprende, y quienes quieran recorrer el camino espiritual deben estar dispuestos a reconocerse a sí mismos en los demás, sin justificaciones ni defensas de ningún tipo.
Frances Vaughan
Para identificar nuestros miedos puede ser útil preguntarnos: "¿De qué me estoy defendiendo?". El mismo hecho de dar nombre a nuestro temor, sea al rechazo, al abandono o a la violencia, puede ayudarnos a superar nuestros temores. El miedo crece si lo ocultamos y termina inhibiendo nuestra expresión y nuestra comunicación. Así pues, el hecho de identificar nuestros miedos y de comunicarlos a alguien puede tranquilizarnos y aliviarnos.
Si prestamos atención a nuestros miedos, descubriremos que todos ellos están orientados hacia el futuro. Lo que tememos siempre está en el futuro. Podemos estar bien en el momento presente, pero atormentados por lo que pueda suceder, o no, en el futuro (...)
Cuando analizamos nuestros miedos, descubrimos que suelen basarse en un pensamiento, una imagen o fantasía sobre lo que podría, o no, suceder en el futuro. Obviamente existen situaciones peligrosas, pero también hay personas que no sólo no tienen miedo de ellas, sino que incluso disfrutan del peligro y de los deportes arriesgados. En definitiva, lo que a nosotros nos preocupa no son tanto las respuestas agresivas apropiadas a la situación, sino las respuestas inadecuadas a situaciones que en modo alguno son amenazantes. El miedo del ego a lo que piensen los demás, a estar equivocado o a cometer errores, dificulta nuestras relaciones porque impide la comunicación, la satisfacción y la curación. Estos miedos se originan básicamente en los prejuicios enajenados que proyectamos sobre los demás. Si queremos eliminar el miedo de nuestras relaciones, debemos estar dispuestos a invertir el sentido de las proyecciones que nos hacen percibir el mundo como algo hostil y amenazante. Mientras no lo hagamos así, estaremos asustándonos literalmente a nosotros mismos no sólo en la oscuridad de las pesadillas nocturnas, sino también a la luz de nuestra vigilia cotidiana.
Pág. 272-273
Los padres y las instituciones han utilizado habitualmente el sentimiento de culpabilidad como un instrumento de control y manipulación. Hay mucha gente que cree que el sentimiento de culpa es necesario para mantener el orden social. Pero la culpa alimenta el miedo, el resentimiento, el estrés, la tensión, la ansiedad y la contradicción. El sentimiento de culpa es el principal impedimento para establecer relaciones curativas porque dificulta la confianza y siempre reclama, de un modo u otro, el castigo. Una vez más nos encontramos aquí con que no es el ocultamiento el que nos libera de la culpa, sino la comunicación abierta.
Pág. 274
Renunciar a nuestras defensas significa perdonarnos a nosotros mismos por los errores que hemos cometido en el pasado y por nuestras equivocaciones presentes, y también significa perdonar a los demás por no ser como nosotros creemos que deberían ser. Si, como se dice, comprenderlo todo es perdonarlo todo, el hecho de tener dificultades para perdonar supone una comprensión parcial. A la luz de la conciencia no hay nada que perdonar pero, si nosotros creemos que no es así, el hecho de perdonarnos a nosotros mismos y de perdonar a los demás es una herramienta útil que tiene un poderoso efecto curativo sobre el psiquismo y, consecuentemente, sobre las relaciones.
Pág. 274-275
No existe un único camino verdadero. Si el objetivo de nuestro viaje es la verdad, cualquier camino puede servir para despertar la visión. Todos los caminos son metáforas del cambio, o del movimiento, a través del espacio y del tiempo. La visión., sin embargo, abarca la totalidad de la experiencia y no está circunscrita a ningún cambio formal ni a ningún movimiento en el espacio o el tiempo. Un camino espiritual no es una meta; el único objetivo es la verdad aunque, si lo planteamos como meta, jamás llegaremos a alcanzarlo. Por consiguiente, la meta, como el mismo destino, no está en el futuro, sino en cada momento, dondequiera que uno esté dispuesto a encontrarlo. Cuando estamos presentes en el aquí y el ahora, alcanzamos la verdad sin desplazarnos un ápice en el espacio y el tiempo. Sólo cuando eliminemos los obstáculos y aceptemos la totalidad del ser ilimitado, podremos entrever más allá de los velos ilusorios que ocultan la verdad.
Pág. 292
Editorial Kairós, S. A. 1991, Barcelona
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