EL ARTE DE AMARGARSE LA VIDA
Para que una mujer pueda sacrificarse, necesita un hombre problemático y propenso a caer; en la vida de un hombre que de alguna manera funciona por sí solo, ella no ve ni espacio ni necesidad para su ayuda –y, por tanto, para sí misma-. Por otra parte, él necesita quien le ayude sin desmayo, para poder seguir sufriendo su naufragio. Una mujer que profesa el principio de que una mano lava la otra, seguramente abandonará pronto esta relación. La receta es por tanto: buscar la persona que con su manera de ser posibilite y ratifique la propia manera de ser, y guardarse, también aquí, de llegar a la meta.
En la teoría de la comunicación, este modelo de relación se denomina colusión. Con ello se quiere indicar un arreglo sutil, un quid pro quo, un acuerdo en el plano de la relación ( a lo mejor sin que se tenga idea de ello) por el que uno deja que el otro le confirme y ratifique como la persona que uno cree ser. El no iniciado podría preguntar aquí con razón, para qué se necesita entonces una pareja. La respuesta es sencilla: imagínese usted a una madre sin hijo, a un médico sin enfermos, a un jefe de Estado sin estado. Estos no serían más que esquemas, por decirlo así, personas provisionales. Sólo cuando tenemos al consorte que desempeña con nosotros el papel que necesitamos, nos convertimos en “reales”; sin él estamos a merced de nuestros sueños que, como se sabe, son vanos.
Pág.119-120
No nos gusta que alguien nos recuerde la falsedad de nuestro propio mundo. Nuestro mundo es el mundo verdadero; desquiciados, falsos, ilusorios, excéntricos son los mundos de los otros.
1984, Herder Editorial, S.L.. Barcelona
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