El «banquero» acababa de lanzar su inexpresiva mirada circular sobre los «puntos» y de pronunciar el monótono «¡Hagan juego!», cuando el joven abrió la puerta. El silencio se hizo más profundo y las cabezas se volvieron al recién llegado, por curiosidad. ¡Cosa inaudita! Los embotados viejos, los pétreos empleados, los «mirones» y hasta el fanático italiano, experimentaron cierta impresión de espanto, al ver al desconocido. ¿No se ha de ser bien desgraciado para obtener piedad, bien débil para inspirar simpatía, de bien siniestro aspecto para estremecer las almas, en un lugar en que los dolores deben ser mudos, donde la miseria es alegre y la desesperación mesurada? Pues bien; de todo ello hubo en la sensación nueva que removió aquellos corazones helados, en el momento de entrar el joven. ¿Acaso no lloraron también alguna vez los verdugos, ante las vírgenes cuyas blondas cabezas debían ser segadas a una señal de la Revolución?
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 6
¡Cuántos acontecimientos se agolpan en el espacio de un segundo y qué de cosas en un golpe de dados!
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 9
Cada suicidio es un sublime poema de melancolía.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 10
La imaginación es la llave de todos los tesoros.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 35
Si me posees, lo poseerás todo.
Pero tu vida me pertenecerá.
Dios lo ha querido así.
Desea, y se realizarán tus deseos.
Pero acomoda tus aspiraciones a tu vida.
Aquí está encerrada.
A cada anhelo, menguaré como tus días.
¿Me quieres?
¡Tómame!
Dios te oirá. ¡Así sea!
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 33
¿Acaso pretenden ustedes limpiar una nación con mondadientes?
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 52
No hay ciencia ni virtud que valga una gota de sangre.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 52
La libertad engendra la anarquía, la anarquía conduce el despotismo y el despotismo retrotrae a la libertad. Han perecido millones de seres, sin haber logrado el triunfo definitivo de ningún ideal. ¿No es ése el círculo vicioso, en cuyo torno girará constantemente el mundo moral? Cuando el hombre cree haber perfeccionado, no ha hecho más que cambiar la situación de las cosas.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 53
-¡Brindemos, pues, por la imbecilidad del poder, que nos da tanto poder sobre los imbéciles! - propuso el banquero.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 53
¡El hombre es un funámbulo, que se arriesga constantemente al borde del precipicio!
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 55
El tiempo es el único capaz de poner coto a nuestras locuras,
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 71
Prefiero morir de placer que de enfermedad. No tengo ni la manía de la perpetuidad ni gran respeto…
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 71
¿Qué experimento pretendías realizar, arrojándote al Sena? ¿Sentías envidia de la bomba hidráulica del puente de Nuestra Señora? -¡Ah! ¡Si conocieses mi vida! -¡Chico! ¡No te creía tan vulgar! -exclamó Emilio-. La frasecilla está ya muy gastada. ¿No sabes que todos tenemos la pretensión de sufrir mucho más que los otros?
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 76
Cuando lleguemos al grado de ciencia que nos permita formar la historia natural de los corazones, denominarlos, clasificarlos en géneros, subgéneros y familias, en crustáceos, en fósiles, en saurios, en microscópicos…en ¿qué sé yo?, entonces se demostrará que los hay sensibles, delicados como flores, que deben quebrarse, como ellas al más ligero roce, y que resistirían, sin conmoverse, ciertos corazones pétreos.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 77
Tal vez no puede aborrecerse la severidad, cuando la justifican el carácter entero, la pureza de costumbres y cierta discreta bondad.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 79
Era, sin duda, excesivamente cándido para una sociedad ficticia que vive a la luz artificial, que expresa todos sus pensamientos con frases convenidas o con palabras dictadas por la moda.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 88
Para juzgar a un hombre, lo menos que precisa es estar en el secreto de su pensamiento, de sus desventuras, de sus emociones; no querer conocer de su vida más que los acontecimientos materiales, es hacer la cronología, la historia de los tontos.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 89
¡La sociedad tiene convencionalismos indecorosamente innobles!
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 131
El alma humana es un hada, que metamorfosea una piedra en un brillante; al contacto de su varita mágica, brotan palacios encantados, como las flores silvestres a los cálidos efluvios del sol.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 132
¿Quién no es bueno, cuando todo lo puede?
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 176
Para los millonarios, no existen tribunales ni sanciones. -Sí -arguyó Rafael-, porque se las imponen ellos mismos.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 186
En Francia, se sabe cauterizar una llaga, pero no se conoce aún el remedio para el daño que produce una frase.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 204
La ciencia es vasta y la vida humana muy corta; por tanto, no hemos de tener la pretensión de conocer todos los fenómenos de la Naturaleza.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 226
El hombre no inventa una fuerza, la dirige, y la ciencia consiste en imitar a la Naturaleza.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 228
Un movimiento, cualquiera que sea, significa un enorme poder, y el hombre no inventa poderes. El poder es uno, como el movimiento es la esencia misma del poder, Todo es movimiento. El pensamiento es un movimiento. La Naturaleza está fundada en el movimiento. La muerte es un movimiento, cuyos fines conocemos muy confusamente. Si Dios es eterno, crea usted que se halla en perpetuo movimiento. Por eso es tan inexplicable como Él, profundo como Él, ilimitado, incomprensible, intangible. ¿Hay alguien que alguna vez haya tocado, comprendido, medido el movimiento? Sentimos sus efectos, sin verlos. Podemos hasta negarle, como negamos a Dios. ¿Dónde existe? ¿Dónde deja de existir? ¿De dónde emana? ¿Dónde está su principio? ¿Dónde está su fin? Nos envuelve, nos acosa y se nos escapa. Es evidente como hecho, obscuro como abstracción, efecto y causa a la par. Necesita, como nosotros, espacio. Y, ¿qué es el espacio? Únicamente el movimiento nos le revela; sin el movimiento, se reduce a una palabra vacía de sentido. Problema insoluble, semejante al vacío, semejante a la creación, al infinito, el movimiento confunde la mente humana, y todo cuanto está permitido concebir al hombre es que no le concebirá jamás.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 229
Hay abismos que no es capaz de franquear el amor, a pesar de la fuerza de sus alas.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 240
-Buenos días, palomito mío -dijo riendo-. ¡Qué guapo estás, picarón!
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 243
-Es sobrenatural - opinó Caméristus,-En efecto -replicó Maugredie
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 248
Desde la blandura de una esponja empapada hasta la dureza de la piedra pómez, hay infinidad de gradaciones. Tal ocurre en el hombre.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 251
Vamos a buscar la causa del mal en las entrañas del alma, y no en las entrañas del cuerpo.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 252
-Son lógicos -le contestó el joven médico-. Caméristus siente, Brisset examina, Maugredie duda. ¿Acaso no tiene el hombre alma, cuerpo y raciocinio? Una de estas tres causas primordiales actúa en nosotros con mayor o menor energía, ejerciendo su constante influjo en la ciencia humana. Créeme, Rafael: nosotros no curamos, ayudamos a curar. Entre la medicina de Brisset y la de Caméristus, continúa existiendo la medicina expectante; pero, para practicarla con éxito, sería preciso conocer al enfermo desde diez años antes. En el fondo de la medicina, como en todas las ciencias, hay negación. Procura, pues, vivir cuerdamente y trata de emprender un viaje a Saboya: lo mejor es y será siempre confiarse a la naturaleza.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 253
Si entre las aves encerradas en un corral, hay alguna enteca y enfermiza, las restantes la persiguen a picotazos, la despluman y la torturan. Fiel a esta ley fundamental del egoísmo, el mundo prodiga sus rigores a las lacerías suficientemente osadas para perturbar sus fiestas, para acibarar sus placeres. Quienquiera que padezca física o moralmente, que carezca de dinero o de poder, es un paria. Que permanezca en su desierto; si traspasa sus límites, sólo encontrará por todas partes crudezas invernales frialdad en las miradas, en los ademanes, en las palabras, en el corazón; y aun puede darse por satisfecho si no recolecta el insulto allí donde debería brotar para él un consuelo (…) Así es como la sociedad honra la desgracia; la mata o la ahuyenta; la envilece o la expurga.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 258
Las miserias se entienden y se auxilian siempre.
Honoré de Balzac
La piel de zapa, pág. 263
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