El ministerio de Cristo no puede ser revelado, porque no hay en el alma humana cualidades para comprender esa revelación. La «intuición», de la que hablan los místicos, es un término usado apenas para indicar un proceso de comprensión que no es la inteligencia. Pero no tenemos ninguna cualidad a la que se llame intuición. La palabra es negativa, a pesar de que parezca positiva. Así como venir de intus, «dentro», y significar «comprensión venida de adentro», puede ser in-tuitio, el no ver, el no proteger. ¡Tan sutil sentido, doble, tienen a veces las palabras! Cada uno de nosotros tiene, a solas consigo en su silencio, que ser un ser, una personalidad inexplicable, que ninguna palabra puede dar, ningún gesto interpreta, que la más expresiva de las miradas no interpreta, ni incluye el mayor […] de los gestos. Por esa personalidad extrasocial, extrahumana inclusive, cada cual es un eterno aislado, crucificado eternamente en su propio no-ser-los-otros. La propia esencia íntima del sentir es no poder explicar, salvo en sí y sólo por sí, adentro del individuo para sí mismo. Sólo cuando llega a la inteligencia es que el sentimiento se explica. Todo el gesto presupone aunque sumaria, oscura y subconscientemente, la representación mental del gesto: y la «representación mental» es una idea, esto es, un fenómeno de aquella parte de nosotros, a la que llamamos la Inteligencia. Sentir es existir a solas irreparablemente. Pensar es existir con los dioses y con la sustancia visible y harmónica del mundo. Obrar es existir con los hombres y con la naturaleza creada. Obrar tiene como manifestación el gesto: sea el gesto en sí mismo o la palabra o el «acto». (…)

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 25


Los conceptos expuestos en el ocultismo pertenecen a un sistema de Realidad diferente de la nuestra. Lo que esta bien ahí (por así decir) está mal para nosotros; nuestra ilusión, nuestra mentira esencial, nuestro sueño es que esté ahí la verdad. Son dos «mundos» opuestos: el izquierdo y el derecho. Uno es el invisible del otro, según desde dónde se mire. (…) Hagamos silencio sobre lo impenetrable y lo irracional. Descendamos mostrando el velo que no erguimos nunca.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 28


Toda la metafísica es la búsqueda de la verdad, entendiendo por Verdad, la verdad absoluta. Pero la Verdad, sea ella lo que fuere, y admitiendo que sea cualquier cosa, si existe, existe dentro de mis sensaciones, o fuera de ellas o tanto dentro como fuera de ellas. Si existe fuera de mis sensaciones, es una cosa de la cual yo nunca puedo estar seguro, no existe para mí por lo tanto, es, para mí, no sólo lo contrario de la certeza, porque sólo de mis sensaciones estoy seguro, sino lo contrario de ser porque la única cosa que existe para mi son mis sensaciones. De modo que, al existir fuera de mis sensaciones, la Verdad es para mi igual a la Incerteza y al no-ser: no existe y no es verdad, por lo tanto. Pero concedamos el absurdo que de mis sensaciones puedan ser el error, y el no-ser (lo que es absurdo, visto que ellas, con seguridad, existen), en ese caso la verdad es el ser y existe fuera de mis sensaciones totalmente. Pero la idea Verdad es una idea mía; existe, por eso dentro de mis sensaciones: por lo tanto, o quiero Verdad Absoluta y fuera de mí, o verdad existente dentro de mí: contradicción, por lo tanto, error, consecuentemente.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 31


Nuestra simpatía es grande por el ocultismo y por las artes de lo escondido. No somos, sin embargo, ocultistas. Nos falta para eso la voluntad innata y, además, la paciencia para educar de modo de transformarse en perfecto instrumento de los magos y de los magnetizadores. Pero simpatizamos con el ocultismo, sobre todo porque él suele expresarse de tal modo que muchos que leen e, inclusive, muchos que juzgan comprender, nada comprenden. Es soberbiamente superior esa actitud misteriosa. Es, además de eso, fuente copiosa de sensaciones de misterio y de terror: las larvas de lo astral, los extraños entes de cuerpos diversos que la magia ceremonial evoca en sus templos, las presencias desencarnadas de la materia de este plano, que acechan alrededor de nuestros sentidos cerrados, en el silencio físico del sonido interior; todo eso nos acaricia con una mano viscosa, terrible, en el desamparo y en la oscuridad. Pero no simpatizamos con los ocultistas en la parte en que ellos son apóstoles y amantes de la humanidad; eso los despoja de su misterio. La única razón para que un ocultista funcione en ese plano es bajo la condición de hacerlo por estética superior, y no con el siniestro fin de hacer el bien a cualquier persona. Casi sin saberlo nos muerde una simpatía ancestral por la magia negra, por las formas prohibidas de la ciencia trascendente, por los Señores del Poder que se Vendieron a la Condenación y a la Reencarnación degradada. Nuestros ojos, débiles e inciertos, se pierden, con un celo femenino, en la teoría de los grados invertidos, en los ritos inversos, en la curva siniestra de la jerarquía descendente. Satán, sin que lo queramos, posee para nosotros una sugestión como la del macho hacia la hembra. La serpiente de la Inteligencia Material se nos enroscó en el corazón, como en el Caduceo simbólico del Dios que comunica: Mercurio, Señor de la Comprensión

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 34


Camino entre fantasmas enemigos que mi imaginación enferma imaginó y situó en personas reales.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 36



No creáis que yo escribo para publicar, ni para escribir ni para hacer arte de verdad. Escribo, porque ese es el fin, la perfección suprema, la perfección temperamentalmente ilógica, […] de mi cultura de estados de alma. Si tomo una sensación mía y la deshilacho hasta poder con ella tejer la realidad interior a la cual yo llamo o bien El Bosque de la Enajenación, o bien el Viaje Nunca Hecho, creed que lo hago no para que la prosa suene lúcida y trémula, o inclusive para que goce con la prosa —aunque eso es lo que más quiero, más esa perfección final agrego, como un caer bello de paño sobre mis escenarios soñados— sino para que dé completa exterioridad a lo que es interior, para que así realice lo irrealizable, y conjugue lo contradictorio y, volviendo el sueño exterior, le dé su máximo poder de puro sueño, paralizador de vida que soy, tallador de inexactitudes, paje enfermo de mi alma Reina, leyéndole al crepúsculo no los poemas que están en el libro, abierto sobre mis rodillas, de mi Vida, sino los poemas que voy construyendo y fingiendo que leo, y ella fingiendo que oye, mientras la Tarde, allá afuera no sé cómo o dónde, dulcifica sobre esta metáfora erguida dentro de mí en Realidad Absoluta la luz tenue y última de un misterioso día espiritual.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 22



Recordemos siempre que soñar es buscarnos.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 44



FORMAS DEL BUEN SOÑAR EN LOS METAFÍSICOS

Razonamiento, […] —todo será fácil y […], porque es todo para mí sueño. Me ordeno soñarlo y lo sueño. A veces creo en mí un filósofo, que me traza cuidadosamente las filosofías mientras yo, paje, flirteo con su hija, cuya alma soy, a través de la ventana de su casa. Me limitan, es claro, mis conocimientos. No puedo crear un matemático… Pero me contento con lo que tengo, que da para combinaciones infinitas y sueños sin número. Quién sabe, por lo demás, si a fuerza de soñar, yo no lograré aún más. Pero no vale la pena. Me basto así. Pulverización de la personalidad: no sé cuáles son mis ideas, ni mis sentimientos, ni mi carácter… Si siento una cosa, vagamente la siento en la persona visualizada de una criatura cualquiera que aparece en mí. Substituí mis sueños a mí mismo. Cada persona es sólo sueño de sí mismo. Yo ni eso soy. Nunca leer un libro hasta el final, ni leerlo de corrido sin saltar. No supe nunca lo que sentía. Cuando me hablaban de tal o cual emoción y la describían, siempre sentí que describían alguna cosa de mi alma, pero, después, pensando, dudé siempre. Lo que me siento ser, nunca sé si lo soy realmente, o si sólo juzgo que lo soy. Soy un personaje de mis dramas. El esfuerzo es inútil pero entretiene. El razonamiento es estéril, pero es gracioso. Amar es cansador, pero es tal vez preferible a no amar. El sueño, no obstante, substituye todo. En él puede haber toda la noción de esfuerzo sin el esfuerzo real. Dentro del sueño puedo entrar en batallas sin riesgo de tener miedo o de ser herido. Puedo razonar, sin que tenga en vista llegar a una verdad, a la cual nunca llegue; sin querer resolver un problema, que vea que nunca resuelvo; sin que […]. Puedo amar sin que me rechacen o me traicionen, o me hastíen. Puedo cambiar de amada y ella será siempre la misma. Y si quisiere que me traicione y si [quisiere que] me esquive, doy las órdenes para que eso me suceda, y siempre como yo quiero, siempre como yo gozo. En sueños puedo vivir las mayores angustias, las mayores torturas, las mayores victorias. Puedo vivir todo eso tal como por fuera de la vida: depende sólo de mi poder en volver vívido el sueño, nítido, real. Eso exige estudio y paciencia interior. Hay varias maneras de soñar. Una es abandonarse a los sueños, sin intentar volverlos nítidos, dejarse ir en el vacío y en el crepúsculo de sus sensaciones. Es inferior y cansa, porque ese modo de soñar es monótono, siempre lo mismo. Hay el sueño nítido y dirigido, pero ahí el esfuerzo en dirigir el sueño traiciona demasiado el artificio. El artista supremo, el soñador como yo, tiene sólo el esfuerzo de querer que el sueño sea tal, que tome tales caprichos… y él se desarrolla delante de él así como él lo desearía, pero no lo podría concebir si se fatigase al hacerlo. Quiero soñarme rey… En un acto brusco lo quiero. Y heme súbito rey de un país cualquiera. Cuál, de qué tipo, el sueño me lo dirá… Es porque yo llegué a esta victoria sobre lo que sueño que mis sueños me traen siempre inesperadamente lo que yo quiero. Muchas veces perfecciono, al traerla nítida, la vida cuya vaga orden sólo había recibido. Yo soy totalmente incapaz de idear las Edades Medias de diversas épocas y de diversas Tierras que he vivido en sueños. Me deslumbra el exceso de imaginación que desconocía en mí y voy viendo. Dejo los sueños ir… Los tengo tan puros que ellos exceden siempre lo que yo espero de ellos. Son siempre más bellos de lo que yo quiero. Pero esto sólo el soñador perfeccionado puede esperar obtener. He llevado años buscando soñadoramente esto. Hoy lo consigo sin esfuerzo…

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 41


EL AMANTE VISUAL

Anteeros Tengo del amor profundo y del uso provechoso de él un concepto superficial y decorativo. Estoy sujeto a las pasiones visuales. Guardo intacto el corazón dado a más irreales destinos. No me acuerdo de haber amado sino el «cuadro» de alguien, el puro exterior —en el cual el alma no entra más que para hacer ese exterior animado y vivo— y así diferente de los cuadros que los pintores hacen. Amo así: fijo, por bella, atrayente o amable, una figura, de mujer o de hombre —donde no hay deseo, no hay preferencia de sexo— y esa figura me obsesiona, me amarra, se apodera de mí. Sin embargo, no quiero más que verla, nada veo con más horror que la posibilidad de conocer y hablar a la persona real que esa figura aparentemente manifiesta. Amo con la mirada, y no con la fantasía. Porque nada fantaseo de esa figura que me amarra. No me imagino ligado a ella de otra manera, porque mi amor decorativo nada tiene de psicológico. No me interesa saber quién es, qué hace, qué piensa la criatura que me deja ver su aspecto exterior. La inmensa serie de personas y de cosas que forma el mundo es, para mí, una galería interminable de cuadros, cuyo interior no me interesa. No me interesa, porque el alma es monótona y siempre la misma en toda la gente; difieren sólo sus manifestaciones personales, y lo mejor de ella es lo que transborda hacia el sueño, hacia los modos, hacia los gestos, y así entra al cuadro que me amarra, y en el cual entreveo caras constantes a esa afección. Para mí una criatura no tiene alma. El alma está sólo con ella misma. Así vivo, en visión pura, el exterior animado de las cosas y de los seres, indiferente, como un dios de otro mundo, al contenido-espíritu de ellos. Profundizo el ser propio sólo en extensión, y cuando anhelo la profundidad, es en mí, y en mi concepto de las cosas en donde la busco.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 45

Para mí, la humanidad es un vasto motivo de decoración, que vive por los ojos y por los oídos y, aún, por la emoción psicológica. No quiero nada de la vida sino asistir a ella. Nada más quiero de mí sino asistir a la vida.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 48

El museo, para mí, es la vida entera, en la cual la pintura es siempre exacta, y sólo puede haber inexactitud en la imperfección del contemplador.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 48


EL RÍO DE LA POSESIÓN

Que somos todos diferentes, es un axioma de nuestra naturalidad. Sólo nos parecemos de lejos, en la medida, por lo tanto, en que no somos nosotros. La vida es, por eso, para los indefinidos; sólo pueden convivir los que nunca se definen, y son, uno y otro, nadie. Cada uno de nosotros es dos, y cuando dos personas se encuentran, se aproximan, se unen, es raro que las cuatro puedan estar de acuerdo. El hombre que sueña en cada hombre que obra, si tantas veces se enfada con el hombre que obra: ¿Cómo no se enfadará con el hombre que obra y el hombre que sueña en el Otro? Somos fuerzas porque somos vidas. Cada uno de nosotros tiende para sí mismo con escala por los otros. Si tenemos por nosotros mismos el respeto de considerarnos interesantes, […]. Toda aproximación es un conflicto. El otro es siempre el obstáculo para quien busca. Sólo quien no busca es feliz; porque sólo quien no busca, encuentra, visto que quien no busca ya tiene, y ya tener, sea lo que fuere, es ser feliz, como no pensar es la mejor parte de ser rico. Te miro, dentro de mí, prometida supuesta, y ya nos desavenimos antes de que existas. Mi hábito de soñar claro me da una noción justa de la realidad. Quien sueña de más necesita dar realidad al sueño. Quien da realidad al sueño tiene que dar al sueño el equilibrio de la realidad. Quien da al sueño el equilibrio de la realidad, sufre de la realidad de soñar tanto como de la realidad de la vida y de lo irreal del sueño como del sentir la vida irreal. Te estoy esperando, en devaneo, en nuestro cuarto con dos puertas, y te sueño viniendo y en mi sueño entras hasta mí por la puerta de la derecha; si cuando entras, entras por la puerta de la izquierda, hay ya una diferencia entre tú y mi sueño. Toda la tragedia humana está en este pequeño ejemplo de cómo aquellos con quien pensamos nunca son aquellos en quien pensamos. El amor pide identidad con diferencia, lo cual es imposible en la lógica y cuánto más en el mundo. El amor quiere poseer, quiere volver suyo lo que tiene que permanecer fuera para que él sepa que se vuelve suyo y no es él. Amar es entregarse. Cuanto mayor es la entrega mayor es el amor. Pero la entrega total entrega también la conciencia del otro. El amor mayor es, por eso, la muerte, o el olvido, o la renuncia; los amores todos que son los absurdos del amor.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 48


El amor quiere la posesión, pero no sabe qué es la posesión. ¿Si yo no soy mío, cómo seré tuyo, o tú mía? ¿Si no poseo mi propio ser, cómo poseeré un ser ajeno? ¿Si soy ya diferente a aquel de quien soy idéntico, cómo seré idéntico a aquel de quien soy diferente? El amor es un misticismo que quiere practicarse, una imposibilidad que sólo es soñada como debiendo ser realizada.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 50


Pero toda la vida es una metafísica a oscuras con un rumor de dioses y el desconocimiento de la ruta como única vía.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 50


Soy lo contrario de los espiritualistas simbolistas para quien todo el ser, y todo acontecimiento, es la sombra de una realidad de la cual es sólo la sombra. Cada cosa, para mí, es, en vez de un punto de llegada, un punto de partida. Para el ocultista todo acaba en todo; todo comienza en todo, para mí. Procedo, como ellos, por analogía y sugestión, pero el jardín pequeño que les sugiere el orden y la belleza del alma, a mí no me recuerda más que el jardín mayor donde pueda ser, lejos de los hombres, feliz la vida que no lo puede ser. Cada cosa me sugiere no la realidad de la cual es sombra, sino la realidad para la cual es el camino. El jardín de la Estrella, durante la tarde, es para mí la sugerencia de un parque antiguo, en los siglos anteriores al descontentamiento del alma.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 50


El hombre de ciencia reconoce que la única realidad para sí es él mismo, y el único mundo real el mundo como su sensación lo da. Por eso, en lugar de seguir el falso camino de intentar ajustar sus sensaciones a las de los otros, haciendo ciencia objetiva, intenta, antes, conocer perfectamente su mundo y su personalidad. Nada más objetivo que sus sueños. Nada más suyo que su conciencia de sí. Sobre esas dos realidades perfecciona él su ciencia. Es muy diferente ya de la ciencia de los antiguos científicos que, lejos de buscar las leyes de su propia personalidad y la organización de sus sueños, buscaban las leyes de lo «exterior» y la organización de aquello a lo cual llamaban «Naturaleza».

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 53


Viéndome desde fuera, como casi siempre me veo, yo soy un inepto para la acción, perturbado al tener que dar pasos y hacer gestos, inhábil para hablar con los otros, sin lucidez interior para entretenerme con lo que me cause esfuerzo al espíritu, ni secuencia física para aplicarme a cualquier mero mecanismo de entretenimiento trabajando. Eso es natural que yo sea. El soñador se entiende que sea así. Toda la realidad me perturba. El habla de los otros me lanza en una angustia enorme. La realidad de las otras almas me sorprende constantemente. La vasta red de inconsciencias que es toda la acción que yo veo me parece una ilusión absurda, sin coherencia plausible, nada. Pero si se juzgare que desconozco los trámites de la psicología ajena, que yerro la percepción nítida de los motivos y de los íntimos pensamientos de los otros, habrá equívocos sobre lo que soy. Porque yo no sólo soy un soñador sino que soy un soñador exclusivamente. El hábito único de soñar me dio una extraordinaria nitidez de visión interior. No sólo veo con espantoso y a veces repugnante relieve las figuras y los décors de mis sueños, sino que con igual relieve veo mis ideas abstractas, mis sentimientos humanos —lo que de ellos me resta—, mis secretos impulsos, mis actitudes psíquicas ante mí mismo. Afirmo que mis propias ideas abstractas, yo las veo en mí, yo con una interior visión real las veo en un espacio interno. Y así sus meandros me son visibles en sus mínimos. Por eso, me conozco completamente y, a través de conocerme completamente, conozco completamente la humanidad toda. No hay bajo impulso, como no hay noble objetivo, que no haya sido relámpago en mi alma; y yo sé con qué gestos cada uno se muestra. Bajo las máscaras que las malas ideas usan, de buenas o indiferentes, inclusive dentro de nosotros, yo por los gestos las conozco por quienes son. Sé lo que en nosotros se esfuerza por engañarnos. Y así a la mayoría de las personas que veo les conozco mejor que ellas a sí mismas. Me dedico muchas veces a sondarlas, porque así las vuelvo mías. Conquisto el psiquismo que explico, porque para mí soñar es poseer. Y así se ve cómo es natural que yo, soñador como soy, sea el analítico que me reconozco.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 53


Quien sabe escribir es el que sabe ver sus sueños nítidamente (y es así) o ver en sueño la vida, ver la vida inmaterialmente, sacándole fotografías con la máquina del devaneo, sobre la cual los rayos de lo pesado, de lo útil y de lo circunscrito no tienen acción, dando negro en la película espiritual.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 55


Y así vivo siempre en sueños, inclusive cuando vivo en la vida.

Fernando Pessoa
Escritos sobre ocultismo y masonería, página 55










No hay comentarios: