En las carreteras de Birmania se pueden observar con regularidad, lejos del polvo del camino y bajo la sombra fresca de un grupo de árboles, pequeñas casas de madera llamadas «casas de reposo», donde el viajero cansado puede descansar un poco, aliviar su sed y mitigar su hambre y su fatiga, gracias a la bebida y a los alimentos que los amables habitantes del lugar depositan allí como un deber religioso.
En la gran carretera de la vida existen también esos lugares de reposo, lejos del calor de la pasión y del polvo de la desilusión. Bajo la sombra refrescante de la modesta Sabiduría, se pueden ver humildes e inadvertidas «casas de reposo» donde podemos encontrar la paz, y pequeños, casi imperceptibles, caminos hacia la felicidad, donde los pies cansados y doloridos pueden hallar fuerza y curación.
En estos caminos tampoco se puede ignorar el sufrimiento. A lo largo del gran camino de la vida, la premura y la impaciencia por alcanzar algún objetivo ilusorio presionan a la multitud y la hacen despreciar las aparentemente insignificantes «casas de reposo» donde se encuentra el pensamiento verdadero. Esta multitud deja de prestar atención a los angostos y pequeños caminos llenos de bendiciones, pues considera que carecen de importancia.
Y, a cada momento, los hombres se desmayan y tropiezan, y muchos de ellos fallecen de hambre del corazón, sed del corazón y fatiga del corazón.
Pero todo aquel que se pueda apartar de las pasiones de la vida y a quien se le brinde la oportunidad de entrar y percatarse de los caminos que se describen aquí, podrá posar sus polvorientos pies sobre las incomparables flores de la felicidad, su mirada se alegrará con emoción al contemplar la belleza del camino y su mente se refrescará con el dulce perfume de esas flores. Descansado y repuesto, escapará de la fiebre y del delirio de la vida. Fortalecido y feliz, ya no tropezará ni se desmayará sobre el polvo, ni perecerá en el camino, sino que logrará llevar a cabo su viaje con gran éxito.

James Allen
Los caminos de la felicidad, prólogo página 3


La verdadera fuerza de voluntad consiste en superar los resentimientos, las necedades, los impulsos imprudentes y las faltas morales que acompañan la vida diaria del individuo y que tienden a manifestarse con cada provocación, por muy leve que sea. También consiste en poder desarrollar la calma, el autocontrol y la acción desapasionada cuando llega la presión y el enardecimiento de los deberes mundanos en medio de una multitud perturbada y dominada por la pasión. Sólo aquí radica el poder verdadero, y éste sólo se puede desarrollar a lo largo del transcurso normal de un crecimiento estable en la ejecución cada vez más competente, desinteresada y perfecta de las legítimas tareas cotidianas y de las obligaciones apremiantes. El maestro no es aquella persona cuyos «logros psicológicos», rodeados de misterio y maravillas, lo dejan sin protección en momentos de irritabilidad, de agobio, de mal humor, o de cualquier otra pequeña locura o vicio, sino aquella persona cuya «maestría» se manifiesta a través de la fortaleza, del perdón, de la entereza, de la calma y de la paciencia infinita. El verdadero maestro es el que tiene el control de sí mismo. Cualquier otra cosa no es maestría, sino una falsa ilusión.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 16


¿Cuál es la verdadera naturaleza de una dificultad? ¿No se trata, acaso, de una situación que no hemos llegado a comprender por completo? Como tal, requiere del desarrollo y del ejercicio de una visión más profunda y de una inteligencia más amplia que las que hemos desarrollado hasta el momento. Es una necesidad urgente que requiere la energía que no ha sido utilizada, la expresión y el empleo del poder latente y de los recursos ocultos. Es decir, la dificultad es un ángel bueno, aunque esté disfrazado; es un amigo o un profesor. Y, cuando escuchamos con calma la dificultad y llegamos a comprenderla, ésta nos conduce a una mayor felicidad y a una sabiduría más elevada. Sin las dificultades, no habría desarrollo, ni evolución; prevalecería el estancamiento universal y la humanidad moriría de hastío. El hecho de que un ser humano se enfrente a los obstáculos con agrado, significa que éste ha rebasado la línea de la indiferencia o de la insensatez, y ahora se dedica a concentrar toda su energía y toda su inteligencia con el fin de liberarse a sí mismo y encontrar un camino mejor. Significa que las fuerzas que existen dentro de él reclaman a gritos una mayor libertad para desarrollarse con mayor amplitud. Ninguna situación puede ser difícil en sí misma; es la falta de conocimiento acerca de sus complejidades y la falta de sabiduría para manejarlas, lo que hace que surja la dificultad. Por lo tanto, el beneficio de una dificultad superada es inmenso.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 24


Ningún hombre puede enfrentarse a una dificultad si no tiene la fuerza para combatirla y someterla. Preocuparse no solamente es inútil, también es una insensatez, porque derrota al poder y a la inteligencia que, en caso contrario, serían de utilidad en la tarea. Todas las dificultades pueden superarse si se manejan correctamente. La ansiedad es, por lo tanto, innecesaria. La tarea en la que no se puede triunfar, deja de ser una dificultad y se convierte en una imposibilidad. Y la ansiedad sigue siendo innecesaria, ya que el único modo de afrontar una imposibilidad es rendirse ante ella. Lo inevitable es lo mejor.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 26


Ningún hombre lleva una carga sobre sus hombros más que cuando tiene que transportar algo de un lugar a otro.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 29


Sal de este mundo, elévate por encima, sobre todas sus cruces y sepulcros; aunque la verde tierra es justa y yo la amo, debemos venerarla como amos y no como esclavos. Sube donde el polvo no llega, sino sólo el perfume de las flores. Y tu vida estará llena de sorpresas de las más bellas horas.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 38


Cada vez que pensamos en nuestros semejantes más que en nosotros mismos, volvemos a vivir. Y en cada humilde sacrificio que hagamos por ellos, la bondad comenzará a surgir abriendo las ventanas de tu alma a la luz de esferas más elevadas. Y ennoblecerá con alegría tu destino.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 44


El odio tiene muchos nombres y muchas formas, pero sólo una esencia: los pensamientos voraces de resentimiento contra nuestros semejantes. En ocasiones, está instalado en el corazón de ciegos devotos, en nombre de la religión, provocando que éstos ataquen, calumnien y se persigan unos a otros porque no aceptan las opiniones de los demás acerca de la vida y la muerte, y, de esta forma, inundan la tierra de desgracias y lágrimas. Todo el resentimiento, la antipatía, los malos pensamientos y el hablar mal de los demás son expresiones de odio, y, donde hay odio, siempre habrá tristeza. Nadie ha podido eliminar el odio teniendo en la mente pensamientos de resentimiento hacia sus semejantes. Este sacrificio no se consumará hasta que un hombre pueda pensar con benevolencia en las personas que tratan de hacerle mal. Y debe hacerlo antes de que pueda conocer y alcanzar la verdadera felicidad. Más allá de las sólidas, crueles y aceradas puertas del odio, nos espera el ángel divino del amor, que siempre está dispuesto a mostrarse ante aquél que domina y sacrifica sus pensamientos de odio, para conducirlo a su paz.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 47


Aquel que es realmente bueno y sabio no condena a nadie, porque se ha desprendido de toda la pasión ciega y el egoísmo y habita en las serenas regiones del amor y de la paz, tras haber comprendido todos los tipos de pecado, con sus consiguientes penas y sufrimientos. Como está iluminado y despierto, como se ha liberado de todos los prejuicios egoístas, puede ver a los hombres tal como son y su corazón responde en santa empatía con todo lo que le rodea. Si alguien lo condena, abusa de él o lo difama, él lo rodea con la amable protección de su empatía, advirtiendo la ignorancia que lo ha obligado a actuar así y sabiendo que sólo ese hombre sufrirá por sus malas acciones. Aprende a amar a quien ahora condenas y a empatizar con aquéllos que te juzgan mal, conquistándote a ti mismo y adquiriendo sabiduría. Niégate a condenar a los demás y busca dentro de tu propio corazón para encontrar, acaso, pensamientos crueles, desagradables o injustos que tú mismo condenarás cuando los descubras y los comprendas.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 58


Un aspecto de la empatía es la compasión; compasión hacia el afligido o hacia el que es víctima del dolor, con el deseo de consolarlo o de ayudarle a soportar el sufrimiento. El mundo necesita cada vez más de esta cualidad divina.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 59


Después de mucho practicar el perdón y de haber cultivado hasta cierto nivel el espíritu del perdón, el conocimiento de la verdadera naturaleza del bien y del mal surge en la mente, y el hombre comienza a comprender cómo los pensamientos y las intenciones se forman en el corazón humano, cómo se desarrollan y cómo se convierten en acciones. Esto marca la apertura de una nueva visión en la mente, el comienzo de una vida más noble, más elevada y divina. Porque, en ese momento, el hombre comienza a percibir que no hay necesidad de oponerse o molestarse por el comportamiento que otros tengan hacia él, sean cuales sean sus acciones; que todo su resentimiento lo ha provocado su propia ignorancia y que su propia amargura de espíritu es errónea. Después de haber llegado hasta aquí, se planteará a sí mismo preguntas como éstas: « ¿Por qué este ciclo continuo de enfado y perdón? ¿Por qué después de esta tormentosa ira contra los demás aparece el arrepentimiento y el perdón? ¿No es acaso el perdón la renuncia a la ira y al resentimiento? Y si la ira y el resentimiento son buenos y necesarios, ¿por qué arrepentirse y renunciar a ellos? Si resulta tan hermoso, tan dulce y tan apacible liberarse de todos los sentimientos de amargura y perdonar completamente, ¿no sería todavía más hermoso, más dulce y más apacible no sentir nunca esa amargura, no conocer la cólera, no tener nunca resentimientos por las malas acciones de los demás, sino vivir experimentando siempre ese amor puro, sereno, dichoso que se llega a conocer cuando se concede el perdón y desaparece toda la pasión obstinada que sentimos hacia los demás? Si alguien me ha hecho mal, ¿está mal mi odio hacia él? ¿Lo malo para alguien no puede ser lo correcto para otro? Por otra parte, ¿el mal que alguien me hizo me ha herido de verdad o, más bien, se ha lastimado a sí mismo? ¿No estaré yo herido por mis propios errores más que por los suyos? ¿Por qué, entonces, debo estar enojado? ¿Por qué me molesto, por qué tomo represalias y me pierdo en amargos pensamientos? ¿No será porque mi orgullo o mi vanidad están heridos o mi egoísmo se ha frustrado? ¿No será porque mis ciegas pasiones primitivas se han despertado y les permito que dominen lo mejor de mi naturaleza? En lugar de sentirme herido por la actitud de otra persona hacia mí, debido a mi propio orgullo o vanidad, debido a pasiones incontrolables e impuras, ¿no sería mejor buscar el mal dentro mí, en lugar de buscarlo en los demás? ¿No sería preferible deshacer-me del orgullo, de la vanidad y de la pasión, para evitar sentirme lastimado?

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 70



Todas las personas se comportan de acuerdo a su naturaleza, con su propio sentido del bien y del mal y, sin duda, recogen los frutos de su experiencia. Existe un derecho supremo que posee todo ser humano: el de pensar y actuar como elija hacerlo. Si una persona decide pensar y comportarse de forma egoísta, pensando sólo en su propia felicidad inmediata y no en el bienestar de los demás, debido a la ley moral de causa y efecto, se provocará mortificaciones que lo harán detenerse y reflexionar para encontrar un camino mejor. No existe mejor maestro que la propia experiencia, no hay escarmiento más purificador y correctivo que el que los hombres se infligen a sí mismos por ignorancia. El hombre egoísta es el hombre ignorante; él elige su propio camino, pero éste lo conduce al sufrimiento y, a través del sufrimiento, llega al conocimiento y a la dicha. El hombre bueno es el hombre sabio; él también elige su propio camino, pero lo hace a la plena luz del conocimiento, tras haber pasado por las etapas de la ignorancia y del sufrimiento y haber llegado al conocimiento y a la dicha.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 77

Cierto día, un discípulo pidió a su gran maestro que le explicara la diferencia que había entre el bien y el mal. El maestro, apuntando sus dedos hacia abajo, le preguntó: « ¿Hacia dónde apunta mi mano?». Y el discípulo le respondió: «Está apuntando hacia abajo». Después, el maestro giró su mano hacia arriba y le preguntó: «Ahora, ¿hacia dónde apunta mi mano?». Y el discípulo contestó: «Está apuntando hacia arriba». «Ésta», dijo el Maestro, «es la diferencia que existe entre el bien y el mal». Con esta simple ilustración, el maestro enseñó que el mal no es más que energía mal dirigida, y el bien, energía bien dirigida; y que el hombre que consideramos malo puede volverse bueno al invertir su conducta.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 85

En las palabras de un hombre sabio hay un gran poder, pero su silencio es más poderoso todavía. Los grandes hombres nos enseñan de manera más eficaz cuando están deliberadamente en silencio. La actitud silenciosa del gran hombre, que tal vez sólo advirtieron uno o dos de sus discípulos, se ha registrado y conservado a través de los tiempos; mientras que las palabras estridentes del orador ingenioso, escuchadas quizá por miles de personas y popularizadas en su momento, han logrado trascender, cuando más, unas cuantas generaciones para después caer en el olvido.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 92

Miro hacia atrás, y me veo en la niebla discutiendo con competidores y lingüistas. Pero yo no he venido a discutir ni a escarnecer. Estoy aquí observando y… ¡espero!

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 94


La verdadera fuerza reside en el silencio.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 95


El silencio es poderoso porque es el resultado de la conquista de uno mismo, y cuanto más exitosamente se gobierne un hombre a sí mismo, más silencioso se vuelve.

James Allen
Los caminos de la felicidad, página 99





No hay comentarios: