Es significativo que, desde la literatura astrológica de la Antigüedad tardía, Kronos o Saturno presente también múltiples rostros y haya seguido siendo, como para Tycho Brahe y después de él para Burton, el Señor de la melancolía. El dios, castigado por su hijo, hace desgraciados a los saturnianos, los que han nacido bajo su estrella. Por otra parte, Saturno es el más elevado de los planetas; y es, en la tradición platónica, el dios de los filósofos. Identificado con Crono, es también el tiempo que devora a sus hijos. Finalmente, en la tradición astrológica que se remonta al final de la época helenística y que fue reforzada por los árabes, su carácter funesto hace de él el patrono de los lisiados y de los salteadores de caminos, pero a veces también, en los mismos textos, por ejemplo, en Ptolomeo y sus discípulos, de los pensadores (βαθύφρων).

Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 7


Hay, en efecto, cuatro humores en el hombre, que imitan a los diversos elementos; aumentan en diversas estaciones, reinan en diversas edades. La sangre imita al aire, aumenta en primavera, reina en la infancia. La bilis (amarilla) imita al fuego, aumenta en verano, reina en la adolescencia. La melancolía imita a la tierra, aumenta en otoño, reina en la madurez. La flema imita al agua, aumenta en invierno, reina en la senectud. Cuando no se apartan ni por más ni por menos de su justa medida, entonces el hombre está en todo su vigor.

Anónimo, De mundi constitutione (Migne, P. L., vol. XC, col. 881D).
Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 475


… los pitagóricos definían la salud como equilibrio de distintas cualidades, y la enfermedad como predominio de una sola…

Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 27


De Saturno dicen: El bazo ocupa la misma posición en el cuerpo que Saturno en el mundo. Pues Saturno con sus rayos envía poderes trascendentes que penetran en todas las partes del mundo. Por medio de éstos las formas se adhieren a la materia y permanecen en ella. Del mismo modo sale del bazo el poder de la bilis negra, que es fría y seca y fluye con la sangre por las venas a todas las partes del cuerpo, y por medio de ella la sangre se coagula y las partes se adhieren unas a otras.

Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 152


Los dones planetarios, ya se clasifiquen según «series» como en Proclo o se consideren adquiridos en diferentes esferas planetarias, como en Macrobio, pasaron a ser facultades del alma, y estas facultades eran beneficiosas sin excepción. También el neoplatonismo entendía la encarnación del alma en el mundo material como un descenso, pero un descenso en el que las investiduras del alma, que ésta traía consigo de su morada superior, sólo podían ser buenas; y de estos bienes innatos el más noble, como hemos visto, era el don de Saturno. Así, en esta doble interpretación del mito del viaje del alma —y entre estos extremos existieron muchas formas mixtas—, la polaridad de la idea de Kronos llevó a dos actitudes básicas opuestas. También la fecunda antítesis «torpor, tristeza, fraude frente a pensamiento razonado o incluso inspirado» dominaría el futuro, aunque el descarnado «o/o» se suavizó pronto en «lo uno/y lo otro». El Saturno a quien pertenecían los letárgicos y vulgares era al mismo tiempo venerado como planeta de la contemplación elevada, astro de los anacoretas y los filósofos. Aun así, la naturaleza y el destino del hombre nacido bajo Saturno, incluso cuando su suerte, dentro de los límites de su condición, era la más afortunada, siguió conservando una base siniestra; y fue sobre la idea de un contraste, nacido de las tinieblas, entre las mayores posibilidades para el bien y para el mal donde se fundamentó la analogía más profunda entre Saturno y la melancolía. No era sólo la combinación de frío y sequedad lo que enlazaba la bilis negra con la naturaleza aparentemente similar del astro; no era sólo la tendencia a la depresión, a la soledad y a las visiones lo que el melancólico compartía con el planeta de las lágrimas, de la vida solitaria y de los adivinos; por encima de todo, había una analogía de acción. Al igual que la melancolía, Saturno, demon de los contrarios, dotaba al alma tanto de lentitud e inepcia como del poder de la inteligencia y la contemplación. Al igual que la melancolía, Saturno amenazaba a quienes tuviera en su poder, por ilustres que fueran, con la depresión, o incluso con la locura. En palabras de Ficino, Saturno «rara vez denota caracteres y destinos ordinarios, antes bien personas que se distinguen de las demás, divinas o bestiales, dichosas o rendidas por la pena más honda».

Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 184


En el neoplatonismo Saturno representaba el intelecto supremo. Pero, lógicamente, ¿no deberían esos filósofos alterar su fe con arreglo a su interpretación alterada, y, o no erigir imagen ninguna a los dioses, o erigirlas sólo a Saturno, y no a Júpiter Capitolino? Pero el mundo ignoraba esas doctrinas y seguía rindiendo culto a Júpiter como dios supremo, y la opinión vulgar coincidía con los astrólogos en considerar a Saturno no un creador sabio sino un viejo perverso.

Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 187


El, Gyraldus, no entiende que haya quien estime tanto la Genealogia de Boccaccio que la cite como autoridad o incluso escriba comentarios sobre ella. Gyraldus desaprueba por razones científicas las profundas especulaciones de Boccaccio sobre el dios primevo Demogorgon, cuyo nombre no debe ser conocido. Habiéndolo buscado en todas partes, este Demogorgon no aparecía en ninguna: «en ningún sitio, digo, apareció» («nusquam Demogorgon iste, nusquam, inquam, apparuit»). Gyraldus descubrió la solución: «Demogorgon» no era sino corrupción de «Demiurgos»

Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 202



En el curso del siglo XII, pues, la creencia astrológica se introdujo gradualmente en ciertos sistemas de filosofía escolástica de la naturaleza, y de allí en adelante pudo desarrollarse dentro y fuera de la esfera de la filosofía propiamente dicha. Incluso entre los autores principalmente enciclopédicos encontramos una tendencia creciente a incluir material que en realidad es astrológico. Para autores del siglo XIII como Amoldo Sajón, Vicente de Beauvais o Bartholomeus Anglicus, que citaban a Ptolomeo y no intentaban ir más allá por la vía de la interpretación moral o cosmológica, ya no era arriesgado decir que la vida, la arquitectura y la doctrina eran propias de Saturno, o que él significaba la tribulación, la pena, la humildad y el mal…
La astrología profesional, tal y como se desarrolló en Occidente tras el descubrimiento de las fuentes árabes, tuvo, al igual que la medicina contemporánea, un carácter inusitadamente conservador, por no decir estacionario…
… son la exhaustividad de los datos y la solidez del sistema, más que ninguna originalidad en la concepción, lo que da importancia a la astrología árabe, cuyas obras principales eran accesibles en traducciones latinas ya en torno a 1200. Combinado con la aplicación de la especulación escolástica a la ciencia, y la recepción de Aristóteles y de la medicina de Galeno —también transmitidos principalmente por los árabes—, lo que verdaderamente influyó en el pensamiento medieval, y aun en el pensamiento moderno, fue sobre todo el principio básico de la astrología, esto es, el de que todo acontecimiento terrenal, y en particular el destino humano, estaba «escrito en las estrellas».

Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 214-215-216



De los humores significa la melancolía. Y de las complexiones del cuerpo significa la melancolía, y acaso esa melancolía se acompañe de una parte de flema y de una gravedad y pesadez del cuerpo que de ella provienen, y entonces el sujeto no será rápido en el andar ni ligero en el salto, ni aprenderá a nadar ni otras cosas semejantes en las que se demuestra la ligereza del cuerpo, y será maloliente, como con un olor cabruno; y esto hace hombres que comen mucho.

Guido Bonatti[
Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 631


Según Enrique de Gante hay dos clases de hombres, que difieren en la naturaleza y limitaciones de sus facultades intelectuales. Están los dotados de capacidad para el razonamiento metafísico; sus pensamientos no están dominados por su imaginación. Y están los que sólo pueden concebir una idea cuando ésta es tal que la imaginación la pueda acompañar, cuando se puede visualizar en términos espaciales. Son incapaces de aprehender que no haya espacio y tiempo fuera del mundo, ni pueden creer que haya en el mundo seres incorpóreos, seres que no están ni en el espacio ni en el tiempo: 

Su intelecto no puede liberarse de los dictados de su imaginación… todo aquello que piensan ha de tener extensión o, como el punto geométrico, ocupar una posición en el espacio. Por eso esas personas son melancólicas, y son los mejores matemáticos, pero los peores metafísicos; pues no pueden elevar la mente por encima de las nociones espaciales en las que se basa la matemática

Enrique de Gante
Quodlibeta París 1518, fol. xxxiv r. (Quodl. II, Quaest. 9)
Erwin Panofsky, Fritz Saxl y Raymond Klibansky
Saturno y la melancolía, página 379












































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